Desde antes de que comenzara el Mundial donde la Selección Nacional alcanzaría el ansiado triunfo, un grupo de artesanas y artesanos de la provincia de Salta -y algunos de Santiago del Estero- estaba confeccionando una bandera argentina tejida a mano para Lionel Messi. Cuando el regalo estuvo terminado después de varios meses de trabajo, la emprendedora de diseño textil Carolina Pavetto tenía la importante misión de hacérsela llegar. La contadora que algún día soñó con ser arquitecta y cambió su destino cuando descubrió su pasión por los hilos y los saberes ancestrales que resguardan de generación en generación, logró el cometido. Gracias a su perseverancia, y al compromiso con el que asume las riendas del proyecto, fue fiel a su intuición y consiguió que llegara a las manos de un familiar directo de Antonela Roccuzzo.
La voz de Carolina transmite entusiasmo, pasión, deseo de reinvención constante y una tenacidad que contagia. En diálogo con Infobae revela cómo consiguió la hazaña de llegar hasta la casa del astro rosarino, y repasa los inicios de “Mantara” -en Instagram @mantara.textil-, el emprendimiento de alfombras artesanales hechas en Argentina con lana 100% natural que busca rescatar las técnicas de la comunidad artesana y combinarlas con diseños contemporáneos para crear textiles hechos a mano.
Madre de tres varones, vive en la localidad santafesina de Gálvez, y el lunes por la mañana emprendió viaje en su auto acompañada de su marido con un destino muy particular: el barrio privado Kentucky Club de Campo, ubicado en la ciudad de Funes en las afueras de Rosario. “Tenía que entregar un pedido a una clienta ahí, y hace mucho que queríamos hacerle llegar el regalo a Messi, así que manejamos los 130 kilómetros y tenía mi objetivo muy claro, porque quería hacerlo en nombre de las artesanas que para mí son mi familia: ‘Hasta que no le entregue la bandera, no me voy’”, confiesa.
Reconoció la fachada de la entrada porque es ahí dónde el delantero ha salido varias veces a saludar a sus vecinos, y se acercó hasta el timbre. “Toqué y salía una voz automática que decía: ‘Esta central no puede recibir llamadas’, y empecé a pensar qué hacer, porque no había muchas opciones”, narra. Se le ocurrió poner la bandera en la entrada, y grabar un video para tener el recuerdo, pero no perdía la esperanza de conseguir el sueño, porque al haber cámaras de seguridad pensaba que quizá alguien la estaría viendo en la puerta, y tal vez salían a preguntar si necesitaba algo. “No aparecía nadie, y si bien yo daba por hecho que Messi no iba a estar en su casa porque esa semana jugaban en Santiago del Estero el amistoso, pensaba que por ahí Antonela sí estaba y por eso fui igual, porque después si se volvía a Europa ya iba a ser muy difícil”, comenta sobre las conjeturas que iban a la velocidad de la luz en su cabeza.
Para su sorpresa, cuando dio la vuelta manzana vio que había otro timbre, y probó de nuevo, sin éxito. “Salía el mismo mensaje, pero ahí había varios autos estacionados, así que me quedé un rato más por si alguien salía o entraba, así le hablaba y le dejaba el paquete”, cuenta. El milagro ocurrió cuando un vehículo ingresó a la cuadra en búsqueda de un lugar para estacionar cerca de la casa de la familia Messi. “Una señora muy amable bajó el vidrio y le dije: ‘Discúlpeme, yo necesitaría entregarle un regalo a Messi, que imagino que no está, pero me encantaría dejarles este presente del equipo de Mantara, le conté que estaba hecho a mano por las artesanas, y me respondió: ‘Yo soy Susana, la tía de Antonela, no te preocupes que yo se lo entrego’”, recuerda emocionada.
“Le dijo a una nena que estaba con ella: ‘Anda y lleváselo’, y de pronto se abre el portón y entró con mi bolsa, que tenía un QR con un video que muestra cómo la hicieron, todo el bordado a mano, las técnicas que usaron, y obvio que me quedé con ganas de conocerlos, pero estamos muy agradecidos y soñamos con algún día se la cuelgue sobre los hombros”, proyecta con ilusión. Después le compartió el video que grabó a los artesanos que confeccionaron el telar celeste y blanco con el sol dorado, y dejaron abierta la posibilidad de que ese anhelo se vuelva realidad. “El lunes pasado a las dos y media de la tarde yo le dejé la bandera, que es un símbolo tan especial para nosotros, con la energía que tiene, deseándole muchas bendiciones a la familia, yo calculo que ya la habrán visto y ojalá que les haya gustado”, expresa.
En el 2022 vivió un momento muy significativo cuando viajó a Londres a la muestra Argentine Creative Experience, y después de visitar la residencia del embajador argentino Javier Figueroa, salió a recorrer la ciudad. “Era la primera vez que yo conocía Inglaterra, y como la embajada es territorio argentino, yo quería ir con la bandera argentina a caminar por la calle, sobre todo por la historia que tenemos, por honor también a nuestros soldados de Malvinas, y a esas familias que quedaron sin sus familiares, y lo pude hacer”, sostiene. En menos de dos semanas volará a Nueva York para representar el proyecto que encara con el corazón, y también será su debut en la Gran Manzana.
“Nosotros no vendemos alfombras, vendemos historias, así como la bandera misma que tiene un montón de anécdotas de su confección; que no llegábamos a terminarla, faltaba un pedazo y Messi se iba a ir, y después llegué a su casa y gracias al cielo apareció esa mujer, percibí su sensibilidad al hablarle de las artesanas y lo llevó adentro”, resume. Mientras habla por teléfono con este medio cuenta que tiene al lado suyo una foto de su hermano, que murió en 2006 a los 25 años en un trágico accidente, y a partir de ese tristísimo día inició un doloroso camino personal de búsqueda y transformación.
“Un día no vi más a mi hermano, nunca más, y me costó muchísimo sanar esa etapa de mi vida, y hoy tengo 51 y lo sigo recordando, de otra manera, y encontré en el tejido y sus historias una forma de continuar y resignificar los propósitos”, explica. En 2020 perdió a Bernardina de Jesús Paz Silva, a quien todos llamaban cariñosamente Berna, que fue su guía, pilar y contención en a enseñanza de las artesanías a más de una generación. “Tuve una conexión increíble con ella, para mí era como mi abuela, y cuando se fue dejó una alfombra sin terminar, y la retomó su nieta Belqui, con la misma técnica, la misma dedicación y ahora están unidas por los mismos hilos”, reflexiona conmovida.
El compañerismo es otro de los valores a los que apuesta, y por eso le gustaría que cada vez sean más los emprendedores que apuesten al diseño nacional. “No he tenido una vida color de rosa, pero también uno vino acá a aprender, y trabajo con comunidades muy vulnerables, artesanas que muchas veces tienen una situación de vulnerabilidad extrema, de la falta de elementos esenciales, y por eso siempre digo que voy a culminar un parte muy importante de mi proyecto cuando logre que todas tengan agua y luz”, argumenta. En este sentido, explica que pasa horas y horas charlando con ellas y haciendo la pregunta que no había escuchado antes de recomenzar con una oportunidad laboral: “Les consulto qué necesitan, y me siento a escucharlas porque la única forma de rescatar sus saberes ancestrales es que sus productos sean puestos en valor, es decir, revalorizar lo que realmente vale; y la única forma es con los precios que corresponden por el esfuerzo artesanal que conlleva”.
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Al principio la sorprendía el sentido de pertenencia, el arraigo a su cultura, que se transmitía como mantra de madres a hijos, y después entendió que debía conversar con los más jóvenes de la comunidad para hablarles de la importancia de un futuro donde no se pierdan sus habilidades. “Nosotros somos una empresa certificada en categoría B, y eso significa que tuvo impacto social, ambiental y económico, e implica que lo estés midiendo permanentemente, y parte del acuerdo con las chicas que quieren participar de Mantara es que tienen que terminar el secundario, porque sus mamás no pudieron, pero es importante que ellas sí lo concluyan para tener una herramienta más”, sentencia.
Aunque no tenía experiencia previa en el mundo textil, salvo el ver las alfombras persas de su tía abuela cuando la visitaba, no tiene dudas de que el magnetismo tuvo mucho que ver con las historias de vida de todos los miembros de su equipo. También lo atribuye a la crianza cargada de arte que tuvo, sin darse cuenta que cuando era chica estaba rodeada de referentes. “Mi papá era coleccionista y desde chica me llevaba a museos a mí y a mi hermana, y al taller de un amigo suyo, que yo me ponía a dibujar, y era nada más y nada menos que el pintor y muralista Antonio Berni”, rememora. Entre cucharas de bronce, espejos, y monedas antiguas, sin saber, la curiosidad que le despertaba y el ser artístico que afloraba en su interior sería de vital importancia para fundar las bases de su propia empresa mucho más adelante.
En diciembre se graduó de un posgrado de Economía Circular, porque está convencida de que la clave es seguir capacitándose y sumando conocimiento que hagan que el proyecto crezca. Alineada con el desarrollo sostenible, y admirada por la riqueza espiritual de las mujeres y hombres con los que trabaja día tras día, está contenta de haberles dado una alegría al mostrarles la bandera en la puerta de la casa de la familia Messi. “Es alguien que todos sentimos como inalcanzable, pero al mismo tiempo su humildad es la clave de lo lejos que llegó, porque sin eso, no se logra nada, y haber podido estar ahí y dejarle nuestro presente, nos hace sentir muy agradecidos porque realmente fue hecha para él con todo el amor del mundo”, asegura Carolina.
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