Lo abandonaron en la casa de una maestra y busca a su madre biológica: “Podría ser una alumna suya embarazada”

Hace 33 años, a Matías Hernán Martínez lo dejaron en el jardín de la casa de Alcira Todisco cuando era un bebé. La mujer tenía 46 años y era docente en una escuela nocturna y lo quiso adoptar, pero no pudo. La sospecha que podría ser una alumna que estaba embarazada y desapareció poco antes. Y el encuentro agridulce hace 7 años entre el chico y quién lo halló

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“Alcira, me parece que en el jardín te dejaron algo…”. Eran las nueve de la noche del 8 de mayo de 1989 y Dora, una vecina de Alcira Berta Todisco, la alertó por un llanto débil que oía en el jardín del frente de su casa, en Azara al 1200, de Banfield. La mujer, que tenía 46 años, era docente y estaba soltera, pensó que podría ser un perrito que se guarecía del frío. Abrió la ventana, escuchó mejor, y salió junto a su hermana Edith a ver qué era. Las dos se agacharon y allí estaba: entre las plantas, envuelto en una mantita celeste y una sábana, había un bebé recién nacido, desnudo y con su cordón umbilical sin cortar del todo. Tenía los ojos abiertos. Y, por lo que vieron y oyeron, hambre. Unos años atrás, Alcira había adoptado un niño de seis años, Marcelo. Y pensó que esa criatura podría ser el hermanito.

Con mucho amor, la maestra entró con él recién nacido a su domicilio y llamó a un médico que vivía sobre la avenida Larroque, justo a la vuelta de su casa. El doctor lo revisó y halló que estaba en buen estado de salud. Le dijo, además, que tenía no más de 24 horas de vida. Y que, por lo que semblanteaba, “no había nacido en un sanatorio u hospital”. Alcira y Edith le dieron leche maternizada y lo abrigaron.

La declaración de Alcira Todisco,
La declaración de Alcira Todisco, la docente que lo encontró en el jardín de su casa, ante la Comisaría 2 de Banfield

Toda esa noche pensó en el futuro de ese niño. Se podría haber quedado con él, pero sintió que su deber estaba antes que su deseo y fue por el camino legal: por la mañana lo entregó en el Juzgado N°3 de Menores de Lomas de Zamora. Allí pidió que se lo dieran en adopción. Se abrieron dos expedientes: uno, el 300, para averiguar las circunstancias del abandono, que no llegó a nada. El otro, el 620, para la adopción del niño. A las 13.20 horas del mismo día, la docente hizo la denuncia en la comisaría Segunda.

Hoy Alcira tiene 80 años y vive en la misma casa. De hecho, vive allí desde que nació. El lugar está igual que hace 33 años atrás. Es amable, pero no quiere recordar aquella noche. Aún la angustia. Es el dolor por la ausencia de un hijo que pudo ser y ella todavía siente que le arrebataron.

Matías Martínez, a los 2
Matías Martínez, a los 2 años, con su mamá, apodada "Fipi", su tía Susana, su abuela Blanca y su papá Leonardo

“Desde que me llamó anoche estoy un poco mal”, le dice a este periodista detrás de la reja de una ventana, junto a una puerta que nunca abrirá. Se apoya en un bastón por un momento, y pide permiso para sentarse en una banqueta. Detrás se adivina un cristalero con recuerdos. A sus pies, sobre el piso de pinotea, descansa un caniche blanco, ciego, que su hermana sacaba a pasear hasta que murió hace cuatro años. Hoy, cuenta, no se despega de ella. Pasó por cinco ACV y un problema de cadera la tiene a maltraer. Es una mujer muy lúcida, aunque su mirada es triste.

“No hice bien en llevarlo, fui a los Tribunales y me lo robaron. Un juez me dijo que me lo iban a dar y me lo sacaron los policías de las manos. Me dijeron que si me lo llevaba eran 15 años de cárcel. No sabe lo que los puteé. Pero ahí dije chau, basta”, recuerda sin muchas ganas de recordar. “Todavía me duele, yo lo quería tener y lo hubiera criado muy bien”.

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El certificado de la adopción
El certificado de la adopción de Matías

El bebé

Matías Hernán Martínez tiene 33 años y es aquel bebé que abandonaron. Sentado en un café, relata su historia con pasión. “Mis viejos siempre me dijeron la verdad, desde que tengo uso de razón”, cuenta. Mueve los brazos, gesticula para reforzar cada palabra. Sus padres, que se casaron el 22 de diciembre de 1982, son Leonardo Ariel Martínez Verdier (hoy de 73 años) y Filomena María Mellino (78), quienes lo adoptaron. Y eso, dice, no va a cambiar “nunca”. Le pusieron Matías, dice, “porque mi papá pensó que era un nombre importante”. Y Hernán, “porque le gustó a mi mamá”.

Lo que le contaron es casi lo mismo que recuerda Alcira, con excepción de las flores que señala Matías (ella dice que jamás tuvo esa especie): “Me dejaron envuelto abajo de unas rosas rococó, o cerca de esa planta. La que me levantó del jardín fue la hermana de Alcira. Lloraba, no se por qué, si por hambre, frío, sueño… Al día siguiente me llevó al juzgado, en Larroque y Camino Negro y me quiso adoptar. Pero no se puede decir ‘dámelo, es mío’, y la mandaron a anotarse en una lista, pero mis viejos estaban antes. Y cuando del juzgado llamaron a mi papá y le preguntaron ‘¿Leonardo, quiera adoptar a este bebé?’, dijo que sí de una, la llamó a mi vieja que estaba laburando y creo que al día siguiente ya estuve con ellos”. Por entonces, Martínez, que es abogado, trabajaba en el ministerio de Economía, y su esposa, contadora, en el Banco Central, donde era sub-delegada de Liquidaciones de Entidades Financieras. Una buena carta de presentación para adoptar un niño.

Matías en brazos de su
Matías en brazos de su abuelo paterno Nacho junto a su abuela Titi y sus padres en la casa de Pompeya

La jueza que firmó la entrega era Nora Dina Guendler. Y la fecha en que Hernán llegó a la vida de Leonardo y Filomena, según el expediente fue el 31 de mayo de 1989. Desde que Alcira lo entregó al juzgado, hasta esa fecha, estuvo en un hogar de tránsito, del que ignora todo. Los Martínez no vivían en Banfield, sino en San Juan y Mármol, en el barrio porteño de Boedo, pero en el trámite pusieron como domicilio el de la abuela materna de Matías, María Jesús, a la que llamaban Blanca y vivía en la calle Monteros al 1200 de esa localidad. También a media cuadra de Larroque, esa avenida central de Banfield Oeste, que corta esa ciudad como un hachazo desde el Camino Negro hasta la estación del tren y es medular en esta historia. Y ya veremos por qué.

La casa donde vivía la abuela Blanca quedaba a 18 cuadras del lugar donde Alcira halló a Hernán. El chico creció en su nuevo hogar y muy pronto se mudaron a Pompeya. “A una casa en Alagón y Andrés Ferreyra, la que para mi es sinónimo de mi infancia. Después nos fuimos a Parque Patricios…” Su niñez y adolescencia transcurrió por varios colegios. “Era muy quilombero, mi psicólogo supone que el hecho de que me hayan contado todo esto de chiquito tal vez generó algún tipo de conflicto. En un momento, me lo dijo mi mamá, yo no lo recuerdo, decía que a mi me habían tirado a la basura…”.

Matías con su abuela materna,
Matías con su abuela materna, Blanca, en su casa de Banfield y a 18 cuadras de donde lo encontraron

La visita

Cuando falleció su abuela Blanca, Matías estaba a punto de cumplir 9 años. “Estaban haciendo los papeles de la sucesión y la venta de la casa y de repente mi mamá me dijo ‘¿querés conocer a Alcira?’. Yo era muy chico y le respondí ‘¿para qué, si me va a contar lo mismo que vos?’. Pero fui…”.

El encuentro se produjo el 15 de mayo de 2014. Matías no recordaba la fecha, pero sí un detalle que hizo sencillo confirmarla: en Banfield había fiesta porque ese día, el Taladro ascendía a Primera División de la mano de Matías Almeyda. “La señora me recibió a los besos y abrazos. Creo que ya era directora y me regaló un libro de poemas que habían escrito sus alumnos…”, cuenta abriendo grande los brazos. Alcira también recuerda el día que se vieron. Pero no es tan poética en la descripción: “Me hice pis como una hora seguida de la emoción”, dice sonriendo con picardía.

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Matías en sala de 4,
Matías en sala de 4, jardín de infantes

Hoy, Matías está casado por segunda vez, con Marta, una chica que tiene 7 años más que él. Es periodista, recibido en la Universidad de Avellaneda, pero trabaja en el Ministerio de Economía, como lo hacía su papá. Tuvo un matrimonio anterior y una hija, Luz de los Ángeles, que nació el 16 de diciembre de 2015 (el día que su madre cumplió 70 años) y que falleció el 28 de ese mismo mes por un ahogamiento y una infección pulmonar. Hace muy poco contó en Facebook la historia de su abandono y su adopción. Lo instó su esposa, para intentar el milagro de hallar a su madre biológica. Ese deseo que guarda “desde siempre”, como le confiesa a Infobae. Algo con lo que fantaseó más de una vez: “Cuando empecé a laburar en el ministerio, en el 2010, me tomaba el bondi desde lo de mis viejos y flasheaba ‘¿y si alguno de estos que toma el colectivo es hermano, primo o pariente mío?’”

A los 33 tiene más claro su deseo: “Es una espina que tengo clavada. Aunque sea, quisiera saber el nombre. Con eso solo estaría contento. Claro que también me gustaría encontrarla y preguntarle por qué me abandonó, o tomar un café como ahora lo estoy tomando con vos. Pero sin rencores con nadie ni con nada. Mucho menos odios contra nadie, ni una ‘venganza’ contra mis viejos, si está todo bien y antes de contarlo hablé con ellos. Cero. Pero me gustaría un ‘hola que tal mucho gusto, soy tu hijo, por qué me dejaste… Muchas gracias, mucho gusto’. Si después se puede entablar una relación, por mi parte no pondría trabas. Pero a mi familia, la que tengo actualmente, no la voy a cambiar por nada ni por nadie. Van a ser mis viejos siempre. Gracias a Dios caí en una buena familia que me pudo dar todo”.

Matías, su papá Leonardo y
Matías, su papá Leonardo y su pequeña hija Luz de los Ángeles, que falleció a los poquitos días de nacer

La pista

En la búsqueda que comienza ahora Matías, hay una punta de donde tirar. Un ovillo que quizás no lo lleve a ningún sitio, pero es lo único que tiene hasta hoy. En 1989, cuando nació, Alcira trabajaba en la escuela 44 de Villa Fiorito y en la 49, de adultos, en Banfield, en la avenida Larroque al 1200. A cuatro cuadras y media de la casa de Blanca, la abuela de Matías. Y en esa labor docente de Alcira podría estar el rastro de su madre.

“Cuando nos vimos, ella dijo que había una chica que era alumna de la escuela y dejó de ver, desapareció de un día para el otro. Cuando preguntó, le dijeron que estaba embarazada de tres meses y para no tener problemas se fue. Nunca más la vio. No se el nombre y Alcira tampoco lo recordaba. Todo eso yo lo sé desde chico, también por mis padres. Lo único que ella agregó es que dos días antes y dos días después de mi aparición en la casa, había un auto, un Falcon, estacionado sobre la calle. Y cuando la vi me saqué otra espina, le pregunté si era parienta mío, y me juró y perjuró que no. Yo no sé si de haberla vuelto a ver me hubiera largado algo más…

Los tatuajes de Matías uno
Los tatuajes de Matías uno por su hija que murió y otro por su mamá, en italiano

-¿Y vos qué creés? ¿Esa chica podría ser tu madre?

-Como poder, puede ser… Si la conocía a Alcira porque era docente y sucedió todo así, que pensó que me dejaba en un buen lugar, puede ser. La esperanza nunca se pierde.

Alcira admite la historia. Y confirma que la chica iba a la Escuela 49. Pero no recuerda el nombre. “Me rompí la cabeza pensando en eso, pero tengo 80 pirulos, y ya no me quiero acordar de nada. El tema para mi está cerrado”. Hablar de aquel bebé aún le duele y se encierra en el silencio. Pero antes, revela que esa chica era paraguaya y que, para ella, “no está en el país”.

Matías con sus padres y
Matías con sus padres y su esposa, Marta

Matías tiene el teléfono de la mujer que lo rescató de su jardín y lo arropó. Pero nunca más la llamó ni la vio. Para Alcira, la noche del 8 de mayo de 1989 dura hasta hoy. Y parece suficiente.

-¿Querría volver a ver a Matías?

-No .- responde escueta. “Y usted, olvídese de esta historia”, pide.

Es imposible. Matías busca a su madre biológica, a la chica (¿de 17, de 20 años?, como imagina él) que lo dejó una noche de otoño en un jardín de Banfield. La botella ya está en el mar.

El posteo de Facebook de
El posteo de Facebook de Matías contando su historia

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