Local a la calle, con ventanales que muestran de fondo la avenida Álvarez Thomas, a pocas cuadras del cementerio porteño de Chacarita. Una hora antes del show, unos muchachos terminan de acomodar sillas alrededor de mesas y dos mujeres van y vienen de la cocina a la barra de tragos. Como plato de la noche se anuncia guiso de lentejas.
Camila Arriva monitorea sobre el escenario. Piano a la izquierda, contrabajo al fondo pegado al banquito del bandoneón, violín al frente y el pie del micrófono para la voz (su voz) bien centrado, como dirigiendo.
“Entré al mundo del tango en la búsqueda de algo social. Estaba viviendo fuera del país y el tango fue mi reencuentro con `lo argentino´. Recuerdo que la primera vez que fui a una milonga me sorprendió ver a un montón de gente aprendiendo a bailar nuestra música. Pero mi mayor sorpresa fue no escuchar ni a una cantante. Ni Libertad Lamarque, ni Tita Merello. En esa milonga no había mujeres”.
Camila es la cantante de “Mujeres”, una orquesta de cinco músicas. Todas mujeres que solo tocan composiciones de mujeres.
“Ya de vuelta en Argentina convoqué a chicas. Mi idea era producir discografía, grabar, pero también salir a tocar para que se muestre el trabajo de las compositoras. A través de personas en común nos conocimos con el resto de la orquesta, ensayamos y funcionó perfecto. Ya sacamos dos discos”.
Te puede interesar: La historia de Paquita Bernardo, la primera dama del bandoneón
A “Mujeres” le dan vida Camila con su voz, Roberta Maegli con el bandoneón, Amanda Burgos a cargo del violín, Mónica Toledo en el contrabajo, y Amalia Escobar al piano. Las cinco se formaron en otros ritmos; por distintas razones se acercaron al tango, lo sintieron suyo pero enseguida supieron que nadie las estaba esperando.
“En general nos reciben como `el grupo de señoritas´, y eso tiene un tono de condescendencia bastante molesto. Como `qué lindas las chicas, qué dulces, qué tiernas´. Muchas veces hay buena intención y no lo tomo a mal, pero me produce igual una sensación de molestia. Además hay lugares donde ya ganamos un espacio y la respuesta es cálida, pero en otros hemos recibido muchas caras incómodas. Eso me hace pensar que lo que estamos haciendo es parte de un proceso mucho más grande. Es un empujoncito en esa apertura que se vive a nivel social en Argentina y en el mundo: la lucha de las mujeres y la visibilización de un montón de situaciones que estuvieron calladas por siglos y que empiezan a poderse hablar. Aunque creo que todavía estamos en el momento de que hay que gritar”, dice Roberta y sonríe.
Tangos de ayer y del futuro
En una hora, el espectáculo recorre 100 años de historia tanguera. Otra historia. Una donde suenan nombres que no se conocen tanto o casi nada. Una hora que desempolva trabajos femeninos dentro de un género que insiste en sostener su trinchera masculina.
“Hubo mujeres en el tango de los años 20 y 30. Paquita Bernardo tocando el bandoneón o cantantes como Azucena Maizani y Tita Merello eran `lo común´. Pero en los 40 se instaló la creencia de que la mujer no combinaba con la orquesta, ni sus voces con los instrumentos. Una idea sin mucho sentido. Sin embargo, se convenció el público, se convencieron los músicos y se convenció el planeta de que no eran compatibles. Por eso las orquestas del 40 empezaron a tener solo cantantes y músicos varones. Desapareció también el rol de la instrumentista y ni hablar de las compositoras. El problema encima es que el tango que seguimos consumiendo para bailar es especialmente de esa época”, explica Camila.
Te puede interesar: La vida triste de Ada Falcón, “la emperatriz del tango” que no pudo superar el desamor
Herminia Velich, Rosita Quiroga, Maruja Pacheco Huergo, Tita Merello, Chabuca Granda, Rosita Melo, Eladia Blázquez van renaciendo en el escenario a través de sus tangos, valses y milongas. No le cantan a la madre ni al amor que se va. Hablan de la vejez, de los mandatos sociales, del desarraigo. No hay lamento, ni melodrama. Lo que suena es poder.
Camila canta pero además baila. Se balancea, cierra los ojos, se deja llevar. Sin tacos ni medias de red. En zapatillas, con campera de cuero ─cual rockstar─, siente ese poder en el cuerpo y se le nota. Lo transmite. Las músicas la secundan y se contagian, vibran a la par, como si se elevaran. Simona, el centro cultural que cobija a la orquesta “Mujeres” una vez por mes, se sumerge en un estado de trance a medida que avanza el show.
“Al ser un repertorio de compositoras mujeres tiene una energía distinta. La lírica, por ejemplo, no está conectada con el tango tradicional del `mamita, cómo te amo mamita´ o del `por qué te fuiste´. Y eso que tienen más de 100 años. Por esas letras a la gente quizás se le corre un poco el eje y puede conectar con una calidad de música más empática. En nuestro repertorio se escuchan relatos diferentes”, se entusiasma Camila.
Tras el borrón obligado, las mujeres reaparecieron en el tango dos o tres décadas más tarde. El quinteto femenino salta en el tiempo hasta principios del siglo 21, cuando suenan composiciones de Claudia Levy, Marisa Vázquez, Verónica Bellini, Javiera Luna Fantín, de la uruguaya Maia Castro y una versión tanguera de “Mafiosa”, la obra de Nathy Peluso.
Te puede interesar: Protocolo para milongas: presentan un documento feminista para erradicar la violencia de género del tango
Amanda relaciona ciertas tensiones con el devenir de la puesta: “El concierto comienza con los tangos más viejos y hacia el final tocamos los más actuales. Y el repertorio del siglo 21 va directo al grano. Tenemos temas sobre acoso callejero o femicidios por ejemplo. Entonces, a veces ocurre que vemos gestos de apoyo y cómo nos aplauden durante el primer tramo, pero después cambia la reacción del público. No todo el mundo está abierto a recibir esos mensajes”.
El hilo que conduce la escena permite conocer los trabajos y un poco de las vidas de aquellas que compusieron y que componen. Así nos enteramos de que a Levy la tomaron por loca cuando presentó “Me dijeron” basado en una vivencia personal de violencia machista, que Maizani salía vestida de compadrito para interpretar “canciones viriles”, o que Bellini creó el tango “Ni una menos” bajo el fragor de las multitudinarias movilizaciones de mujeres que cambiaron el mundo a partir de 2015.
“Nos suele pasar que las compositoras agradecen lo que hacemos porque ayuda a que más personas canten su música. Es una manera de ir agarrándonos las manos entre nosotras y pasar al frente en una historia que nos tenía muy atrás. Mostrar el trabajo de mujeres compositoras del siglo pasado pero a la vez hacer música de mujeres de ahora es armar una red para tener más fuerza y que no solamente nos avale una ley de cupo. Empujamos la masa para tener más visibilidad”. La que habla es Mónica, que se ufana de la potencia que el contrabajo toma en una orquesta de tango.
Para Camila, incluso el vestuario es una declaración política: “Nos propusimos también romper con el estereotipo de la postal: el tango de la lentejuela, de la chica con escote y el chico de camisa y corbata. Si a mí me piden que use tacos, no canto. Entramos al tango rompiendo todo”.
Seguir leyendo: