Los últimos días de Cámpora: el asilo en la embajada de México, la aparición de un cáncer y su muerte en el exilio

Héctor J. Cámpora murió el 26 de marzo de 1980 en Cuernavaca, México. Allí había llegado después de permanecer 43 meses en la residencia del embajador azteca en Buenos Aires luego del golpe del ‘76 y de escapar de un comando militar que lo buscaba. Desde que abandonó la presidencia sufrió el desdén de Perón y hasta padeció la expulsión del Justicialismo

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Cámpora el 20 de junio de 1973
Cámpora el 20 de junio de 1973

Durante la última semana de marzo de 1976 el derrocamiento de la presidenta constitucional María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabel, era una especulación cierta. Era una cuestión de la que se hablaba en todos lados, desde el Parlamento hasta en las unidades militares, los sectores del poder económico y social, los cafés y las redacciones de los medios periodísticos. Solo faltaba decir el día y la hora.

El título “Es inminente el final: todo está dicho” del vespertino La Razón adelantaba el fatal desenlace, acompañado por las palabras televisadas de Ricardo Balbín y su falta de “soluciones” que no eran personales sino imputables a toda la dirigencia política.

A las 0.50 de la madrugada del miércoles 24 de marzo el helicóptero que debía trasladar a Isabel de la Casa de Gobierno a la residencia presidencial de Olivos bajo en el Aeroparque Metropolitano donde fue detenida. Minutos más tarde llegaba a los comandos militares el mensaje “la perdiz cayó en el lazo” al tiempo que se ponía en movimiento la “Operación Bolsa”, acción que tenía por finalidad la detención de innumerables ciudadanos de todas las actividades acusados de “delincuentes ideológicos”, “corruptos”, subversivos o cómplices de terroristas. Por esas horas Héctor José Cámpora, el primer presidente constitucional luego de años de gobiernos civiles condicionados y regímenes castrenses de facto, era buscado por un comando militar para ser detenido bajo la acusación de ser un “delincuente ideológico”. Era el primero de la lista y estaba a punto de cumplir 67 años dos días más tarde (26 de marzo). A decir verdad no era un delincuente y menos ideológico, para ser certeros aparecía como un dirigente sin el carácter necesario para ejercer su mandato y mucho menos con Juan Domingo Perón con vida. Cámpora se amparaba en su “lealtad” pero varios de los que lo rodeaban no la sentían de la misma manera. Fue echado del gobierno por distintas circunstancias de la peor manera. Mi libro “La trama de Madrid” es apenas un fiel reflejo de lo que sucedió.

Después del 13 de julio de 1973, Cámpora fue nombrado embajador en México donde hizo una corta y decorosa gestión a la que renunció el 27 de junio de 1974, simplemente, porque el Palacio San Martín no lo tenía en cuenta, no lo consultaba. En su renuncia dijo que “por encima de toda consideración personal, entiendo han lesionado una representación oficial de nuestro país en el exterior”. Dos días más tarde el presidente Perón acepta su renuncia sin agradecer los servicios prestados. El mismo sábado 29 de junio, el Presidente, luego de firmar el decreto 1.848 aceptando la dimisión de su ex delegado y ex mandatario, transfirió el mando a Isabel por no encontrarse en condiciones físicas ni intelectuales y el 1° de julio de 1974 fallecía. Durante las ceremonias y homenajes al presidente muerto, Cámpora fue advertido por un amigo que había un plan para asesinarlo y le aconsejaba viajar al exterior.

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Perón acepta la renuncia de Cámpora al cargo de embajador el 29 de junio de 1974. Fue uno de sus últimos actos de gobierno
Perón acepta la renuncia de Cámpora al cargo de embajador el 29 de junio de 1974. Fue uno de sus últimos actos de gobierno

El 4 de julio de 1974, con la excusa de viajar para despedirse de las autoridades, volvió a México sin fecha de retorno. Con el paso de las semanas observó cómo se ahondaba a los tiros la división dentro del peronismo y comenzó a recibir refugiados que huían de las Tres A. Por atenderlos, entre otros motivos, en abril de 1975 fue expulsado del partido mientras era tentado por Montoneros para incorporarse al Partido Auténtico. La propuesta fue rechazada, alquiló un departamento, desarrolló una vida familiar mientras paseaba a su perro salchicha “Frejuli”, e intentó volver a su profesión de odontólogo con su consultorio de la calle Euler.

Aconsejado por algunos de sus amigos el 27 de septiembre de 1975 volvió a la Argentina, cuyo gobierno ya se encontraba en estado de descomposición: Montoneros que había pasado a la clandestinidad asaltaría una unidad militar en Formosa, el ERP intentaba asentarse militarmente en Tucumán, los asesinatos y los atentados formaban parte de la cotidianeidad e Isabel pasaba una temporada de descanso en Ascochinga, Córdoba, de donde volvería el 16 de octubre para encabezar el acto central del Día de la Lealtad en la Plaza de Mayo. Mientras se recluía en San Andrés de Giles, esperando como De Gaulle que lo fueran a buscar a su Colombey les deux Eglises, el país se caía a pedazos. Así observó por los medios “la chirinada” del brigadier Jesús Orlando Capellini y el ataque del ERP al Batallón Depósito de Arsenales 601 «Domingo Viejobueno» en Monte Chingolo, provincia de Buenos Aires.

En marzo de 1976, tras el golpe, Cámpora y su hijo Héctor mientras saqueaban su casa salieron de San Andrés de Giles y muy en secreto, por caminos provinciales y una ruta nacional, llegaron a la residencia porteña del embajador de México en la calle Arcos 1650 luego de estar escondidos varios días en la casa de un amigo. El lunes 13 de abril, en plena Semana Santa, solicitaron al embajador Roque González Salazar –que los esperaba-- asilo diplomático. Los Cámpora eludieron la “Operación Bolsa” a través de lógicos contactos mantenidos en la penumbra. No entró a los empujones como Juan Manuel Abal Medina o los montoneros Ricardo Felipe Yofre Consoli (hijo del dirigente conservador cordobés Carlos Yofre Pizarro) y Guillermo Greco con sus familias.

Desde 1974, cuando se publicó esta tapa de Noticias, el peronismo quería sacarse de encima la figura de Cámpora. Al año siguiente lo expulsaron del partido
Desde 1974, cuando se publicó esta tapa de Noticias, el peronismo quería sacarse de encima la figura de Cámpora. Al año siguiente lo expulsaron del partido

En un momento del encuentro inicial con el jefe de la representación azteca, Cámpora preguntó: “Señor Embajador ¿usted no cree que nuestra salida se demorará por los feriados?”

La respuesta de González Salazar fue: “Quédese tranquilo, señor Presidente; he pedido para esta tarde una cita en la Cancillería para agilizar los trámites.”

Cámpora volvió a decir: “Le pido me tenga al tanto porque no me siento muy bien de salud y si esto pasara de la semana que viene preferiría llamar a mí médico.”

Como toda respuesta el embajador intentó tranquilizarlo: “Me han asegurado, señor Presidente, que se mantendrá una guardia especial durante los feriados para tratar en la Cancillería este problema, a fin de que no se atrase.” Nada se hizo como se esperaba porque la agraviante permanencia del ex mandatario se prolongaría 43 meses hasta 1979, durante la gestiones de dos presidentes, tres cancilleres y cinco embajadores de México. La dictadura militar nunca tuvo una respuesta definitiva y cada jefe militar sostenía algo distinto mientras miraban a sus frentes internos. Por ejemplo, en noviembre de 1976, el Ministro del Interior, Albano Harguindeguy, durante una visita a México, aseguró que los salvoconductos para los asilados “se extenderán unas semanas” y a su retorno a Buenos Aires hablará de “meses”. Nada se resolvía en el lado argentino y los embajadores mexicanos se sucedían, mientras en el exterior se ejercía una vana presión para que se deje salir al ex presidente.

Por ejemplo, el 13 de enero de 1978 The New York Times publicó a toda página una solicitada en la que se pedía la libertad del ex presidente constitucional Héctor José Cámpora, asilado en la embajada de México en Buenos Aires desde abril de 1976. La firmaron dirigentes políticos e intelectuales de todo el mundo, especialmente aquellos ligados con la izquierda socialista y los comunistas. Entre otros: Bruno Kreisky (primer ministro de Austria y presidente del Partido Socialista); Gabriel García Márquez (Colombia); los italianos Enrico Berlinguer (secretario general del PC), Bettino Craxi (secretario general del PS), Mariano Rumor (presidente de la Unión Mundial Demócrata Cristiana), Luigi Longo (presidente del PC) y Pietro Nenni (presidente del PS); Ernesto Cardenal (Nicaragua); los españoles Ana Belén (actriz), Santiago Carrillo (secretario general del PC), Geraldine Chaplin (actriz), Joan Manuel Serrat (cantante), Antonio Saura (pintor) y Enrique Tierno Galván (secretario general del PS); Olof Palme (ex primer ministro de Suecia); el actor Héctor Alterio (Argentina) y a continuación toda la conducción de la organización Montoneros.

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Cámpora y el embajador mexicano Lara Villarreal se trasladan en helicóptero a Ezeiza
Cámpora y el embajador mexicano Lara Villarreal se trasladan en helicóptero a Ezeiza

A fines de 1978, cuando la Armada dejó la conducción del Palacio San Martín, una de las primeras cuestiones sin resolver que trató la nueva conducción aeronáutica fue la de las relaciones con México. El gobierno militar se negaba a otorgar los salvoconductos a los asilados en la residencia del embajador mexicano. Para solucionar el inconveniente, el presidente José López Portillo envió como embajador a José Antonio Lara Villarreal, un hombre de su íntima confianza. Según me contó Lara Villarreal en febrero de 1982, en una actitud poco usual, antes de presentar sus cartas credenciales, se entrevistó con los miembros de la Junta Militar y el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz. En cada uno de esos encuentros se habló del mismo tema y recibió similares respuestas: es imposible la entrega de los salvoconductos porque no lo resistiría el “frente interno” militar. En gran medida, por esta cuestión insalvable, la Argentina perdió en aquel entonces de concretar un acuerdo de complementación e implementación de la industria naval, para la construcción de quince barcos petroleros de sesenta mil toneladas cada uno. El negocio, finalmente, se lo llevó España, gracias a las gestiones de Eduardo Peña, el embajador español en México. Pero, al margen del negocio, la Argentina se enemistó con un país con el que nunca antes había mantenido notables diferencias. En ese tiempo, para un diplomático argentino de carrera, ser destinado en México era un dolor de cabeza: “Enrique Lúpiz va a España, luego de alegar problemas cardíacos para disparar a México. No lo critico, pues esa embajada es un espanto: agregados militares, espías de la SIDE y otros servicios, pésimos funcionarios, los asilados en Buenos Aires, etc. Yo no tenía la menor intención de aceptarla. Esperaba que me la ofrecieran formalmente para rechazarla. En otra época me habría encantado ir a México”, me escribió un embajador. Hacia el mes de octubre de 1979, se descubre en el ex presidente Cámpora una dolencia de tipo cancerosa pero el gobierno militar no cree en la enfermedad. Entonces, violando todas las convenciones sobre asilo, se lo saca de la embajada y se le practica una biopsia en el Hospital Italiano, en presencia del coronel Roberto Estévez, designado por la Junta Militar. La Iglesia se vio obligada a intervenir y tras una reunión entre el cardenal Aramburu y el ministro Albano Harguindeguy se acordó que si se comprobaba el mal canceroso, sólo en ese caso, Cámpora podría salir del país.

También la relación con Washington no pasaba de lo meramente superficial. La embajada argentina en la capital norteamericana tenía prácticamente todas las puertas cerradas. Su embajador, Jorge Aja Espil, aconsejaba al presidente Videla la libertad del periodista Jacobo Timerman, porque ayudaría a allanar muchas dificultades. Finalmente, hizo falta una orden de la Corte Suprema de Justicia al Poder Ejecutivo para que Timerman saliera del país. Fue en esos días de septiembre de 1979 cuando el gobierno de Videla resolvió, a través de una orden de la Corte Suprema de Justicia, expulsar del país al periodista Jacobo Timerman, luego de ser despojado de su ciudadanía argentina. También otorgaría el salvoconducto para que el ex presidente Héctor J. Cámpora viajara a México, tras comprobarse su afección cancerosa. La decisión sumó más leña al caldero de la interna militar. El comandante del Cuerpo III, Luciano Benjamín Menéndez, se sublevó contra el comandante en jefe del Ejército, con algunas unidades bajo su jurisdicción, por “no haber cerrado la puerta al resurgimiento futuro del marxismo en el país” y exigió la dimisión de Viola. Asimismo en sus críticas apuntó contra la política de Viola de tejer alianzas con los partidos “amigos” (entre otros los partidos provinciales). Fue otra “chirinada” que se resolvió sin enfrentamientos armados, pero sacó a la superficie lo que se denominaba la lucha entre los “duros” contra los “blandos” en el Ejército. El otro “duro”, el general Carlos Guillermo Suárez Mason, se mantuvo al lado de Viola. Menéndez fue sancionado con 90 días de arresto en una guarnición en Corrientes. Para guardar las apariencias Juan Manuel Abal Medina y Héctor Cámpora hijo no saldrían, quedaban casi abandonados. De manera compadrita el diario “Convicción” (de Massera) expresó: “Francamente, si lo que está en juego es la amistad con México, no debe dolernos en extremo distanciarnos con un país con el que tenemos tan poco intercambio. Cámpora (hijo) y Abal Medina sólo deben salir de su asilo en la embajada de México para ir a la cárcel, o bien quedarse en la embajada de México a esperar la vejez.”

Cámpora con el presidente mexicano López Portillo
Cámpora con el presidente mexicano López Portillo

El lunes 26 de octubre de 1979 Cámpora recibió el salvoconducto de manos del embajador Lara Villarreal y al día siguiente, tras un inmenso operativo policial, primero fue trasladado a la cancha de Ferrocarril Oeste donde lo subieron a un helicóptero que lo traslado a Ezeiza y allí lo ubicaron con su esposa y otros funcionarios en la fila cinco de la clase turista del Boeing 707 de Aerolíneas Argentinas que se dirigía a Colombia. En Bogotá abordó un vuelo de Aeroméxico donde lo ubicaron en primera clase. El matutino “La Opinión”, intervenido por los militares, con la pluma de un periodista que en otros tiempos había sido contacto con Montoneros, escribió: “Cuesta creer que haya sido un ideólogo y que haya sembrado ex profeso el odio entre los argentinos. Es más fácil suponer –y tal vez más acertado—que fue simplemente un idiota.”

Ya en México, luchando contra un cáncer que lo devoraba semana a semana, Cámpora realizó algunos gestos políticos: visitó en Los Pinos al presidente López Portillo; habló en Quito durante una reunión de la “Comisión de los partidos políticos de América Latina” (COPPAL); se presentó en un acto de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP), instrumentada por el castrismo y pronunció un discurso en el restaurante “Don Enrique” en el que afirmó que el Justicialismo “no acepta la violencia y no entiendo por qué no puede adoptar la democracia como sistema”. Tras estas palabras muchos de los asistentes abandonaron el lugar. El 19 de diciembre de 1980, en Cuernavaca, las cercanías del Distrito Federal, fallecía rodeado por algunos miembros de su familia y su primera nieta.

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