El 22 de octubre de 2021 Andrés Chaco Martínez fue víctima de un siniestro vial que cambió su vida de un segundo para el otro. Faltaba tan solo un mes para su primera competencia profesional de boxeo, estaba soñando en grande ser campeón mundial algún día, y sintió que le arrebataron todo poco después de cumplir 18 años. “No podía soportar mi nueva realidad”, confiesa en diálogo con Infobae, sincero sobre la pelea más dura que le tocó, que paradójicamente no fue en el ring. Recorrió la impotencia de preguntarse por qué, y también buscó responsables, hasta que lo analizó desde otra perspectiva, eligió desoír a quienes le decían que su carrera deportiva se había terminado, y buscó un camino propio en el mundo del crossfit.
“Paciente de colisión de moto con casco vs auto, con lesión medular completa que presenta paraplejia completa”, así dice el informe médico del día que ingresó al hospital el joven oriundo del partido bonaerense de San Fernando. En ningún momento perdió el conocimiento, y fue testigo de su propia pesadilla. No entendía bien qué había pasado, solo sabía que después de caerse de su moto sintió un dolor muy fuerte y perdió la sensibilidad de la cintura para abajo. “La calle estaba medio resbalosa, estaba nublado, de repente salía el sol, lloviznaba, y yo estaba a tres cuadras del gimnasio cuando me pasó esto”, detalla.
“Venía frenando desde una cuadra antes como podía, pero la moto se me iba, porque me habían hecho cambio de cubiertas, me dieron unas cubiertas dibujadas y me dejaron los frenos estirados; encima había tenido una discusión con el gomero antes de irme, pero como estaba justo de tiempo me fui a entrenar”, rememora sobre todos los factores que se conjugaron. Después de patinar a lo largo de 100 metros, cayó sobre el cordón, y al mismo tiempo se golpeó con otro auto que venía por la mano contraria. “Tres personas me dijeron que me había tocado de atrás otro auto, pero finalmente no fue así”, explica sobre la reconstrucción que tuvo que hacer por su cuenta al ver algunos videos registrados por cámaras de seguridad vial.
Aunque no tiene dudas de que la mayor responsabilidad fue del mecánico que hizo mal el arreglo de su motocicleta, y que la causa judicial sigue sin avances, asegura que “no le guarda rencor a nadie”. “No hay novedades, creo que las cosas pasan porque pasan, y yo sé que tranquilamente me podía haber tomado un remis, y no lo hice; podía haber ido por adentro como siempre, y no lo hice; me podía haber quedado en mi casa, porque me había insistido mi familia para que me quede a descansar y como yo tenía que prepararme para una pelea más adelante, quise ir igual”, expresa.
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“La vida lo quiso así”, resume, pero no con resignación, sino con la sensación de que “tuvo una segunda oportunidad”, y muchos momentos que antes le parecían cotidianos, cobraron otros sentidos. “Siempre digo que hay que valorar lo simple, porque yo nunca pensé que iba a extrañar bañarme estando parado, algo que antes era parte de mi rutina de todos los días, y a veces uno se queja de más y no valora eso que parece tan trillado, pero que de verdad es lo más importante: la salud y la familia”, sentencia. El proceso de rehabilitación fue la verdadera batalla, por lo avasallante que fue el diagnóstico para él, y además coincidió con el inicio de otra fase de la cuarentena por un rebrote de casos de coronavirus, y no podía ir a kinesiología para su rehabilitación.
Pasó a estar en cuatro paredes, sin saber cómo manejarse en una silla de ruedas, con idas y vueltas con su obra social, luchando con un conflicto tras otro. “El médico me decía que iba a tener que usar sonda permanente, que iba a estar con un pañal y me iban a tener que cambiar, todo eso fue demasiado para mí, toqué fondo mil veces”, admite. A corazón abierto, hace otra confesión sobre lo que le dijeron los doctores: “Delicadamente me hablaron de las relaciones sexuales, para explicarme que no iban a poder ser como antes, y me hablaron de cosas que teniendo 18 años yo no quería aceptar, siendo una parte tan importante de la vida a esa edad, pero afortunadamente con el entrenamiento empecé a sentirme mejor, y vencí todos esos miedos”. Cuando se cumplieron seis meses desde el diagnóstico, pudo volver a estar de pie con el andador, algo que creía imposible.
Pasó por muchas complicaciones con la rehabilitación tradicional, no sentía que le brindara confianza las pocas sesiones a las que pudo ir, y probó también con el formato ambulatorio, pero le resultó aún peor. “Lo que me estaban brindado no me servía, así que empecé a rehabilitarme por mi cuenta, porque algo dentro mío me decía que el deporte me iba a sacar adelante, que me iba a salvar, y no me equivoqué”, remarca. Habló su exentrenador de kick boxing, le contó que tenía deseos de volver a hacer actividad física, y al poco tiempo se convirtió en su instructor de crossfit.
La disciplina, la constancia, y la proyección de objetivos a corto y largo plazo, forman parte de su personalidad. Lo ampara una trayectoria deportiva que empezó desde que dio sus primeros pasos. “Cuando tenía 2 años mi mamá me llevó a natación, y no paré hasta los 10; paralelamente hice básquet desde los 7 todos los fines de semana, y a los 13 empecé con kickboxing”, enumera. Transparente y muy honesto, revela que tuvo interés en los deportes de combate para “aprender a defenderse”, pero descubrió mucho más que la defensa personal, y encontró en la filosofía deportiva el respeto como valor fundamental.
Durante toda la primaria sintió que no encajaba entre sus compañeros de escuela. “Muchos se burlaban de mí en el colegio, me trataban mal, me dejaban de lado, y cada vez era peor, porque ya me querían pegar, y me ponía muy nervioso todo ese tipo de situaciones”, reconoce. En vez de la confrontación física, cuando se sintió preparado, los enfrentó con palabras, cuestionó sus actitudes, y pudo dejar atrás esa etapa. “Hasta los 17 me dediqué al kick boxing, me convertí en instructor, y después me volqué al boxeo porque veía más continuidad a futuro en lo laboral”, comenta.
Acumuló experiencia con varias peleas, le dijeron que tenía condiciones para un debut profesional, y en menos de un mes iba a subir al cuadrilátero. “El mismo día del accidente había ido a Capital a hablar por el tema de la Federación Argentina de Boxeo, ya estaba todo hablado sobre cuáles iban a ser las primeras 10 peleas, y si las ganaba me iba a dedicar de lleno a eso”, recuerda. Esa cita nunca llegó, pero a pesar de toda la incertidumbre, el enojo, y la desesperación, se reencontró con su pasión.
“Tuve que madurar demasiado rápido, pero entendí que no hay que quedarse con ganas de nada, hay que intentar como se pueda, con lo que tengas. No existen las excusas si uno es fuerte mentalmente, que es lo más complicado del ser humano, porque equivocarse también es parte del camino”, dice con entusiasmo. Considera la voluntad y la fe como la combinación indestructible contra los peores pronósticos. “A nivel físico, psicológico, en todo sentido mejoré mucho; y para mí no tiene nada que ver que yo haya entrenado toda mi vida, porque si uno quiere superarlo, sin importar las circunstancias, se puede; yo podría haber tenido una silla deportiva, otra silla de paseo, una persona que me lleve y me traiga en camioneta todos los días hasta el mejor lugar de entrenamiento, pero si yo no quería salir adelante, no iba a salir”, enfatiza.
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Después de conocer sus propios límites, recomenzó, y vio avances en muy poco tiempo. “Sentía que el camino era el crossfit, pero no tengo silla deportiva, y las de paseo no aguantan más que mi peso, así que no podía levantar pesas, hasta que una chica de básquet me prestó la suya provisoriamente y gracias a eso yo puedo tener la rutina que tengo, que es muy activa, porque no paro nunca”, cuenta. Se toma el colectivo para ir al gimnasio donde da clases de boxeo, va rumbo a un curso de capacitación en Capital Federal, y también hace masajes descontracturantes con ventosas.
“Mucha gente en mis redes sociales -en Instagram @chacomartinez_- me pregunta si soy yo el que hace los masajes, o el que da las clases, y sí, soy yo solo el que hace todo eso gracias a mi entrenamiento, tengo mis alumnos, sigo enseñando, y me gusta seguir en movimiento porque es mi forma de seguir, de encontrar motivación”, indica. En abril último viajó a la provincia de Santiago del Estero para participar de Freedom Battle 2023, una exposición de tres días de la que participaron 800 deportistas.
Tuvo una muy mala racha justo antes de emprender el desafío, pero nada lo detuvo. “Se me partió el cuadro de la silla de ruedas un día antes, lo arreglé, me quemé el pie, tenía el tobillo todo lastimado, había tenido una infección urinaria una semana antes, bajé de peso, pero seguía apuntando a viajar, a que eso me iba a hacer bien”, manifiesta. Incluso perdió el vuelo porque se confundió el horario y tuvo que volver a juntar el dinero para hacer posible su participación. “Gracias a la ayuda de algunas colaboraciones que hago en las redes, y a la misma gente que me sigue que puso de su bolsillo, yo pude ir”, asegura.
Compitió con la silla que le prestaron, y su desempeño fue aplaudido por los presentes. Algo similar había pasado cuando compitió en el Open Crossfit Games, el evento donde solo el top 5 de deportistas clasifica. “Fui pensando que iba a quedar en el puesto 30 con mucha suerte, y quedé en el siete, cuando la mayoría tiene más de seis años entrenando, y yo tengo un año apenas de entrenamiento”, reflexiona, y esa experiencia redobló sus fuerzas para ir por más. “En mayo tengo una competencia en el Parque Náutico de San Fernando, en junio en Chubut y Bahía Blanca, y en diciembre me están invitando a una competencia en Colombia, que ojalá pueda ir”, proyecta.
Tiene una meta a largo plazo aún más grande: representar a la Argentina en los CrossFit Games de Estados Unidos. El impedimento para ese sueño, y también para los proyectos más inmediatos, es que no cuenta con una silla de ruedas propia. “Es algo muy personal que me gustaría, llevar mi bandera, y sé que con trabajo duro, durmiendo bien, entrenando, descansando, comiendo bien y con buena vibra, se podría lograr”, expresa. Y agrega: “Una silla sencilla nacional vale más de un millón de pesos; y una importada 10.000 euros, y la verdad que es mucha plata”.
Aunque le gustaría tener dos sillas, la de paseo y la deportiva, cuenta que se conformaría con la que necesita para seguir entrenando. “Si a mí se me vuelve a partir el cuadro, la verdad es que me tengo que quedar en una cama porque no tengo otra”, sostiene. A través de sus redes sociales hizo una colecta, y logró recaudar 60.000 pesos hasta el momento. “Estoy lejos del millón, pero en algún momento se va a poder, y yo sigo trabajando con los masajes, con las clases de boxeo, para seguir juntando”, explica.
Cuando investigó al respecto, se dio cuenta de que en Argentina todavía no se ha fabricado un modelo de silla de ruedas pensado para el crossfit, ya que las que existen están pensadas para practicar básquet y tenis. “Me gustaría ser pionero, que sé que es una responsabilidad muy grande, pero sería el primero en llevar a Argentina a una categoría adaptada de crossfit afuera del país, y tengo el compromiso y las ganas”, enfatiza. A sus 20 años, siente que acumuló muchas lecciones de vida por el impacto emocional, el cambio abrupto, su espíritu emprendedor, y está pensando combinar sus habilidades deportivas con una charla motivacional.
“Sería una clase con los guantes, pero aparte un testimonio sobre mi lesión, que parecía imposible que yo me pueda parar alguna vez en la vida, y lo logré, y al final habría un intercambio de preguntas y respuestas con el público”, explica sobre la dinámica mixta que planea incluir en algunas presentaciones. “Siempre me gustó trabajar por lo mío, y me emociona cuando me dicen que quieren venir a entrenar conmigo, o me dan aliento con mensajes como: ‘Tu historia me inspiró’, ‘Quiero que vos me entrenes’, ‘Me das ganas de volver a luchar por mi sueño’; eso para mí ya es un montón”, dice agradecido por el apoyo que recibe diariamente.
Sobre su apodo, “Chaco”, cuenta que si bien no nació en esa provincia, tiene muchos parientes allí y lo usa en homenaje a sus abuelos, a sus raíces, y son pocos los que lo llaman por su nombre. Con su fortaleza y perseverancia, le rinde honor a la palabra que lleva impresa en su remera, Resilient, resiliente en español. En cada uno de los videos que comparte de sus entrenamientos revalida la decisión de volverse a levantar pese a todo, registra cada pequeño gran avance que implica dolor corporal, esfuerzo y mucha convicción de que valdrá la pena, y con su propio ejemplo invita a otros a reflexionar.
“Sos un campeón y lo fuiste siempre, ahora más que nunca, sos nuestro campeón y un gran guerrero, nuestro orgullo porque esa fuerza inmensa no la tiene cualquiera, y todo lo estás logrando gracias a tu fortaleza y tu desempeño”, le escribió no hace mucho su madre, Elizabeth, en uno de sus posteos. Muchos de los seguidores que siguen atentos su carrera deportiva, también le expresan su admiración, y aunque no haya alzado el título en el cuadrilátero tal como imaginaba, en el corazón de más de uno, ya triunfó en la categoría de luchador de la vida.
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