Once años tenía Héctor Oscar Tallarico cuando se enamoró el cine. Y su vida lleva indefectiblemente al recuerdo de Totó, ese pequeño niño que regresa a su infancia al saber que le hombre que le enseñó la magia del cine murió y que emociona en la película del director italiano Giuseppe Tornatore.
Personaje con el que el propio Tallarico se reconoce aunque admite que él lo hizo antes: “Desde chiquito comencé con esta pasión. En la Pehuajó de los años 70, había tres o cuatro cines, uno muy importante que fue donde comencé con mis primeros trabajos cinematográficos, que claro no consideraba un trabajo”, cuenta sin esquivar la emoción y admite: “Aunque el cine no fue mi profesión, siempre estuvo y está en mi vida”.
Es uno de los mayores coleccionistas de piezas de cine y con el deseo de hacer carne su pasión tuvo la idea que levantar un museo en el cual mostrar los equipos, películas y largometrajes, de 35 mm o de 16 mm, que había conseguido, pero no fue hasta hace dos años y medios que dio vida al Museo del Cine de Pehuajó.
Allí proyecta las películas que el público, formado por nostálgicos vecinos, pide. “Esperando la carroza ya la pasé tres veces y Manuelita, en el aniversario de la ciudad, cuatro”, cuenta sobre el espacio que levantó y mantiene él solo y a pulmón.
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Una vida dedicada al séptimo arte
“Empecé muy de chico con esta pasión, en el año ‘71. Trabajé en un banco durante 37 años en un banco de Buenos Aires y ahí fue donde fui juntando objetos, buscando equipos, proyectores, filmadoras y material fílmico, película. En este museo hay historia cinematografía hasta el año 2014, cuando se dejaron de fabricar las películas analógicas de 35 milímetros y comenzó la era digital del cine, que ya es otra cosa. Calculo que, más o menos, para el año 2000, aproximadamente, yo ya tenía en mi casa un montón de cosas que, como imaginarás, un proyector de estos pesa como 200 kilos y había que darle lugar y se me cruzó por la cabeza armar un museo para compartir todo con la gente, para exhibirlo y tener actividades además de una sala de cine”, resume la historia el hombre de 64 años.
En esos años, cuenta, pensaba que si con el nuevo milenio terminaría el cine como comúnmente lo conocíamos, había que tener a resguardo todo lo que se pudiera. “Sucedió en 2014, así que viviendo en Buenos Aires y con ayuda de mucha mucha gente amiga comencé a montar la idea; recibí objetos de los cines de calle Corriente y Lavalle, que donaron las máquinas que estaban en las cabinas y que hoy son están acá en Pehuajó. Es sorprendente ver los equipos que disponían en en esos magníficos cines”, dice.
Yendo atrás, recuerda que en 1988 visitaba los cines y se metía en la cabina. “Las personas que trabajaban allí me lo permitían porque es peligroso que un chico ande ahí dando vueltas entre las máquinas, pero por ahí me dejaban pasar y para mí era todo una aventura ver funcionar esas máquinas, ver cómo de esos grandes equipos surgían las imágenes y el sonido que del otro lado de la ventanilla la gente veía, aplaudía, reía o lloraba... —se emociona— ¡Qué sé yo! Era algo que para un chico de hoy ya pasa porque aunque al museo y miran para atrás, no pueden experimentar lo que yo, pero se está generando un ambiente tan especial”, admite.
Entre las películas que veía desde esa posición recuerda varias, pero la que le llega a la mente y emociona es Juan Moreira (1973), coescrita y dirigida por Leonardo Favio. “Me lleva a mi infancia, a la vez que la vi por primera vez. A las emociones que genera el cine”, describe.
Colección
En 1893, Thomas Alva Edison inventó el quinetoscopio, un aparato que fue el antecesor del proyector de películas que hoy conocemos; y allí está, en el Museo Cine de Pehuajó y funcionando junto a una increíble colección que data desde esa fecha hasta 2014.
“Tenemos unos 70 proyectores de 35 milímetros de distintos países, incluso argentinos. En el país hubo tres fábricas que se dedicaban a producir estas máquinas y, por suerte quedaron estos. También hay otros de 16 milímetros y de 9, 5, una medida poco frecuente que se utilizó a principios de siglo XX”, cuenta sobre las más de dos mil cintas de diversos países que atesora en latas, de las cuales 400 son títulos nacionales.
Aunque no sabe el número exacto de objetos que allí guarda, admite que “ya queda muy chico, hay cosas por traer, pero no van a entrar”.
Además de las películas, las cintas que colecciona son los viejos reportes de noticias, cuando no había noticieros en vivo, que datan de las décadas del 50, 60, 70 y 80. “Son resúmenes de las noticias que se veían antes de que comenzara la proyección de una película. Hay de países como Italia y Francia, por ejemplo, y lo último de Argentina es la asunción de a la presidencia de Raúl Alfonsín, que aunque ya había televisión en vivo, quedaron también estos registros”, agrega.
Entre las reliquias más preciadas están además del quinetoscopio, “la última máquina que estuvo proyectando en el Cine Monumental de la Valle, hay una serie de máquinas de todos los países más importantes del mundo como algunas británicas, americanas, italianas, francesas y suecas; y como mencioné las tres nacionales, hay mucha variedad, pero lo que añoro y para mi tiene un valor sentimental, como para todos, es la visionadora con la cual el doctor René Favaloro filmaba las operaciones de corazón en la década del 70. Esa me la donaron del Instituto del Diagnóstico, estaba en el Sanatorio Güemes”, agrega.
El espacio que le queda chico tiene posibilidades de mudarse, cerca de la ciudad. Pero no pronto aunque lo está evaluando. Todas las actividades y proyecciones que allí ofrecen son libres y gratuitas.
“Esta pasión necesita ser reconocida y conocida. El cine lo merece”, finaliza.
*El Museo está ubicado en Domínguez 338, Pehuajó, y abre de viernes a domingos desde las 18.00. La programación de actividades figura en la página de Facebook e Instagram en Museo del Cine Pehuajó (museopehuacinepehuajo).
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