El miércoles 5 de abril, Ramón Figueroa ingresó en grave estado debido a un cuadro de hemorragia interna, al hospital de Córdoba. Temieron lo peor porque además estaba anémico y necesitó tres transfusiones de sangre, pero gracias a la atención y su fortaleza comenzó a salir adelante.
Allí pasó Semana Santa y, tras esa fecha, comenzó a repuntar con el paso de los días. Pero no fue hasta que Gabriel, uno de sus nietos, llegó bien acompañado que Ramón mostró su sonrisa.
“El fin de semana estuve laburando (soy músico callejero) y recién el lunes lo fui a visitar. Había estado pensando en qué hacer para hacerlo reír, para que la visita fuera alegre y tuviera sentido; y como lo que nosotros siempre compartimos es o jugar a las bochas, al truco y, principalmente, la música, ni lo dudé: agarré mi violín y una guitarra, que es con la que uso para estudiar el profesorado de música, y así fui a visitarlo”, lo cuenta a Infobae su nieto.
Supo que llevarle música a su abuelo sería algo lindo sino que además era la retribución a lo que antes habían hecho por él.
“Se me vino a la mente que cuando yo estuve internado, luego de un accidente que tuve, lo que me alegraba mucho era que me visitaran amigos, familiares o colegas con sus instrumentos y que tocaran para mí; eso me ayudaba mucho porque en ese momento yo tocaba acostado y no tenía fuerzas ni para levantar el violín, tenían que ayudarme... Disfrutaba de las visitas, pero cuando había música era un plus y me hacían sentir mucho mejor. Durante mi larga estadía en el Centro de Rehabilitación tocaba música para los demás internados, que decían que les alegraba el día, que los hacía sentir mucho mejor, por eso, me pareció un plan increíble para llevarlo a cabo con mi abuelo... Resultó muy bien porque apenas aparecí con los instrumentos se le iluminó la cara, le cambió el gesto de tristeza que tenía”, cuenta el joven que como consecuencia del accidente en moto que sufrió a los 19 años, en 2015, se le fracturó una vértebra que le dañó la médula espinal, lo que hace que se movilice en silla de ruedas.
La visita
Casi agazapado, Gabriel, de 27 años y estudiante del profesorado de música, entró al hospital ubicado en la capital cordobesa con su violín y una guitarra. Nada de esto sospechaba Ramón, el abuelo de 73 años, oriundo de Villa Estación, un pueblito rural de Córdoba.
“Apenas abrí la puerta y vio que tenía los instrumentos encima se puso a reír; ahí nomas agarró la guitarra y empezamos a tocar unas chachareras y otros temas de folclore, lo que toca desde chico. No se dedicó a la música porque tuvo once hijos, pero siempre fue su hobbie”, cuenta y recuerda que Ramón comenzó con una guitarra casera y lo define como “la raíz musical de la familia, entre otros aspectos, pero él nos heredó el amor y la pasión por la música”.
La improvisación no tardó en seducir a quienes la escuchaban. “Fueron cayendo enfermeros, personal de limpieza que se asomaban y decían ‘¡Qué lindo!’, después un doctor y cuando termino de tocar un tema, se escucharon los aplausos desde las otras habitaciones, donde había gente internada; y los familiares de esa gente se acercaban a nosotros. Fue un gesto lindo porque quisieron felicitarlo. Creo que les alegramos la tarde. Por eso, sostengo, que la música sana y lo vi en mi abuelo que realmente la pasó mal y cuando me fui de verlo estaba feliz”.
Gabriel, comenzó a tocar guitarra a los 18 años. Antes, cuenta que pasaba horas cantando, pero que se alejó de todo cuando estudiaba en la escuela lejos de casa. “De pequeño cantaba en la escuela o en fiestas del pueblo, durante el secundario, lejos de mi pueblo, no tenía mucho tiempo, pero luego me cambié a otro cerca de casa y ahí retomé la música, esta vez con un violín”.
El joven, que goza de muy buen oído musical, recuerda que fue en una fiesta familiar cuando, gracias a que uno de sus tíos dejó un violín sobre la mesa, él comenzó a tocarlo, a escuchar las notas que hacía en cada movimiento del arco. De manera autodidacta, comenzó a estudiarlo y tras esa primera inspección, su papá se dio cuenta de que el chico tenía potencial para tocar el instrumento que deseara y le regaló un violín en la siguiente Navidad.
Toda esa pasión fue seguida de cerca por su abuelo. “En las reuniones familiares siempre se armaba la guitarreada y eso hizo que, de a poco, muchos en la familia comenzáramos a hacer música”, cuenta y emocionado admite: “Con mi abuelo, la relación siempre fue muy buena más allá de lo musical. Siempre fuimos muy compinches, siempre nos divertimos mucho. Nos queremos un montón”.
Las mesas familiares, con once hijos y decenas de nietos, siempre son alegres, y Ramón no deja de ser el centro de atención por su alegría.
Ahora, la familia espera que los próximos estudios y análisis que le practiquen a Ramón salgan bien para volver a tenerlo en casa.
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