El dolor y la esperanza de Nélida Gauto van de la mano. No recuerda el momento en que su mamá regresó a la casa con el vientre vacío y el corazón destrozado, pero cuando preguntó por el bebé sólo le dijeron: “Murió al nacer”. En la adolescencia supo que aquel 30 de mayo de 1965, Claudio —como iban a ponerle— se enredó en el cordón umbilical y quedó asfixiado, pero más tarde supo que no era cierto. Investigando se enteró que el parto había sido en la casa de una partera y que a pedido de su propia abuela, el niño fue entregado a otra familia.
“Ella, que era la matriarca, decidió que mi hermanito fuera con otra familia porque decía que mi mamá, que limpiaba casas y ya tenía dos hijas, no lo podría cuidar ni darle nada y que debía seguir trabajando para mantenernos a mí y a mi hermana menor porque si se quedaba a cuidarlo no tendría para alimentarnos”, cuenta.
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Recién a principios de 2010 supo qué había pasado porque su mamá le contó a su hermana la historia como ella la vivió. Desde entonces, Nélida busca desesperadamente saber el paradero de su hermano y para ello, en 2014, creó el grupo de Facebook “Nacidos en Turdera”, de donde es oriunda. Su mamá tenía 25 años, dos hijas de 3 y 4 años.
“Entiendo que hay casos de chicos apropiados que no quieren exponer a la familia con la que se crió tampoco exponerse ellos, nada de eso pasará. Si algún hombre de hoy 58 años nació en esa fecha o fue anotado en esos días y tiene dudas sobre su identidad le pido que me escriba por privado y esto quedará entre nosotros”, pide la profesora de Biología.
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La cruel historia
Nélida habla de su abuela y resume el inicio de la historia: “Ella era la ley. Quedó sola y sola cuidó a sus hijos. Mi mamá, Delia Díaz, tuvo dos matrimonios, del primero somos yo, que nací en 1960, y mi hermana, en el 62; mi hermanito en el año 65, que el año en el cual se separa estando embarazada porque mi abuela, cuando conoce al hombre con el que vivía, que un alcohólico que no laburaba, se la lleva. Vamos a vivir con mi abuela a Turdera, en Lomas de Zamora, pero a la casa del fondo de una hermana hermana mayor de ella, en condiciones poco favorables. Embarazada como estaba, mi abuela la llevó a trabajar a casas de familias porque tenía que mantenernos”.
Al momento del parto, que fue un domingo, Delia caminó junto a su madre dos cuadras para llegar a la casa de Teresa, la partera del barrio. “Me dijeron que murió, que se había asfixiado con el cordón umbilical”, contó la mujer décadas más tarde, cuando pudo con ese peso y admitir que ella lo había escuchado llorar.
“Mi abuela le dijo entonces que sí estaba vivo pero que se lo llevaría una familia para darle lo que ella no le podría dar porque si no trabaja y no nos mantenía, el Estado le sacaría a sus hijos y no nos vería más a ninguno. Que en cambio, podría ver a mi hermanito”, recuerda Nélida la conversación que su mamá tuvo primero con su hermana y más tarde con ella, cuando ya era adolescente.
Fue en ese tiempo que pudo atar los cabos sueltos. “Mi duda fue por qué no nació en una clínica u hospital, porque quizás allí podrían salvarlo, en cambio la partera no pudo hacer nada. Esa era mi única duda, no había pensado ni imaginado que esa mujer lo vendió, que había toda una red de robo de bebé”, dice hoy a sus 62 años.
“Aunque todos hemos escuchado en algún momento historias sobre apropiaciones, o que supe no entra en la cabeza de nadie, pero admito también que eran otros tiempos y que el que dirán importaba. Además, mi mamá se sintió muy asustada y hasta creo que mi abuela, pese a su carácter, en verdad pensó que eso sería bueno para su hija y el nieto, quiero creer. En cambio la partera lucró con mi hermanito y la cantidad de chicos que recibió en este mundo. Ella y todos los que hicieron de esto un comercio”, asevera.
Cuenta, además, que como en todos los casos que conoció en este tiempo en que encarnó la causa de búsqueda de identidad, las parejas ya grandes que no tenían hijos propios buscaban la manera de conseguir un bebé y entre ellos, parteras, médicos y funcionarios se “desarrollaba este comercio inescrupuloso”, denuncia.
Saber todo esto, fue para ella “un baldazo de agua fría”. “Mi mamá no se animó a contármelo a mí directamente sino que se lo cuenta a mi hija y antes había hablado con mi hermana. Hoy, doy gracias por no haberla al lado en ese momento creo que le hubiera dicho cosas de las que me hubiera arrepentido después... No la hubiera comprendido porque no entiendo cómo pudo desprenderse de un hijo y no dejo de pensar en que mi hermanito, que hoy debe tener 58 años, sea un desconocido y que haya estado con otra familia creyéndola propia”, dice.
“Nacidos en Turdera”
En 2014, convencida de que debía encarnar la búsqueda de su hermano creó el grupo en Facebook Nacidos en Turdera que tiene el objetivo de dar con quienes buscan conocer su origen y que saben o sospechan que nacieron allí; y para reunir a los hermanos mayores de hermanitos que creen nacieron muertos.
“Nadie va a juzgar a las madres, sólo queremos saber qué pasó y que cuenten su lado de la historia. No pensé que no había tantos muchos casaos y hasta que fue un favor que le hizo esa partera a mi abuela y no, descubrí todo un negocio detrás. Se trataba de bebés vulnerables que terminaron en familias de poder adquisitivo alto donde, sabemos, hubo médicos, periodistas, escritores”, asegura.
En medio de su primera búsqueda, por medio de blogs cuando no existían las redes sociales, logró dar con otras personas que estaban en la misma situación que ella.
“Llegué a encontrar casos desde 1960 hasta 1991. Doña Teresa, que era enfermera del hospital Gandulfo y no sé en qué otros lugares trabajó, no podía firmar el formulario N° 1, que indica el nacimiento de un bebé, eso debe hacerse en un hospital o en una clínica porque es un matriculado el que certifica que fulana de tal tuvo un bebé tal, en tal lugar, etc., para inscribirlos en el Registro Civil, pero ella no era obstetra, entonces esos padres, que se llevaban a los bebés, buscaban quien lo firmara. Había una red detrás y la mayoría de esos certificados lo firmaba Ana Repetto, obstetra de Banfield, y Dalila Denovo, de Turdera, fueron las dos que más firmaron y luego lo hace Sofía, su hija”, asegura sobre el desarrollo de la red.
Entre todo el dolor, Nélida cuenta que no hay mayores detalles de lo que pasó en ese momento. “Los niños no teníamos espacio y no tengo muy en claro el embarazo de mi mamá ni cómo lo viví, pero sí que un día preguntamos con mi hermana por él y sólo nos dijeron que había muerto... Lo único que deseo es que haya estado con una familia que le haya dado amor, que lo haya cuidado y criado bien. Sólo le pido que si tiene dudas de su identidad, que me contacte. Es lo que más deseo”, finaliza.
Por ley de 2022, las provincias de Chaco, Santa Fe, Entre Ríos, Neuquén, Rio Negro, La Pampa y Buenos Aires tiene su ley de Identidad de Origen, aunque en Buenos Aires aun no esta reglamentada. Sí lo estaban desde antes en Mendoza y Misiones.
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