El reloj marcaba las 0 horas del sábado 10 de marzo de 1973 cuando el teniente general Alejandro Agustín Lanusse hablo en cadena nacional a “los hombres y mujeres de mi patria” para anunciar que había “llegado el momento decisivo” porque “mañana con absoluta libertad, sin ningún tipo de proscripciones, sin correr otro riesgo que el de usar mal el voto y con la total seguridad de que su voluntad será respetada por este Gobierno de las Fuerzas Armadas, la ciudadanía se expedirá sobre el futuro de la República.”
En 20 minutos el presidente de facto trazó un ligero panorama de un pasado cercano y estresante del que solo parecía recordarse a la ciudadanía los fracasos de gobiernos “no representativos de las grandes mayorías”. Con el voto “mañana puede ganarse o perderse todo”, advirtió. “Puede resultar que la República pierda o se sumerja en la anarquía, la obsecuencia, la delación, la corrupción, el engaño, el mesianismo el envilecimiento de las instituciones, el cercenamiento de las libertades, la implantación del terror y la tiranía o la subordinación a la voluntad omnímoda de un hombre.”
Las palabras del discurso parecían no ir en la misma dirección de las que se decían en la intimidad. El 7 de febrero, un mes antes del 11 de marzo de 1973, 50 generales se reunieron para analizar la situación, dar sus pareceres y firmar un compromiso de “5 puntos” en los que se pretendía garantizar la normalidad y estabilidad institucional. La cumbre la presidió Lanusse, secundado por Alcides López Aufranc como jefe del Estado Mayor General del Ejército (EMGE).
En esa ocasión, levantando la voz, “el pibe” López Aufranc le dijo a los presentes: “Señores, esta asamblea que preside el Comandante en Jefe (CJE) está compuesta, sin ninguna duda, por ‘no peronistas’ por no decir ‘antiperonistas’ porque a partir de 1955 el Ejército depuró sus cuadros. Así que acá el más tibio es ‘no peronista’ y creo que buena parte somos antiperonistas”. A continuación, “el pibe” o “el zorro de Magdalena” (comparándolo con el mariscal Erwin von Rommel, el “zorro del desierto”) como se le decía, aventuró que “los cálculos prudentes hablan de un 40% adjudicados en las elecciones al Partido Justicialista, sobre un padrón electoral de 15 millones, representa que la subversión va a pescar en 6 millones de ciudadanos que no van a poder votar”.
El general de división Jorge Raúl Carcagno (que sería el CJE de Héctor Cámpora, Raúl Lastiri y Juan Domingo Perón) trató de poner algún límite al debate cuando opinó que la “no vuelta al pasado significa la no vuelta al sistema peronista, del régimen peronista, especialmente el segundo período del ‘dictador’ del cual todos hemos sido partícipes de las decisiones y de los abusos de autoridad que tomó”. Tras una corta respuesta de Lanusse, a continuación habló el general Rudecindo Nadal, comandante de Institutos Militares, quien hizo referencia a un viejo plan de suspender las elecciones:
A pesar de todos los vaticinios, el domingo 11 de marzo de 1973 la fórmula del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), integrada por Héctor José Cámpora y Vicente Solano Lima obtuvo el 49,53 % del electorado, seguido por el 21,29% de la Unión Cívica Radial que propugnaba a Ricardo Balbín y Eduardo Gamond. En tercer lugar se ubicó Francisco Manrique y su Alianza Popular Federalista con el 14,91%. La candidatura del brigadier Ezequiel Martínez, alentada por el gobierno, apenas logró el 2,72% por eso en el argot popular de le decía “poroto, candidato al pedo”.
La diferencia con la segunda fórmula era tan amplia que no hacía falta el “ballotage”, una variante que el general Alejandro Lanusse había consagrado en la reforma constitucional de 1972.
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El lunes 12, por la noche, Lanusse en un mensaje por la cadena nacional, explicó que “las cifras que se disponen hasta el momento no le adjudican al Frente Justicialista de Liberación la mayoría absoluta, pero su porcentaje es tan aproximado a ello, y su diferencia con el segundo partido es tan apreciable, que prácticamente se estima que no sería temerario considerar como fórmula triunfante a la que integran los doctores Héctor José Cámpora y Vicente Solano Lima”. Tuvo que admitirlo porque sabía que la noche anterior Balbín se había comunicado con Cámpora para felicitarlo y transmitirle que retiraría su postulación a la segunda vuelta. A pesar de que la ley no lo contemplaba, Francisco Manrique quiso presentarse para competir con el FREJULI. Entendía que no podía ganar pero aspiraba a convertirse en el líder de la oposición. Todo quedó en la nada.
Mientras por las radios portátiles se escuchaban las palabras de reconocimiento del presidente de facto, un mar de gente rodeaba la sede del comando electoral del justicialismo, ubicado en la avenida Santa Fe y Oro. El júbilo de la calle se unía al que partía de los balcones del vetusto edificio. Allí se entremezclaban, en ruidosa y dulce comunión, los viejos y los jóvenes dirigentes peronistas y los dirigentes aliados. Todos imaginaban un cargo y por lo tanto se hacían ver; los candidatos electos y, por qué no, los militantes de superficie de las organizaciones armadas ligadas al peronismo. “Se votó contra la Revolución Argentina y a favor de un proceso transformador”, escribió Osvaldo Tcherkaski uno de los periodistas estrella de La Opinión.
Horas más tarde, en la sede del Ejército se elaboraron documentos de trabajo para enfrentar los días que se vivirían. Uno de los más llamativos, con fecha 12 de marzo y sello “Secreto”, llevaba como título: “Actitud del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) hasta el 25 de Mayo de 1973″ y en su contenido esbozaba la posibilidad de propender a un pacífico traspaso del poder. El trabajo, elevado al general de división Alcides López Aufranc, consideraba que “el actual PEN seguirá asumiendo todas las responsabilidades de Gobierno, y hará entrega del mismo a las autoridades que hayan resultado electas.” También consideraba la posibilidad de “separar a las FFAA del PEN y de sus responsabilidades”, contemplando “mantener (a Lanusse) al Gobierno en el ejercicio de sus funciones relevándolo de las responsabilidades que le competen como Comandante en Jefe del Ejército” que serían asumidas por López Aufranc. La ventaja de esta opción “permitiría el diálogo y el entendimiento de las FFAA con las futuras autoridades, toda vez que éstas se han mostrado remisas a tratar en con actual PEN”.
Como se presumía, esta opción nunca sucedió, Lanusse y Cámpora solo se vieron el 3 de mayo, frente a frente, para tratar el asesinato por parte del ERP-22 del vicealmirante Hermes Quijada. No alcanzar el objetivo de la entrevista entre el presidente de facto y el presidente electo “significaría concretar uno de los objetivos perseguidos por Perón y sus adherentes de separar a las FFAA, de lo que ellos denominaron ‘camarilla militar’”. Para subsanar inconvenientes y “facilitar los contactos entre el PEN y el futuro gobierno” aconsejaba “reemplazar al Ministro del Interior por un general en servicio activo” y “orientar los contactos a través de la Comisión Coordinadora del Plan Político (Miembros de las FFAA)”. Nada de lo aconsejado se concretó. El ministro Arturo Mor Roig continuo en su despacho y la comisión no fue considerada. En uno de los bordes del memorándum López Aufranc anoto: “No sería elegante prescindir ahora del Ministro del Interior”.
A continuación se dejó sobre la mesa del jefe del Estado Mayor una corta mirada de la contienda electoral del día anterior en el que se reconocía el “fracaso del partido político tradicional”. Queda claro que se refiere al radicalismo porque el justicialismo no era un partido “tradicional” después de varios lustros de proscripción.
En otras palabras, el trabajo considera el “fracaso de los esquemas posteriores a 1955; la reacción popular contra la gestión de siete años de gobierno militar; falta de renovación de las otras alternativas políticas y la libre participación del peronismo por primera vez en diecisiete años”.
El siguiente trabajo “Secreto”, también de fecha 12 de marzo de 1973, le aconsejaba a Lanusse “permanecer en el cargo” hasta el 25 de Mayo, demostrando “acatamiento del PEN al veredicto popular expresado en las condiciones fijadas en las reglas de juego dictadas por el Gobierno de la Revolución Argentina (GRA)”, reteniendo dentro del Ejército “la culminación de un proceso que se inició y desarrolló bajo su responsabilidad primaria”.
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Si Lanusse renunciaba asumiría “en el orden personal las responsabilidades del gobierno, quitando argumentación para que se pretenda hacer aparecer a las FFAA como derrotadas en el comicio”. El no reconocer el resultado de las elecciones nacionales llevaría a Lanusse a vulnerar “el compromiso contraído con la ciudadanía por los comandantes en Jefe y el propio Gobierno”. Era tarde para una actitud así –que fue analizada antes de las elecciones— porque “enfrenta a las FFAA con el pueblo y crea condiciones propicias para desencadenar la guerra civil” y se advierte que “corre el riesgo de dividir a las FFAA”.
Tras casi dos semanas de silencio gubernamental, Cámpora habló por televisión el jueves 22 de marzo de 1973: “Ya pasaron doce días de ese pronunciamiento electoral; pese a ello, el pueblo todavía no ha sido informado del triunfo del Frente Justicialista de Liberación”. Y luego diría la frase más recordada de esa alocución: “Hasta el 25 de mayo, el régimen. Desde entonces, el pueblo. La frontera es nítida… Que nadie se ilusione con imaginarias cogestiones ni con responsabilidades compartidas”.
El 12 de abril de 1973, según cuenta el periodista Osvaldo Tcherkaski en la tapa de La Opinión, Juan Domingo Perón cenó en París con Magdalena Díaz Bialet y su esposo Mario Cámpora, el sobrino del Presidente electo. En ese encuentro entre el matrimonio Perón y los Cámpora, Mario intentó convencer a Perón a que viajara a Buenos Aires el día que su tío asumiera como Presidente de la Nación.
La cena se hizo larga y mientras Perón hablaba, Magdalena tuvo un mal presentimiento. Especialmente cuando escuchó opinar a José López Rega sobre el Presidente electo: “El doctor Cámpora cree que el poder es de él, pero el poder no es de él”.
Al finalizar la comida, en el momento de acompañar al matrimonio Perón hacia la salida, el general lo miró a Mario y le dijo: “No voy a ir, para no robarle el show al doctor Cámpora… yo iré después y entonces el balcón será para mí”.
A su vuelta a Buenos Aires, Mario Cámpora le dijo al Presidente electo: “Héctor, el General me ha dicho que no va a estar acá el 25 de mayo… y por la metáfora que ha usado y por todo lo que ha dicho yo tengo la impresión de que quiere ser presidente”.
Con el paso de los años y los testimonios históricos de aquellos que se bamboleaban en el balcón del comando electoral de la avenida Santa Fe y Oro se pudo comprobar que había triunfado una “bolsa de gatos” con un candidato (Cámpora) que no duraría más de 49 días en la Casa de Gobierno y que sería sucedido por Juan Domingo Perón, el líder, que imaginaba volver definitivamente a la Argentina y tenía otros planes.
Como ya he repetido hasta el hartazgo, antes de volver Perón fue a la clínica del doctor Antonio Puigvert en Barcelona. El médico contaría en sus memorias que “aunque su aspecto no lo denotara tenía ya ochenta años. Y no volvía a la Argentina para pasar bajo arcos triunfales entre aclamaciones y en olor a multitud. Volvía para luchar (…). A mí me lo explicó muy claro y en muy pocas palabras: ‘No me queda otra solución que volver allá y poner las cosas en orden. Cámpora ha abierto las cárceles y ha infiltrado a los comunistas por todas partes’”.
En esos días con Puigvert también le confesó: “Mire, Puigvert. En estos años he estudiado mucho, he revisado mucho y me he dado cuenta de los errores que cometí en mi primer período. Errores que voy a hacer lo posible de no repetir. Como yo ya tengo conciencia de lo que es gobernar, no volveré a caer en ellos”.
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