La vida de Alan tras luchar por su título secundario: tiene novia, trabaja en un banco y fue actor

En el día mundial del síndrome de Down, la historia del chico al que no quisieron dar el analítico y debió reclamarlo por medio de la Justicia. También practica natación. “Entre el laburo, los deportes y su pareja, está siempre ocupado”, cuenta la mamá

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En 2018, Alan fue la
En 2018, Alan fue la foto de septiembre del calendario del Inadi

Alan Rodríguez no tiene mucho tiempo libre. Trabaja, practica running, natación, se dedica a compartir con su familia y su novia. Nació con síndrome de Down, trisomía 21 libre, lo que significa que es casual, no tiene causa justificada. En 2013, su nombre se hizo conocido cuando pidió ayuda a la sociedad porque luego de haber cursado y aprobado todas las materias del secundario, en la escuela se negaron a entregarle el título como a sus compañeros.

Tras cinco años de luchas y pesares, consiguió. Y siguió estudiando. Comenzó en la UCA, su etapa laboral y amorosa.

Hoy, con 28 años, dice que su trabajo le encanta, así como alistarse para llegar. “Me levanto a las 6 de la mañana, me siento bien porque aprendo muchas cosas. Disfruto hacerlo y también disfruto de estar con mi novia y del running. Me gusta correr carreras con mi equipo”, asegura y cuenta que a Leila la conoció en un evento de hoteles, porque ella trabaja en ese rubro.

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Con su familia: papá César,
Con su familia: papá César, mamá Florencia y Guadalupe, su hermana de 13 años

El camino de Alan

Nació en la ciudad de Buenos Aires. A los tres años comenzó el jardín en la misma escuela donde hizo la primaria y secundaria, con el apoyo de una maestra integradora y una currícula adaptada. Cursó y aprobó cada materia como el resto de sus compañeros. La llegada del día de la entrega del diploma y el titulo que le contara al mundo que él también lo había logrado lo entusiasmaba, pero por raras excusas, el analítico donde constaba todo ese esfuerzo se le negó.

Pasaron tres años de vueltas inexplicables que dio junto a su familia y en 2015 contó: “Desde el 2013 espero que me entreguen el título oficial, que acredite que terminé la secundaria, como mis compañeros. Con el patrocinio de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia y el Grupo Artículo 24 por la Educación Inclusiva, presenté un amparo para que la Justicia de la Ciudad garantice mi derecho a una educación inclusiva”.

La escuela de gestión privada era la responsable de entregarle ese título oficial y el Ministerio de Educación debía legalizarlo, además de evaluar y supervisar su gestión, por mandato constitucional (art. 25 de la Constitución de la Ciudad). Sin embargo, el Ministerio de Educación no lo estaba haciendo. “Reclamé mi título de todas las formas posibles y ahora estamos llevando esta batalla de muchos a la Justicia”, contó el chico entonces.

Alan firmando el titulo
Alan firmando el titulo

Finalmente, luego de esos reclamos legales y la difusión de la que se hizo eco Infobae, en 2017, obtuvo el reconocimiento que le negaban su escuela y el Ministerio de Educación de la Ciudad: la jueza Romina Tesone, titular del juzgado 1 en lo Contencioso Administrativo y Tributario de la ciudad de Buenos Aires, resolvió que se le entregue el título por considerar inconstitucional la disposición que crea en el ámbito de las escuelas de educación privada los Proyectos Pedagógicos Individuales (PPI) para la integración de estudiantes con discapacidad, por considerarla discriminatoria.

“Cuando me dieron el título me sentí muy feliz”, le dice a Infobae. Para su familia, que siempre lo acompañó todo fue lágrimas de emoción y orgullo porque Alan no bajó los brazos.

Emocionada por el recuerdo, María Florencia Innamorato, su mamá, agrega: “Jamás se llevó materias y debimos vivir cinco años en plena lucha por los derechos de Alan ya que al negarse la escuela y el Ministerio de Educación no teníamos otra opción que demandar a las autoridades encargadas de cumplir con lo que a Alan le correspondía para poder seguir estudiando, ya que había cumplido con la aprobación de todas sus materias y con excelentes calificaciones”.

Con su novia Leila, a
Con su novia Leila, a quien conoció en un evento de ASDRA

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La vida hoy

Su familia cuenta que pasó cuando se enteraron que Alan tenía síndrome de Down, a los 15 días de vida del nene. “Para nosotros fue hermoso saberlo. Ya habíamos empezado a llevarlo a las sesiones de psicomotricidad, estimulación temprana y fonoaudiología porque desde un primer momento sentimos la necesidad de hacer todo lo mejor para él y no queríamos perder tiempo”, repasa su mamá.

Durante su infancia y adolescencia además de ir a la escuela y estudiar mucho, cosa que le encanta, practicó taekwondo, ninjutsu (arte marcial japonés), tiro con arco y flecha, “deportes en los que siempre se destacó por sus habilidades y por el respeto hacia sus compañeros y profesores”, dice la orgullosa madre.

Y no se quedó ahí. “Como le encanta aprender, realizó cursos de primeros auxilios y RCP; y en la escuela le encantaba enseñar a sus maestros y compañeros todo lo que él aprendía”. Al terminar la secundaria, se anotó en la Universidad Católica Argentina y estudió “Formación para el empleo en el ámbito universitario”, que son cursos armados para justamente personas con alguna discapacidad (mientras tanto su título no llegaba).

Con sus compañeros de escuela
Con sus compañeros de escuela al terminar 5° año

“Cuando terminó ese curso, comenzó a tener muchas ganas de empezar a trabajar y estaba el tema del título que, como para toda persona, era muy importante tener para avanzar. Y llegó su primer trabajo: participó en la serie Los únicos, de la productora de Adrián Suar, Pol-ka”.

Eso no fue todo en la vida de Alan. “Se recibió de asistente deportivo de tenis en la Fundación Bacigalupo, trabajó dando clases de tenis en el club Darling, de San Telmo, donde vivimos, y se le presentó la posibilidad de entrar a trabajar en el Banco Santander, donde una de las principales condiciones era que tuviera el título secundario oficial. Se presentó con toda la documentación, le hicieron una entrevista, nos hicieron una entrevista a nosotros como familia para conocernos, comenzó a trabajar y en agosto cumple los cuatro años allí. Actualmente, está en el sector de Tecnología”, agrega.

Además, está entrenando para correr carreras durante abril. “También practica natación y entre el laburo, los deportes y su novia, Alan está siempre ocupado”, cuenta la mamá que dice que su nuera es una chica adorable y la quiere mucho.

Alan en el Banco Santander
Alan en el Banco Santander

“Están juntos hace seis años y medio. Ella tiene también síndrome de Down, estudia turismo y trabaja en un hotel; la verdad, son una pareja preciosa y se hacen tiempo los fines de semana para estar juntos porque los dos trabajan durante la semana. Como familia, siempre tratamos de hacer que se lleve una vida saludable, pero sin dejar de lado bueno, sin descuidar el laburo, ni el deporte, ni la familia”, señala con orgullo.

A Leila la conoció gracias a un evento que organizó la Asociación Síndrome de Down de la República Argentina (ASDRA), integrada por familias, voluntarios y personas que trabajan en la inclusión que las personas con síndrome de Down desde la atención temprana y la educación, preparándolos para el trabajo y la vida independiente.

Además de todas sus actividades, Alan es miembro de un club de barbudos junto con su padre. “Hacen acciones solidarias. Desde hace unos seis años, se juntan para llevarle un plato de comida, abrigo y hacerle compañía a la gente que vive en las calles de Buenos Aires”, cuenta.

Sus planes futuros son claros. “Para un futuro próximo, mi plan es vivir con mi pareja”, dice seguro y aconseja a todas las personas (con síndrome de Down y no): “Estudien. Estudien mucho que hace bien”, finaliza.

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