La 99 cumple 90. Barbara Feldon, la actriz que obtuvo la fama y se aseguró la inmortalidad, siendo la compañera de Maxwell Smart en el Superagente 86 no volvió a conocer el éxito como en esa época pero no pareció importarle. Siempre intentó vivir a su manera, aceptando éxitos y fracasos.
Barbara nació en Pennsylvania en 1933. Al terminar el colegio estudió actuación y una vez que obtuvo el diploma creyó que todo lo que seguía sería fácil. Corrían los años cincuenta y para todos se abría un mundo nuevo. Ningún sueño parecía imposible. Mucho menos para ella que con su belleza y determinación se sentía capaz de abrir todas las puertas, sortear cualquier obstáculo. Tenía poco más de veinte años y todavía utilizaba su nombre de nacimiento, Barbara Ann Hall. Se instaló en Nueva York y probó suerte en Broadway. Al principio se entusiasmó. Las primeras audiciones fueron fructíferas. Su belleza, frescura y altura marcaban diferencia entre el centenar de aspirantes. Eran papeles menores pero eso todavía no pesaba. “Lo importante es entrar”, le habían dicho.
Pero pasaron los años y las obras y Barbara solo obtenía papeles insignificantes. Ya ni siquiera era una aspirante a actriz. A fuerza de aceptar lo que le proponían, y cómo siempre era lo mismo, su oficio era el de corista: una más del batallón de bailarinas. “No progresaba, era frustrante. Y eran horas y horas de espera en oficinas y audiciones”, dijo varias décadas después.
Maltrato, incertidumbre y pocas gratificaciones. Decidió dejar todo y, junto a su novio y futuro esposo, mudarse hacia la Costa Oeste. Se habían conocido hacía poco. A la salida de un teatro, un joven elegante y con aire sofisticado, se acercó y le pidió una moneda para hablar por teléfono público. Ella no supo si se trataba de una broma. Hablaron un rato, él le ofreció fuego y seguir hablando mientras tomaban algo. Lucien Verdoux- Feldon sería su pareja durante una década. Su aporte principal sería el de prestar el apellido con el que la actriz terminaría siendo conocida.
Barbara participó de un programa de preguntas y respuestas que otorgaba 64.000 dólares de premio. El ingreso fue sencillo. Con su simpatía cautivante obtuvo un lugar. Los productores no esperaban mucho de esa joven preciosa, más que adornara la pantalla durante algunos minutos. Pero ella destruyó los prejuicios ajenos y obtuvo el premio mayor contestando preguntas en una categoría nada sencilla: “Vida y obra de William Shakespeare”. Con la plata del premio instaló junto a Lucien Verdoux-Feldon, su pareja, una galería de arte. “Una galería de arte es más un hobby, no un medio adecuado para ganarse la vida: muy rápido perdimos todo el dinero”. Ese fue uno de los tantos malos negocios de su marido.
Ya iniciada la década del sesenta, Barbara incursionó en el modelaje y fue contratada para varias publicidades. En esta nueva carrera, adoptó una nueva identidad bajo el apellido de su esposo. Ya era Barbara Feldon. El gran salto llegó a través de un comercial de una loción para pelo de Revlon destinada al público masculino. Con vestimenta animal print, voz y pose sugerente, mientras acariciaba un tigre de peluche, sedujo a una generación (y vendió muchos potes de esa crema). Las ofertas para nuevas publicidades comenzaron a llegar de manera aluvional. Pero ella quería actuar, ser actriz.
En 1963 y 1964 tuvo participaciones esporádicas en varias series exitosas como El agente de C.I.P.O.L y Flipper. Otra vez se había impuesto el método de entrar al medio y esperar su oportunidad pero esta parecía no llegar. Pero cuando la vieron en alguna de estas participaciones menores, Buck Henry y Mel Brooks entendieron que ella era la contrafigura que necesitaban para esa parodia de las películas de James Bond mezclada con el Inspector Clouseau con el telón de fondo de la Guerra Fría. Los ojos enormes, el pelo corto, la figura estilizada, la voz robusta y sugerente, la gracia de sus gestos.
Barbara Feldon fue elegida como la 99. Le ofrecieron contrato por cinco temporadas. Ella se negó. Pero no hubo especulación ni confianza excesiva en el show. No quería quedar atada a algo tanto tiempo. No se imaginaba qué podía ser de su vida cinco años más adelante. Así que rechazó el ofrecimiento. Parecía que la oportunidad no sería aprovechada. Pero los productores volvieron por ella con una propuesta más breve. Firmó solo por dos aunque con opción a renovar.
El Superagente 86, se sabe, fue un éxito extraordinario. Y ella, Barbara Feldon, fue una parte importante de él. Contrafigura femenina, aportaba el equilibrio necesario. Mostró poseer un buen timing para la comedia, para sostenerle el ritmo a un cómico como Don Adams.
Al principio entre ellos la relación era amable pero fría. En la primera escena juntos pareció que iba a haber problemas. En la marcación, cuando el director les ordenó pararse uno al lado del otro, surgió lo evidente: ella era más alta que el protagonista. La mirada de Adams se enturbió pero no dijo nada. Durante las cinco temporadas enmascararon la situación todo lo que pudieron. Planos en perspectiva, algún escalón, si la escena era en la arena a ella la enterraban unos centímetros y Barbara se encorvaba cada vez que podía. El método más usual fue otro: cada vez que el plano no era de cuerpo entero, Barbara actuaba descalza para reducir unos centímetros esa brecha. Debe ser la única actriz, a excepción de las de Baywatch o las Jane de Tarzán, que triunfó descalza.
En los primeros drafts, en los ensayos previos, a la contrafigura de Maxwell Smart la llamaban Susan Hilton. Finalmente su personaje no tuvo nombre y apellido. En un inicio se iba a llamar la Agente 100. Pero a los autores no les pareció un nombre femenino. Quedó 99. Lo eligieron porque era gracioso, sonaba elegante y, fundamentalmente, era un número mayor que el 86. Una leyenda sostiene que el número originalmente elegido por los guionistas había sido el 69 pero que fueron censurados. No parece haber sucedido así. Ni Mel Brooks ni Buck Henry hubieran desafiado de esa manera burda (y sin mayor destino) a los censores. Se trata de un mito urbano.
El de la 99 no era un personaje habitual en esos tiempos. A la belleza natural y elegancia de Barbara Feldon se le agregaron otros factores. Los guionistas crearon un personaje fuerte e inteligente. Casi la única persona inteligente de ese universo. Ella tiene más talento que el 86 y también es más razonable. Es quien logra sacarlo de los problemas, es el pensamiento preciso, quien encuentra las causas de los problemas y propone las soluciones, aunque luego se las apropie Maxwell Smart en un gag que a pesar de las reiteraciones de su mecanismo siempre es eficaz.
Al avanzar los capítulos, los personajes se enamoran. En un capítulo bajo una amenaza seria de KAOS y con ellos disfrazados como Carlitos Chaplin, Maxwell Smart se le declara: ese episodio es el favorito de Barbara Feldon. En la cuarta temporada el Agente 86 y la 99 se casaron. Luego tuvieron gemelos. Sin embargo, la 99 es una de las pocas protagonistas de la televisión de esos tiempos que continuó con su labor profesional luego de su casamiento y de dar a luz.
Unos años atrás, cuando le preguntaron a Barbara Feldon sobre esas decisiones de guión, contó que fueron motivadas por la desesperación de los productores cuando vieron que los ratings descendían. “Con el casamiento y luego con el nacimiento lograron que esos programas tuvieran mayor audiencia pero nada más. Al capítulo siguiente de nuevo los números bajaron. Nuestro momento había pasado. La gente quería ver cosas nuevas”, dijo Barbara.
Dos veces fue nominada a los Emmy pero no ganó la estatuilla. Fue la única del programa que no obtuvo un premio. Como siempre, se tomó la situación con humor.
Después de las cinco temporadas y los 138 capítulos del Superagente 86, Barbara Feldon era una gran estrella. Le llegaron varias propuestas para protagonizar series. Pero ella las rechazó a todas. “Me ofrecían siempre lo mismo: eran versiones de la 99 sólo que en otros escenarios. Yo quería hacer otra cosa. Mostrar que era dúctil para actuar”. Después tuvo participación en varios programas de entretenimiento y fue invitada a algunas series. Protagonizó una decena de películas televisivas y lideró una obra en Broadway para dos personajes que tuvo buenas críticas pero poca relevancia en la taquilla. Tal vez su mejor papel fuera de la serie fue simultáneo a esta: la película Fitzwilly, con Dick Van Dyke. También participó en cada una de las reencarnaciones que hubo del Superagente 86, tanto en las películas como en la serie que intentó en vano reverdecer al personaje varias décadas después.
Después del enorme suceso del Superagente 86, las carreras de los principales actores del programa fueron en descenso, nunca más pudieron conseguir otro gran papel. Aquello que ocasionó su gloria también produjo su caída. En su éxito estaba escondida su maldición: la de quedar, para el público, fijado en un personaje; un personaje que los asfixia y no los deja ser visto en otros ropajes. A Barbara Feldon no pareció importarle. Su vida continuó. No paseó ni su resentimiento ni su desesperación por revistas o programas televisivos. Siempre se la vio serena, con una sonrisa, recordando con gratitud y alegría su éxito pasado.
A diferencia de su personaje más célebre, Barbara nunca tuvo hijos. Su matrimonio con Verdoux-Feldon duró hasta 1967. Después estuvo en pareja doce años con Burt Nodella, uno de los productores del Superagente 86.
A partir de ese momento vive sola en un lujoso departamento (que alguna vez ocupó varias páginas en la revista Architectural Digest) en Manhattan, a una cuadra del Museo Guggenheim y del Central Park.
En 2003, Barbara Feldon publicó su primer libro. Un texto de autoayuda Living alone and loving it (Vivir Sola y Amar Hacerlo). Es un libro amable (como su autora) en el que relata su sorpresa cuando descubrió que podía ser feliz también sin pareja estable. Habla de la necesidad de no presionarse, de su decisión de no tener hijos y brinda algunos consejos enmascarados en sus propias historias de vida para disfrutar la vida fuera del matrimonio.
El año pasado publicó Getting Smarter. A Memoir, un libro en el que repasa su vida y los principales momentos de su carrera artística.
Barbara Feldon cada tanto brinda entrevistas en las que pasea su inalterable encanto y vitalidad y resume su objetivo de vida: “Nunca ambicioné ser una estrella, aunque serlo me haya ayudado a conseguir lo que quería. Lo que siempre anhelé fue, y lo sigue siendo, disfrutar de la vida. Viajar, probar cosas nuevas, encontrarme con gente, hablar con personas distintas a mí. Eso es difícil de lograr si te acosan las deudas y las necesidades, es cierto. Por eso agradezco haber tenido éxito. Pero no pretendo posesiones. Sólo libertad para hacer lo que quiero”.
A los 90, la 99 sigue espléndida y resplandeciente, sigue disfrutando de cada día sin mirar con nostalgia el pasado, sin dejar que los viejos tiempos la inmovilicen.
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