“Argentino recorriendo todos los países del mundo”, así se presenta Ramiro Cristofaro en sus redes sociales. Tiene 30 años, y con alegría anuncia que ya visitó 145 países. La meta es llegar a los 196 que integran la ONU, y ahora que le faltan solo 51, siente que el sueño está más cerca que nunca. A los 18 años viajó a Estados Unidos en el formato “Work and Travel” y la experiencia fue tan buena que supo que volvería a aplicar para otro destino. Hizo dos carreras universitarias al mismo tiempo, y ni bien se recibió se dedicó de lleno a su sueño: dar la vuelta al mundo. En diálogo con Infobae, cuenta su historia y el desafío de mantenerse firme en su proyecto de vida mientras lo combina con un trabajo full time.
Atiende el llamado desde Barcelona, porque desde 2019 hace base en España. Desde ahí aprovecha cada oportunidad para conocer los destinos que están pendientes en su lista. “Me acuerdo de la primera vez que mis papás nos dijeron a mí y mis hermanos que nos íbamos de viaje, que íbamos a formar parte de uno de sus deseos más grandes, que era conocer varias ciudades de Europa”, comenta sobre la emoción que sintió a los 8 años. “Gracias a ellos, que fueron bastante osados para su edad y con hijos chicos animarse a esa aventura, que se terminó de forjar mi espíritu aventurero, porque curioso e inquieto siempre fui”, revela.
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Se graduó de Licenciado en Administración de Empresas y también de Turismo, un área que siempre le interesó. Le apasiona investigar sobre lugares de los que no haya tanta información disponible, y cuando consigue datos que no están en la web los comparte en su blog Rama por el Mundo, y en su cuenta de Instagram, @ramacristofaro. “En los Cayos fui piletero y mozo, después volví para seguir estudiando y más adelante me tomé un cuatrimestre para viajar a Nueva Zelanda”, cuenta sobre los inicios.
Siguieron seis meses de gran intensidad, donde trabajó recogiendo manzanas, cerezas y duraznos. “A las seis de la mañana estaban más frías que un cubito de hielo, así que nos calentábamos las manos con los caños de escape de las máquinas, pero todo dio su fruto porque después de tres meses con mis amigos nos estábamos comprando un auto y no sólo recorrimos el país de punta a punta, sino que también pudimos visitar el increíble Sudeste Asiático”, relata. Fue cocinero en el medio del desierto australiano, trabajó en más de cinco restaurantes en ocho meses, y hacía 60 horas semanales de lunes a domingo.
Una de las ventajas del rubro gastronómico fue que le cubría las comidas del día sin tener que entrar en gastos, y cada ahorro se convertía en una base sólida para llegar más lejos. “Fue una locura esa etapa, fueron los mejores 478 días de mi vida: viaje´por más de 50 países, arrancando por Oceanía y las Islas del Pacífico Sur, seguí por Asia y Medio Oriente, subí a Escandinavia y bajé por Europa del Este, pasando por África y volví a la Argentina en un Crucero transatlántico desde Italia”, describe.
En ese tiempo tuvo la idea de calcar un mapamundi en una pared y pintar cada país que visita con un color diferente, para apreciar de manera concreta sus progresos, y emocionarse el día que finalmente esté completo. “Está en la casa de mis padres, que muy pronto los voy a ver después de un año y medio, porque al fin vuelvo a Buenos Aires, y ahí agregaré los 41 colores que faltan, porque me había quedado en 105 la última vez que lo actualicé”, dice con entusiasmo. Por más de que actualmente esté instalado en España, no tiene dudas y afirma: “Mi casa es Argentina, pase lo que pase, no hay como estar ahí con los afectos, y quiera o no me pierdo de cosas, como de nacimientos de mis sobrinos, y eventos importantes; por eso cada vez que puedo ir a recuperar un poco de tiempo voy para estar 100% con ellos”.
Ni bien se graduó tramitó una visa “Working holiday” y partió a Australia, donde estuve un año y medio. Pasó por las islas de Oceanía, China, Japón, Taiwán, y Sri Lanka. Al regreso formó parte de una campaña de marketing que implicaba mostrar todos los destinos desde Cataratas del Iguazú hasta Cataratas del Niágara, y así recorrió toda América, a excepción de Venezuela. El objetivo estuvo cada vez más claro: ser uno de los primeros argentinos en pisar los 196 países.
En 2018 su situación laboral cambió, cuando empezó a trabajar full time en una compañía de turismo en formato remoto. “Antes tenía base en Buenos Aires, pero ahora no, así que cuido mucho mi trabajo porque este ingreso sustenta mi proyecto de vida, uno depende del otro, y trato de darle prioridad a lo que quiero lograr; aunque algunas veces tenga que malabares para planificar todo, con bastante organización es posible”, asegura. Cuenta que si bien le ofrecen cierta flexibilidad horaria y no hay inconveniente en desde qué lugar se conecte para cumplir con sus tareas, no siempre encuentra alternativas que coincidan con sus cronogramas de viaje.
“África por ejemplo es un continente bastante complejo para conseguir Internet en ciertos lugares, y si sé que voy a estar parando sin wi fi, uso algunos de mis días de vacaciones, o intercalo una semana sin trabajar y otra que sí, según dónde me pueda quedar”, explica. Reconoce que después de tantas experiencias se convirtió en un experto en rutas aéreas, sobre todo en las conexiones menos convencionales en búsqueda del precio óptimo, y también en las triangulaciones que hagan redituable un viaje.
“No siempre amortizás los gastos si te vas una semana, entonces capaz conviene aprovechar para pasar por tres destinos que estén cerca y ahí sí se vuelve redituable. Hoy en día lo que hago es investigar muchísimo, porque estoy en una etapa de países más complicados en cuanto a acceso, porque hay algunos que no aceptan determinadas visas, o que están en un contexto político y social complejo”, manifiesta. Según la circunstancia, viaja acompañado o solo, a veces con su novia, también argentina -con quien está en pareja hace cuatro años- y otras con un grupo de viajeros con los que ya hizo varias escalas.
“Me quedan los destinos ‘más raros’ y por eso ya no es tan fácil que otros quieran ir a vivir la experiencia, pero a estas alturas yo pienso que se va a lograr el proyecto completo; así haya factores que dependan de mí y otros que no, no quiero volverme loco por terminarlo y apurarme, porque lo lindo de esto es hacerlo y disfrutar el durante, de cada logro”, reflexiona. Algunos años atrás le pasaba que ni bien cruzaba una frontera ya estaba pensando cuál sería el próximo país, y con el tiempo se propuso bajar la ansiedad para enfocarse más en el presente.
“Hice un cambio personal grande, y pude romper con muchos prejuicios, porque para saber más o menos lo que pasa en un lugar tenés que estar ahí, hablar con la gente, comer lo que comen, y escuchar lo que tienen para decir; recién ahí sacás tus conclusiones, y eso está muy bueno, el llevarte aprendizaje de primera mano”, sentencia. Su viaje más reciente fue de una semana en Siria, donde vivió un verdadero “sube y baja de emociones”. A las tres horas de haber llegado explotó una mina terrestre a 500 metros de donde estaba, y en ese mismo trayecto vio mezquitas de primer nivel completamente vacías.
“Sufrieron un montón de restricciones internacionales, al punto de que no pueden reponer el espejo de un auto porque no hay repuesto, y hay todo un mercado negro de nafta porque no entra nafta. Cada cosa tiene una historia, y entonces le compran nafta a un hombre que perdió un brazo cuando atacaron su barrio, y a raíz de la crisis como no hay autos mucho más gente se mueve a dedo por el país”, cuenta con tristeza. Y agrega: “Las personas súper hospitalarias, la comida es riquísima, y así como vi kilómetros y kilómetros de casas desmoronadas, agujereadas, de repente cruzás a otro barrio que no fue bombardeado y ahí la vida sigue como si nada, con casas hermosas y podés apreciar cómo era la vida antes de la guerra”.
Se sorprendió, además, de la cantidad de checkpoints que había, y que le expresaran su deseo de que viviera una experiencia agradable para que alguna vez regrese. “Quieren que se reactive el turismo, que vaya más gente, pero todavía no pasa, y te das cuenta de que sueñan con eso porque ahí no se salvó nadie, todos lo atravesaron, a todos les tocó de cerca y todos perdieron algún familiar”, expresa. También estuvo en Damasco, la capital de Siria, donde se duchó en lujosos baños públicos, y registró los contrastes en primera persona.
Antes de lanzarse a cada lugar, se toma su tiempo para estudiar y planificar todo lo que pueda para saber a dónde se dirige. “Siempre tenés que ir aceptando que vos sos el visitante y que ante la duda vas a ceder, porque aunque yo me estudie todo, por ahí un 50% falla, y tengo que improvisar sobre la marcha en este tipo de contextos”, explica. Recomienda estar atento al minuto a minuto cuando son territorios en crisis, y no ingresar nunca a las consideradas “zonas calientes”. En este sentido, aclara que conoce muy bien la diferencia entre “ser aventurero” y cruzar la línea de la imprudencia.
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No se asombra frente al boom de los viajeros argentinos, y cada vez que conoce una historia similar a la suya se alegra de que más personas se animen a ir tras su sueño trotamundos. “Hay mil proyectos y todos son válidos, tanto el que va en motorhome como el que se sube a la bici, a la moto, el que lo combina con otro trabajo, me parece que está buenísimo y que ahora hay muchas más herramientas para hacerlo”, destaca.
“Hace 10 años era muy diferente, no había Internet en todas partes, tenías que viajar con mapas, y hoy llegás a un aeropuerto y ya te podés comprar una memoria sim, tenés aplicaciones para buscar hospedaje en todos los países del mundo, hay muchísima más información para saber a dónde vas, y después de la pandemia muchos trabajos son completamente a distancia, lo que facilita que puedas trabajar desde cualquier lugar del mundo”, enumera.
Hasta el momento, de todos los destinos su preferido fue Filipinas, le sigue Tanzania, y también disfrutó de su paso por varias ciudades de Italia. Sin embargo, las raíces están presentes y pone a la Argentina en su top cinco: “Me parece un país hermoso, y a veces no lo apreciamos tanto por vivir ahí, pero si viajás un poco te das cuenta que es de primer nivel, tanto en paisajes como en la comida”. Los próximas pasos de Ramiro serán en Uganda, Etiopía, Ruanda y Somalia, a través de dos expediciones a África que lo llenan de ilusión, porque cada vez falta menos para ver el mapa coloreado por completo.
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