En el recinto de la escuela, los noventa alumnos permanecían en un marcado silencio. Cada uno había sido llamado por lista y hechos formar. La mayoría eran niñas y solo 32 eran varones. Habían sido convocados para comunicarles una noticia importante.
El inspector doctor Estrada les notificó a los varones que pasarían a otra escuela. Fue un baldazo de agua fría.
A Juana Manso, la directora, se le partía el alma ver los rostros de congoja de los chicos, con sus cabezas gachas. Algunos lloraban en silencio. Intentó decir algo, pero la congoja le cerró la garganta. Abrazó uno a uno a los chicos. Hasta el inspector se emocionó.
Para Manso la escuela era una familia y esa decisión de expulsión de los varones la ponía en el mismo nivel que la separación de los hijos de la madre. En la práctica, la medida indignó sobremanera a la educadora, que vio detrás un capítulo más de la persecución de la que era objeto. La desesperó ver cómo se echaba por tierra un proyecto que funcionaba perfectamente bien.
No tenía a su lado a su aliado Domingo F. Sarmiento -había sido nombrado embajador en Estados Unidos- con quien había motorizado el innovador proyecto de levantar escuelas donde conviviesen alumnos de ambos sexos.
Juana Manso no lo dudó. Presentó su renuncia. Fue uno de los tantos obstáculos que le pusieron en su carrera de educadora. No sería el primero ni el último.
Había nacido en Buenos Aires el 26 de junio de 1819. Su papá José María Manso fue clave en su formación. Era un malagueño que había llegado al país por 1799. Ingeniero civil y agrimensor adhirió a la Revolución de Mayo. Su mamá se llamaba Teodora Cuenca.
Desde muy niña mostró dotes especiales. Su papá la llevaba al Café de la Victoria a tomar chocolate y ella deleitaba a los comensales con el recitado de poesías.
Su primera escuela fue una de niñas que el gobierno de Bernardino Rivadavia había abierto en el barrio de Monserrat. Alumna adelantada, había aprendido por su cuenta a leer y sola se dedicó a estudiar idiomas, primero francés y luego italiano e inglés. El maestro Pedro Esnaola le enseñó a ejecutar el piano.
Cuando tenía 13 años la familia, contraria al rosismo, debió emigrar a Montevideo y a los 18 abrió en su casa una escuela para niñas a la que llamó “Ateneo de señoritas”. Era tan buena que el gobierno le encargó que abriese otra similar.
Para colaborar con la economía familiar, daba clases de francés a domicilio. En esa ciudad tradujo “El egoísmo y la amistad o los defectos del orgullo”, que su padre hizo publicar con un seudónimo, entre ellos “Una joven argentina”.
Fue una de las promotoras de diseñar una bandera argentina que usó Juan Lavalle en su campaña tendiente a derrocar a Juan Manuel de Rosas y que pensaba enarbolar en Buenos Aires.
Por 1840, cuando los unitarios emigrados fueron perseguidos por Manuel Oribe, la familia Manso debieron abandonar el país y se radicaron en Río de Janeiro. En esa ciudad abrió el Colegio Santa Clara.
Allí conoció, en una función en el Teatro San Pedro Alcántara, a Francisco de Saa Noronha, un violinista con quien se casó en 1844.
En una gira que su marido hizo por su cuenta por varias ciudades de Estados Unidos -que resultaría en un rotundo fracaso- en ocasiones Juana debió tocar el piano porque no tenían dinero para pagarle a los músicos. En ese país, ella se contactó con diversos círculos intelectuales y trabó relación con Horace Mann, el reconocido educador.
Vivían miserablemente. Tuvieron una hija, Eulalia, en 1846 y a su regreso a Río de Janeiro nació Herminia en 1848. En 1852 fundó en ese país el primer periódico para mujeres en América Latina llamado O Journal das Senhoras.
En Brasil le costó adaptarse y colaboraba con la economía familiar dando clases particulares de español y francés. Tramitó la carta de ciudadanía con el propósito de estudiar obstetricia, pero se lo impidieron por ser mujer.
El marido la abandonó y se fue a Portugal con su amante. Juana regresó a Buenos Aires en 1853. “Quiero probar que la inteligencia de la mujer no es un simple adorno sino la fuente de su virtud y felicidad”, dijo.
Fue una defensora de los derechos de la mujer, luchó por su educación y por su emancipación. Pero las cosas no le serían sencillas: era una señora sola con dos hijas, con ideas que iban a contramano de los usos y costumbres y la sociedad porteña no se la hizo fácil.
Como la inserción en Buenos Aires le era casi imposible, retornó a Brasil. Hubo una momentánea reconciliación con su marido, aunque terminarían por distanciarse definitivamente. Fueron José Mármol y Bartolomé Mitre quienes la ayudaron económicamente.
El año 1859 fue clave: su amigo Mármol le presentó a Domingo F. Sarmiento, con quien se entendió enseguida. Escandalizaron a las familias de bien y a la iglesia con la fundación de escuelas mixtas. Sarmiento la puso al frente de la primera de ellas, que se llamó “Escuela Primaria para ambos sexos N° 1″. Funcionó en la calle del Buen Orden 123, luego se trasladó a Estados Unidos 314 y por último a Independencia 307. Manso la dirigió durante seis años.
Con Sarmiento como presidente, encararon una verdadera revolución en educación: se implementaron las planillas de asistencia, la enseñanza del idioma inglés; impusieron los concursos para la designación de directores y se prohibieron los castigos corporales. Se enseñaba educación física, música, baile y se pusieron en práctica los recreos. La Escuela mixta N° 2 se abrió en la calle Victoria 469.
Por esos tiempos, el nivel de los maestros era muy flojo y fueron ellos mismos junto a las damas de la Sociedad de Beneficencia los que encabezaron la oposición a la educadora, y llegaron a acusarla hasta de inmoral. Fueron los mismos que se opondrían a la contratación de las maestras norteamericanas. Eso le valió un duro enfrentamiento con la iglesia, ya que tanto Sarmiento como ella se inclinaron por dejar de lado la enseñanza religiosa en las escuelas.
Se dedicó al periodismo, práctica que había comenzado en Brasil. El 1 de enero de 1854 editó “El álbum de señoritas”, un periódico literario y de moda que no tuvo demasiado éxito, ya que solo salieron ocho números.
Escribió durante diez años en los Anales de la Educación Común y ejerció una actitud combativa. Como las tenía todas en contra, se volvió a Brasil con sus hijas, y vivía dando lecciones particulares.
Cuando en Argentina cambió el gobierno, regresó y continuó colaborando con Sarmiento, quien la puso al frente de la dirección de la Escuela de Catedral al Norte.
En esa época publicó su Compendio de la historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata para suplir la falta de textos. Escribió diversos libros y el drama histórico La Revolución de Mayo, que se convirtió en la primera obra teatral llevada al escenario escrita por una mujer.
El 10 de noviembre de 1866 fundó la primera biblioteca pública en la ciudad de Chivilcoy, para lo que donó 154 libros de su colección. La bautizó con el nombre de Sarmiento. Volvió a esa ciudad para inaugurar el edificio. “No basta con aprender a leer, es también necesario cultivar el gusto por la lectura para que ese pasatiempo venga a ayudarnos en la obra de nuestra educación propia”, dijo entonces.
Los ataques contra ella continuaron. Aún así en 1871 Sarmiento la designó miembro de la Comisión Nacional de Escuelas.
Vivía en el barrio de Belgrano y estaba enferma de hidropesía, y cansada después de tantos años de lucha y de incomprensión. Cuando agonizaba rechazó la extremaunción. Profesaba la religión protestante y asistía a la iglesia metodista.
Falleció en Buenos Aires el 24 de abril de 1875 a las cuatro de la tarde. Fue enterrada en el cementerio de los disidentes, que estaba en Hipólito Yrigoyen y Pasco, en una modesta tumba enrejada, identificada con el número 458. En 1915 fueron llevados a la Chacarita al Panteón del Magisterio.
En su lápida en el cementerio inglés, había encargado la leyenda: “Aquí yace una argentina que en medio de la noche de indeferentismo que envolvía a su patria, prefirió ser enterrada entre extranjeros, antes que dejar profanar el santuario de su conciencia por los impostores de sotana”.
Murió casi ignorada y su nombre y su obra, con el tiempo, fueron rescatadas. Y hoy es sinónimo de educación y un modelo a imitar.
Fuentes: Diccionario biográfico de mujeres argentinas, de Lily Sosa de Newton; juanamanso.org.
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