Allá por 2014 Susana Seifert se subió a su bicicleta decidida a cumplir el sueño de hacer su primer viaje en ruta sobre dos ruedas. Tiene 73 años, es oriunda de la Ciudad de General Roca, provincia de Río Negro, y ya lleva 25.000 kilómetros recorridos en travesías realizadas en Argentina, Uruguay y Chile. Nunca había tenido una mala experiencia, hasta que a fines de febrero de 2023 un auto la atropelló cuando iba camino al paso internacional de Pino Hachado. Afortunadamente solo sufrió heridas leves, y aunque tuvo que detener su odisea en ese momento, dos meses después está recuperada casi por completo y está planificando su próximo destino.
“Siempre trato de sacar lo positivo de todo”, asegura Susana en diálogo con Infobae. Y no es algo que diga y no aplique, todo lo contrario. Los que la conocen destacan su amorosidad, buena onda, y el profesionalismo que la caracteriza, porque hace 53 años que se especializa en cosmiatría y cosmetología. Ella misma asume que después de tanto tiempo en su consultorio, se acostumbró a la puntualidad, el respeto por el tiempo ajeno y la organización como algo fundamental para concretar proyectos. Sigue atendiendo pacientes, y en su ciudad todos saben que a donde va ella, también entra “La Rusita”, el apodo que le puso a su bici en honor a sus padres.
Te puede interesar: La motociclista que se enamoró de un ciclista viajando por la ruta 40: el sueño de llegar a Alaska
“Me la llevo para el gimnasio, que voy tres veces por semana, y si voy al banco entro con la bicicleta, porque me lo permiten y saben que nunca la dejo en la vereda, ni atada con candado”, cuenta. Disfruta de estar rodeada de naturaleza, y desde que conoció esta forma de viajar siente que no hay mayor expresión de libertad. Reconoce, incluso, que su camioneta tiene menos kilómetros que su fiel compañera de aventuras.
La vida como cicloviajera comenzó cinco años después de la muerte de su esposo, Ernesto, quien partió en 2009. Estuvieron 43 años juntos, no tuvieron hijos y fueron todo el uno para el otro. “Tuve un matrimonio muy feliz, y cuando se fue tuve un proceso de reconstrucción personal donde tenía que empezar a hacer mi propio camino; él era muy deportista, hacíamos circuitos juntos, y alguna vez le dije: ‘Vayamos en bici aunque sea hasta Bariloche’, pero él tenía miedo que nos pasara algo en la ruta, y nunca lo hicimos”, confiesa. Convencida de que no era tarde para retomar aquella ilusión, se puso como primera meta pedalear hasta Las Grutas casi 400 kilómetros.
“Tenía 65 años cuando hice ese tramo, que para mí fue maravilloso, y sentía que físicamente lo podía hacer porque toda la vida hice actividad, nunca me tomé un año sabático en eso”, detalla. Comenta que anteriormente había hecho un trote en el Cruce de los Andes, y a pesar de tener una lesión de fascitis plantar pudo subir al Machu Picchu durante sus vacaciones. Cuando volvió a la rutina lo hizo con mucho entusiasmo, y empezó a planificar cuál sería la siguiente parada. Como se traslada sin carpa, estudió previamente opciones de varios hospedajes y hostales para pasar la noche. “Me gusta salir bien temprano, antes de las 7, porque esto no es por competencia, se viaja sin apuro, sin crisis, al menos como me gusta hacerlo a mí”, expresa.
Algunos de sus destinos fueron Villa Pehuenia, Copahue, Carhue, y Villa El Chocón. En 2019 estuvo en Los Pocitos de Carmen de Patagones, provincia de Buenos Aires, y en Sierra de la Ventana. En abril de 2022, en el marco del aniversario 40° del desembarco de los soldados argentinos en las islas Malvinas, Susana participó del acto en memoria de los caídos y sobrevivientes de la guerra: en una semana recorrió los 550 kilómetros que separan General Roca del balneario El Cóndor, donde erigieron un monumento en honor a los combatientes.
Esa no fue la primera vez que aportó un granito de arena a una causa. La solidaridad está impresa en su esencia, al igual que la vocación de servicio. Basta con un simple vistazo a los comentarios de su cuenta de Facebook, donde cada vez que publica una foto sus vecinos recuerdan incontables anécdotas donde brindó ayuda: ya sea con su maletín de maquillaje para hacer magia en eventos inolvidables, o simplemente tendiendo una mano de forma desinteresada. Por eso no resulta una sorpresa que uno de sus momentos preferidos haya sido una pedaleada solidaria de 24 horas de la que formó parte. El objetivo era conseguir fondos para comprar un aparato para el sector de oftalmología de un hospital, y lo lograron.
“Me gusta sentir que hago un bien, o al menos intentarlo, y por eso en mis viajes siempre llevo banderas, de Argentina y de Río Negro, o también libros, dentro de lo que puedo, y las voy dejando en escuelas, trato de dejar algo en cada lugar que visito”, revela. “El placer más grande para mí es preparar las alforjas, algo que empiezo al menos una semana antes, con la bici siempre en perfectas condiciones, y aunque llevo prácticamente siempre lo mismo, voy poniendo todo para que cuando llegue el día sea una alegría total”, describe. Para ella el viaje comienza desde que estudia posibles rutas, mira los mapas y descubre rincones donde le gustaría estar. Disfruta de ese proceso y se recarga de energía imaginando cada detalle.
“Cuando viajás con la bicicleta no se puede dejar nada liberado al azar, tiene que estar todo diez puntos, la alforja bien puesta, el peso muy equilibrado, los elásticos, porque el mínimo error te puede costar caro”, enumera. Unos días antes de la fecha de salida prueba a La Rusita para ver cómo responde, a modo de chequeo preventivo. “Soy muy atenta, respeto mucho los autos, los camiones, cuando veo que viene uno de frente y otro de atrás yo me bajo, y si tengo que detenerme lo hago sin problema, porque como leí alguna vez, con la bici vas sin techo, sin puertas, sin ventanas, y estás expuesta a todo, al aire, al viento, al sol, al frío”, explica sobre todo su cronograma para evitar cualquier descuido personal dentro de los márgenes posibles.
Como cada verano, en febrero último salió en búsqueda de conocer más paisajes, y planificó el que sería su sexto cruce internacional. “Yo suelo ir por un paso y regreso por el otro, y cuando estaba volviendo, antes de llegar a Malalcahuello y faltando 90 kilómetros para la frontera de Pino Hachado fui atropellada por un auto”, revela. Aunque en un principio trascendió que el conductor se había dado a la fuga, Susana aclara que no fue así, y explica qué fue lo que pasó: “Yo no conocía este camino, que era muy angosto, y no me podía imaginar que no tenía banquina; y menos siendo un paso internacional transitado, que por más que esté asfaltado no tenía lugar donde parar”.
“Yo estaba parada, montada a la bici, esperando el momento para bajarme y empezar a caminar porque no tenía nada espacio, y ahí justo pasó un auto y me enganchó la alforja, y menos mal que no estaba parada porque hubiera embestido mi cuerpo”, comenta con alivio. “Creo que fue el ángel que me acompaña, mi Ernesto, porque rompí casco, y fue un golpe fuerte con mucha suerte”, agradece. Y agrega: “La persona que me atropelló tuvo que parar porque se le pinchó un neumático, así que si o sí tuvo que detenerse el señor, se acercó y me preguntó cómo estaba y me dijo: ‘Discúlpeme señora, no la vi’”.
Luego del susto por el impacto la auxiliaron dos personas que vieron el accidente y la llevaron hasta Malcahuello para las primeras curaciones. “Me había quedado enganchado el pie al pedal y me costaba sacarlo, así que en ese forcejeo tuve algunas fracturas de metatarso, que después de hacer kinesiología se me fue pasando el dolor y ya estoy sin ninguna molestia”, indica. En ambulancia la llevaron a Curacautin y luego a Victoria para otra evaluación, y define la asistencia en los tres lugares como “excelente y rápida”. No requirió más que algunas suturas en los codos, y la misma mujer que desinfectó sus heridas le brindó alojamiento para que pudiera recuperarse hasta emprender retirada.
“Estoy muy conmovida con Valeria, que me dio la primera asistencia, me cuidó sin conocerme y me recibió en su casa. La verdad es como si no hubiera tenido nada en esos sectores porque cicatrizó todo perfecto, ni marcas me quedaron, y esta semana estuve en un cumpleaños de 50 y bailé hasta las tres de la mañana, una movilización que creo que me hizo muy bien porque estoy cada vez mejor del pie”, confiesa. Susana no usa Instagram, solo publica su día a día en su cuenta de Facebook, y fue en esa red social donde contó lo que le había pasado. Como la información se fue desvirtuando, su familia se llenó de preocupación cuando vio la noticia en los medios locales.
Te puede interesar: Él viajó a 105 países, se conocieron por una app de citas y recorren juntos Argentina en bicicleta
“Tengo una hermana dos años mayor, tres sobrinos, y cuatro sobrinos nietos, que para mí son como mis hijos, y lo primero que hice fue comunicarnos con ellos enseguida para tranquilizarlos”, recuerda. “Fue difícil para ellos, porque por más que yo sabía que afortunadamente no me había pasado nada grave, solo los golpes y las cortaduras, hasta que no me vieron en persona, no sabían cómo estaba y tenían miedo, pero ya pasó y mis proyectos siguen en pie”, recalca con optimismo. Todavía no volvió a salir a la ruta en estos dos meses, porque cumplió con su recuperación, y se concentró en revivir en su retina los bellos paisajes, los aromas de cada lugar, y las mañanas sintiendo el aire fresco mientras pedaleaba.
“Lo que me pasó no me quita las ganas de seguir viajando, elijo quedarme con todas las buenas experiencias que viví, con cada persona hermosa que me crucé, y ya estoy haciendo la investigación logística para mi próximo viaje, que va a ser para la zona de la Costa, y quiero llegar hasta Mar del Plata”, revela. Esa travesía está en sus planes desde hace bastante, y cree que para la primavera podrá concretarlo. “En septiembre o en octubre me gustaría ir, y ya agarré la compu y me fijé cuántos kilómetros tengo, dónde puedo parar; anoté todo en un cuadernito y voy diagramando todo”, explica.
Desde que enviudó se propuso cuidar su salud, ser autosuficiente en su trabajo y sumó los viajes en solitario como parte de sus planes de cada año. “Yo me siento como si tuviera 30 o 40, sigo haciendo todo con mucho amor y mucha responsabilidad porque trato de dar todo lo que tengo, lo mejor de mí, de llevar una vida honesta que me haga feliz”, sostiene. Cuando le preguntan su fórmula para la vitalidad, ella enfatiza la importancia de proyectar, mantener la mente ocupada con intereses personales, y no dejar de lado los sueños, incluso aquellos que alguna vez visualizó como imposibles.
Por más que la gran mayoría de las veces recibe comentarios positivos, imagina que algunos desaprueban sus viajes por su edad, y Susana se lo toma con humor porque no encuentra motivo para dejar lo que siente como una terapia inmejorable. “Creo que todos podemos ser resilientes en la vida, cada uno con sus tiempos, su proceso y su reconstrucción, puede llegar muy lejos”, dice la mujer que elige la transformadora experiencia de vivir sin arrepentimientos y obrar desde el corazón.
Seguir leyendo: