La tarde algo soleada del sábado 1° de abril fue el momento ideal para que Gastón De Vito y Martina, su hija de 10 años, visitaran a la abuela de la nena. Camino al destino, cerca de una rotonda y con el tránsito algo abarrotado, él miró hacia la calle y vio a un hombre que llevaba un carro repleto de cartones. Se sintió apenado por esa realidad que desde hace un tiempo vive Rosario, pero al bajar la vista notó que estaba descalzo.
“Me dio mucha pena pensar que estuvo caminando así y vaya a saber por cuánto tiempo”, pensó el administrador de empresas que le hizo el comentario a su hija y le propuso dar una vuelta más para preguntarle cuánto calzaba. “Me dijo que 41, igual que yo, así que no lo dudé y le pregunté si podía darle mis zapatillas. Me dijo que no, pero en su mirada noté un sí, así que se las di... ¡Se le llenaron los ojos de lágrimas!”, cuenta emocionado.
Los invisibles
Gastón le cuenta a Infobae que desde hace unos años nota que toda la ciudad de Rosario cambió, que hay mucha gente en situación de calle, juntando cartones, buscando la manera de ganarse el mango. Esa realidad lo entristece y educa a su hija en la empatía y para que sepa que siempre existe la posibilidad de ayudar a quienes lo necesiten. Lo hace desde el ejemplo.
“Esto pasó cerca de la intersección de Entre Ríos, en la zona sur de Rosario. Yo iba en el auto y tuve que esquivar al señor que vi empujando un carro por la calle. Sentí pena porque tuviera que estar empujando ese carro tan pesado, lleno de cosas y los más triste fue que lo estaba haciendo descalzo. El tráfico me llevaba a que siguiera para adelante, miré a mi hija y le dije: ‘¿Viste Martu a ese señor?’, ella me miró con sus ojitos triste. Seguí avanzando y le propuse a mi hija dar la vuelta a la manzana para preguntarle si podía dejarle mi calzado. Dimos la vuelta, estacioné justo enfrente de donde él estaba, me bajé y me acerqué con mucho respeto; le pregunté cuánto calzaba y pensé que si me respondía mal no iba a acercarme, pero fue muy cordial”, revive el momento que sucedió en la esquina de Uriburu y Entre Ríos.
No le preguntó el nombre ni la edad, pero cree que debe tener más de 50 años. “Me agradeció mucho mientras me sacaba las zapatillas; empezó a decir un montón de cosas lindas como forma de agradecimiento. Noté que se estaba poniendo un poquito mal, pero de emocionado. No sabía qué decirle más que yo también soy de (Rosario) Central, porque tenía una camiseta puesta, y para sacarlo un poco de la situación que entendí estaba pasando así que de la emoción pasó a la sonrisa y quiso darme su remera, le dijo que no”, resume.
Las palabras de agradecimiento fueron muchas y Gastón, de 41 años y que desde hace tiempo tiene su propia compañía, prefiere guardarlas para él.
En el mientras tanto de esa conmovedora escena, Martina, que sabía lo que su papá haría y lo esperaba como él le pidió, dejó de lado el juego en el celular y decidió filmar lo que pasó.
“Cuando regresé al coche me mostró lo que había filmado y yo estaba muy emocionado. Le dije que otro día lo íbamos a compartir en las redes para que quizás eso pueda ser de inspiración para que otras personas lo ayuden, porque era la primera vez que yo lo veía, o que ayudaran a otros más que vieran en la calle porque, lamentablemente, a veces parecen que son los invisibles de la sociedad”, dice apenado.
Mientras él estaba regresando al vehículo, el hombre se sentó en el cordón de la vereda para probarse las zapatillas. “Me levantó el dedo pulgar como diciendo que le quedaron bien y sonrió. Le sonreí... fue una sensación muy linda haberle sacado esa sonrisa. Después fue una sensación rara porque él seguiría haciendo lo que estaba haciendo con el carro, pero al menos ya no descalzo...”, dice.
Gastón Y Martina siguieron el camino a casa de la abuela, pensativos. “Al llegar yo tenía otras zapatillas para ponerme, pero él andá a saber hace cuánto tiempo estaba descalzo... no se le veían bien los pies, así que seguro hacía un tiempo que caminaba de esa manera”, opina.
Entre las repercusiones inmediatas que recibió cuando el video que compartió en sus redes se hizo viral, llegó el de la Municipalidad de Rosario. “Me contactaron para preguntarme dónde fue y detalles porque dijeron que lo querían encontrar para ayudarlo... Creo que eso, entre la cantidad de mensajes que me llegaron, es lo positivo que queda de esto”, agrega.
Pese a las repercusiones de esta acción, para la familia no es la primera vez que algo así sucede. “Estamos acostumbrados a este tipo de situaciones, por eso nos llamó mucho la atención que haya tenido tanta repercusión, cuando sólo pensamos que iba a ser un video que quizás le generaba una sonrisa a alguien que pudiera querer ayudar a otra personas y que entienda que se puede ayudar a cualquiera de las tantas personas en la calle. Es sólo acercarse y preguntar si necesita una botella de agua, un sándwich, un buzo o lo que sea. Eso es lo que le enseño a mi hija. Martina tiene en su cuarto una bolsa en la que cuando alguna ropita le queda chica, la deja ahí; si hay un juguete que sabe que no usará, lo deja ella sola para que eso sea donado a quien lo necesita. Creo que se trata de darnos cuenta que todos podemos ayudar. Cambiar el mundo es un sueño enorme, pero sí podemos sacarle una sonrisa a alguien y, quizás, cambiarle el día o la semana. ¿Por qué no hacerlo?”, finaliza.
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