Hace diez años fallecía en Buenos Aires José Alfredo Martínez de Hoz Cárcano, a quien sus amigos llamaban “Joe”. Había nacido en agosto de 1925 durante “la presidencia suertuda” de Marcelo T. de Alvear, como decía Félix Luna. Una gestión “deslizada suavemente en años de gran prosperidad sin sobresaltos ni dificultades”. Ramón J. Cárcano fue su abuelo, dirigente conservador, dos veces gobernador de Córdoba y diplomático. Su tío Miguel Ángel Cárcano le enseño una regla de acero en la vida: “Cásate por amor, pero no te cases con una mujer por más atrayente que sea, si no pertenece a tu círculo y posee tu misma cultura.” Por eso eligió a Elvira Bullrich Lezica Alvear.
A diferencia de sus antecesores, a Joe le tocó transitar por una Argentina diferente, absolutamente distinta. Como aprendió de su tío Miguel Ángel Cárcano, el canciller de Arturo Frondizi, entre otros cargos, en el país que vivió regía la Ley del Odio de la que hablaba el riojano Joaquín González, el Ministro del Interior de Julio Argentino Roca: “El odio y la discordia son ley histórica que gobierna nuestra nacionalidad; son los agentes generadores de los más tristes sucesos argentinos y aún se mantienen vivos y actuantes”.
Tuvo distintos cargos empresarios en el rubro seguros, petrolero, eléctrico, acero y el campo. Sin embargo tres gestiones lo marcarían por su actividad política. Ministro de Economía en Salta (1956-1957); secretario de Agricultura y Ganadería del presidente José María Guido y Ministro de Economía del gobierno militar que presidió Jorge Rafael Videla entre 1976 y 1981.
Meses antes del golpe del 24 de marzo de 1976 se escribían o afirmaban los más severos juicios sobre la gestión de la presidente María Estela Martínez de Perón. La peña “El Ombú”, presidida por Fermín Otermín Aguirre, fue durante años un lugar para la libre discusión de todas las ideas. Pasaron por esa peña los más diferentes representantes del pensamiento nacional. No existían censuras. El martes 4 de septiembre de 1975 expuso su pensamiento el teniente general (RE) Benjamín Rattenbach (ex Secretario de Guerra del presidente Guido y más tarde titular de la comisión que juzgo la guerra de las Malvinas), generando una gran repercusión. Para el ex militar, la crisis que existía en esos momentos era parte de una cadena compuesta por cuatro eslabones: el terrorismo, la subversión, la guerra revolucionaria y la situación del país. Cuando fijó su mirada sobre el último punto desgajó seis factores definidos del clima de desorden. Hablo del “problema de la señora que ocupa la Presidencia de la Nación”; las divergencias dentro del peronismo; la situación de la CGT; el estado de nuestra economía; la corrupción moral y la subversión. Al referirse a la presidente dijo que “dado el clima de subversión que se está gestando, exige que se halle al frente del gobierno una persona fuerte y sumamente capaz, para que pueda dominar ese peligro, evitar una nueva revolución y conducir al país a un estado de orden y tranquilidad que tanta falta le hace.”
Un informe privado reseñaba que “el país marcha a la deriva… En el curso de 1975, hubo 4 ministros del Interior, 4 ministros de Economía, 5 ministros de Bienestar Social, 3 ministros de Trabajo, 3 ministros de Relaciones Exteriores, 3 ministros de Defensa, 3 comandantes generales del Ejército, 3 interventores en Mendoza, 4 ‘hombres de confianza’ de la Presidente y 5 secretarios de Prensa y Difusión.” Seriamente, el golpe comenzó a planificarse a mitad de octubre de 1975. “¿Quién quiere el golpe en la Argentina? -se preguntó la revista católica Criterio-. Porque se puede querer el golpe sin ser golpista, y en esa situación se encuentra la guerrilla. Pero lo que parecería cada vez más evidente, a juzgar por las conductas públicas y privadas, es que hay muchos altos dirigentes gubernamentales que recibirían con alivio un golpe que los descargara del manejo de una situación imposible y los transformara de nuevo en víctimas inocentes. Hay demasiados dirigentes irresponsables que están jugando a quedar bien colocados ‘para la próxima’, y que habiendo procedido como el administrador infiel del Evangelio, han previsto un cómodo retiro a la vida privada.” Tiempos convulsos, ningún día era similar al anterior. Todo se alteraba diariamente, vertiginosamente: un litro de leche en enero de 1975 costaba 415 pesos y 1.125 pesos en enero de 1976; tomates (en lata) 590 pesos y 2.900 pesos; azúcar (kilo) 1.150 pesos y 3.200 pesos; helados (kilo) 6.500 pesos y 20.000 pesos; pan francés (kilo) 560 pesos y 2.500 pesos; café (kilo) 7.000 pesos y 30.000 pesos; papel higiénico (rollo) 290 pesos y 1.400 pesos; bife ancho (kilo) 2.000 pesos y 6.000 pesos y un neumático que en enero del ‘75 valía 70.000 pesos un año más tarde se encontraba en 230.000 pesos. La emisión monetaria (impresión de billetes), desde mayo de 1973 a marzo de 1976, aumentó catorce veces, según las estadísticas oficiales. La situación interna era un “caldo de cultivo para el salvajismo”, dijo el domingo 11 de enero de 1976 el “Buenos Aires Herald”.
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El miércoles 4 de febrero de 1976, asume como ministro de Economía Emilio Mondelli. El mismo día, en el mayor secreto, se realizó la entrevista de Jorge Rafael Videla con Ricardo Balbín en la casa de Alberto Jesús “Piqui” Gabrielli, en la calle Ombú 3054 de Barrio Parque. Durante el encuentro el líder radical pidió que se termine “la agonía” nacional. El viernes 5 de febrero, el nuevo Ministro de Economía se dirigió a la población. Puso negro sobre blanco. Apeló a una frase del Apóstol San Juan: “Conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” y pasó a informar: El producto bruto interno había caído 2,6 % en 1975; la demanda global había crecido 3 % y la inversión había caído 16 % (la inversión en obras públicas cayo 24 %). El déficit del balance de pagos ascendió a 1.095 millones de dólares (Clarín 6 de agosto de 1976, pág. 8). El ministro admitió: “Estoy en el aire”, fue la frase del día. “El aumento de precios es exagerado, se le está tomando el pelo a la gente. El plan económico, a mí juicio, no es serio. Los precios ya no suben en ascensor: han tomado un cohete a Venus”, fue el juicio de José Rodríguez, titular de SMATA. El martes 10 de febrero, el ministro Emilio Mondelli concurrió a un almuerzo organizado por la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Diputados y blanqueó la situación que se vivía. Dijo públicamente: “Estoy tremendamente preocupado por el destino de la República... Ustedes saben positivamente que nosotros tenemos una ley de inversiones extranjeras que nos ha resguardado sin lugar a dudas de todo imperialismo y de toda invasión extraña.... ahora sí, inversión no hay ninguna. Háganle un poco de fe a este hombre sencillo, que dice las cosas como son porque las ha estado viviendo hasta ayer y las tiene que vivir más dramáticamente desde hoy. No nos creen más.” A continuación, instó a los legisladores a aprobar las leyes impositivas y el presupuesto.
Durante la conspiración militar contra el gobierno constitucional de la viuda de Perón los candidatos a ocupar las carteras ministeriales fueron varios y muchos expusieron reservadamente ante la Junta Militar. También los equipos militares de “compatibilización” tomaron “examen” a varios economistas. Bernardo Grinspun, Félix de Elizalde, Álvaro Alsogaray, Horacio García Belsunce, Rogelio Frigerio, Lorenzo Sigaut y José Alfredo Martínez de Hoz, entre varios. Una sola limitación se les puso a los expositores: las respuestas tenían que ser “pragmáticas, gradualistas”. Álvaro Alsogaray criticó duramente el “gradualismo” y quedó descartado. Él era de la teoría de “tocar fondo” o del “fruto maduro”: sólo intervenir tras la descomposición absoluta. Según me dijo Jorge Rafael Videla, en febrero de 2006, Horacio García Belsunce quedó al margen porque era divorciado, SIF (Situación Irregular Familiar). Una excusa absurda para la época, pero que daba una pauta del trogloditismo que se avecinaba. Mi observación fue: “General, yo con Usted no llego ni a portero”.
Cuando Martínez de Hoz fue llamado a exponer su visión de la situación fue a escasas semanas del 24 de marzo de 1976. Hasta ese entonces no tenía ni idea de lo que sucedía, detalladamente, en la Argentina: estaba en un safari de 40 días en Kenya, África, invitado con muchos meses de antelación por Arturo Acevedo, accionista mayor de ACINDAR. Los militares se ocuparon de buscarlo y encontrarlo. Una noche, a través de un “contacto” en Nairobi, le hicieron llegar un mensajero: “Vuelva urgente a Buenos Aires. La urgencia no guarda relación con la salud de su padre.” El mensaje fue recibido el viernes 12 de marzo de 1976, según me conto el propio Martínez de Hoz. El “contacto” (según el futuro Ministro era el general Hugo Miatello), en pocas horas, informó a sus superiores el día y la hora de su llegada a Ezeiza. Al día siguiente fue invitado a la residencia del comandante general de la Armada, en avenida del Libertador y Ocampo, donde los esperaban los comandantes generales. Como los jefes militares no tenían formación económica preguntaron poco. En cada reunión, un oficial de menor jerarquía tomó “apuntes” a la ligera. Las notas revelan el estado de confusión que reinaba en las propias mentes de los comandantes: “Le pedimos disculpas por el llamado tan urgente. Usted es el último de una larga lista de entrevistados. Necesitamos conocer su opinión sobre la situación económica para ofrecer un asesoramiento al Poder Ejecutivo. Díganos cuál sería el plan económico que las Fuerzas Armadas pueden ofrecer a la presidente (todavía se pensaba en “bordaberrizar a Isabel Perón). José Alfredo “Joe” Martínez de Hoz expuso su pensamiento durante cerca de 3 horas (en las “notas” no se observan preguntas). El “apuntador calificado” (Martínez de Hoz) garabateó conceptos: “inflación, su crecimiento es geométrico, llegará a niveles nunca conocidos en la Argentina. Hay una cesación de pagos no declarada. Existen reservas de libre disponibilidad para pagar solo un día de importaciones”. A tenor de la exposición, el estado de la economía argentina era explosivo. Algo que se sentía y sabía con la simple lectura de los diarios. Vencido el tiempo, Videla solicitó que su exposición la entregara cuanto antes por escrito. En persona o a través de un amigo (el general Miatello). Este es el relato que me hizo Martínez de Hoz pero hay otros.
Años más tarde, Jorge Videla contaría en el libro “Joe” que el plan “debía tener en cuenta, fuera de todo rigorismo ortodoxo, la guerra contra la subversión que estaba en desarrollo, toda vez que la misma actuaba como telón de fondo que dominaba todo el escenario nacional. Esto significaba la imposibilidad de aplicar una política de shock como alguien recomendaba (¿No era García Belsunce?) y poner en práctica, por el contrario, una política de aplicación gradual que no ocasionara desajustes sociales, teniendo en cuenta que en la guerra revolucionaria el objetivo prioritario es la conquista de la población”.
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Por decir lo menos, la administración militar que derrocó a Isabel Perón generó en siete años un gran desastre. El gobierno militar de facto entregó el poder en 1983, tras la derrota de la Guerra de Malvinas (1982). Durante el período de siete años tuvo cuatro jefes de Estado: Videla, Viola, Galtieri y Reynaldo Bignone. Nunca se resolvió el problema de los desaparecidos y existió un intento de auto amnistía que fue rechazado por la dirigencia política, especialmente el radicalismo (Alfonsín). Primó durante las gestiones de Videla y Viola la ausencia absoluta de mando militar. Cada jefe de Cuerpo era un “califa” (grandes jefes regionales) que hacían y deshacían a su antojo. Si el Ejército estaba sin mando mucho más lo estaba el Estado. Había tres jefes de las FFAA que se lo dividieron en un 33% para cada Fuerza. Más allá de la filosofía que envolvió el Plan Económico de José Alfredo Martínez de Hoz, hay que decir que las propias divisiones militares dificultaron su gestión. Guillermo Walter Klein, su mano derecha, va a decir años más tarde que “debe tenerse presente que Joe no contó con la simpatía inicial de los generales ingenieros militares vinculados a Fabricaciones Militares, que veían con escasa simpatía a la siderurgia privada. También existían divisiones entre los llamados “halcones” o “duros” y los “palomas” o “blandos”. Nosotros nos mantuvimos al margen de las estas divisiones, pero nuestra simpatía estaba con los blandos”, de los cuales considerábamos que el Gral. Videla era el jefe” (lo cual no es cierto). “Pero encontramos oposición tanto de algunos “duros” como de algunos “blandos”. En los “duros”, porque tenían ambiciones políticas a futuro y veían a Martínez de Hoz como un posible líder de la “sucesión” del Proceso […] Respecto de los “blandos”, algunos de ellos aspiraban a llegar a acuerdos políticos y gremiales con líderes sindicales mediante diversas concesiones incompatibles con la política económica” (se refiere a los generales Viola y Horacio Liendo, ministro de Trabajo y luego del Interior). “En resumen, el desempeño del Ministro Martínez de Hoz se vio afectado por los celos de algunos “duros” y por las desinteligencias con algunos “‘blandos’.”
Al año siguiente del golpe la visión de Ricardo Balbín era diferente. El 1º de diciembre de 1977, en un “off the record” con el autor observó: “Yo hasta hace poco tiempo tenía entendido que había militares malos y buenos, duros y blandos. En estos momentos considero que existen militares que se quieren quedar mucho tiempo en el gobierno y militares que se quieren quedar muchos más.” Y agregó: “Aquí no se arregla la situación sosteniendo, en conversaciones privadas, que el presidente Videla no está de acuerdo con el discurso de (Albano) Harguindeguy. Hace falta algo más, su renuncia”. Hablando sobre los diferentes discursos públicos de los altos jefes militares en esos días, observó: “Todos se contradicen, es un caos, yo no sé dónde va a terminar todo este proceso, pero lo veo mal, sin alternativas”.
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