Es como si hubiera dos Camilas.
Una llora, sin consuelo, acurrucada en su celda oscura de la cárcel mendocina de Cacheuta.
La otra finge una sonrisa, mirada sensual, usa poca ropa y escribe en Facebook o Instagram para vender contenidos eróticos desde la plaraforma OnlyFans.
La real es la que sufre.
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La que hace un mes fue condenada por el juez de Mendoza Ramiro Salinas a 13 años y cuatro meses de prisión por el crimen de Marcos David Figueroa, un supuesto proxeneta que tenía un prostíbulo en Mendoza. Lo mataron de un balazo en la cabeza. Ella ofició de campana, de acuerdo a la acusación. El hecho ocurrió el 31 de mayo de 2020.
Camila Ibarra, de 22 años, que se hace llamar “La Camilita”, según la fiscal de Homicidios Claudia Ríos fue la encargada de planificar el golpe.
Su caso salió a la luz cuando se descubrió que vendía fotos y videos hot desde un celular. El pack de veinte fotos lo vendía a dos mil pesos, los videos a tres mil y las videollamadas por cuatro mil. Aunque el uso de celular está autorizado en algunas cárceles, lo que está prohibido es sacar rédito económico de su uso.
El caso de Camila, sin embargo, no contempla un delito. Si lo que han hecho o hacen otros detenidos: secuestros virtuales, estafas, hackeos, amenazas o venta de drogas.
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Ella pasaba una cuenta de Mercado Pago para depósitos. En las fotos en las que ofrecía el servicio aparecía en ropa interior y pedía que le escribieran.
Camila estaba junto a María Fernanda Albares, Martín Ezequiel Saravia y tres menores, cuando en medio de una reunión surgió, asegura la Justicia, el plan de ir a ese cabaret donde Camila había estado en una época, según ella víctima de una red de trata.
Durante el ataque, ella y su amiga quedaron afuera del edificio, de campana, mientras que los cuatro jóvenes entraron y sorprendieron a Figueroa. Uno de ellos forcejeó con la víctima y luego lo mató de un balazo.
Infobae contó su triste historia. En los medios fue presentada como “La tumberita hot” o “Kamilita”, que usaba la plataforma para adultos OnlyFans, que se puso en auge durante la cuarentena.
Camila dice que fue reclutada para prostituirse a los 13 años. Mientras su madre la buscaba por todos lados. “Salí viva de ese infierno, pero a chicas que estaban conmigo desaparecieron o las mataron. Corríamos mucho riesgo. Los fiolos, como les dicen, te secuestraban y te llevaban. Siempre pude escapar, tirarme de un auto, salir por una ventana de un tugurio aunque se quedaran con mis documentos. Quisieron violarme y matarme, pero Dios siempre me cuidó”, dijo en su momento.
Después de la condena que recibió, le envió una carta a Infobae.
“Que humillación tan grande. Dios mío, estoy devastada, Fui condenada por un homicidio que no cometí. Me destrozaron. No tengo ni atención psicológica. Sólo humillación tras humillación en todos los medios y de todos los malos ciudadanos. No tienen piedad ni tampoco consciencia. Me juzgan sin saber la clase de persona que soy. Pido que recen por mí y me dejen en paz y vivir libre en prisión. Fue todo un accidente”.
En otro tramo del escrito se refiere a la víctima. A quien acusó de secuestrar mujeres para una red de trata. “Nos juzgaron sin razón alguna. Un proxeneta no ayuda, un proxeneta te mata y estoy segura que muchas mujeres y niñas están as alvo de no pasar la misma historia que yo. Dios hizo Justicia. Esas personas no son buenas y parte de la sociedad al atacarme y defender a ese hombre está defendiendo la Injusticia. El era realmente malo. Y el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.. Y si vendo contenidos es para ayudar a mi familia. Tengo un hijo y soy madre acá y en donde esté. Lloro lágrimas de sangre por mi hijo. Sólo fe y esperanza, con eso es suficiente regresar a casa”.
Camila pide que se le otorgue el arresto domiciliario para estar con Catriel, su hijo de cinco años.
Jura que no es una asesina. Y que no planeó el asesinato, que nadie quiso matarlo. Y recuerda que su vida fue un infierno. A los 15, cuenta, hubo un hecho que la hundió. Su padre murió de cáncer un mes después de que ella cumpliera años. Su vida cambió para peor porque se perdió en las drogas. “Morí con él, se me vino el mundo abajo”, lamenta. Consumía pastillas, fumaba marihuana, tomaba cocaína. Era una mezcla que la sacaba del mundo real pero la exponia mucho más al peligro. Al interior, con su adicción, y al exterior: la oscuridad de las calles.
La salvó, asegura, haber quedado embarazada a los 17 años. Dejío de consumir y pudo salir adelante. “Pero cuando florecía, volvía a caer: no tenía para los pañales y fui a robar, no a matar a nadie como dicen. Todo se fue de las manos. Pero nadie me daba para los pañales, ni tenía un plan social n inada. Me acusan de asesina y nunca maté a nadie. Y lo que pasó fue en defensa: el chico disparó porque el proxeneta lo agarró del cuello. Lo estaba ahorcando. Era uno o el otro. Fue horrible lo que pasó, pero no tuve nada que ver. Y ahora me juzgan como asesina hot, eso me hunde. Si supieran mi historia, otra persona en mi lugar no aguantaria lo que sigo aguantando. Esta es la verdadera oscuridad, nadie te pregunta si estás bien o estás mal. Estamos en una cárcel y la gente no sabe sabe cómo se vive acá. Llevo un verdadero dolor y donde esté soy madre y mi hijo me enseñó a ser más fuerte y a ser invisible de todo lo malo”.
A la joven no le será fácil revertir su situación. Ella reza, llora y a veces sueña que se reencuentra con su hijo en su casa.
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