Los amigos que limpian las vías abandonadas y sueñan con que el tren vuelva a su pueblo de 250 habitantes

Alejandro Mio y Román Dodorico viven en San Eugenio. Juntos se propusieron despejar los rieles y pedir por la vuelta del tren. Ya cumplieron con 16 de los 80 kilómetros que los separan de la ciudad de Santa Fe. “El tren es alegría para el pueblo”, afirman

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"Los locos del ferrocarril" en
"Los locos del ferrocarril" en una selfie. En primer plano Román Dodorico y detrás Alejandro Mio

Para entrar a San Eugenio hay que cruzar la “curva de la lombriz”. Si uno pestañea puede pasar de largo sin verlo. Son apenas 3 cuadras de largo por 3 de ancho, ubicadas a 80 kilómetros de Santa Fe y a 130 de Rosario. Las calles del pueblo son fáciles de memorizar. Y están representados los próceres del siglo XIX, sin espacio para las grietas. San Martín, Belgrano, Alberdi, Sarmiento y Moreno.

El ferrocarril es un nexo con el mundo, una fuente de generación de recursos y hasta un entretenimiento para un pueblo que tiene 250 habitantes. Sin embargo, el tren dejó de pasar en el 2009. La estación empezó a juntar mugre y a estar rodeada de pastizales cada vez más altos.

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Así entre campos de soja, maíz y el mugido de las vacas que se escucha hasta en el centro de la localidad, dos amigos comenzaron a perseguir un sueño. En el pueblo son conocidos como “los locos del ferrocarril”.

Román Dodorico corta un árbol
Román Dodorico corta un árbol para despejar la zona de las vías

A Alejandro Mio y a Román Dodorico se les metió una idea en la cabeza una tarde mientras charlaban en la tranquilidad de pocas calles de San Eugenio. Se pasaban el mate amargo, cebado directo de la pava, hasta que se dijeron casi al mismo tiempo: “¿Y si limpiamos la zona de las vías para intentar que el tren vuelva a pasar por el pueblo?”. Se dieron un abrazo que selló el plan. Y arrancaron.

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Mio es productor agropecuario en su campo alterna la soja, el maíz y la cría de ganado vacuno. Es nacido y criado en San Eugenio, al igual que su compañero Dodorico, quien trabaja de guardiacárcel en una ciudad cercana que no quiso identificar.

Manos a la obra

Los primeros metros de limpieza, desde la estación de su pueblo, lo hicieron caminando. “De chico veía pasar los vagones y me encantaba el ruido que hacían y como se escuchaba la locomotora desde lejos que se acercaban”, recuerda Mio en diálogo con Infobae.

La dupla arrancó en el
La dupla arrancó en el invierno del año pasado con los primeros metros cerca de la estación de San Eugenio

La dupla arrancó en el invierno del año pasado con los primeros metros cerca de la estación de San Eugenio. El objetivo es limpiar el tramo del ramal Mitre que va desde esta localidad hasta Santa Fe Capital. Del otro lado las vías vienen desde Rosario y desde allí llegan hasta la estación Retiro en Buenos Aires.

“Siempre que podemos, algún día del fin de semana nos mandamos para las vías para avanzar en el trabajo –explica Alejandro-. No es sólo cortar el pasto. Sacamos yuyos gigantes, mucha tierra en los terraplenes y hasta talamos árboles que fueron creciendo muy cerca de donde debería pasar el tren”.

Alejandro y Román llevan limpiados 16 de los 80 kilómetros que lo separan de la estación terminal en Santa Fe Capital. Ya llegaron hasta el pueblo cercano de Larrechea. Como las distancias a limpiar se empiezan a sumar, a Román se le ocurrió usar el mismo sistema con el que se trasladaban los empleados del ferrocarril.

Los dos amigos ponen sus
Los dos amigos ponen sus propias herramientas para la limpieza. Llevan en la “zorrita” palas, picos, motosierras y combustible para alimentar a su transporte y no quedar varados en el camino

Con vehículo propio

Así, el guardiacárcel construyó lo que los que todos conocen en el pueblo como “la zorrita”. Un especie de auto con motor de moto y asientos pero que se traslada por las mismas vías que “los locos del ferrocarril” recuperan cada fin de semana.

Los dos amigos ponen sus propias herramientas para la limpieza. Llevan en la “zorrita” palas, picos, motosierras y combustible para alimentar a su transporte y no quedar varados en el camino.

¿Por qué lo hacen? ¿Qué los lleva a usar su tiempo libre, trabajando en el campo en el medio de la maleza crecida por años? “La idea es preservar la línea para que no quede abandonada. Queremos que nuestro trabajo llegue hasta el Ministerio de Transporte y se reactive el servicio que pasaba por San Eugenio. El tren siempre fue una parte muy importante de los pueblos chicos como el nuestro”, sostiene Alejandro.

La red ferroviaria de Argentina llegó a ser la más grande de América Latina con 47.000 kilómetros. Tras varios procesos de desinversión y desmantelamiento, principalmente en la década del 90 del siglo pasado, actualmente quedaron activos unos 36.000 kilómetros. Alejandro y Román, buscan sumar su granito de arena para reactivar los 80 kilómetros hasta Santa Fe Capital. Una pequeña gota en el desierto, pero que significaría mucho para San Eugenio y todas las poblaciones que están en el camino.

La "zorrita" creada por Román
La "zorrita" creada por Román Dodorico en primer plano en un descanso en su viaje de vuelta hacia San Eugenio

Mientras avanzan rumbo a la capital provincial con la “zorrita”, Alejandro y Román saben que los espera nuevos desafíos. En Santo Tomé, la localidad anterior a la ciudad de Santa Fe, se robaron unos 15 kilómetros de vías y muchos cruces están tapados con mucha tierra. “No nos vamos a detener hasta llegar al final del recorrido del tren. Para eso arrancamos este proyecto para que las vías no queden abandonadas y en algún momento pueda volver a escuchar a la locomotora y que todas las casas del pueblo vibren con el paso de la formación”.

Y una vez que “los locos del ferrocarril” cumplan su objetivo, qué puede pasar. “Creo que las vías limpias pueden servir para usarlas como transporte. Si se tienen todas las autorizaciones y permisos correspondientes”, se entusiasma Alejandro sobre el futuro.

En marzo, se reanudó el servicio de tren entre Buenos Aires y Mendoza. El viaje es más largo que cuando la formación hacía el mismo camino en 1910. Aún así, es una vuelta a la vida para las decenas de pueblos que la formación va cruzando en su camino. En cada parada, se acercaban vendedores ambulantes a ofrecer empanadas caseras, fiambres o sándwiches especiales. A dónde el tren llegaba siempre desde sus orígenes fue como una flecha lanzada que desparramaba progreso a su alrededor.

“Así se construyó Argentina”, argumenta Alejandro y se prepara para salir con la “zorrita” en compañía de Román a limpiar un nuevo trayecto de la vía que unirá San Eugenio con Santa Fe Capital. Así, desde todos los extremos del pueblo sueñan con que sus casas vuelvan a vibrar con la locomotora vibrante que se acerca al pueblo con decenas de caras nuevas asomadas por las ventanillas.

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