El ingeniero ambientalista que colecciona aguas del mundo y las exhibe en una muestra

Carlos Montani reúne en más de 1900 frascos rotulados con nombre, fecha y lugar aguas de todos los continentes, incluida la Antártida. Cuándo nació su interés por el cuidado de este recurso natural, los motivos de esta exhibición llamada Aqua Planetae y cómo consiguió botellas de lugares remotos

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Carlos Montani junto a su muestra Aqua Planetae
Carlos Montani junto a su muestra Aqua Planetae

Carlos Montani (57), ingeniero y ambientalista, es un coleccionista de aguas del mundo. En su taller guarda frascos viales rotulados con los datos de la persona que le entregó la muestra, la fecha y de dónde es. Los conserva a oscuras en cajones y baúles dentro de su taller, como parte de una muestra itinerante, que dentro de poco volverá a ver la luz, el 22 de marzo próximo, el Día mundial del Agua hasta el 20 de abril en la Casa de la Cultura (Avda. de Mayo 575). Su nombre es Aqua Planetae y su razón de ser es instalar la importancia del cuidado de este recurso finito e insustituible.

El viejo taller de carpintería y herrería que atesora esta colección de agua es un templo para Montani. Su herencia. Su pasado y presente. Allí aprendió en su infancia a dominar las herramientas de su abuelo, que era ebanista, y de su papá, que hacía piezas más utilitarias. " Con mis amigos agarrábamos palitos y clavos y hacíamos espadas. También les arreglaba las bicicletas. Hacía carritos de rulemanes para correr por la calle”, cuenta sobre esa etapa de la vida, en un lugar que es su historia. “Cuando me meto ahí dentro me aislo del mundo. Mi vida pasa por ese taller. En su momento, le compré a mi abuelo todo lo que estaba adentro”, asegura.

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El coleccionista de agua nació en Capital. Se crió en el barrio de Monte Castro. Y nunca se movió de la zona, excepto los años en que vivió en Costa Rica, cuando trabajó en una empresa que le daba mucha importancia al cuidado del medio ambiente.

Sobre el porqué de este interés en el agua, cree que está relacionado a una vivencia de su infancia. “Nos vamos construyendo a través de nuestras vivencias y no podemos deshacernos de nuestro pasado”, expresa. Así recuerda que a los cinco años visitaba el campo que había comprado en Chaco su padre. A veces lo llevaba con él y lo recuerda fielmente. “Una de las cosas que hizo fue poner un par de molinos de agua y un tanque australiano. Yo jugaba mucho con el hijo del encargado, “Huguito”, que tenía mi edad. Me acuerdo como si fuera hoy su cara cuando empezó a salir el agua del molino, un chorro súper cristalino en una zona muy árida, de buena tierra, pero muy árida. Para mí no fue tan impactante porque tenía agua en mi casa, pero me acuerdo de Huguito, poniendo la mano bajo el chorro de agua, fresca, limpia y en cantidad. Salía un flor de chorro cada vez que el molino daba vueltas”, recuerda.

Carlos Montani trabajando en el taller de carpintería de su abuelo y su padre que es su "templo" donde aloja las botellas de agua de la muestra
Carlos Montani trabajando en el taller de carpintería de su abuelo y su padre que es su "templo" donde aloja las botellas de agua de la muestra

Carlos, que había estudiado en un industrial, optó por convertirse en un ingeniero mecánico. Durante sus años en Costa Rica, en una empresa que fabrica tuberías de PVC para la conducción de agua, empezó a tener contacto no solo con esta temática. Había empezado a tomar clases de pintura y hacer vitrales. Al dejar de trabajar en esa empresa, y de regreso en la Argentina, con una consultoría propia, sintió que le faltaba la pata social que tenía en esa empresa. Y comenzó con una búsqueda. “Ahí fue que decidí hacer actividades artísticas que tuvieran que ver con lo social. La primera que llevé adelalante fue con la Fundación de Patricia Sosa que coincidentemente tenía que ver con el agua. Ella estaba haciendo muchos pozos de agua en la zona de Chaco. Entonces hicimos la campaña Huellas de amor, que era conseguir las huellas de personalidades, las manos pintadas estampadas en una remera y en un lienzo y eso se subastó por alimentos para los Qom”, relata.

Después de esa campaña en la que ayudó a juntar 14 toneladas de alimentos, continuó con otra obra, llamada Huella Hídrica. “Un tema que me movilizaba porque uno a veces deja la canilla abierta mientras se lava los dientes, que es un desperdicio, pero hay cosas que tiene un consumo de agua mayúsculos y uno no se da cuenta”, afirma. Y comienza mostrar el derroche: una hoja de papel A4 equivale a 10 litros de agua. Un kilo de carne, unos 13 mil litros. La muestra fue presentada en escuelas, para mostrar el alcance, la magnitud del desperdicio. “Yo trato de transmitirlo. Como decir que 2 kilos de carne equivalen a un camión como los de combustible pero llenos de agua, ya que cargan 30 mil litros”, ejemplifica.

Chicos y adultos desplazándose sobre su obra Huella Hídrica, hecha con gel, para descubrir de manera lúdica mensajes ecologistas
Chicos y adultos desplazándose sobre su obra Huella Hídrica, hecha con gel, para descubrir de manera lúdica mensajes ecologistas

Montani quiso dejar en evidencia que el problema era mayor a lo que se cree. “Hice una obra que me encantó, que me la compró Aysa, llamada Huella Hídrica, que era de un tamaño de 8 metros por dos y medio, con una luz debajo y arriba un gel azul, que cuando pisabas el gel se corre y en algunas partes de la obra había unas frases sobre consumo. Y una vez que sacabas el pie te daba unos segundos como para leerla y después el gel el volvía a taparla y tenías que seguir buscando otra huella. Entonces la gente tenía que caminar por encima de la obra para poder encontrar el significado”, precisa.

Aqua Planetae llegó después de Huella Hídrica. Montani lo tenía en mente. Era una idea que tenía de hacía rato, “hacer una colección de aguas del mundo, como hacer un stop en el tiempo, de dejar una muestra de cada momento, con su historia con la persona, con el lugar, con la fecha que involucraba cada botellita”, explica el ingeniero que inició la juntar agua hace 11 años.

La obra incluye agua de personalidades, como Marta Minujín y de quienes fueron invitados y quisieron colaborar
La obra incluye agua de personalidades, como Marta Minujín y de quienes fueron invitados y quisieron colaborar

Las primeras muestras de agua llegaron a sus manos en marzo de 2012, en la planta donde había trabajado en Pablo Podestá. Allí dejaron una muestra de agua empleados, luego comenzaron las presentaciones en instituciones dedicadas al cuidado del agua y escuelas, donde los participantes llevaban más agua. Algunos chicos se hicieron traer agua de Uruguay, otros ofrecían conseguir de otros lugares lejanos con la ayuda de familiares que estaban de viaje. De manera que la obra iba creciendo y adaptándose.

Agua tiene de todas partes de la Argentina, también de América y Europa. De las más remotas que tiene corresponde a Japón. Cada frasco encierra una historia que Carlos evoca cada vez que arma y desarma la exhibición. “Yo trabajo con una persona de una empresa de Estados Unidos que es japonesa. Cuando fue a visitar a la familia, su hijo Yugo me juntó agua de la casa del abuelo. Después, cuando viajé Estados Unidos me la traje y la agregamos a la obra”, relata. Otro frasco único es el del agua de la Antártida. “Me la trajo un militar que hizo campaña allá, que lo conocí a través de una de las actividades que habíamos hecho en un colegio y me había dicho que me iba a traer agua de la Antártida. Y me trajo agua deshielo de la Base Esperanza”. El mensaje que difunde con la obra Aqua Planetae, cuyas botellas son exhibidas en un panel con un efecto lumínico de una onda, es que se tome consciencia de la importancia que tiene que tiene el agua para la vida. Lo que pide es que las aguas para la colección sean de agua bebible, pero hay algunas excepciones, como la del río Jordan, de Amsterdam y la de la Antártida.

En una misa del Papa, Carlos Montani aprovechó para regalarle un resumen de su trabajo
En una misa del Papa, Carlos Montani aprovechó para regalarle un resumen de su trabajo

La obra está preparada para viajar y mientras tanto pasa la mayor parte de su tiempo guardada en el taller. La estructura está dentro de cinco grandes baúles y las botellitas en 20 cajones, con separadores para que no se golpeen, aisladas con telgopor, de manera que no haya mucha variación de temperatura y también se mantiene a oscuras, para evitar toda posible proliferación de algas. Asimismo, le agregó a cada botella un producto clorado, que le dio la UBA, para su conservación.

El frasco más viejo data de 2007, anterior a su obra, de un viaje que había hecho a Colombia. Otra coincidencia. Algo de lo que se había olvidado. Había ido con un amigo al famoso restaurante Andrés carne de res y de souvenir habían recibido una botellita de agua con su etiqueta. “Yo la mía no sé si la tomé o la tiré y mi amigo la guardó. Cuando empecé con todo esto, al mudarse, la encontró en el fondo de la alacena y me la trajo. Tiene la fecha de cuando fuimos, está impecable”, destaca.

Algunas de las botellas que integran Aqua Planetae
Algunas de las botellas que integran Aqua Planetae

Cada frasco, además de contener agua, recuerdan un momento. Uno de ellos, guarda agua del día en que murió su mamá, María Ferrari. También tiene del día de nacimiento de los hijos de alguna amiga. “Si la gente se tomó el trabajo, el tiempo y la molestia de agarrar el agua y hacérmela llegar, es porque le está dando valor al agua y creo que eso es lo principal que persigo con la obra”.

La obra del ambientalista pasó por el Vaticano durante una jornada dedicada al agua. Montani ofreció llevarla y estuvieron de acuerdo. “Obviamente, aproveché para tratar de conseguir el agua del Papa Francisco y lo que hice fue juntar agua de una fuente que está enfrente ahí a Santa Marta, donde vive. El miércoles que hizo la misa ahí en la plaza, había conseguido a través de la embajada argentina estar en el palco cercano donde el Papa pasa caminando y le ofrecí una obra que era un resumen de Aqua Planetae, con una botellita con agua de cada continente y le dije: ‘hoy a la mañana, tomé agua de la fuente de Santa Marta que me gustaría poder incluirla en la obra con su nombre. Y me respondió, ‘sí, me parece bien’. Así que a partir de ese día está el agua del Papa como parte de la obra”, concluye. Aqua Planetae ya tiene unos 1900 frascos de agua y continúa creciendo.

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