Tenía 7 años recién cumplidos cuando, mientras esperaba que el sueño llegara, vio entrar a su papá a oscuras en su habitación. Se tiró debajo de la cama, levantó una baldosa floja y sacó un arma.
“Escuché que discutía fuerte con mi mamá y después de salir de la pieza escuché un disparo. Me levanté para ver qué pasaba y cuando vi, se pegó un tiro delante mío”, cuenta Dylan Martínez a sus 18 años.
A su lado pronto llegó Yohana, su hermana mayor con la que convive desde esa noche. El dolor no le hizo sombra. Aprendió a vivir con él, a tomarlo de la mano y llevarlo a cuestas hasta que se hizo callo. Recibió contención de toda su familia y el apoyo profesional para aprender a vivir con el terrible recuerdo del crimen de su mamá, Claudia Moreno, asesinada por su marido el 15 de octubre de 2012.
Hace unos días, cuatro delincuentes le robaron a Dylan su auto, “el regalo que con enorme esfuerzo le hizo su familia”, como contó la periodista Marcela Ojeda en un hilo de Twitter que se hizo viral, que inicia con el pasacalle que le dejaron sus seres queridos el 7 de marzo, día que cumplió los 18 años. “Me sorprendió mucho, no lo esperaba”, le contó a Infobae.
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El violento robo
Dylan regresaba de trabajar varias horas en el kiosco cuando fue interceptado por otro auto del que bajaron los tres asaltantes. Lo golpearon con violencia y se llevaron el vehículo que apareció a los días destrozado, con impacto de bala, chocado, sin nada en su interior, excepto manchas de sangre y resto de papeles prendidos fuego.
“Estaba regresando a casa, estacioné y cuando miré por el espejo retrovisor vi un auto encima mío, no me dieron tiempo a nada. Tuve que bajar rápido, me pidieron las llaves, se las di y seguían pidiendo cosas, pero les di todo lo que tenía y se llevaron todo lo que tenía en el auto, las cosas de la escuela, cosas del trabajo, todo”, resume sobre el robo que padeció este martes cerca de las 20.30 en la puerta de su casa, en Banfield.
Luego del robo, quedó dolorido por los golpes. No supo cómo reaccionar mientras estaba tirado en medio de la calle producto de la violencia con la que lo sacaron del interior del vehículo. “En mi casa no había nadie, no sabía si ir a la casa de mi otra hermana, a la casa de un vecino o qué hacer para avisar a mi familia”. El vecino lo ayudó y ofreció hielo para paliar las marcas de los golpes que ya asomaban.
“Me dio bronca porque eran pibes jóvenes, dos son de mi edad, que se los veía bien y estaban haciendo eso en lugar de estar trabajando bien o saliendo de la escuela. Se notaba que eran pibes sanos”, lamenta.
El peor recuerdo
“Ya pasaron más de 10 años. La discusión fuerte es lo que más recuerdo y el ruido del disparo. Yo era chico y no sabía lo que era un arma, pero él me vio y se disparó. Hacía poco yo había cumplido los 7 años”, recuerda y cuenta que las discusiones y gritos del padre eran moneda corriente en la casa.
Del hombre recuerda que era muy estricto, que no lo dejaba salir a jugar y que gritaba. De su mamá recuerda el amor, el tiempo compartido con ella y su hermana cuando era niño.
Su vida tras ese doloroso momento no fue fácil a esa edad. “Me daba dolor saber lo que había pasado, recuerdo que me ponía triste en la escuela cuando me preguntaban por mi mamá o cuando los demás contaban sobre su mamá o cuando ellas iban a la escuela a verlos y mi mamá no estaba; y cuando hablaban de sus padres también me daba tristeza porque no sabía cómo responder cada vez que me preguntaban por mis papás”, dice entre lamentos.
Toda la familia lo contuvo en el peor momento. “Necesité también un psicólogo y pude salir adelante. Se puede salir adelante y sobrellevar esto de la mejor manera”, asegura.
Actualmente, cursa el último año de la secundaria y el año que viene comenzará la carrera de Informática porque le gusta todo lo que hace al mundo de las computadoras.
A modo de mensaje, finaliza: “De chico me enseñaron que todo se consigue con trabajo y esfuerzo, y que me hayan robado así como si nada me dejó un mal sabor. Pese a eso sigo haciendo mis cosas, no me quitarán las ganas de hacerlo”.
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