Los milagros de Fray Luis de Bolaños, el sacerdote que tradujo el evangelio al guaraní, y su prodigiosa exhumación

Fue el creador de las misiones jesuíticas y su causa de canonización fue la primera que se presentó por parte de la iglesia católica romana de Argentina. Cómo hizo aparecer un manantial que le salvó la vida y lo que apareció cuando abrieron su ataúd

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Fray Luis de Bolaños
Fray Luis de Bolaños

Una de las figuras olvidadas de nuestra historia es, sin duda alguna, Fray Luis de Bolaños, sacerdote franciscano perteneciente a la orden franciscana menor.

Nacido en Marchena, Sevilla -se cree que en 1539- nació en una familia de labradores. Siendo joven ingresó en el convento franciscano de Santa Eulalia para realizar el noviciado. Sin haber acabado su formación ni haber sido ordenado sacerdote, se embarcó para las Indias en 1572 acompañando a Alonso de San Buenaventura y 22 frailes más. Llegó a las costas de Brasil tras una accidentada travesía de siete meses y luego arribó al río De la Plata.

Después de evangelizar inicialmente a los indígenas del delta bonaerense, remontó el río Paraná en la expedición que Ortiz de Zárate emprendió hacia Santa Fe y Asunción del Paraguay en 1575. Durante diez años trabajó incansablemente al lado del padre Alonso de San Buenaventura, y finalmente fue ordenado sacerdote en 1585 por el obispo dominico Alonso Guerra.

Él será el “inventor” de las reducciones en las cuales se alojarán los pueblos originarios.

Durante los primeros años de misión, la principal dificultad de los frailes en el contacto con los nativos era el sistema trashumante de vida de éstos. Los guaraníes habitaban aldeas (tekohas) que abandonaban periódicamente para permitir la renovación de las tierras de labranza (el barbecho) y roturar nuevos campos, de acuerdo a las variaciones en el clima. Bolaños sugirió promover la construcción de viviendas e iglesias de piedra para hacer estables estas poblaciones e inducir a los nativos a adoptar un sistema sedentario.

El sacerdote franciscano ideó un sistema organizativo basado en lo que vivió en España, en las aldeas y ciudades. Hasta copió la forma de cuadrícula para la fundación de las nuevas poblaciones.

En una reducción, los edificios principales como la iglesia, el cementerio comunal y la escuela -que servía al mismo tiempo para albergar a los frailes y sacerdotes-, conformaban una unidad a manera de monasterio. El cementerio ocupaba el lado opuesto a la casa de los padres, que por lo general era más alta, aunque también de un piso como todos, y poseía dos patios interiores espaciosos. Estas edificaciones eran construidas con piedra local y madera de lapacho, quebracho y urunday, y se encontraban en un lado de una gran plaza cuadrada, rodeada de casas por los otros tres lados.

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El padrenuestro y el Ave
El padrenuestro y el Ave María traducidos al guaraní por Fray Luis de Bolaños

Las paredes de las iglesias y las casas estaban formadas por cubos superpuestos, calzados con cuña también de piedra. Sin embargo, las vigas donde se colocaban las tejas y las piedras apoyaban sobre horcones de madera, en vez de apoyar sobre el muro directamente. Junto a la iglesia también había edificios administrativos y talleres. En el centro de la misma se colocaba una gran cruz y una estatua del santo patrono de la misión.

Las calles y casas estaban ordenadas según precisas líneas geométricas, de acuerdo a las recomendaciones españolas relativas a la construcción de nuevos asentamientos. Las calles eran rectas y tenían soportales de cada lado para no mojarse durante la época de lluvias. La posición central de su lugar de residencia permitía a los padres tener una vigilancia constante sobre la vida de la reducción.

Los guaraníes, expertos alfareros y talladores, aprendieron con rapidez las artes del labrado de la piedra, la pintura y la escultura que introdujeron los franciscanos. El sistema fue exitoso, y antes de su muerte Bolaños estableció unas 14 reducciones en la zona. Cuando los jesuitas se hicieron cargo más tarde de estas reducciones de Paraguay, contaron con la larga experiencia de fray Luis de Bolaños entre los guaraníes.

Su labor de comunicación lo llevó a aprender el idioma de éstos, una lengua de notable complejidad cuyo dominio le insumió muchos años. Hacia 1586 había esbozado una gramática del guaraní y un somero vocabulario, que le sirvieron para instruir a los nuevos misioneros y para traducir el “Catecismo Breve para Rudos y Ocupados” aprobado tres años antes en Lima.

Fray Contardo Miglioranza nos aclara al respecto de su tarea como lingüista: “Bolaños fue, además del creador del sistema grafemático guaraní, el primer “reductor” de la lengua guaraní a “arte” y el creador del primer vocabulario español-guaraní. Junto a la gramática y el vocabulario, base sobre la que trabajaron posteriormente los jesuitas, destaca como lingüista y misionero gracias a la traducción al guaraní del primer catecismo, el “catecismo de Lima”, que Santo Toribio de Mogrovejo, el arzobispo de Lima, había hecho redactar. Jerónimo de Oré, franciscano nativo de San Cristóbal de Huamanga, Perú, haría imprimir en Nápoles y a principios del XVII una edición de este catecismo en las lenguas indígenas del virreinato, además del latín y castellano: puquino, mochica, aymara, quechua y guaraní. La traducción de Bolaños sufrió, como Fray Luis de León o el mismo Sahagún, las correspondientes incomprensiones doctrinales tridentinas por la traducción al guaraní de cuatro términos fundamentales de la teología. Tras una disputa de varios años, su versión fue oficialmente sancionada por la jerarquía.” (Contardo di Miglioranza, Luis Bolaños. Apóstol del Paraguay y Río de la Plata. Buenos Aires, 1993.)

De Bolaños dijo el sacerdote el jesuita Juan Romero que fue “el maestro de todos en la lengua guaraní”. Ya pulida su traducción del Catecismo, en 1603 el Sínodo de Asunción lo aprobó y ordenó su uso para la evangelización de los nativos.

El Ycuá Bolaños en Caazapá,
El Ycuá Bolaños en Caazapá, Paraguay. Es el sitio donde hizo brotar agua de un manantial en épocas de sequía. Eso lo salvó de morir a manos de los guaraníes

Pero no solo se dedicaba a la gramática sino, como dijimos más arriba , también fundada reducciones las que hoy son ciudades y pueblos. Por ejemplo, creó los asentamientos de San José de Caazapá (la actual Caazapá, capital del departamento homónimo paraguayo), en 1607, así como los de Irati (en la actual provincia argentina de Corrientes), San Francisco de Yutí (la actual ciudad paraguaya de Yutí, en el departamento de Caazapá), en 1611, y Santiago del Baradero (la que hoy es la ciudad de Baradero, en la provincia argentina de Buenos Aires), en 1615.

Entre 1606 y 1607 Bolaños fue elevado al cargo definidor de la Custodia del Paraguay (1606-1607) y al de Custodio en 1611. En 1612 lo enviaron a la nueva provincia eclesiástica del Río de la Plata.

La reducción de San José de Caazapá, fundada en 1607 por Luis de Bolaños, resultó la misión franciscana más importante de la Gobernación del Río de la Plata y del Paraguay. Según la leyenda, corrían los últimos días del mes de diciembre del año 1606 cuando Luis de Bolaños llegó a los dominios de los guaraníes rebeldes que tenían como caciques a Cababayu, Guarepa y Ñandegua. En esos tiempos los pueblos sufrían los efectos de una prolongada sequía. Los nativos le solicitaron al franciscano, como prueba de la existencia de Dios, que les proveyera agua. El fraile tocó una piedra con su bastón, bajo ella el agua comenzó a manar y desde ese momento no ha dejado de hacerlo.

En 1622, se retiró al convento de Santa Úrsula y las Once Mil Vírgenes, de los padres francisanos en la ciudad de la Santísima Trinidad (hoy Buenos Aires). Estaba casi ciego, pero con la mente muy lúcida. Entre el 11 o 12 de julio de 1629, ya octogenario, falleció.

José Luis Salas, en “Selección de documentos franciscanos (S. XVI-XVII)”, nos relata los pormenores de su sepelio y las circunstancias que lo rodearon: “…estuvo con su hábito vestido, y capilla y condón, descubierto el rostro y sus pies, donde con veneración a su loable vida, virtud y ejemplo, ocurrió el señor gobernador D. Francisco de Céspedes y toda le gente de esta ciudad a dar gracias a Ntro. Señor y le besaban sus manos y pies, y tocaban sus rosarios y cruces y medallas, y cintas, y le cortaban su hábito; y por la noche del dicho día, como a las doce horas de ella, estando velando religiosos y otras personas devotas, uno le cortó del segundo pie izquierdo de la uña, y que siendo así que había fallecido entre nueve y diez horas de dicho día, se habían pasado más de dieciséis horas, corrió sangre fina de la parte donde se lo cortó; y el día de hoy están sus pies y sus manos y rostro, y su cuerpo dominables, y con suavidad de tacto, como si fuese cuerpo vivo… (muchos venían) a tocar el cuerpo de tan gran bien: y así pedían con notable afecto los dejasen a todos besar los pies y manos del padre fra. Luis Bolaños, y con esta fe, pedían le diesen alguna parte de su hábito, como se hizo, no desconsolando a nadie, y así vino a quedar la mayor parte de su cuerpo descubierto y en ello se gastaron dos capillas, y se pedía se cortara las uñas de sus pies y manos, y los cabellos de la cabeza, y sus barbas. […] Pidió al licenciado Pablo Francisco, médico de la ciudad que palpase y tratase aquel cuerpo, el cual lo hizo, y dijo, que si no era con particular milagro no podía estar aquel cuerpo tan tratable, por todos los miembros de él, con notable suavidad de carne, y hecho esto pidió un cuchillo pequeño de un estuche, y con el dio una herida al padre Fr Luis Bolaños en el empeine del pie derecho, y luego que lo hirió, saltó la sangre con vehemencia como si fuera de cuerpo vivo”.

Fue Fray Juan Ampuero, fraile francisano, el que recopiló las circunstancias que rodearon su sepelio, al cual concurrió toda la ciudad y no solo la gente de a pie, sino el gobernador de aquel entonces Francisco de Céspedes, más todo el Cabildo, el vicario general del obispado el Pbro. Gabriel de Peralta; el prior del Convento de santo Domingo Fray Raimundo de Santa Cruz y hasta el médico de la ciudad el Dr. Francisco de Pablo.

Fray Raimundo de Santa Cruz confirmó todo lo recopilado por fray Ampuero, y narró además que “Estando en dicha ciudad había cuatro días una negra que estaba de parto y afligida en grave peligro de muerte, le llevaron el cordón del dicho padre Bolaños, y luego que tocaron con él su cuerpo, parió y quedó sana, y sabe este testigo por habérselo dicho un religioso de autoridad”.

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Ataúd de Fray Luis de
Ataúd de Fray Luis de Bolaños

Sus restos fueron sepultados tres días después de su muerte, pero su fama de santidad corrió por toda la ciudad, la campaña y por todo el virreinato. Luego del entierro se siguió un novenario solemne con oración fúnebre pronunciada por el prior de Santo Domingo, fray Raimundo de Santa Cruz, “donde ocurrieron todas las religiones, Cabildo eclesiástico y civil con todo el concurso del pueblo: hombres y mujeres, indios y negros, que para ello vinieron de todas partes del pueblo…”

Cinco años después de su fallecimiento, unos devotos suyos quisieron depositar sus restos en un ataúd más labrado y lujoso, encargado a España por Diego de Ribera Maldonado y su hija, Uzenda Jacobina de Bracamonte y Anaya. Para esto tuvieron que solicitar licencia del padre custodio del convento de Santa Úrsula, quien se la otorgó. Al exhumar el cuerpo se presentaron una serie de prodigios, los cuales se encuentran muy detallados. Lo documentó el padre Viqué y el historiador Córdova y Salinas lo narró en sus crónicas: “Hallóse que el cuerpo, sin haber rastro de polvo en ella, estaba envuelto en un licor como bálsamo de color pardo que se había embebido todo en la caja, sin haber rastro de polvo en ella, ni mas hábito que un pedazo como un real de a ocho y otro muy pequeño de cuerda. En la parte del vientre había como licor cuajado. Pidióme el gobernador que lo quería oler. Llegó el rostro a mis manos y derramando repentinamente muchas lágrimas, se hincó de rodillas y dijo a voces: Ahora confieso que este santo es uno de los grandes del cielo, porque tal olor, y de tal lugar, sólo en un santo tan esclarecido se puede hallar”

El ataúd con los restos de Fray Luis Bolaños permaneció en la cripta de la iglesia 279 años, hasta 1913, cuando fueron reducidos y depositados en el mausoleo que se encuentra al ingreso al templo, a mano izquierda del mismo.

En el año 1979, parte de los restos de Fray Luis Bolaños se trasladaron a la Iglesia de San Francisco de Asunción del Paraguay y en el año 2007 se realizó con la urna una procesión por la ciudad de Caazapá conmemorando los cuatrocientos años de su fundación.

Tal fue su fama de santidad que su causa de canonización fue la primera que se presentó por parte de la iglesia católica romana de Argentina junto a la de la de la beata María Antonia de San José, la mama Antula.

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