El domingo 11 de marzo de 1973 el peronismo y sus aliados lograron un amplio triunfo en las elecciones presidenciales. Solo le faltaban un poco menos de 2 puntos para consagrarse en la primera vuelta y la Unión Cívica Radical se retiró del ballotage porque la diferencia era muy importante. Desde ese domingo a la noche muchos imaginaron que Héctor J. Cámpora gobernaría la Argentina hasta 1977. Sin embargo en la quinta “17 de Octubre”, Navalmanzano 6, de Puerta de Hierro, Juan Domingo Perón y sus moradores íntimos albergaban otros planes…y estaban comenzando a dejar trascender otros designios distintos a los de “El Tío”, sus seguidores y la banda de terroristas que en silencio planificaban el asalto al poder. Muy pocos lo percibieron, Juan Manuel Abal Medina, el joven secretario general del Movimiento Peronista (entre 1972 y 1974), fue uno de los primeros: “la conspiración para sacar de en medio a Héctor Cámpora había empezado antes aún del 11 de marzo”.
El 11 de abril de 1973 –lo cuenta el periodista Osvaldo Tcherkaski en la tapa de La Opinión del día siguiente—Perón cenó en París con Magdalena Díaz Bialet y su esposo Mario Cámpora. El sobrino del Presidente electo, a quien Isabelita trataba entre sus íntimos como El Monje Negro (ella me lo dijo a mi), era un reconocido diplomático que había ocupado (y ocuparía más tarde) destinos de primera línea. Mario fue a tratar de convencer a Perón a que viajara a Buenos Aires el día que su Tío asumiera como Presidente de la Nación (la Junta Militar prohibiría el viaje). Escuchando a Perón, Magdalena tuvo un mal presentimiento, especialmente cuando escuchó opinar a José López Rega sobre el Presidente electo: “El doctor Cámpora cree que el poder es de él, pero el poder no es de él” (todo lo contrario a lo que Cámpora había dicho el 31 de marzo en Madrid). Mario, luego le escucho decir al General: “No voy a ir, para no robarle el show al doctor Cámpora…yo iré después y entonces el balcón será para mí.” Cuando volvió a Buenos Aires le dijo al Presidente electo: “Héctor, el General me ha dicho que no va a estar acá el 25 de mayo…y por la metáfora que ha usado y por todo lo que ha dicho yo tengo la impresión de que quiere ser presidente”. Hasta ahora son decires ciertos, ahora hablarán “los documentos”.
El 9 de abril de 1973, en Madrid, el embajador Jorge Rojas Silveyra prendía su grabador para hacerle una carta oral al embajador Guillermo de la Plaza “porque ‘los opas’ que tengo en la embajada no iban a poder hacerla.” Rojas Silveyra, “Rojitas” para Perón, era un antiguo revolucionario de 1951 que había sufrido cárcel y era embajador en España por imposición de la Fuerza Aérea. “El Negro” de la Plaza era en ese momento un alto funcionario del Palacio San Martín. Lo mismo que el aeronauta había conspirado contra Perón y se exilió en Montevideo y luego, entre otros cargos, fue interventor en Formosa de la Revolución Libertadora. Lo que no sabía “Rojitas” era que “El Negro” seis meses más tarde llegaría a niveles más importantes en la cancillería, simplemente, por ser miembro de la P-Due con Licio Gelli, el canciller Juan Alberto Vignes y otros.
En la grabación Rojas Silveyra advierte: “No te puedo decir como en ‘Misión Imposible’ que esta grabación se destruirá en cinco segundos, pero hace con ella lo que quieras”… y la grabación fue a parar al archivo de un gran actor y testigo de la época. Desgrabada, la misiva oral ocupa 8 páginas de texto. Comienza relatando que tuvo que ir al aeropuerto de Barajas a recibir a Cámpora que llegaba desde Roma con Isabel y López Rega, para realizar una visita a Madrid por unas horas (sábado 31 de marzo de 1973). En ese momento Rojas tenía cortado su diálogo con Perón y dice que estaba dispuesto a “no extenderle la mano a Perón si él no me la extendía primero.” Se aproximo al avión privado y “cuando estaba saludando a Cámpora y me iba a echar hacia atrás, Perón puso cara de sorpresa y de amable, y muerto de risa me dijo: ‘¿Cómo está Brigadier? ¡Tanto tiempo! ¿Por qué no viene por casa? Hace mucho que no lo vemos’. Señor, le dije, usted fue quien cortó el diálogo, así que espero una invitación suya, porque eso de ir a su casa, según mi familia, no corre. Hay que fijar fecha y hora de encuentro. Posteriormente, bajó López Rega y bajó también Isabel Martínez de Perón, quienes estuvieron excesivamente amables con la gente de la embajada. Ostensiblemente amables te diría.” Después de otros detalles de color, cuando “Rojitas” intenta salir del aeropuerto se le acerca Isabel “y me dice: Brigadier, lo esperamos en casa… y Perón, que estaba conversando, se me acerca y dice: ‘Bueno Rojas, acuérdese; después va por casa’. Posteriormente, he conversado y he tenido noticias de varios peronistas en el sentido que ellos, evidentemente, piensan gobernar para todo el mundo” y relata que muchos lo buscan “enloquecidamente” para tomar contacto “para muchas cosas”. A continuación el embajador le llama la atención a De la Plaza: “estos no pueden darse el lujo de gobernar solos, sino con el apoyo de un montón de gente que los está mirando y que son, evidentemente, la mayoría del país. Los últimos atentados que ha habido, rapto de Alemán (el contralmirante Francisco Alemán secuestrado por el ERP el 1° de abril); el asesinato del coronel (Héctor) Iribarren en Córdoba (4 de abril por Montoneros), la voladura del estadio de Goñi, hacen que esta gente que no fue capaz de condenar la violencia cuando estaba en el llano, ahora la va a tener que condenar desde el poder. La violencia no iba entonces contra el gobierno militar de Lanusse. La violencia no era engendrada por la violencia de arriba, porque ahora no hay violencia de arriba, según ella.”
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Según el embajador a la violencia “la van a tener que condenarla desde el gobierno, que es mucho peor” y estimaba que “cuestan vidas y otras cosas” y siente una sensación de alivio porque “se van a tener que ver ellos y cómo van a tener que recurrir a los únicos que puedan vencer a la guerrilla urbana, que son las fuerzas armadas, declarándole la guerra como lo hizo el negro Sánchez (teniente general Juan Carlos Sánchez, asesinado el 10 de abril de 1972), total y absolutamente y con toda violencia. Van a tener que recurrir a nosotros o van a ser sobrepasados por las guerrillas. Y si son sobrepasados por esas guerrillas, tenemos plena justificación para hacer cualquier cosa.” Relata que Perón en una oportunidad le dijo que no manejaba la izquierda subversiva y si lo hacía “al día siguiente me hacen cuarenta atentados; y usted en vez de hablar con una persona, va a tener que hablar con cuatro o cinco que pretenden apropiarse de mi movimiento” y Rojas volvió a sostener que el líder peronista no manejaba la guerrilla. No estaba equivocado el General porque más tarde Mario Eduardo Firmenich afirmaría: “La estrategia nuestra era transformar la estructura del poder en la Argentina, no salvar gente (…) El objetivo de una organización política no es salvar gente, es tomar el poder con el mínimo costo posible. Estando legitimado en aquellas circunstancias a nivel mundial el planteamiento el carácter bélico de guerra revolucionaria, o la guerra de guerrillas, en la que podemos tomar el caso cubano o la guerrilla urbana con insurrección final del caso argelino, o la guerra denominada guerra regular o irregular, en la guerra de Vietnam”.
Entre otros conceptos volcados a la cinta, Rojas le dice a De la Plaza que se debe “tratar de ofrecerles la cooperación, honestamente, noblemente, con toda la altura, para que no se vean ellos obligados a recurrir a otras cosas porque nadie les ha podido ofrecer a ellos otra cosa. Es decir, imponerle yo diría, no me sale la palabra, una colaboración de toda la gente que no es peronista pero cree y quiere el bien del país […] En España cada día se desdibuja la figura de Perón entre aquellos que van a gobernar el país a breve plazo y creo, inclusive, con Franco, pero Franco, como jefe de estado no lo puede expresar ni lo puede decir.” Luego opina que en el resto del gobierno español “no comprenden cómo este buen hombre puede estar manejando las cosas y cada día le tienen más rabia por todos los contactos que ha tenido últimamente con individuos que, evidentemente, son toda la antítesis del régimen de Franco.”
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El mismo 9 de abril en que Rojas Silveyra grababa su carta a De la Plaza, en Buenos Aires, Cámpora a través de la cadena nacional expresaba que “aquellos sectores que asumen reivindicaciones alegando representar intereses del pueblo y de la Nación, deben comprender que, habiéndose pronunciado el pueblo argentino, son inadmisibles las actitudes que pretenden subrogar su voluntad”. La respuesta del PRT-ERP no tardaría mucho en llegar: “El gobierno que el Dr. Cámpora presidirá representa la voluntad popular. Respetuosos de esa voluntad, nuestra organización no atacará al nuevo gobierno, mientras éste no ataque al pueblo ni a la guerrilla. Nuestra organización seguirá combatiendo militarmente a las empresas y a las fuerzas armadas contrarrevolucionarias, pero no dirigirá sus ataques contra las instituciones gubernamentales, ni contra ningún miembro del gobierno del Presidente Cámpora”.
El domingo 15 de abril se realizó la “segunda vuelta” (ballotage) en quince distritos electorales donde el peronismo no había alcanzado el resultado convalidante. Ese día, según los cronistas de la época, Perón se lo pasó al lado del télex en su casa en Puerta de Hierro. Hacía pocas horas que había finalizado una visita a París y consideraba que “desde el 25 de mayo el centro político de las relaciones internacionales del justicialismo” sería la capital francesa, porque “los contactos logrados por Perón en esa ciudad posibilitan una amplia gama de relaciones con los gobiernos europeos, los países alineados con la Unión Soviética y los estados socialistas de Asia y África”. Perón aparecía como manejando las relaciones exteriores con países centrales mientras Cámpora y su gobierno eran alejados del centro de las decisiones. La embajada argentina en Francia estuvo vacante más de un año. Luego, con el canciller Juan Alberto Vignes, llegó a París, César de la Vega, Gran Maestro de la Masonería Argentina, quien también se desempeñó ante la UNESCO. Frente a lo que sucedía en la Argentina, el dirigente/empresario peronista Jorge Antonio le llamó la atención a su Jefe:
El miércoles 18, Rodolfo Galimberti presentó al periodismo el documento titulado “Compromiso de la juventud peronista con el pueblo de la Patria”. Estaba rodeado por los jefes de las siete regionales en que estaba integrada la “Tendencia” y sus legisladores nacionales electos (un senador y ocho diputados). Bajo la consigna “por una patria justa, libre y soberana, la patria socialista”, el documento de diez puntos comenzaba por “la libertad incondicional y sin discriminaciones de todos los compañeros presos políticos, gremiales y conexos”. El texto trazaba una línea de confrontación con la ortodoxia peronista y con el pensamiento que comenzaba a trascender de Perón desde Madrid. Tras esta inusitada presentación en sociedad, cuarenta y ocho horas más tarde, durante un acto en el Sindicato del Calzado, Galimberti avanzó unos pasos más. Propuso la constitución de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y la creación de una “milicia de la juventud argentina para la reconstrucción nacional” y el domingo 22, volvió a hablar desde San Juan. Al referirse a las “milicias populares” señaló que éstas iban a participar en todo el proceso de liberación, “desde el trabajo voluntario hasta el control de la gestión de gobierno”. Y en cuanto a si las milicias debían a estar armadas, respondió: “Por ahora francamente no sabemos cuáles van a ser las características del proceso. La mayor o menor violencia que oponga el régimen y la oligarquía a las medidas revolucionarias que va a proponer el gobierno del Frente determinará la mayor o menor violencia con que se verá precisado a responder el pueblo para continuar avanzando en el proceso revolucionario.”
Días más tarde, en Madrid, “El Loco” Galimberti fue sometido en la quinta “17 de Octubre” al escarnio por una suerte de tribunal popular integrado por dirigentes del peronismo, mientras Perón asentía en silencio. Allí se habló de todo: el desatino de anunciar “milicias populares”, la infiltración izquierdista del que era víctima el Movimiento, las designaciones de algunos candidatos perdidosos (caso Santiago del Estero) y la relación con el radicalismo. La sentencia fue inapelable. Galimberti fue expulsado. El 30 de abril el terrorismo va a producir la Operación Mercurio, asesinando al contralmirante Hermes Quijada. Al jefe naval le había tocado relatar por cadena nacional lo que había sucedido en la Base Almirante Zar el 22 de agosto de 1972, porque era el jefe del Estado Mayor Conjunto. Cuando terminó de hablar, el oficial principal Getor le dijo a su jefe: “Acaba de firmar su sentencia de muerte”. El gobierno respondió decretando La Ley Marcial. Faltaban 25 días para la asunción de Cámpora y todo era confusión y violencia. Desde Puerta de Hierro, en la intimidad, Perón le diría semanas más tarde a su médico Antonio Puigvert: “No me queda otra solución que volver allá y poner las cosas en orden. Cámpora ha abierto las cárceles y ha infiltrado a los comunistas por todas partes.” También le confesó: “Mire, Puigvert. En estos años he estudiado mucho, he revisado mucho y me he dado cuenta de los errores que cometí en mi primer período. Errores que voy a hacer lo posible de no repetir. Como yo ya tengo conciencia de lo que es gobernar, no volveré a caer en ellos”.
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