Juan Francisco Fernández Acosta tenía 27 años, era ingeniero electrónico y había llegado desde Venezuela hacia la Argentina en busca de un mejor porvenir. Vivía en la Ciudad de Buenos Aires desde hace cuatro años, donde trabajaba día y noche como repartidor para poder continuar sus estudios. Sin embargo, ayer por la madrugada todo eso terminó: un delincuente lo asaltó en el barrio porteño de Palermo y lo asesinó de un balazo en la cabeza para robarle su celular. A las pocas horas, falleció en el Hospital Fernández.
En su país natal, Juan Francisco vivió siempre en la parte centro sur de Caracas junto a su padre Asdrubal, su madre María Angélica y su medio hermano Jorge Alejandro, en un barrio residencial de clase media. Juan Francisco no fue el único en emigrar. Jorge Alejandro se enteró ayer de lo sucedido mediante un mensaje de WhatsApp que le llegó por parte de un familiar mientras comenzaba a trabajar como chef en un importante restaurante del centro de Lima, Peru, donde vive hace años.
Cuando Juan Francisco terminó el secundario, comenzó a estudiar la carrea de ingeniería electrónica en la Universidad Nueva Esparta, en el centro de Caracas. Allí se graduó a final del 2018. “Se mantuvo económicamente con sus propios ingresos mientras estudiaba. Lo hacía con su trabajo de mantenimiento electrónica en el metro de Caracas. Allí trabajó hasta que decidió ir a Buenos Aires”, le dice Asdrubal, el padre de Juan Francisco a Infobae.
Algunos meses antes de tomar la decisión de abandonar su país para viajar a Argentina, Juan Francisco recibió una oferta que podría haber torcido su destino. “Se comunicaron con el de un pequeño país asiático para ofrecerle un puesto en la línea de trenes de allí. Sin embargo, lo rechazó porque creía que Argentina sería una mejor manera de progresar en la vida”, cuenta Asdrubal.
Finalmente, Juan Francisco viajó a principios de 2020 a Buenos Aires, justo antes de que comenzara la pandemia. Para hacerlo vendió el auto que tenia en Caracas y sus padres le dieron algunos ahorros. En Argentina, en plena cuarentena, no encontró un puesto en su profesión y empezó a trabajar como delivery en una casa de comidas. Luego entró en la Universidad de Palermo para realizar un posgrado sobre lo que había estudiado.
Con el correr del tiempo, el joven empezó a trabajar en una empresa de telecomunicaciones de manera remota, aunque sin abandonar el reparto de pedidos con su moto, labor que le generaba un ingreso extra para enviarle dinero a su familia en Venezuela.
En su perfil de Instagram, compartía su afición por la mecánica, exhibiendo fotos de cursos y talleres en los que participaba. También, dedicaba publicaciones a sus amigos y familia. El pasado noviembre había ido a ver a Coldplay al estadio Monumental, día que recordó como “uno de los mejores de su vida”.
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Ahora, sus padres buscan la manera de repatriar los restos de su hijo. La familia reúne fondos para poder viajar a Buenos Aires a buscar el cuerpo de Juan Francisco. Al cierre de esta nota, aun no consiguieron el total del monto necesario para los vuelos y el alojamiento.
“Solo queremos ir a buscar el cuerpo de Juancho. Queremos tenerlo cerca nuestro. No tenemos dinero para poder ir. Sus amigos en Buenos Aires nos están ayudando a hacer la colecta. Es para nosotros muy importante”, dice Asdrubal.
Por su parte, el hecho causó conmoción en la comunidad de ingenieros venezolanos en Argentina, quienes homenajearon a Fernández Acosta y lo recordaron como un “joven ingeniero y prometedor”.
“Es inaceptable e injusto que la violencia sin sentido haya acabado con la vida de alguien tan joven y con tanto potencial”, expresaron. En la misma línea se manifestaron desde la asociación civil Alianza por Venezuela: “Nuestra comunidad está conmovida. Pedimos que la Justicia haga su trabajo”.
Los padres de Juan Francisco, que todavía esperan que alguien de la justicia se comunique con ellos, piden a quien quiera escuchar una sola cosa: que los órganos de su hijo sean donados. “Era su pedido, queremos cumplir su voluntad, es para nosotros un gran alivio si se puede hacer. Él quería eso”, dice Asdrubal mientras la angustia y el llanto le impiden seguir dialogando.
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