Es modelo, artista plástico y convirtió el frente de su casa de Saavedra en una instalación de tecnología obsoleta

Lucas Stoessel trabajó durante casi 10 años con traje y corbata en una empresa de medicina prepaga. Hasta que un día tuvo la oportunidad de estudiar pintura a tiempo completo, mientras empezaba a vivir de la publicidad. El cambio de vida trajo consigo una exhibición llena de botones que se creó de manera casi accidental, como todo en su vida. Su mundo Obopop

La instalación de la casa de Lucas Stoessel que empezó casi sin querer: "Surgió y lo dejé fluir"

El frente de la casa de Lucas Stoessel es único en su barrio de Saavedra y también de toda la Capital y el país. De a poco fue convertida por sus manos de artista plástico en una instalación permanente, como en los museos, de tecnología obsoleta. La pared está revestida por dispositivos de los 80s en adelante llenos de botones que hoy ya no tienen razón de existir. Botones de teléfonos fijos, calculadoras, equipos musicales con cassetteras, filmadoras, walkmans, discmans, celulares coloridos con tapa, y personalidad, que terminaron mutando en cajas grises. El pasaje Cisne, de solo 100 metros, donde se da esta exhibición para viajar en el tiempo es frecuentado por fotógrafos, visitantes nostálgicos a quienes le disparan miles de recuerdos.

A esta instalación Lucas la llamó Obopop. Objetos de botonera obsoleta con perillas o palancas.

Lucas es de Saavedra. Siempre vivió por la zona y ahora lo conocen más que nunca. Su larga barba es su marca personal, un “estilo medieval”, define. Para muchos es el profe de pintura. Pero hace mucho tiempo, llevaba una vida muy diferente. Por empezar, llevaba un look de traje y corbata. Era un oficinista que trabajaba en el área de venta de una conocida prepaga. “Tuve otra vida. Tenía mi camisa, mi corbata, mi trajecito, todo. Mi vida era completamente distinta a la de ahora. Atendía al público en una sucursal de Belgrano, sobre la calle Juramento. Hacía órdenes de internación, de partos, medicamentos, estudios. Estuve trabajando casi 10 años trabajando así”, enfatiza.

Lucas, a la derecha, en los tiempos en que era empleado de una empresa de medicina prepaga y se hacía fotos divertidas con sus compañeros

Siempre tuvo inquietudes artísticas, pero nunca dedicado por completo como hoy, que además de dar clases, desarrolla su obra. “Y más tarde surgió lo de Obopop, de manera inesperada, porque yo estaba en otro plano, dando clases de pintura. No pensaba en armar una instalación en la vereda de mi casa. Pero surgió y le dejé fluir”.

¿Cómo dejó el traje para vivir del arte? Fue en 2005, de una manera accidentada, que hoy considera como una de las mejores cosas que le pasaron en la vida. “Hubo una reducción de personal de 500 a 1000 personas. Y yo caí en esa volteada. Era un montón de gente. Y me encontré sin trabajo. Y me pregunté: ‘Y ahora qué hago?’”

Lucas en una época donde trabajaba y comenzaba a dar sus primeros pasos en la pintura

Lucas tenía la opción de presentar su C.V. a otras prepagas para continuar una vida parecida o hacer uso de sus ahorros para aprovechar el tiempo en sus asignaturas pendientes, como por ejemplo, estudiar arte, que fue lo que hizo. “Tomé clases con un gran maestro, que es Nicolás Menta”, cuenta quien había estudiado Diseño Gráfico en la UBA y sabía combinar muchas técnicas y las había aplicado. Aprendí que con la fotocopia se podían hacer un montón de cosas y había empezado a investigar, a pegar, pintar y surgió una técnica accidentalmente que estoy desarrollando, que es foto pintura, una mezcla entre fotografía y pintura. Algo muy específico, que no hace nadie, que comenzó en los últimos tiempos mientras trabajaba en la prepaga”, detalla. Pueden verse sus obras, en su cuenta de Instagram @lucas.stoessel.

Después de que perdió el trabajo decidió dedicarse de lleno a su arte, con una técnica que combina fotografía y pintura

Vivió dos años de sus ahorros, pero también empezó a tener ingresos como modelo. Se presentó en castings de publicidad y le fue muy bien. “Pegué unos protagónicos y cobré una guita interesante. Daba look papá, empresario, ingeniero, doctor, hombre que manejaba un auto, entonces me llamaban un montón para publicidades. Tenía un look más tranquilo, barba crecida no como el de ahora que es más medieval. Tenía bastante laburo”, asegura. Ese trabajo le permitió tener más tiempo para él y su arte. Y estudiando se encontró con el propósito de su vida. Pintar. “Yo en la oficina a veces preguntaba qué hacía ahí, pensaba que estaba para otra cosa, pero todavía no sabía bien. Ese accidente del despido me ayudó a cambiar de vida”, expresa.

Su barba creció por recomendación de un fotógrafo de moda, Martin Traynor, que trabaja con modelos y revistas francesas. “Me dijo que mi barba estaba buenísima y que me la dejara más larga porque se venía una onda de barbudos. Y ese look medio extraño me ayudó a mantenerme. Cobré una publicidad para Alemania, por dos días de trabajo en Mar del Plata, 4000 dólares. Yo con esa plata vivía todo un año”, festeja todavía.

Lucas con su look actual "casi medieval" es contratado para publicidades de todo el mundo

Asi fue convocado para muchas agencias para publicidades de televisión, como por ejemplo, una óptica chilena, donde interpretó siete personajes en la misma pieza. Otro de sus logros como modelo fue cuando protagonizó en video de la agrupación portorriqueña, Calle 13, que lideraba René Perez Joglar. Levanta un vaso de cerveza, grita, le da un puñetazo a uno, le sumergen violentamente la cabeza en una pecera. Tuvo que actuar bastante, pero al artista no le interesó indagar por el mundo de la interpretación. Dice que es bueno para poner “cara de”. Nada más. “Tengo una buena cara con un look extraño, pero actuando soy medio de madera”, asegura.

El modelo tuvo un rol destacado en el video de Calle 13, El Aguante, con su look de barba tupida

Cuando sintió que ya estaba listo empezó a dar clases de pintura. Tenía algo para dar. Respecto de su vida sentimental dice que nunca formó una familia, ni se casó y que por suerte no tiene hijos. “Tengo una libertad absoluta y la amo mucho. He tenido novias pero nunca formalicé”, manifiesta.

Dice Lucas que la instalación en la puerta de su casa nació como suceden las mejores cosas, accidentalmente, sin preseteado. “Como era muy de juntar cosas, soy una especie de acumulador aunque no tengo la casa llena de cosas, cuando encontraba algo en la calle cosas que me podían servir, las juntaba, como unas calculadoras viejas, unas computadoras extrañas. Más otras cosas que tenía, discmans, walkmans, que no quería tirar, porque son tan lindos y representan una etapa tan importante de mi vida, de mi adolescencia, con esa cosa mecánica cuando ahora es todo touchscreen”, cuenta. Tenía todo en un cajón e intenciones de deshacerse de esos objetos. “Cuando estaba por tirarlo algo me iluminó. Se me ocurrió pegar algo de eso arriba del timbre, como si fuese un objeto espacial o de agente secreto, como algo más tecnológico. Yo soy de hacerme películas”, revela. Y continúa el relato: “Al día siguiente la primera alumna que tenía de pintura en lugar de tocar el timbre, tocó el Discman y salió expulsado un Cd intervenido por mí con pintura”. Con esa confusión generada, porque la alumna no tenía idea qué era y por qué lo había tocado en lugar del timbre, Lucas decidió seguir pegando tecnología obsoleta en el frente de su casa.

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Pegó un teléfono viejo que tenía, un par de cosas más y le encontró una veta artística a todo eso.

La puerta de su casa, donde da clases de pintura

Los vecinos de la cuadra pronto reaccionaron con entusiasmo, contando que habían tenido alguno de esos dispositivos, que en otros tiempos despertaban fascinación, y ahora se transformaron en nostalgia. “Yo tuve uno de esos. En casa tengo un walkman. Te traigo”, le iban diciendo. Además, dice que durante la pandemia, la gente se puso a ordenar sus casas y le regalaron un montón de aparatos electrónicos viejos, que para él son oro en polvo.

“Me llegaron todos los celulares que te puedas imaginar. Tengo el Nokia 1100, el Startac… Cada uno era como una obra de arte en sí misma. Había azules, rojos, blancos, con o sin tapitas, más o menos botones. Ahora son todos exactamente iguales”, contrasta.

“Esa cosa de apretar un botón, de correr una perilla de sacar, de mover, todo lo mecánico se perdió en estos últimos 10 años, ya es todo táctil. Sin querer esta instalación lo que lo que rememora es eso, con nostalgia, romanticismo. Hoy, el objeto en sí mismo, ya no te importa mucho. Tenés el mismo que la mina que está al lado tuyo. Antes, cada celular era muy auténtico, muy especial, muy único”.

Un mundo de botones que ya no sirve para nada, con un promedio de 30 años de antigüedad

La colección permanente que tiene ahí al alcance de la mano está hecha para tocar. Luchas ya recibió una maestra de jardín con muchos chicos curiosos. También se encontró con fotógrafos. Lucas encantado siempre. Así también llega quien va a robarle, celulares viejos especialmente, a los que antes les ponía pegamento. Ahora, están empotrarlos, atornillados. “Para llevárselos tienen que romper la pared”, anticipa.

Cuenta que la pared está ocupada en un 60 o 70 por ciento. Le gustaría agregar algunos dispositivos que desea. Uno es el Atari, que ya alguien de Bariloche le prometió mandárselo y le queda un pendiente: la computadora ochentosa Commodore 64. ¿La conseguirá?

Cada aparato evoca algo más que sus bellas botoneras. También el uso. Lucas no puede olvidar la magia de grabar el tema favorito cuando sonaba en la radio, en un equipo para cassettes, presionando el REC. Era un momento glorioso, cuando se atrapaba ese momento en un cassette que sería reproducido mil veces. “Es nuestra historia”, concluye.

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