Pilar Jensen estaba en víspera de cumplir 15 años cuando se cayó del caballo durante un entrenamiento, y 12 horas después del accidente estaba en el quirófano. Desde el momento en que tocó el suelo supo que tenía una lesión severa, porque no sentía nada de la cintura para abajo. El espíritu deportivo que la caracteriza, la tenacidad y el optimismo fueron la clave para que se propusiera varios objetivos cuando supo que su vida iba a ser en silla de ruedas. Semana tras semana alcanzó pequeñas metas en la rehabilitación, y su madre, profesora de equinoterapia, fue un gran sostén para afrontar la incertidumbre sobre el futuro. En diálogo con Infobae comparte su testimonio, y transmite su deseo de ayudar a quienes estén pasando por algo similar.
En febrero de 2021 brindó una charla TEDx en el marco de un proyecto del colegio donde habló de inclusión y los beneficios de practicar equitación. “Imagínense no poder hacer ciertas cosas que te gustan o no poder salir con amigos por determinada discapacidad”, decía en ese video, y cinco meses más tarde, un 19 de junio del mismo año, ocurrió el accidente en pleno entrenamiento. “Muchas veces acompañaba a mi mamá a trabajar, así que siempre estuve conectada de cierta forma con la discapacidad, pero es increíble que al poco tiempo me pasó esto, y ahí pude entender aún más eso mismo que estaba explicando”, confiesa.
“Hacía salto, calculé mal una valla y el caballo saltó, pero después se enojó y en el cuarto corcovo me tiró afuera de la pista”, recuerda. “A penas me caí, sabíamos que era algo jodido”; agrega enseguida, y cuenta que en el hospital supo que tenía una lesión medular y requería una cirugía. “Lo primero que pensé fue cómo iba a hacer para ser lo más independiente posible, porque este tipo de casos hace que mucho de la vida cotidiana no lo hagas sola, porque no tenés la misma movilidad que antes y tenés que aprender todo otra vez”, comenta. Los siguientes tres meses se concentró en la rehabilitación, terapia ocupacional, y las sesiones de kinesiología.
“Todos los les preguntaba a los médicos si iba a caminar y si va a poder montar, pero nadie me daba una respuesta segura, y todos me decían que no se sabía”, rememora. De a poco fue dejando de pensar en ese objetivo, y quiso cambiar lo antes posible el mal recuerdo que tenía de la caída. “Lo más importante para mí era volver a subirme al caballo y a los tres meses monté de nuevo, con los caballos de mi mamá que son muy mansos, de una forma muy tranquila; y al principio fue raro porque no lo hacía hace mucho, y pasé de montar todos los días a no poder moverme y no ver un caballo por dos meses”, expresa.
“Después empezó a caminar el caballo, y ahí me dije: ‘Esto es lo que yo quería, esto es lo que extraño’. Antes galopaba el caballo, saltaba, trotaba, y eso todavía no lo puedo hacer, pero ya estar arriba del caballo es un montón”, celebra. Reconoce que muchos se sorprenden cuando les explica que su prioridad era reencontrarse con el mundo ecuestre, que toda su infancia fue una actividad familiar, y más aún cuando afirma que jamás sintió rencor contra el animal. “¿Cómo me voy a enojar con el caballo si fue un accidente? Me podía pasar de cualquier forma, en auto, caminando por la calle, los accidentes pasan y siento que no es algo malo lo que me pasó, porque también gracias a eso pude conocer un montón de otros deportes que nunca pensé que me gustarían”, reflexiona.
Descubrió la pasión por el remo, arco y flecha, kayak, rafting, y polo. “Hoy en día estoy entrenando con el grupo paralímpico de remo, una actividad con la que me enganché un montón, me encanta, y antes lo único que existían para mí eran los caballos”, manifiesta con entusiasmo, y sueña con competir a nivel internacional. “Surgió también lo de Roda Tres, porque mi hermana saltaba conmigo, pero desde el accidente se pasó al mundo del polo y un día me compró un taco de polo chiquitito; empecé a taquear desde la silla y subí un vídeo que pasó a mayores: lo recibió la Asociación Argentina de Polo y junto a Javier Tanoira arrancamos este nuevo deporte con una rueda eléctrica que nos permite mejor movilidad, independencia y jugar en equipo”, indica a pura felicidad.
“Queremos lograr que no solo gente en silla pueda jugar, sino también gente convencional, que tengamos sillas ahí y la gente juegue con nosotros, porque una de las cosas que más extrañan los chicos que tuvieron accidentes es jugar al fútbol con sus amigos, y esto es muy similar solo que con otro deporte”, proyecta. Consciente de todas las actividades que emprende, asegura que desde que era una niña siempre la caracterizó ser inquieta y positiva. Mantenerse enfocada en evolucionar y alcanzar metas fue de gran ayuda para cada día encontrar un propósito personal, pero también pasó por una etapa de duelo, donde tuvo muchas preguntas que no la conducían al bienestar. “El famoso ‘¿por qué a mí?’ no me llevaba a nada, es innecesario y realmente nunca se encuentra una razón o un motivo para algo así suceda, así que hay que permitirse estar mal, tener bajones, hay que aceptarlo y transitarlo, pero lo importante es saber cómo manejarlo para salir adelante”, sostiene.
Te puede interesar: Salvó a su hija cuando su marido abrió fuego, quedó en silla de ruedas y hoy es un ejemplo de superación
“Que a mí me hayan operado rápido ayudó mucho, porque me estaba comprimiendo la médula, y había que descomprimir; a las 12 horas de la caída yo ya estaba en el quirófano, y si eso no pasaba, no hubiese avanzado todo lo que avancé”, cuenta. A los cinco meses pasó por una segunda cirugía, porque se le rompió un tornillo de la prótesis y tuvo que pasar medio año con un corset puesto. “No me podía mover y tenía que hacer todo en bloque, pero las todas las limitaciones que me pusieron, y que la primera vez no me habían puesto, hicieron posible que hoy esté tan bien y pueda hacer todo lo que estoy haciendo”, enfatiza.
Más de una vez le dicen que no parece tener 16 años, por la madurez con la que habla del proceso que vivió y la vocación de transmitir sus aprendizajes y demostrar con hechos la filosofía de vida que aplica. “Te das cuenta de lo que lo que importa de verdad, porque antes me enojaba, tenía peleas con mi familia, por cosas que no tenían mucho sentido, y siento que avancé como persona en montón de aspectos, y que en el camino descubrís quién sos, la fortaleza que tenés, quiénes son tus verdaderos amigos, los que se quedan en las peores circunstancias, y los que no, aceptando aunque cueste que a veces algunos no te van a acompañar, y teniendo el apoyo de mi familia la realidad es que no tengo de qué quejarme”, sentencia.
Otro de sus anhelos es crear el salto adaptado, ya que actualmente solo se acepta el adiestramiento como disciplina paralímpica. ”Hay que buscar las formas para una montura adaptada, que se sostenga más, que esté bien agarrada, y lo que estoy haciendo es preparar esa montura. Por más que siempre es muy difícil inventar algo nuevo, para mí se puede, solo hay que encontrar la manera correcta para que sea seguro y posible”, dice con convicción. Y agrega: “Algunos creen que estoy loca, primero porque el accidente lo tuve montando, y no entienden cómo quise subirme a un caballo otra vez, y segundo porque creen que es muy difícil que una persona con discapacidad pueda hacer salto, pero no tengo dudas de que lo voy a lograr, así tarde años y años”.
Actualmente va a rehabilitación cuatro veces por semana, en sesiones de tres horas cada una. “Después de ahí me voy al colegio, que me queda bastante lejos, porque nosotros vivíamos en Lomas de Zamora, pero nos mudamos a Capital porque me quedan más cerca todos los médicos”, revela. Aunque toda su familia hizo un cambio de vida radical, no tiene dudas de todo lo que transitaron los unió aún más, e incluso sus amistades se fortalecieron. “Es uno de los motivos por los que no me quiero cambiar de escuela, porque voy con las mismas amigas de siempre y falta poco para el viaje de egresados; siento que ellas también abrieron un poco los ojos sobre muchas cosas que antes no se daban cuenta, como cuando alguien tapa una rampa, y ahora se enojan hasta más que yo, ¡son terribles!”, acota con humor.
Gran parte de su motivación surgió de los referentes que fue conociendo desde el 2021 en adelante, y siente que gracias a esa contención fue capaz de hacer tantas cosas en tan poco tiempo. “Alexis Padovani -exrugbier con lesión medular y ejemplo de superación-, fue quien al principio me enseñó muchas cosas, como a subir escalones con la silla; te preparan para salir a la calle, porque lamentablemente en el país en el que estamos no está todo adaptado y pasás por diferentes situaciones en las que tenés que resolver solo, y si te tapan una rampa tenés que poder subir el escalón, las rampas espinadas las tenés que subir, porque sino te perdés de hacer muchas cosas”, remarca. Luego la contactó Juan Gato Nimo, piloto parapléjico y deportista alto rendimiento: “Me mostró cómo bailar con la silla, estuvo en mi fiesta de 16, porque la de los 15 no la pude hacer, y juntos hicimos una coreografía donde la gente se sorprendía de todo lo que se podía hacer; hasta me pasó por arriba con la silla”.
Te puede interesar: Cruzó la cordillera de los Andes, hizo cumbre en el Himalaya y pisó los siete continentes: “La discapacidad no tiene fronteras”
Ese cumpleaños fue una noche inolvidable para Pilar, que no solo bailó el Valls, sino que además disfrutó de la participación sorpresa de MYA, su dupla musical favorita -integrada por Máximo Espíndola y Agustín Bernasconi-, y cantó todas sus canciones. En todas las postales de esa velada se la ve a pura sonrisa, y confiesa que en los momentos difíciles vuelve a mirar el book de fotos y los videos para revivir ese disfrute supremo.
El apoyo psicológico también fue un elemento que mantuvo en cada etapa, y considera una prioridad la salud mental como acompañamiento. “La asistencia profesional es importantísimo, tan importante como todo el resto, porque sino estás bien mentalmente no podés lograr nada. Todo es cabeza, realmente necesitamos mente y cuerpo unidos para funcionar”, sentencia. A medida que avanzaba en la recuperación, la invadía un pensamiento recurrente: “Sabía que tenía dos caminos: o quedarme acostada tirada sin hacer nada y no querer ver a nadie, o aceptar lo que me pasó y salir adelante y hacer todo lo que quiera, tratando de lograrlo aunque sea un poco más difícil’, y claramente elegí el segundo”.
“El pase del por qué al para qué no es nada sencillo, es muy personal la forma en que llegás a eso, pero es el camino”, argumenta. Desde antes del accidente le interesaba la carrera de Medicina, y después de estar rodeada de tantos médicos, confirmó su vocación. “No sé todavía si será medicina o kinesiología, que me gusta mucho porque siento puedo ayudar mucho a los pacientes, habiendo pasado por algo similar a muchos casos, y ofrecer más que empatía, porque literalmente sé lo que se siente”, explica.
Sus prioridades fueron cambiando, y aunque volver a caminar era una de sus primeras metas, ahora ocupa casi el último lugar de sus deseos. “Entendí que no es lo más importante, que se puede ser feliz sin caminar, y hay gente que camina y no es feliz. Estando en silla también podés armar una familia, podés hacer lo que quieras si te lo proponés con actitud, buscás apoyo e insistís en tus sueños”, reflexiona.
En los últimos minutos de la amena charla, menciona a Querandí, el caballo del que se cayó, y cuenta que desde muy pequeña había querido lograr lo que se conoce como “binomio”, la conexión con entre el jinete y el animal. “Con él lo pude lograr, y no hay forma de que mi último recuerdo sea el accidente, así que es algo inexplicable lo que pasa cuando conectás de esa forma; es un sentimiento único, y él sabe que lo voy a volver a montar, y que lo que pasó no fue nuestra despedida”, revela. Varias veces lo fue a visitar al campo, y desde la silla lo acarició y se fundió en un abrazo. “Estoy contenta y feliz de todo lo que estoy logrando, y no me voy a rendir”, concluye.
Seguir leyendo: