Cada una de las herramientas que fabrican llevan impresa la etiqueta celeste y blanca, con la leyenda: “Industria Argentina”. Tomás Schenfeld tiene 23 años y se dedica a la fabricación artesanal de herramientas para carpintería, ebanistería y lutería. Pasó toda su infancia en Bellavista, partido de San Miguel, y el mismo taller que usaba su padre para hacer muebles es el que actualmente utiliza para su propio emprendimiento. En plena pandemia se asoció con su mejor amigo y se animaron a crear un prototipo de gramil, y cuando vieron la calidad final, fueron por más, hasta que se convirtió en un trabajo a tiempo completo. Audaz, comprometido y muy perfeccionista, le cuenta a Infobae el camino que transitaron hasta crear un catálogo de 50 productos hechos a mano.
Hace memoria y asegura que desde los seis años sintió “amor por la madera”, y a los ocho ya le hacía percheritos a su abuela, y posapavas a su mamá. “Mi papá tenía su trabajo administrativo, pero como hobby toda la vida incursionó en la carpintería, y el 80% del mobiliario de mi casa lo hizo él”, revela. Con admiración a los resultados de cada proyecto que lo vio empezar y terminar, no tiene dudas de que heredó su espíritu detallista. También atribuye la herencia cultural de su madre y de sus abuelos, grandes precursores de la herrería y las antigüedades. “Tanto del lado materno como materno, aprendí mucho y me fueron transmitiendo esa pasión por los oficios que lamentablemente se fueron olvidando o perdiendo”, reflexiona.
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Con humor, asegura que desde siempre en las cenas familiares se habla de dos cosas: herramientas y fútbol. Los escuchaba atento, y por más que estuviera ajustado de tiempos por su rutina universitaria, encontraba una hora libre para ir un rato al taller. “Estaba estudiando una licenciatura en urbanización, nada que ver con esto, pero a partir del 2020 con tantos meses de cuarentena hice un cambio personal, y me sinceré conmigo mismo: no me gustaba lo que estaba haciendo, y afortunadamente encontré lo que realmente me gusta”, confiesa.
Tenía 20 años y en ese entonces vendía espejos y artículos de decoración por Internet, para tener un ingreso propio, pero desde que arrancó con su proyecto dejó de lado las ventas virtuales. Habló con su mejor amigo de la infancia, y unieron recursos para hacer posible el sueño. “Su papá tiene una tornería, y sin él hubiera sido imposible porque necesitábamos un torno paralelo, y como las máquinas siempre nos gustaron, fue el compañero ideal y hasta hoy en día, tres años después seguimos siendo solo nosotros dos los que hacemos la producción”, detalla.
Cuando su abuelo le contaba el método que se aplicaba en 1900 para fabricar herramientas, quedó maravillado porque se contemplaba el menor uso posible de la electricidad, y se ponderaba el trabajo manual. Quiso lanzarse a la creación de piezas, y cuando investigó sobre la industria nacional disponible, supo que había muy poca oferta que compitiera con las marcas internacionales, que además resultaban inalcanzables por los costos.
“Me di cuenta que acá no se conseguían, que la cantidad era muy limitada, y por el tema del dólar y los impuestos, la verdad es que el precio era muy alto para comprar afuera, y era imposible tener varias o armarte tu propia colección”, comenta. Hicieron el prototipo de un gramil y quedaron muy conformes con la terminación, la funcionalidad y el nivel de detalle que lograron.
“Es una herramienta de carpintería clásica, la número uno para mi, porque se pueden hacer muchas cosas y sigue siendo difícil de conseguir acá porque las buenas salen carísimas. Cuando ya teníamos varias hechas lo compartí en un Instagram donde subía cosas de carpintería y ebanistería, y le gustó mucho a coleccionistas de herramientas, y también personas que hacen trabajo fino con maderas macizas”, explica sobre el público al que cautivó durante el lanzamiento, aunque después se fue ampliando a otros horizontes menos específicos. La idea de una industria nacional les pareció más que interesante: “Tuvimos muy buena recepción cuando planteamos la propuesta de hacer algo de calidad dentro de la Argentina, con proveedores argentinos y haciendo todo acá”.
Más adelante se sumó su hermano para administrar las ventas online y las redes sociales -en Instagram @ts_woodtools-, porque la demanda fue creciendo y su catálogo también. “Fabricamos más de 50 herramientas disponibles en este momento”, cuenta emocionado y todavía con incredulidad de lo que pudieron lograr. El desafío no es solo la fabricación, sino el estudio previo de todas las características de cada una, y saber utilizar todas para no pasar por alto ningún detalle que afecte la capacidad operativa, ya que no solo se trata de durabilidad y estética, sino de que cumpla la función para la que fue creada. A su vez, por el desconocimiento que existe en torno a la temática, cada lanzamiento incluye hacer una demostración de los usos que se les puede dar, y poco a poco ir conquistando a otros artistas curiosos que se preguntan para qué sirve cada pieza.
Otro punto a considerar son los costos del período de prueba, que es el primer paso para descubrir qué otros productos pueden fabricar. “Todo tiene su proceso, y el 90% de nuestras herramientas tienen bronce latón, que es un material bastante caro, así que hay que ser muy cautos con los prototipos para usar lo necesario y recién una vez que se comprobó todo, se arranca a producir para evitar cualquier pérdida o desperdicio”, sostiene. Actualmente hacen cuatro tipos de gramiles diferentes, cuatro tipos de martillos, seis tipos de escuadras, además de cuchillas de trazado, accesorios para máquinas, una guía de afilado, y otros complementos como reglas, escuadras, compases, cera abeja, laca, y adhesivos para pegar madera.
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“Tenemos una tienda online donde pueden ver los precios de todas las herramientas, y si por ahí alguien de otra provincia o de otro país, se lo podemos enviar; y si está cerca también puede pasar por el taller a retirarlo”, indica. Ponerle un importe a al fabricación de algo que llevó muchas horas de esfuerzo y dedicación, fue otro de los dilemas morales que tuvo la joven dupla. “A veces resignamos un poco de nuestra ganancia para ofrecer un producto que a la gente le sirva y le sea útil, porque nosotros recién estamos empezando y nos sirve que nos reconozcan por tener buenos productos, de calidad, a buen precio, para llegar a más público y seguir expandiéndonos”, proyecta con humildad.
Estos primeros tres años implicaron una inversión constante, porque usaron lo recaudado de las ventas para equipar más el taller, comprar algunas máquinas y así ofrecer una terminación aún más perfecta. “Va a llegar un momento que por ahí no lleguemos a completar toda la cantidad que nos piden y habrá que buscar a alguien que nos ayude, pero no es tan común encontrar a alguien que lo sepa hacer, y menos de nuestra edad”, remarca. Cuando le contó a algunos de sus amigos a qué se iba a dedicar, la gran mayoría no lo entendió, y reafirmó el pensamiento de que el oficio puede perderse si las próximas generaciones no lo retoman.
“Me gustaría que haya más gente que se dedique a esto, que haga herramientas de calidad, porque son muy necesarias, y nosotros solos no damos abasto con la cantidad de herramientas que existen para carpintería. Está bueno que sepan que te puede dar de comer y podés laburar de esto, siempre que te guste y le pongas dedicación”, recomienda. “Siempre fui muy patriota, y me encanta que la industria argentina rompa barreras porque de verdad tenemos mucho para ofrecer y hay interés en otras partes del mundo; nos llegan pedidos de Paraguay, Uruguay, Brasil y una vez incluso enviamos a Australia”, concluye.
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