Primero fue la escarapela para que nuestros soldados, que vestían con lo que tenían a mano, pudieran identificarse en los campos de batalla. Manuel Belgrano se animó a más y creó la bandera, que en un primer momento causó escozor en el Primer Triunvirato. “Haga pasar como un rasgo de entusiasmo el suceso de la bandera blanca y celeste enarbolada, ocultándola disimuladamente”, le escribió entonces Bernardino Rivadavia, pero que finalmente sería enarbolada en la victoria de nuestras armas en Salta.
De los 17 diputados que conformaron la llamada Asamblea del Año XIII, cuyos objetivos era el de declarar la independencia y sancionar una constitución, diez eran masones. Uno de ellos era Agustín José Donado, un porteño nacido en 1767 que en la histórica asamblea representaba a la provincia de San Luis y que defendía la postura sanmartiniana de declararnos libres e independientes. Fue uno de los motores de la revolución cuando aún mayo estaba en los planes de unos pocos y había sido un importante donante de caballos para el Regimiento de Granaderos a Caballo.
Junto a los demás congresales, a las 9 de la mañana del domingo 31 de enero de 1813 se reunió en el Fuerte. De ahí, todos a la Catedral para “implorar el auxilio divino”, juraron de dos en dos sobre los Evangelios para finalizar en el lugar donde sesionarían, en el Consulado, que se levantaba en el solar que hoy ocupa el Banco de la Provincia de Buenos Aires, en San Martín y Mitre.
Una de las primeras medidas adoptadas fue el de declarar como libres a los hijos de esclavas, nacidos desde el 31 de enero de ese año. También se suprimieron la mita, el yanaconazgo, el tributo y los títulos de nobleza y se suspendió el juramento al rey Fernando VII.
En las primeras semanas de sesiones, sólo hubo buenas noticias. El 5 de febrero se conoció la victoria de San Martín en San Lorenzo y el 3 de marzo se festejó el triunfo de Belgrano en Salta. Tanto el gobierno como la iglesia se hicieron los distraídos y dejaron pasar que era el primer día de la cuaresma: en la plaza se armó un baile de aquellos, y debieron iluminarla porque duró hasta pasadas las 11 de la noche; si bien el 7 hubo un Te Deum, al día siguiente se celebró la victoria con una corrida de toros. Ya habría tiempo para la observancia religiosa para recibir la Pascua como corresponde.
Se daría el visto bueno a la escarapela, a la bandera y se encargó la composición de una canción patriótica, el himno nacional.
Como el gobierno había dispuesto quitar de todas las dependencias oficiales el escudo de armas de Castilla, era necesario reemplazarlo por uno propio, más acorde a los tiempos que se vivían.
Donado, que desde 1809 administraba la imprenta de los Niños Expósitos, tenía facilidad para el dibujo. Se le encargó la tarea de diseñar y encargar un sello, que acompañaría a toda la papelería oficial.
Al parecer, la persona indicada para hacer ese sello vivía en Buenos Aires. Era Juan de Dios Rivera Tupac Amaru, le decían “el inca” y luego de la derrota de su primo se estableció en Córdoba primero, luego en Luján y por último en la ciudad de Buenos Aires. Era un platero al que se le adjudica el único retrato hecho en 1809 a un joven Mariano Moreno.
Sería uno de los primeros escudos que tendría América. Posee dos cuerpos, uno superior azur (azul celeste) y otro inferior, plata (blanco). Los antebrazos simbolizan la hermandad de las provincias y el gorro frigio rojo -la libertad- está orientado hacia la izquierda, signo jacobino. Está sobre una pica, que es el compromiso de las provincias de defender esa libertad. El sol, de 16 rayos rectos y flamígeros intercalados, nos habla del nacimiento de una nueva nación. En cuanto a los laureles, representan la victoria en el logro de la independencia. La cinta, en el extremo inferior, en forma de moño, es símbolo de unión, y sus colores azul y blanco representan la nacionalidad argentina. Alrededor lleva la leyenda: “Supremo Poder Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata”.
El 12 de marzo de 1813, con la firma del presidente del cuerpo Tomás Antonio Valle y de Hipólito Vieytes, se lo adoptó como el escudo oficial, aunque ya se lo había empezado a aplicar el mes anterior.
Nuestro escudo guarda una curiosa similitud con uno usado como un salvoconducto de un club revolucionario francés, que servía para ingresar a la Asamblea Legislativa que funcionó entre 1791 y 1793. Salvo los detalles de mar y olas sobre el azul y el sol, el resto de los elementos concuerdan. ¿Cómo habría ido a parar al lejano Río de la Plata? ¿Habrá llegado a las manos de Belgrano gracias a una enigmática mujer, conocida como madame Elisa Pichegru? ¿Será cierto que esta dama debió refugiarse en la lejana Buenos Aires por sus ideas jacobinistas y que, a partir de su relación con el creador de la Bandera, le habría dado el escudo?
Hay quienes dicen que el autor del diseño fue el propio Donado; otros, Isidro Antonio de Castro, un artista peruano residente por esos años en Chile o hasta el propio tucumano Bernardo Monteagudo.
Lo cierto es que el sol incaico y la borla del gorro frigio -típico accesorio que los indígenas del noroeste llevaban colgando de sus orejeras- son pistas que delatarían que el diseño pertenecería a un altoperuano.
El cuño original era de plata y bronce.
Por 1943, el Ministerio de Justicia e Instrucción Pública recibió una nota que sorprendió a los funcionarios. Un tal doctor Jorge C. Taullard ofrecía sus servicios y ponía a disposición un trabajo que había realizado en el que había estudiado tanto anatómica, como radiológica y artísticamente las manos del escudo. Aseguraba que había que modificarlas, ya que habían sido maltratadas por artistas y escultores.
Fue la Academia Nacional de la Historia quien cerró la cuestión, agradeciendo la colaboración de este preocupado profesional. A partir del Decreto 10.302 aquel símbolo que había aprobado la histórica asamblea como sello oficial, era oficialmente adoptado como “representación del escudo argentino”.
En mayo de 1813, se suprimió de la papelería oficial la leyenda “Valga para el reinado del señor don Fernando VII para el bienio de 1812 y 1813″ y fue reemplazado por “Valga por los años 4 y 5 de la libertad”. La Patria iba tomando identidad.
Fuentes: Academia Nacional de la Historia - Boletines 17 y 39 / Decreto 10302 / El Redactor de la Asamblea (1813-1815) edición facsimilar; Memorias Curiosas, de Juan Manuel Beruti
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