“¡Mami, yo quiero vender libros como papá!”, pidió Jorge Octavio García. Tenía 7 años cuando con sus primos sacó del garaje de la casa una caja que estaba muy bien guardada, pero que él sabía qué contenía: uno por uno tomó los libros, les sopló el polvo; con permiso, se armó una mesita en la vereda y comenzó a ofertar los ejemplares a las personas que pasaban, 40 años atrás. El público se juntaba y algunos compraban sin preguntar... No tuvo dudas de que tenía el gen de sus antepasados.
Cuando Jorge Tomás, su padre, llegó a la casa entonces ubicada en la calle 8, entre 69 y 60, de La Plata, le preguntó qué hacía y él se mofó de lo buen vendedor que era. El hombre miró la mesa y casi se desvanece: estaban exhibidos muchos de los títulos prohibidos por la dictadura que él mismo había dejado ocultos en aquella caja para proteger a su familia. Era 1983, la democracia estaba recién nacida y los temores por una posible represión aún no habían pasado.
García padre e hijo siguen al frente de la librería que fue fundada por Martín García en 1892, la más antigua de Argentina. Quien los acompaña y sueña con estar parado detrás del mostrados es Octavio, el menor de la camada de libreros que ya lleva cuatro generaciones y se prepara para la quinta.
Cumpleaños
Según el calendario, el pasado 9 de marzo el comercio cumplió 131 años. Pero detrás de ese número hay mucha historia que inicia con Martín García Fernández, inmigrante español nacido el 30 de enero de 1869 en un pueblito de labradores ubicado en la provincia de Logroño, al norte de España. Recibido de maestro de escuela, lo dejó todo atrás para llegar en barco al puerto de Buenos Aires en marzo de 1885 y gracias a un amigo que le tendió una mano llegó a La Plata poco después para ejercer la docencia. Se cuenta que fue parte del cuerpo de maestros de la primera escuela privada de esa ciudad y que también que dio clases en la Capital Federal.
Pero, lo que a Don Martín le habían siempre interesado eran los libros. Así que con la ayuda de una familia amiga se animó a abrir su propio comercio: una librería y papelería frente a la Escuela Normal Popular donde luego estuvo el colegio Normal N° 3. “Por eso le habría puesto, más tarde, el nombre ‘Normal’ a la librería, que aún conserva. Primero se llamó Librería Martín García, porque solían usar el nombre del dueño”, cuenta Jorge Octavio, de 46 años, a Infobae.
La de los García es la única librería de Argentina que se mantuvo abierta ininterrumpidamente y con los mismos dueños
En 1903, el comercio quedó solo como librería y debido a su crecimiento se mudó de local. A Martín se unieron sus tres hermanos menores recién llegados de España, que con los meses abrieron otras librerías en La Plata y en la Capital Federal, entre ellas, El Ateneo y la Hispano Americana, donde se paraban a hojear libros personalidades como Joaquín V. González, Agustín Álvarez y Alfredo Palacios, entre otros.
Entre libros, llegó el amor de Fermina Navarro y de ellos nació a fines de enero de 1907 Martín Manuel García Navarro, bisabuelo de Jorge Octavio.
El librero que hizo historia
A Don Martín le gustaba la política, cosa que hizo que más de una vez descuidara el comercio e incluso llegara a casi perderlo. “Cuando fue la guerra en España, comenzaron a llegar muchos españoles y él tenía mucho contacto con ellos, los quería ayudar, la mayoría venían exiliados. En ese tiempo, mi bisabuelo llegó a tener 16 propiedades, le iba muy bien, pero ese ese fanatismo que tenía hizo que las vendiera todas y empezó a ayudar a todos los que podía. Se fundió dos veces la librería y mi bisabuela le puso un freno: con mi abuelo de solo 14 años, que estaba en segundo año del secundario, se pusieron al frente de la librería. Ella le dijo: ‘Vos seguí con tu política que con Martincito vamos a seguir con la librería...’ y lo corrió a un lado”.
Así fue. Don Martín siguió su camino y fue nombrado, tiempo después, Primer Cónsul Honorífico Español en Sudamérica. “¡Y el consulado era en la librería!”, cuenta maravillado.
Martín hijo se metió más en el manejo de la librería y cada vez que llegaban las visitas honorarias, amigas de su padre, las recibía, como el caso del legislador socialista Alfredo Palacios. “Cuenta la historia familia, de esto no tenemos la pruebas, pero parece que Don Martín se carteaba con todo el mundo, y un día me contó mi abuelo que entre esas cartas estaban las de García Lorca y que lo recibió cuando estuvo en La Plata. Estamos buscando a ver si encontramos esas cartas, pero la casa se inundó y no tenemos nada para certificarlo”.
Con el paso de los años, la librería quedó en manos de Jorge Tomás, el papá de Jorge Octavio, nacido el 21 de septiembre de 1935. “Eran tres hermanos, pero mi viejo siempre tuvo más afinidad con los libros. Él nació atrás del local donde estamos ahora, literalmente toda su vida la pasó acá”, dice emocionado.
El hombre, que hoy disfruta de sus 86 años, se hizo cargo del comercio en 1955, al finalizar el secundario. “Mi abuelo le pidió que se sumara y él aceptó, pero porque también le gustan mucho los libros, es un gran lector. Con librero con todas las letras”, define orgulloso.
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Presente y futuro
El paso de los años, hicieron que Jorge Tomás comenzara a dejar de a poco el oficio aunque no del todo. Y cada vez que lo desea regresa al lugar donde pasó su infancia y adolescencia, en el mismo que vio crecer a sus hijos y nietos.
A los 17 años, Jorge Octavio le dijo a su padre que quería hacer lo mismo. “Me dijo que estudiara lo que quisiera, que me apoyaría, pero le dije que quería trabajar acá. Me dijo que estaba bien y comencé al día siguiente. Cuando llegué fui directo al mostrador, pero me dio un trapo para que limpiara y sacudiera todos los libros... ‘¡Así se empieza!’, me dijo... Y ya pasaron 30 años”, cuenta.
Octavio tiene 11 años y también creció entre olor a libro. Le gusta estar al lado de su papá y aunque sabe que tendrá el apoyo para estudiar lo que quiera (le sacaron el peso de seguir el comercio familiar), él dice que quiere continuar con el legado de los García.
“¡Cuando dijo eso me emocionó tanto! Yo le dije lo mismo a mi papá que aún, con 86 años y cuando puede, viene a la librería y se queda para hacer siempre algo... Yo sé ahora lo que significa para un padre escuchar que su hijo el diga ‘¡Quiero ser como vos!’, yo también se lo dije a mi papá cuando era chico porque crecí en este lugar y en verdad lo amo”.
Pese a ser un rubro del que a veces se descree por la inmediatez que exige el mundo tecnológico hoy, Jorge es testigo de que la magia sigue intacta.
“Cuando mi papá se enteró que en los Estados Unidos era furor un libro juvenil que teníamos en otro sector, lo pusimos en vidriera y para atraer a los chicos, que pasan por la vereda de enfrente, armamos un taller literario para conocer a Harry Potter”, cuenta de lo que resultó todo un éxito y que no aceptaron en algunas escuelas por tratar temas como la magia...
El evento tuvo todos los condimentos: hubo brujas, hechiceros, chicos disfrazados, sonido ambiente y efectos sonoros para acompañar la lectura del primer capítulo. “Pasaron unos 5.500 nenes, cada vez que lo armamos se llenó y fue tal el éxito que nos llamaron de un stand de La Rural para llevar la idea”, recuerda y admite que corrieron todo para dejar espacio en el suelo para que todos pudieran sentarse.
Cosas como estas le hacen confiar que la tecnología podrá con todo, pero no con ese sentimiento que solo despierta un buen libro. “¡Definitivamente no está todo perdido! Estos chicos lo demostraron porque desde ese libro (Harry Potter, de J. K. Rowling), todo lo que es literatura juvenil se vende mucho, la piden mucho. Hay libros en papel para rato”, finaliza.
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