“A esta foto la titularé: ‘Mamá empezando el secundario a sus 74 años’”, escribió Esteban en Twitter, con una foto de Dora ingresando al colegio en su primer día de clases. El mensaje se viralizó, y le llovieron las felicitaciones, además de testimonios de historias similares que la emocionaron y motivaron a seguir firme en su meta. La protagonista de la postal que recorrió las redes sociales es madre de cinco hijos, nacida en la provincia de Tucumán, pero se mudó a Córdoba cuando conoció al amor de su vida. Hace tres años había empezado a averiguar dónde inscribirse para cumplir su sueño de terminar los estudios, y la oportunidad finalmente llegó: en diálogo con Infobae, cuenta su historia.
“Afortunadamente mucha gente grande se está animando de nuevo a estudiar, porque hay muchas posibilidades en este momento, antes no había, y ahora sí, así que sino lo hacemos realmente estamos perdiendo el tiempo”, expresa Dorita, como le dicen sus amigos. Desde que terminó la primaria nunca más había pisado un aula, y confiesa que quiso seguir, pero las escuelas quedaban muy lejos de donde vivía y desistió. “Había que salir a trabajar, después fue pasando la vida; me casé, tuve mi familia, seguí trabajando, y nunca tuve la oportunidad que tuve ahora que se me dio al toque”, revela.
De manera espontánea y genuina fue gracias a que levantó la mirada que se dio cuenta de que la posibilidad estaba frente a sus ojos. Fue durante una caminata de rutina que hace hasta el negocio donde trabaja uno de sus nietos -tiene ocho y una bisnieta- para llevarle la merienda todos los días. “Realmente fue algo tan rápido que todavía no lo puedo creer, porque en la esquina del colegio había una chica que estaba sentada, y pensé que capaz podía estar para la escuela de adultos, así que me crucé y le pregunté, y me dijo que sí”, relata. Le explicó que le gustaría inscribirse, pero que tiempo atrás le habían dicho que necesitaba una documentación que no pudo conseguir, y por eso no había podido comenzar.
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“Tuve la suerte de que me topé con gente muy amorosa, y ella me llevó a que fuese a hablar con los directivos. Entramos juntas, les conté que estaba tramitando los certificados, que todavía no los tenía, y me dijeron que igual podía empezar y presentarlos después cuando los tuviera”, cuenta emocionada. No lo dudó, y se anotó para retomar, con el apoyo de sus hijos, que le prometieron que la van a ayudar y acompañar en esta nueva etapa. “Así fue el comienzo, me sentí muy bien, muy cómoda, y como hacía bastante que venía intentándolo, con otra amiga que empezó a buscar al mismo tiempo que yo, ¡y ella ya está recibida!”, dice con admiración.
“¿Podés creer que si yo empezaba con ella ya habría terminado también?”, cuestiona, y luego se refugia en el pensamiento de que nunca es tarde para aprender. A su vez, cree que hubiera sido difícil adaptarse a las clases virtuales y al uso constante de la computadora, y está contenta de conocer personalmente a sus compañeros. “Estoy feliz porque hay de todas las edades, jóvenes, más maduros, grandes, y con todo tipo de situaciones; el segundo día que fui una chica se tuvo que ir porque su bebé se enfermó, así que todos tienen motivos diferentes para estar ahí”, reflexiona.
Recuerda su matrimonio de 45 años con el padre de sus hijos, a quien mantiene en su memoria todos los días, y agradece que pudieron construir un hogar juntos. “Es maravilloso amar y ser amado, y uno no olvida, porque hubo muchos obstáculos, pero con amor salimos adelante; y aunque se me fue hace 13 años, yo lo recuerdo como si fuese ayer”, revela. Dora trabajó toda su vida en casas de familia, incluso después de jubilarse, hasta que se desató la pandemia y por precaución ante los contagios de coronavirus, tuvo que quedarse en casa.
Las únicas veces que volvió a ser alumna antes de los recientes acontecimientos fue cuando se anotó en un curso de pintura y también de danza, la pasión que la llevó a la hermosa experiencia de bailar folclore en la Legislatura de Córdoba con un grupo de bailarines. Esta vez, después de que cada uno se presentara, tuvo la primera clase de formación lingüística, y también se llevó anotados los primeros deberes. Reconoce que sintió una combinación de ansiedad, emoción, felicidad, mezclados con al miedo de si podrá con las tareas. Sin embargo, el entusiasmo es más fuerte que todo lo demás: “Lo hice con tanto cariño, como mimándome a mí misma, es un mimo para mí la verdad, y estoy muy feliz porque me cambió la vida y la rutina”.
De la primera semana solo fue dos días a la escuela, porque luego hubo paro docente y coincidió con el feriado por el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. “Tengo una hija que es maestra, así que claro que apoyo la lucha porque con sus sueldos no llegan ni siquiera 15 días, y me da tristeza porque es una profesión que se elige con tanta vocación, que es un problema serio que hay que abordar”, manifiesta. Desde que eran muy chicos trató de incentivar a sus hijos a estudiar, de transmitirles el valor de tener no una sino varias oportunidades de formarse en lo que les gustara, y está orgullosa de que todos captaron esa enseñanza. “Mi otra hija es contadora; uno de mis hijos es profesor de Ciencias Económicas y el otro locutor nacional, aunque no está ejerciendo en este momento”, indica.
Con una carcajada del otro lado del teléfono asegura que son una “familia de mesa muy larga”, y le encanta estar rodeada de sus nietos. Se sorprendió muchísimo cuando Esteban le contó que había subido una foto de ella entrando al colegio, porque ni siquiera se había dado cuenta de que registró ese momento. “Me gusta mucho la imagen porque si la hubiese programado no iba a salir tan linda, yo ni enterada porque estaba de espaldas, es perfecta la foto”, sostiene a pura alegría. A raíz de la cantidad de comentarios que recibió, Esteban actualizó a sus seguidores en Twitter con un sincero mensaje: “Vuelve re feliz a casa esta mujer y me llena el alma; me mostró el cuaderno y tuvo un nudo en la garganta; es inexplicable, es un impulso muy grande para ella y para mí, para ayudarla y que concrete su sueño”.
Dora recibe elogios y los esquiva con humildad, incrédula ante esta ola de amor y admiración que le hacen llegar. “Me emocionaron mucho los mensajes que me leyó mi hijo, y en algún momento yo también me pregunté: ‘¿A esta edad me voy a poner a estudiar otra vez?’, y es muy simple: cumplir metas es algo que te hace bien a cualquier edad, así que pienso seguir”, concluye.
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