La confitería familiar en la que compraba Maradona y que preparó el catering de los campeones de 1986

Pablos, ubicada en Villa Devoto, nació hace 50 años y entre sus clientes estaba el 10. Tres generaciones de la familia que se afincaron en pleno centro comercial de Devoto. “Mis abuelos fueron visionarios en este rubro”, asegura la nieta de los fundadores

A la izquierda, Pablo, Josefina, Pablo hijo, su esposa, y Penélope de beba. A la derecha, ellos versión 2023

Penélope Mariani es la heredera de la historia de uno de los comercios que todo Villa Devoto conoce, no sólo porque los más entrados en años la cuentan a los más chicos sino porque está acompañada de sabores e invenciones que son el sello propio de la familia que en 1972 dio vida a una de las confiterías más conocidas de la zona.

Pablos nació en diciembre cuando Pablo Mariani y Josefina Spagnolo, sus abuelos, la abrieron en una esquina frente a la Plaza Arenales por el deseo de endulzar a los vecinos y sin imaginar que luego de tres generaciones (con cambio de nombre e identidad de por medio) seguían en pie.

Uno de los eventos más emblemáticos que vivieron fue haber preparado el catering que llegó hasta la recepción donde fue recibida la Selección Argentina, campeona del Mundial de México 86.

“Mi abuelo era un gran relacionista publico”, describe y enfatiza en la importancia que tuvo Josefina. “Ella lo impulsaba y manejaba los números”, dice la orgullosa nieta que además cuenta: “Nació como una confitería, más tarde sumó servicios de lunch que fueron convirtiéndose en empresa de catering. En 2001 se inauguró el restaurante”.

Pablos a los dos años de fundada

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La historia

En 1960, la pareja italoargetina abrió la confitería Maxim’s, pero la sociedad con quienes la pareja que se conoció en 1958 la abrió no funcionó y comenzaron a buscar un lugar donde tener su propio espacio y Josefina, de 31 años, apenas vio la esquina ubicada en Nueva York 4094, Villa Devoto, supo que era allí.

”Mi abuelo arrancó vendiéndole sándwiches de miga al Banco Nación y a otros lugares. Los repartía en colectivo y dice que eran buenísimos. Esa fue su marca también porqué él tenía la receta para prepararlo. Hoy es el producto icónico, pero ya tiene 85 años y no los hace, pero se lo enseñó a los sangucheros. Mi abuela fue la que siempre tuvo un perfil emprendedor, con vocación de trabajo e ímpetu por crecer y superarse”, describe a quien no dudó en que ese era el sitio y no un local céntrico de plena Buenos Aires. Al poco tiempo, pidieron a los vecinos que fueran ellos quienes eligieran el nombre del negocio familiar por medio de una votación.

Lo hicieron y no pasó mucho para que todos llenaran la cuadra a la espera de las facturas artesanales recién salidas del horno, consideradas una invitación. También se destacaron por sus tortas y, sin dudas, la estrella es un postre que Pablo le dedicó a Josefina: los cucuruchos bañados.

Los cucuruchos azucarados son un clásico que nació como un homenaje de Pablo a Josefina

“Valores como el trabajo, el esfuerzo, el afán de superación, se aprenden en la familia desde la infancia. Creo que las mujeres tenemos un papel clave en la inspiración de las siguientes generaciones. Además, nosotras somos líderes emocionales por naturaleza, característica que fue un valor agregado muy importante para la historia del comercio”, asegura la mujer de 83 años.

En menos de una década, incorporaron servicios de lunch y de catering para eventos. Lo más pedido eran los sándwiches de miga que elaboraba Don Pablo. “En los 80′s hubo una importante consolidación y se la reconoció como uno de los tres mejores servicios de catering del país. Hasta Maradona, que era vecino del barrio, compraba.

Fue tal el reconocimiento del trabajo, que fueron contratados para eventos de más de 1.000 cubiertos en lugares icónicos como el Luna Park y para recibir a los dirigidos por Carlos Salvador Bilardo cuando llegaron con la segunda Copa del Mundo, en 1986.

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Penélope de beba en la confitería

La tercera generación

“Hasta hace 2 años, yo estaba en el mostrador y eso me ayudó muchísimo a entender por qué la gente amaba lo que hacíamos, pero sobre todo porque los clientes tienen tantas anécdotas familiares que contar que es maravilloso porque hay productos que se fueron transformando en tradición familiar como nuestro pan dulce y los cucuruchos, que tienen una historia muy simbólica porque los creó mi abuelo en 1972 inspirado por el fanatismo de mi abuela en los cucuruchos para helados baneados en chocolate. Hacer un producto para su mujer fue hermoso y mi papá tuvo la brillante idea, cuando cuando empezó su legado, de hacer otro tipo de cucuruchos azucarados para la venta”, cuenta.

También reconoce que pese a estar hoy al frente del negocio familiar, “nunca estuvo la presión de parte de la familia para continuar, se dio de forma natural”, agrega.

Para ella, más allá del rol, no puede escapar a aquellos aromas que forman parte de sus recuerdos. “El aroma de las medialunas o del Pan Dulce me remueven un montón de cosas. Además, el pastelero que hoy hace el pan dulce tiene más de 70 años y comenzó a los 34. Me conoces desde antes de nacer. Mi abuelo lo trajo del interior del país para trabajar con él; él también me genera nostalgia”, dice emocionada.

“Tuvieron la tarea de preparar el catering de despedida y bienvenida de ese mundial, al igual que ofrecían catering a equipos de fútbol. Por eso, digo que mis abuelos fueron unos visionarios”.

Pablo y Josefina en los inicios

Ya en este siglo, se convirtió en Pablos Restó y Pastelería, en la que sumaron una nueva propuesta gastronómica lograda cuando la chef Marcela Vázquez, de 57 años, entonces esposa del hijo mayor de Josefina, se unió a la firma, se plantó como líder del equipo de cocina.

“Todo se dio de manera muy natural. Encontré en la cocina una forma de vivir que me apasiona. Sumarme a un proyecto de familia basado en la vocación de trabajo me permitió iniciar mi carrera en un ambiente muy ameno para mi crecimiento y esto se lo voy a agradecer siempre a Josefina”, agrega Marcela sobre el sello distintivo que dio con su propuesta gastronómica que sobresale por sus Pastas Artesanales.

En 2019, con 23 años, se suma Penélope, nieta de Josefina. La tercera generación ya estaba al frente. “Crecí en ese local, rodeada de masas y fuegos, mi abuela fue parte de mi crianza. Ella es una mujer emprendedora y visionaria que me inculcó la cultura de calidad de trabajo y la importancia de ser constante y resiliente cuando las condiciones lo valen. La convicción que la llevó a tomar las decisiones correctas en los momentos indicados es una de las cosas que mas me inspiran sobre ella”, dice.

Ella estudió como diseñadora de indumentaria y es licenciada en Marketing y, tras la pandemia, incorporó venta online, sumó canales de comunicación digital y trabaja en el cambio de imagen, además de haber incorporado nuevos productos.

A fines de 2022, la Legislatura Porteña, de la mano de María Sol Méndez y Gimena Villafruela, legisladoras Porteñas y Nicolás Ezequiel Mainieri, presidente de la Comuna 11, entregaron una placa de distinción a Josefina y su familia. “Estos 50 años son producto del esfuerzo y la convicción de un trabajo sostenido y en familia, unido al profesionalismo y la capacidad de superar los momentos más adversos”, comenta la abuela.

Ahora, en la etapa en que las pastas son las estrellas, lo que más piden son los ñoquis de batata. “Nos criamos comiendo pastas juntos todos los domingos, en familia. Las recetas se pasaron de generación en generación y hoy día son las recetas que usamos para nuestra propuesta gastronómica. Todo lo que hacemos tiene que ver con nuestra propia historia”, finaliza.

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