A tres generaciones de distancia suena cuando menos lógica esta reminiscencia de la década del 80 que estamos empezando a transitar.
Es menester que los hijos ya grandes de esos jóvenes imprecisos y valientes de los 80´s rasguñen las cubiertas de la gesta de sus mayores, para que los nietos que lleguen conozcan su raíz.
Lo de siempre, terminada la sangrienta dictadura, esas chicas que transitaban el underground porteño, esos chicos que estaban mejor escondidos que exhibidos, más seguros y tranquilos entre ellos mismos, salieron a tomar las calles que ahora sí eran libres de opresores vocacionales.
Es notoria la curiosidad palpable sobre la periferia de esa época, que tranquilamente podríamos llamar nuestra Belle Époque del siglo pasado. Yo mismo he participado en una decena de documentales al respecto de esos tiempos, que tomado de aristas diferentes, da para ser desmenuzado intelectualmente.
No sólo el rock tomó el espacio como propio, también fue la danza de la mano de Julio Bocca, Eleonora Cassano y Maximiliano Guerra principalmente, que bailaban en el Obelisco, o Jorge Donn que bailó el Bolero de Ravel definitivo en una película de Lelouch. La literatura generó a Rodrigo Fresán hoy en España, a Martín Caparrós, a Eduardo Berti que es nuestro main man en París, Gonzalo Garcés, Alan Pauls o Juan Forn entre muchos otros, que abordaban la nave de esos grandes escritores argentinos marca épocas. Un párrafo aparte para los libros del Negro Fontanarrosa, todos textos bíblicos.
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El cine empezaba a transitar terrenos hasta entonces inexplorados debido a censuras previas y fervor oficial por películas de adoctrinamiento más estúpidas que efectivas. Había cine de Porcel y Olmedo, pero nacían las pelis de Adolfo Aristarain, de Eliseo Subiela, de Jorge Polaco, ni hablar de nuestro primer Oscar a través de Luis Puenzo que en la dictadura se las arreglaba haciendo geniales avisos publicitarios.
En el teatro se vio aparecer antros como Cemento, el Parakultural, o el centro Coya de la Avenida Corrientes donde Los Melli (Damián Dreizik y Carlos Belloso) compartían cartel con las Gambas al Ajillo y Urdapilleta y Tortonese, Batato Barea. Genio mismo que a la vez se presentaba en los shows de Sumo dando cátedra de dominio del yo-yo o bien haciendo la segunda voz en La Rubia Tarada, Enrique Symns leía poemas en los shows de Los Redonditos de Ricota y Renata Schussheim hacía las escenografías de los escenarios de Charly García.
Eran días donde nadie se sentía excluido. Chicos fuertes de carácter que no se ofendían por las opiniones o los comentarios ajenos, no había tiempo para eso, la noche de la Nave Jungla con su estrella el enano fisicoculturista o Paladium o El Dorado con esos elencos poco recomendables para fiestas familiares estaban esperando abiertos toda la noche.
Se tomaba algo en La Fuente de Soda de Belgrano para escapar rápido a Prix D´ami donde tocaba Alphonso S´entrega, terminado el show corriendo al Stud Free Pub a ver Soda Stereo, de ahí a San Telmo donde tocaba Spinetta y si quedaba un rato antes que amanezca, previo paso por Rainbow a dar el presente, salían las huestes a Freedom o a Fire que estaban los Cadillacs que siempre tocaban tarde.
¿Cómo no va a llamar la atención de los que no estuvieron el vértigo de esos años?
En el reciente Bafici tuvo mucha repercusión Llamen a Joe, una saludable biopic sobre la imagen y trayectoria del invicto Joe Stefanuolo, legendario abogado de todo el rock argento de gran apogeo a partir de los 80´s. Ni hablar del inminente éxito que obtuvo El Amor Después Del Amor, la serie de Fito Páez. En ella hay un desfile degenerado de notables ochentinos que representan muy eficazmente la temporada aludida. Actos, actitudes, formas y maneras de expresarse con las que jóvenes recién amanecidos a la vida libre convivían, narrado por conocedores. Una de las más bellas escenas de la serie es la que muestra el debut de Fito Paéz en el Luna Park, integrando la banda de Charly García en la presentación oficial de Clics Modernos nada menos. Si hay un disco que da inicio a la temporada oficial de “Los 80´s” es ése. Eran además del dueño de la pelota en el escenario Pablo Guyot, Willy Iturri, Alfredo Toth, que después armarían GIT. Fito de tecladista, Fabiana Cantilo haciendo coros, magia y coreografías mientras los vientos estaban a cargo de Daniel Melingo y el Gonzo Palacios.
Me quedé pensando que el Gonzo era el saxo oficial de Los Twist, esos divertidos muchachitos creados por Melingo y Pipo Cipolatti, de manera que fue insólita pero lógica semejante sesión de brasses en tan histórico espectáculo.
El Gonzo Palacios, Gonzalo Palacios, como Fito Páez, nació en el 63. A los 20 años es fundador de Los Twist. Ese mismo año presenta Clics Modernos con Charly, al siguiente año 1984 graba en el disco debut de Soda Stereo sin dejar Los Twist. En el 85 hace Nada personal de Soda con su inquietante intro de saxo en Estoy Azulado además de tocar en el debut discográfico de Patricio rey y Los Redonditos de Ricota Gulp y ser parte de la banda que armó Andrés Calamaro para su proyecto solista y grabar los vientos en Vida Cruel. En el 86 integra Fricción, con Richard Coleman, haciéndose tiempo para participar de Llegando los Monos, de Sumo. Todo así, en el 88 integra Memphis con los que graba Tonto Rompecabezas quedándose hasta 1990. Unas excursiones por España lo reencuentran con Melingo y Willy Crook. Definitivamente el saxofonista esencial del rock argentino. Recuerdo su performance la noche del show de Crook con los Funky Torinos abriendo para James Brown, un Gonzo más allá de memorable, de una perfección intolerable, llevándose un par de ovaciones para su casa.
Afincado en Menorca, España, desde principios de este siglo, el Gonzo siempre está volviendo, como decía Aníbal Troilo. Es que jamás dejó de estar acá. Sus participaciones en ediciones y recitales argentinos son más que frecuentes, clásicas. Era hora que saliera su propio disco, su debut es Alivio, un gran album de jazz atravesado por el groove personal de alguien que ha recorrido todos los senderos del rock sin olvidar su origen jazzero.
El disco del Gonzo es un disco de jazz tocado por una banda que no es de jazz. Haciendo un repertorio con algo de jazz pero con guiños a Los Beatles y al funk mas sofisticado. Hay temas de Count Basie, mezclado con básicos beatleanios, más Horace Silver, Percy Mayfield, una soberbia versión de “Pick up The Pieces” de la Average White Band y un tema propio de la banda “Canción para Vera y Lucila”. Es que el Gonzo no se cansa de aclarar que aunque se llame El Gonzo, no es un disco de él solista, es la obra de un grupo. Integrado por el Gonzo en el saxo alto, el tenor de Gustavo Ridilenir más la base rítmica de Daniel Castro y Fernando del Castillo.
Que el Gonzo haya grabado un disco se caía de maduro, ahora lo de incluir un tema propio que no desentona con el otro material compositivamente clásico de gente tan prestigiosa es para detenerse. “Canción para Vera y Lucila” es sencillamente soberbia.
Me cuenta Gonzalo Palacios, el Gonzo.
”'Canción para Vera y Lucila’ tiene una historia con una carga emocional muy marcada para nosotros. Compongo poco más bien, a partir de algo o en colaboración, pero es muy raro que haga un tema desde el principio, pero este tema tiene un comienzo, hasta una fecha precisa. Me surge a través del guitarrista original de El Gonzo, porque ya sabés Bob, esto dejó de ser un proyecto personal, aunque lo parece, pero es una banda. El guitarrista original es Marcial Sarandeces un amigo más que entrañable para mí, hermano de vida. Me llama el 19 de febrero del 99 de mañana temprano para contarme muy emocionado que había nacido Lucila, su primera hija. Me emocioné por lo que le pasaba a ese musicazo que era, gran guitarrista, de excepción.
Cuando colgué el teléfono se me vino una melodía completa, 32 compases de principio a fin, solo me faltaba la resolución, pero salió entera. Ni anoté ni grabé nada, no hizo falta, me quedó adherida a la cabeza. Ahí quedó durante años, a veces intentaba hacerle una segunda parte, tenía la melodía pero no le encontraba bien los acordes, quedó en espera. En 2019 cuando volvimos a juntar la banda, Marcial nos había dejado un tiempo antes lamentablemente, tuve la visión de como terminaba el tema. Se lo dije a los otros y les pedí que más que arreglos, me plantearan variaciones. Sin agregar nada al tema, variaciones necesitaba, como si fuera un tema clásico. Entonces Gustavo Ridileni con su flauta, con su hermano Alejandro en la guitarra hicieron lo suyo, hay una variación en bajo que se puede confundir con un solo de bajo, pero es una variación sobre el tema que muy bien hizo Dani Castro. Entre todos se montó lo que definitivamente quedó de la canción. Asi que bien puesto está el nombre de todo el grupo como autor.
Cuando terminamos el tema ya estaba también Vera, la segunda hija de Marcial. Sabiendo que ellas iban a venir a los conciertos le pusimos “Canción para Vera y Lucila” y decidimos regalárselo ya que ellas no tuvieron demasiado tiempo a su padre. Un regalo para mostrarles de que manera quisimos y recordamos a Marcial. Ellas nacieron en el exterior asi que no conocieron la carrera musical de su padre. Nosotros siempre lo recordamos con alegría y admiración asi que quedó esto.”
Alivio iba a ser un disco en vivo pero por razones de autoexigencia solo quedaron algunos temas de un show en el CC San Martín, aunque todo lo demás se grabó casi de una sola toma con Mario Breuer remasterizando.
Alivio es un disco que se grabó durante la pandemia, por eso se llama así y tiene una foto en la tapa de un médico del siglo XVII, enfundado en un ridículo traje de médico de ese siglo llevando alivio a los enfermos. Con un hermoso vestuario de Betina Sor, fotografiado por la eterna Andy Cherniavsky, todo diseñado por Tite Barbuza que entre otras cosas diseñó el reconocido logo de Soda Stereo. Mas de los 80´s imposible.
Alivio es un disco de jazz, con una banda pop liderada por Gonzalo Palacios, para muchos el mejor saxofonista del rock argentino desde los 80´s hasta hoy, que se llama, quizás casualmente, El Gonzo.
Un soplo de aire fresco como eran los vientos creativos de los 80´s.
Y el viento... que es viejo como el mundo, pero sigue soplando no?
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