La tarde en que Perón rompió con los Montoneros, los echó de la Plaza de Mayo y los trató de “estúpidos” e “infiltrados”

El primero de mayo de 1974, en su última “fiesta del trabajo”, el Presidente enfrentó agravios personales y puso punto final a su desgastada relación con los “imberbes” de la organización Montoneros. El duelo de cánticos y los detalles de una plaza tensionada por dos corrientes peronistas contrapuestas

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Perón y su esposa Isabel
Perón y su esposa Isabel desde la Casa de Gobierno el 1° de mayo de 1974

El último día del mes de abril de 1974 los diarios ocupaban grandes espacios pautados para invitar a la Fiesta de la Unidad que se iba a realizar al día siguiente, en que no aparecerían periódicos. Se publicaron innumerables solicitadas de los gremios y los gobiernos provinciales en homenaje a Perón e Isabel. También se informaba que Perón se presentaría ante la Asamblea Legislativa junto con sus ministros para informar sobre la gestión del Poder Ejecutivo. En previsión de desórdenes fueron acuarteladas tropas de las FFAA y efectivos de la Gendarmería y Prefectura Naval. Una amplia zona que rodea la Plaza de Mayo sería cerrada al tránsito vehicular. Faltaban pocas horas para la cita en Plaza de Mayo. Perón saldría al balcón de la Casa de Gobierno para hablar a la multitud y festejar el Día del Trabajo después de 19 años. El país era distinto, lo mismo que el mundo que lo rodeaba. Él lo sabía. Iba dispuesto a enfrentar cualquier desafío. Estaba a horas de la ruptura definitiva con los Montoneros. Gran lector de clásicos, puede haber pensado que se cernía la tormenta y que llegaba “su hora más gloriosa”. La de enmendar. Todo estaba dicho.

La historiografía (“relato”) de algunos autores habla del rompimiento de Perón con Montoneros del 1° de Mayo de 1974. Seriamente, el rompimiento se había pronunciado mucho antes. Solamente, para no hablar en el aire y en virtud del espacio, se puede decir que comenzó en Madrid ante el estado anárquico del país a partir del 25 de Mayo de 1973. Se lo dijo en Barcelona a su médico Antonio Puigvert: “No me queda otra solución que volver allá y poner las cosas en orden. Cámpora ha abierto las cárceles y ha infiltrado a los comunistas por todas partes”. Se lo advirtió a Ricardo Balbín a poco de llegar a Buenos Aires. Lo echo a Héctor Cámpora. Frente a sus sugerencias y sobrios reclamos a Montoneros, el 7 de septiembre de 1973, Mario Eduardo Firmenich le dijo que no pensaba dejar las armas: “El poder político brota de la boca de un fusil. Si hemos llegado hasta aquí ha sido en gran medida porque tuvimos fusiles y los usamos; si abandonáramos las armas retrocederíamos en las posiciones políticas. En la guerra (existen) momentos de enfrentamientos, como los que hemos pasado, y momentos de tregua en los que cada fuerza se prepara para el próximo enfrentamiento”. Por si Perón no entendía, en esas mismas horas, el jefe Montonero afirmó: “Claro, nosotros tenemos que autocriticarnos porque hemos hecho nuestro propio Perón más allá de lo que es realmente. Hoy Perón está acá. Nos damos cuenta de que Perón es Perón y no lo que nosotros queremos. Por ejemplo, lo que Perón define como socialismo nacional no es socialismo sino el justicialismo (…) la ideología de Perón es contradictoria con la nuestra, porque nosotros somos socialistas porque el socialismo es el estado que mejor representa los intereses de la clase obrera”. ¿Hablaba de clase obrera? Simple fruslería después de los asesinatos de José Alonso, Augusto Timoteo Vandor y José Ignacio Rucci. Por si hacía falta alguna respuesta de parte del jefe del peronismo, en octubre de 1973, poco antes de asumir su tercer mandato presidencial, avaló las instrucciones para terminar con la infiltración marxista del Movimiento y finalmente vino la filípica de febrero de 1974 ante las cámaras de televisión a un grupo de diputados que se decían peronistas (y que renunciaron). Todo esto enmarcado con un claro acercamiento con las Fuerzas Armadas de la Nación. Existen otros elementos más concretos en el ámbito de la política internacional que los voy a relatar en el libro 1973 que publicará próximamente Infobae.

Perón durante una reunión con
Perón durante una reunión con la FF.AA. en 1974

Durante la primera y segunda presidencia de Perón, la “Fiesta del Trabajo” (así la llamaba la marcha alusiva compuesta por el antiguo y futuro ministro de Educación, el famoso médico Oscar Ivanissevich, y Juan de Dios Filiberto) era celebrada cada 1° de mayo con artistas de moda y coronación de una reina de belleza en la Plaza de Mayo porteña, así como en las principales ciudades del país, a diferencia del resto del mundo en que se conmemoraba a “los Mártires de Chicago” con resentimiento y desmanes clasistas. En la única “fiesta” de la tercera presidencia -con el protagonista principal arengando desde el balcón e idéntico ceremonial (coronación, etc.)- ya no era válido el segundo verso de aquella marcha ya olvidada “…unidos por el amor de Dios…”, pues el público estaba divido en dos partes contrapuestas: la peronista histórica, ortodoxa o verticalista con predominio nacionalista y sindical como en los primeros tiempos y, la otra, la Tendencia Revolucionaria empachada de castro-comunismo entrista.

El día anterior, 30 de abril, hubo una concentración bastante reducida convocada por las entristas FAP-PB (Fuerzas Armadas Peronistas - Peronismo de Base) no integradas a Montoneros, en el pequeño estadio cubierto de la Federación Argentina de Box en la calle Castro Barros. Fue una última expresión de la que había sido la “CGT-A” (“CGT de los Argentinos”) o “de Paseo Colón” de neto corte izquierdista, clasista y combativo. Hablaron el gráfico Raimundo Ongaro y el farmacéutico Jorge Di Pasquale, analizando la situación general conflictiva y sosteniendo que –al día siguiente- no había “nada que festejar”, claro anuncio de una actitud crítica u opositora que podía llevar a una ruptura pública y notoria con el líder histórico como efectivamente ocurrió.

Crónica de "La Opinión" sobre
Crónica de "La Opinión" sobre el 1° de mayo de 1974

Como es norma, el Presidente se presentó ante las dos Cámaras del Congreso reunidas en Asamblea para inaugurar su 99° período de sesiones con un discurso acerca de la marcha de la Nación, del cual extraemos párrafos claros e inequívocos que demuestran que -antes del conflictivo acto de esa tarde- “el escarmiento” era una decisión inmodificable. Ante la Asamblea Legislativa el Presidente declaró: “Agentes del desorden son los que pretenden impedir la consolidación de un orden impuesto por la revolución en paz que propugnamos y aceptamos la mayoría de los argentinos. Agentes del caos son los que tratan, inútilmente, de fomentar la violencia como alternativa a nuestro irrevocable propósito de alcanzar en paz el desarrollo propio y la integración latinoamericana, únicas metas para evitar que el año 2000 nos encuentre sometidos a cualquier imperialismo (…) Superaremos también esta violencia, sea cual fuere su origen. Superaremos la subversión. Aislaremos a los violentos y a los inadaptados. Los combatiremos con nuestras fuerzas y los derrotaremos dentro de la Constitución y la ley. Ninguna victoria que no sea también política es válida en este frente”.

Mientras el general en servicio activo más antiguo del país le anunciaba al Congreso de la Nación “superaremos a la subversión, los combatiremos y derrotaremos”, éstos iban congregándose en el costado norte de la Plaza de Mayo (el de la Catedral y el Banco Nación) estando el centro y sur colmado desde hora temprana por sindicatos y agrupaciones de la ortodoxia así como de simples adherentes al oficialismo. Tal como habían pactado con los demás sectores convocados, los de la Tendencia concurrieron sólo con banderas o pancartas celestes y blancas, pero –superados los controles policiales- aparecieron aerosoles y pintaron sobre los colores patrios Montoneros, JP, JUP, JTP, La sangre derramada no será negociada, e inscripciones por el estilo.

Perón ante el busto de
Perón ante el busto de José Ignacio Rucci

Abundantes lemas y cánticos confrontativos eran coreados incesantemente desde ambos sectores, con creciente agresividad. La izquierda proclamaba “¡Perón, Evita, la Patria socialista!” contestándole la ortodoxia “¡Perón, Evita, la Patria peronista!”; retrucaba la Tendencia “Vamos a hacer la Patria peronista: vamos a hacerla montonera y socialista!” y resucitaban los históricos su vieja definición “Ni yanquis ni marxistas: peronistas”. Unos amenazaban “se va a acabar, se va a acabar, la burocracia sindical” y los otros replicaban “se va a acabar, se va a acabar, los Montoneros y las FAR”. El dudoso aserto “si Evita viviera sería montonera” fue modificado por “si Evita viviera, Isabel sería copera”. “No rompan más las bolas: Evita hay una sola” y “Evita, Evita, Perón te necesita”, cuando el animador Antonio Carrizo anunció que la Vicepresidente coronaría entre 24 princesas provinciales a la Reina Nacional del Trabajo. El periodista erpiano Enrique Raab relataría: “El actor Santiago Goméz Cou trató de llevar a buen término un fragmento de Leopoldo Lugones”; y Luis Brandoni tuvo que interrumpir su monólogo sobre “La Pucha” un texto de Oscar Viale y hasta interpeló a la concurrencia: “¿Pero qué les pasa, che?”. También reclamaron los Montoneros: “No queremos carnaval: ¡Asamblea Popular!”. Hasta que Carrizo pidió un minuto de silencio por la compañera Evita. Cuando el general Perón quiso iniciar su discurso, también lo interrumpió la interpelación montonera: “¿Qué pasa, qué pasa General, que está lleno de gorilas el Gobierno Popular?”.

Informe de la Central de
Informe de la Central de Inteligencia para el presidente Juan Perón

Con el enojo inocultable que le provocó la transformación del clásico diálogo con el pueblo en una retahíla de reproches y repudios a su gestión e insultos a su mujer, Perón -entre otras cosas- dijo: “Hace hoy diecinueve años que, en este mismo balcón y con un día luminoso como éste, hablé por última vez a los trabajadores argentinos. Fue entonces cuando les recomendé que ajustasen sus organizaciones porque venían días difíciles. No me equivoqué ni en la apreciación de los días que venían ni en la calidad de la organización sindical (corean desde la izquierda “Rucci traidor: saludos a Vandor!”) que se mantuvo a través de veinte años pese a estos estúpidos que gritan. (…) Quiero que esta primera reunión sea para rendir homenaje a esas organizaciones y a esos dirigentes sabios y prudentes que han mantenido su fuerza orgánica y han visto caer a sus dirigentes asesinados sin que todavía haya tronado el escarmiento. (…) Ahora resulta que, después de veinte años, hay algunos que todavía no están conformes con todo lo que hemos hecho (gritos a coro “Conformes, conformes, conformes General, conformes los gorilas; el Pueblo va a luchar”). Los días venideros serán para la reconstrucción nacional y la liberación de la Nación y del pueblo argentino. (…) Y en esta tarea está empeñado el Gobierno a fondo. Será también para la liberación, no solamente del colonialismo que viene azotando a la República a través de tantos años, sino también de estos infiltrados que trabajan adentro y que traidoramente son más peligrosos que los que trabajan desde afuera, sin contar que la mayoría de ellos son mercenarios al servicio del dinero extranjero”.

Ante el papel tan deslucido que los Montoneros -”el Circo de Moscú” como los llamaban los nacionalistas- estaban protagonizando ante la TV nacional e internacional, su jefe en el lugar –Horacio Alberto Mendizábal Lafuente (a) “Hernán” o “Mendicrim”- dio orden de plegar sus pancartas (y usarlas para defenderse de las contrarias que esgrimían sus agresores contra sus espaldas) y replegarse por donde habían venido. Al comenzar la retirada, cada vez más presurosa, las alicaídas huestes de “estúpidos e imberbes” coreaban: “¡Boludos, imberbes y boludos! Servimos a una muerta, una puta y un cornudo…” y “Aserrín, aserrán, es el Pueblo que se va…”. La presencia de integrantes de la JS (Juventud Sindical), CdeO (Comando de Organización) y otros elementos “pesados” exhibiendo armas largas en los techos de la Catedral y otros edificios, contribuyó a que ninguna de las partes utilizara armas de fuego que hubieran desencadenado una nueva masacre.

Enfrentamientos cuando se retira la
Enfrentamientos cuando se retira la JP de la Plaza de Mayo

Vicente Solano Lima hizo todos los esfuerzos del mundo por tender puentes con la JP, sacar gente de la subversión, de eso no cabe la menor duda. Desde el gobierno intentaba dar el marco para que esta gente tuviera con quién y dónde charlar. Pero después pasaron cosas como Plaza de Mayo. Lima estaba en el balcón, cerca de Perón, como se ve en las fotos de ese día, está con cara preocupada. Perón cuando sale le pregunta “¿y qué le parece?” y Lima hace un gesto como que no le había gustado la situación. Según el relato del conservador popular Carlos Von Infringer, Perón respondió. “Está bien, bien, no se preocupe, ya van a volver”.

El mismo 1° de mayo, tras un vuelo desde Buenos Aires y otro de cabotaje entre Miami y Cleveland, Estados Unidos, Víctor Eduardo Samuelson se recluyó junto a su mujer. El ejecutivo americano, gerente de la refinería de la Esso en Campana y a quien algunos suponían hijo natural de un Rockefeller, después de 144 días de cautiverio en una “cárcel del pueblo”, hasta cobrar el PRT-ERP un extorsivo rescate de U$S 14.200.000.

El PRT-ERP anuncia la liberación
El PRT-ERP anuncia la liberación de Samuelson

El 3 de mayo, el diario oficialista Mayoría publicó dos solicitadas en torno al acto del miércoles 1°: una del Ministerio de Trabajo congratulándose por la “fiesta del pueblo” -sin aludir a incidente alguno y agradeciendo la “delicada presencia de la compañera vicepresidente de la Nación, Excma. Sra. María E. de Perón”- y otra de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina) contestando las injurias coreadas contra los dirigentes Rucci y Vandor: “Los jóvenes no pueden ni deben ser confundidos por dirigentes mercenarios -como bien los calificó nuestro líder- y ser enrolados en actitudes e ideologías extrañas al sentir nacional”. Simple expresión de deseos, las cartas ya estaban sobre la mesa.

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