Algunos de ellos acompañaron al soldado durante la guerra, lograron burlar las requisas de los británicos, fueron guardados, olvidados y tal vez descubiertos años después. Otros regresaron a las islas, participaron de muestras y charlas. Entonces dejan de ser meros objetos para transformarse en testigos que ostentan la potencia del recuerdo imborrable. Se los puede apreciar en la muestra “Las cosas que perdieron (y salvaron) en el fuego”, que busca representar, a través de esos objetos, las vivencias de los veteranos que combatieron en Malvinas.
Lo primero con lo que se encuentra el visitante es un diorama que representa la posición de fuego en el Valle Moody de la Batería C del Grupo de Artillería 3, que operó a unos doce kilómetros de Puerto Argentino. El encargado de describir lo que allí se vivió fue Héctor Tessey, quien como teniente primero combatió en ese lugar. “Fuimos 70 y regresamos 70″, aclaró. Tuvieron 17 heridos que rápidamente se recuperaron, hecho que atribuye a que “la Virgen nos protegió”. En el centro de la posición, en una misa celebrada por el padre Fernández, se enterró un rosario que había sido bendecido entonces.
Esa unidad combatió hasta el 12 de junio. Tessey tuvo palabras de elogio a sus hombres. “Muchos correntinos, chaqueños; gente que no se quejaba del frío ni del hambre, hicieron lo que tenían que hacer”.
A mediados de febrero, Tessey viajó por primera vez a las islas y recorrió su posición. Solo encontró restos de vainas de latón de bronce, que se degradaron por los años a la intemperie, y solo sobrevivieron los culotes de las municiones, que son de bronce puro.
Explicó que el diorama está hecho a escala 1:35 en formato de representación y fue realizada por el Club de Amigos Modelistas, que funciona dentro del Museo del Ejército. Salvo un jeep, que fue comprado, las demás piezas debieron ser diseñadas una por una: los soldados, los obuses, camiones, armas. Todas fueron impresas en 3 D. Dijo que fue difícil encontrar financiación para cubrir los 250 mil pesos del costo. El próximo proyecto es mucho más ambicioso: recrear los combates de Monte Longdon y Tumbledown.
Aclaró que, por cuestión de dimensiones, la disposición de las piezas de artillería no era tal cual se la muestra. En el medio de la maqueta, en el enjambre de soldados, hay un jefe con el brazo extendido, como dando órdenes. Es el único que luce bigotes. Es el propio Tessey.
Mario Oshiro combatió como soldado en el Grupo de Artillería Antiaérea de cañones de 20 mm, que defendió la base Cóndor en Ganso Verde, donde en un campo más o menos plano armaron una pista para la docena de Pucarás. Participó de los combates de Darwin.
Muestra vainas de cañones y explicó que las consiguió hace unos quince años cuando con un grupo de compañeros viajaron a la base de Comodoro Rivadavia a homenajear al soldado Héctor Ramón Bordón, el primer caído que tuvo la Fuerza Aérea. Allí los invitaron a hacer prácticas de tiro y les regalaron las vainas de los proyectiles.
“De Malvinas no pudimos traernos ni los cordones”, se lamentó.
También se exhibe una fotografía de prisioneros argentinos que habían sido alojados en el viejo frigorífico de San Carlos. Esa foto la descubrió hace muchos años en un cuadernillo editado por el centro de veteranos de Avellaneda. A simple vista, todos los hombres parecen no diferenciarse, pero Oshiro enseguida enumera: “este es Garcé, Galanti, Corradi, Dómina. Di Giusti...”.
Esa imagen abrió la puerta de más recuerdos: sus días como prisionero en San Carlos, el tener que dormir sentados porque no había espacio suficiente para todos, y las dos bombas sin detonar que estaban casi colgadas del techo.
También posó orgulloso junto a una bandera de la séptima batería artillería antiaérea. Nació de la inquietud de los veteranos que allí combatieron de tener un distintivo a lucir en los desfiles y conmemoraciones. “Para que la unidad no fuese ignorada”, explicó. La bandera incluye seis estrellas, que simbolizan los seis cañones que operaron, mientras que los laureles significan que esa unidad combatió. En el medio las islas Malvinas y un cóndor que representa a la Fuerza Aérea. Tuvieron la satisfacción de ser aplaudidos por los pilotos veteranos en un desfile del 1 de mayo, en el que se recordó el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea. “Fue un halago”.
Los veteranos que participaron de la muestra son, además de Héctor Tessey y Mario Oshiro, Mariano Justo, Gustavo Pedemonte, Marcos Guida y Eduardo Munitz.
Pedemonte, de la compañía B del Regimiento 7, combatió en Monte Longdon. Entonces tenía en su bolsillo una moneda que le habían dado de vuelto en una compra que había hecho en el pueblo. Regresó con él al continente y siempre la conservó. Cuando regresó a las islas en 2019 la llevó con la intención de enterrarla en su posición, pero a último momento se arrepintió.
También conserva una medalla que los veteranos ingleses hicieron acuñar a los 40 años del combate de Monte Longdon. Se la envió un veterano inglés, James O’Conell, quien fue herido en un ojo. Pedemonte recordó que del primer grupo de la segunda sección, solo quedan él y Felipe Ramírez. Seis murieron en ese combate y dos durante la posguerra.
Los responsables de esta muestra son Carlos Landa, arqueólogo; el historiador Sebastián Avila, Alejandro Ravazzola, director de documentales, el fotógrafo y escritor Tomas Morrison, Alejandra Raies, arqueóloga y la estudiante de arqueología Melina Gómez, pertenecientes al Equipo de Arqueología Memorias de Malvinas del Instituto de Arqueología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y el Centro Cultural Universitario Paco Urondo,
Landa contó a Infobae que “a partir de un viaje que se hizo a Malvinas surgió la inquietud de hacer arqueología junto a veteranos, en los campos de batalla, pero los kelpers se opusieron, a pesar de haberles aclarado que serían exploraciones de superficie. Entonces nos planteamos por dónde podíamos empezar, y nos pareció que los objetos que los ex combatientes atesoran era un buen comienzo”.
Esta muestra es un eslabón más de un vasto programa que intenta vincular al veterano de guerra con los campos de batalla con un propósito terapéutico, y del que participa un grupo multidisciplinario de arqueólogos, historiadores y especialistas en salud mental.
En la muestra hay objetos de otros veteranos. Como restos de una parca de Eduardo Munitz, soldado de la infantería de marina, que estuvo en el Apostadero Naval en la Península Camber, donde se sintió duro el aislamiento.
Marcos Guida, integrante de la cuarta sección de la compañía Nácar del BIM 5, que le tocó enfrentar a los Guardia Escoceses en el duro combate de diez horas en Tumbledown, se exhiben restos de un borceguí, un trozo de metralla que se la trajo de las islas en el viaje que hizo en el 2012; un sobre de café con leche y trozo de una carpa que la rescató de su posición en Tumbledown.
“Es la más importante de mis condecoraciones”, afirma Mariano Justo sobre su placa identificatoria. Combatió como soldado del Regimiento de Patricios y recuerda que se la dieron el día que lo embarcaron a las islas. Está junto a su Rosario que le trae muchos recuerdos, como el día en que el capellán, ante un avance inglés, les dio la extremaunción. Estos objetos se complementan con una fotografía suya el día que partía a Malvinas.
La muestra “Las cosas que perdieron (y salvaron) en el fuego”, declarada de interés cultural por la ciudad de Buenos Aires, cuenta con el apoyo del Fondo Nacional de las Artes y puede visitarse hasta el 28 de abril en el Centro Cultural Paco Urondo, 25 de mayo 201, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, entre las 11 y las 18 horas.
Oshiro, que explicó con lujos de detalles el origen y el significado de los objetos, aclaró que “es chica pero por algo se empieza”, aunque tratándose de Malvinas siempre es un buen comienzo.
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