“La misión es complicada. Necesitamos un Infante de Marina valiente, astuto y sagaz. ¡Yo conozco al indicado! ¡Máximo, te necesitamos!”, son las palabras que escuchó un niño de 9 años. El video con sello de Armada Argentina y el Batallón de Infantería de Marina Nº 3 “Almirante Eleazar Videla” (BIM3) era nada más y nada menos que una invitación a la Base Naval de Zárate, donde lo esperaba una experiencia inolvidable, que según el propio protagonista fue “el mejor día de su vida”. Hace un año y medio le diagnosticaron un sarcoma de Ewing y está en tratamiento. Su madre, Andrea, brindó su testimonio a Infobae, a pura emoción y gratitud por la felicidad que sintió su hijo, y el comandante Fernando Agustín Romero López detalló el detrás de escena del deseo cumplido en colaboración con Make-A-Wish Argentina.
“Se contactaron conmigo desde la fundación cuando se enteraron de Máximo, y me preguntaron cuál era su sueño. Hace un mes tuvieron una entrevista súper personal, hermosa y extensa, donde una voluntaria, Romina, puso mucha dedicación y cariño, hasta entender bien cuál era su anhelo y se pusieron en marcha para conseguirlo”, relata Andrea, que reconoce que sigue muy conmovida por el cúmulo de emociones que vivió toda la familia el pasado miércoles. “En un momento él dijo: ‘Quiero ser como un marine’, porque hace muchos años que ve películas y le encantan las de soldados”, revela. Y aclara: “Es algo muy de él, porque no hay ningún militar en nuestra familia, y tiene un mellizo, Facundo, y una hermana, Luz, que es un poquito más grande; y a cada uno le gustan cosas distintas”.
Los tres hermanos reprodujeron una y otra vez ese clip donde lo llamaban a cumplir una misión, y quedaron hipnotizados. “Le decían: ‘Te están llamando, tenés que ir a cumplir’, y no lo podían creer; eso es lo único que él sabía, que lo necesitaban para que los ayude con algo, así que fue todo una sorpresa desde el primer minuto en que nos recibieron en un jeep en la puerta de la Base Naval de Zárate”, asegura la mamá. Después del completísimo circuito que presenció, no tiene dudas de que su hijo “tocó muchos corazones”, y desde que ingresaron esa ola de amor se hizo sentir. “No podía creer que tanta gente se sensibilice y le aporte tanto de una forma absolutamente desinteresada, de forma tan genuina, hacia a alguien que no conocían”, expresa.
El comandante Romero López manifiesta que ni bien supo de la solicitud que recibió la Secretaría General de la Armada, quiso formar parte. “A partir de la aprobación, para nosotros surgió ‘El operativo Máximo’; lo hablé con mis oficiales, planificamos la actividad y lo primero que consideramos, al igual que la Fundación Make-A-Wish Argentina, que actuaron con la misma seriedad, fue la salud y el cuidado del chico durante el circuito”, indica. Con la autorización de los padres, Andrea y Fernando, y el equipo médico, iniciaron la organización y la logística de cómo iban a cumplir esa misión, que consistía en recuperar un maletín secuestrado por un enemigo.
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“Había que formarlo, enseñarle, que se vista como nosotros, hicimos una formación en la que lo recibimos, y él izó la bandera”, describe sobre la ceremonia en la Plaza de Armas “Contraalmirante IM Pedro René Irigoin”, donde también estaban presentes los familiares y algunos integrantes de la fundación. El Teniente de Corbeta IM Bautista Eguren leyó la designación de Máximo como Infante de Marina y destacó “sus destrezas como soldado y su gran capacidad para enfrentar las adversidades que se le imponen”. En ese momento ya tenía puesto el mismo uniforme que sus compañeros, y Andrea asegura que fue uno de los instantes preferidos de su hijo: “Se fue superando cada minuto, porque tiene su nombre y apellido bordado, con unas botas de su tamaño, el sombrerito, el cinto, las insignias, y el collar de dos chapitas con su nombre también; algo que por supuesto ya llevó al colegio súper feliz, y no se va a sacar nunca la cadenita”.
Sobre el armamento, el comandante hace una salvedad, que fue contemplada especialmente para esta ocasión. “El tenía un arma marcadora de plástico, que le asignamos para que esté como nosotros, porque a los fines prácticos servía para la función ilustrativa”, asegura. Vestido igual que la patrulla, se incorporó a la primera actividad, un trote con cánticos que resonaron en el batallón.
“Después se sumó a lo que nosotros llamamos ‘pista de monte’, porque nuestra especialidad es el combate fluvial en los ríos, y hubo distintas estaciones donde le fuimos enseñando cómo usar la ropa que tenemos, cómo usar las comunicaciones; aprendió también sobre la construcción de refugios, la preparación de distintos tipos de fuego y la potabilización de agua, varias de las técnicas de supervivencia que aplicamos cuando estamos en terreno”, enumera. Pasaron por un circuito de obstáculos, que adecuaron a las condiciones físicas y la capacidad de Máximo, pasando por un puente de equilibrio y otro de hilos.
“Ya íbamos un par de horas y en ningún momento le decayó la voluntad ni puso gesto de cansado, todo lo que Máximo irradiaba, esa energía tan linda, hizo que todos estemos igual de contentos, así que antes de la misión pasamos a almorzar”, narra. Junto a sus compañeros, se sentó a comer ‘la marmita de campaña’, el plato típico que suelen comer durante el cumplimiento del deber. Todavía faltaba que le revelen el objetivo que tenían que recuperar, así que le contaron cuál era el plan, los lugares por dónde iba a pasar, y escuchó las indicaciones totalmente concentrado.
“Se subió a una de nuestras lanchas, hicimos una navegación y llegó a tierra; él desembarcó, paso de la lancha a la tierra, entró a una carpa donde había otros soldados, y agarró el maletín. Lograron escapar, y volvió a subir a la lancha para irse de ese lugar”, relata sobre el excelente desempeño de Máximo, que además demostró tener una sólida vocación de servicio por su predisposición, buen humor y respeto por todo lo que estaba sucediendo. “Hicieron una pequeña navegación por el río Paraná, lo pasamos de la lancha a un bote neumático que usamos para infiltraciones, y con una escalera lo subimos al muelle de la Base Naval Zárate, donde lo estábamos esperando todos los infantes que estábamos en el sector, y lo recibimos con aplausos”, cuenta.
El comandante describe cada ítem del cronograma con mucho entusiasmo, y revive en su mente la expresión de felicidad que vio en el niño cuando se presentó ante él. “Lo felicité por haber recuperado el maletín y le dimos una serie de de regalos y atenciones, como un diploma, una copia de la orden designándolo como Infante de Marina, unos ejemplares de la revista Desembarco, y algunas cuestiones más de la Armada para que recuerde su paso con nosotros”, revela. Le explicó, además, que el equivalente a lo que en Estados Unidos se conoce como “marine”, en la Argentina sería la Infantería de Marina, por lo que su sueño oficialmente se había hecho realidad.
Andrea vuelve a tomar la palabra, y expresa su más sincero agradecimiento hacia todas las personas que participaron, incluso a las que no aparecen en las fotos y videos, pero formaron parte de lo que su hijo le definió como “el mejor día de su vida”. “Desde el que nos abrió la puerta, que antes de irnos le dio otro regalo, y Maxi se bajó del auto y lo abrazó; a cada uno que le explicó algo en esta experiencia; le dieron un termito con el logo de la infantería y su nombre para que lleve al colegio; miles de gestos lindísimos individuales de un montón de gente que sin duda consiguió algo extraordinario porque para él cambió todo”, sentencia. En particular para los papás de Máximo fue un momento muy emocionante cuando Romero López le hizo entrega de los presentes y le dijo que a partir de ese momento esa era “su segunda casa”, que sería siempre bienvenido y que contaba con sus compañeros y amigos siempre que necesitara palabras de aliento o subir su ánimo.
“Fue la humanidad en su máxima pureza. Compartimos mucho tiempo y con la mano en el corazón le ofrecieron el espacio. Estaban todos con los ojos mirándolo a él, atentos a si se sonreía, y tenía una sonrisa todo el tiempo; realmente el objetivo era que él tenga una experiencia inolvidable y fue superada mil veces en lo que imaginábamos. Por supuesto que ya tiene en mente volver a visitarlos”, anticipa Andrea. El comandante cuenta que se desempeña en su función desde 1996, y es la primera vez que su equipo vive algo así. “A cada uno de los oficiales les brotaba amor y cariño por Máximo, lo que para mí es una razón muy importante para sentir orgullo de la gente que conduzco; y de los integrantes de la Armada Argentina con los que tengo el privilegio de trabajar todos los días”, manifiesta con seriedad.
La mamá del flamante infante cuenta que “Maxi es positivo en sí mismo, se adapta los cambios, tal como lo ven en los videos”, y admira la fortaleza que transmite. La familia es cordobesa, pero se mudaron a Quilmes poco antes del inicio de la pandemia de coronavirus, y hace año y medio le detectaron sarcoma de Ewing y comenzó el tratamiento. “Está bien de salud, haciendo quimioterapia, terminando su tratamiento con buen pronóstico”, comenta. Y enseguida agrega: “Y ahora más todavía, si está más feliz que nunca”.
Como prueba de su estado anímico cuenta que fue al colegio -cursa cuarto grado- y le dijo a la maestra y a sus compañeros: “Ahora soy Infante de Marina, que es algo muy importante, sé muchas más cosas que conjugar verbos y sustantivos, yo sé sobrevivir”. Entre risas y ternura, su mamá se asombró del desparpajo con el que preguntó si “no modificaba nada en la escuela ser infante”. Asegura que le habla de sus compañeros de patrulla como si hubiera estado toda la vida con ellos, y las anécdotas son interminables porque va recordando nuevos detalles.
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“No dejo de estar asombrada de cada uno de los gestos porque cuando nos estábamos yendo muchos se quedaron arreglando las cosas, guardando las balsas, mucha gente que trabajó un montón, se juntaron muchas voluntades para un fin común: hacer feliz a alguien y que tenga otra cosa más por la que vivir”, resume. La capacidad de empatía e incluso el espíritu docente del batallón la movilizó de manera profunda y la única vez que percibió un grado de entrega similar fue con las enfermeras de la clínica a donde Máximo recibe el tratamiento.
“Haría cualquier cosa por ellos, para lo que necesitan que cuenten conmigo, es lo mínimo que puedo hacer cuando alguien da tanto por un hijo”, confiesa. El comandante, por su parte, manifiesta que gracias a la dedicación de todos se logró mucho más que lo que hubieran obtenido al seguir una orden, porque esto trascendió la tarea para la que los convocaron y fue mucho más allá, directo a las fibras emotivas de cada integrante. “Un batallón es una unidad de combate, y estamos entrenados y preparados para operar en la zona de los grandes ríos cumpliendo la misión de la Armada Argentina, que es proteger los intereses de la Nación, en nuestro caso somos la transición entre el agua y la tierra, y aunque es muy profesional nuestra tarea, también es muy humana porque está en nuestra condición natural ser humanos”, remarca.
“Somos muy versátiles porque la pandemia estuvimos repartiendo bolsones de comida, ayudando a apagar incendios, y cualquier función que nos den nos las tomamos muy en serio, y sobre todo con mucho cariño, porque eso está dentro de las misiones de la Armada, como la ayuda a la comunidad y el apoyo ante cuestiones climáticas y complicaciones”, agrega. Esta primera experiencia en sus más de 26 años de trayectoria, de colaborar con la Fundación Make-A-Wish Argentina, la describe como “absolutamente reconfortante”.
Se trata de una organización sin fines de lucro con presencia en más de 36 países de los cinco continentes, que tiene como objetivo “cumplir los deseos de niños de entre 3 y 18 años que padecen enfermedades que amenazan sus vidas”, y llevan 6700 anhelos cumplidos desde sus inicios en diciembre de 2002 en nuestro país. Mónica Parisier, presidente y fundadora de la misma, también extendió su agradecimiento: “El sueño de Máximo ilusionó a todos los que participaron, cada sueño es único, y por eso le dedicamos tanto amor, para cada uno de los integrantes es un compromiso muy grande y nos llena el alma porque un deseo cumplido es verdadera magia para los niños, dando alivio a sus rutinas habituales de hospitales, médicos y tratamiento”.
No hay duda de que la misión estuvo más que cumplida, y el propio protagonista de lo que sintió como ser la estrella de una de esas películas que tanto le gusta, cuando tuvo que evaluar la experiencia teniendo del 1 al 10 como parámetro, contestó con una palabra que dimensiona su felicidad: “Infinito”.
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