La pregunta a veces puede parecer banal. Pero lo banal esconde historias que, bien contadas, son poderosas. La potencia está en ver, ahí donde todos miran, algo que no todos ven.
Ahí te cuento.
¿De dónde salen las preguntas?
A veces las preguntas que elijo para estos envíos me acompañan hace tiempo. Hay una en especial: era 2002 o 2003, eran los comienzos de mi adolescencia, era en el colegio, en una clase de educación sexual, la única que recuerdo haber tenido. Recuerdo que un compañero preguntó cómo habían hecho los cavernícolas para tener sexo. Recuerdo que dijo algo así: “¿Cómo hicieron, se cayeron encima?”, y que nos reímos porque lo que estaba intentando preguntar era cómo supieron hacerlo, por dónde. Recuerdo también que no hubo respuesta de parte de quienes habían venido a dar la clase, que quedó en un chiste. Que ninguno se dio el permiso de repreguntar.
Sé qué me dio risa y que, sobre todo, me pareció una duda genuina. A esa se sumaron otras como por ejemplo ¿por qué los humanos empezamos a besarnos? o ¿cuáles son los primeros besos registrados? Todas esas preguntas —desordenadas, llenas de ignorancia—, junto con otras, las tengo anotadas en un documento de Drive. Serán envíos futuros de Por qué da vueltas la rueda, no bien pueda encontrar alguien o algo —un documental, un libro— que me lo explique de manera profunda y, a la vez, cercana.
A veces las preguntas salen de ese Drive. Otras veces, en el camino entre un envío y otro, intervienen propuestas de amigos, sugerencias de compañeros, comentarios oídos al pasar, esperando el colectivo, caminando por la calle, en la sala de espera de un consultorio. También intervenís vos, que estás leyendo: ¡muchas gracias Eduardo y Gervasio por las preguntas que me compartieron y voy a tomar para próximas ediciones!
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Esta vez el foco de este envío surgió a partir de un viaje de mi amiga Aldana a Japón. Ella visitó templos y museos, castillos y parques, mercados y casas en las que vivieron samurais. Cumplió con el código: quitarse los zapatos para entrar a cualquier vivienda. Y se entretuvo sacando fotos a comidas, carteles, máquinas, inodoros y tapas de alcantarillas. Allá las tapas están trabajadas como si fueran obras de arte.
En los 80, Japón decidió adornar estas tapas de hierro fundido. Los diseños hacen referencia a los puntos de interés de cada ciudad (el monte Fuji), personajes históricos (Hello Kitty) o elementos de la flora y la fauna (un pez globo o un bonsái). Algunos parecen pinturas, otros dibujos en 3D. Ver las imágenes de mi amiga me recordó un video que había visto y que hacía foco en una pregunta simple: ¿Por qué las tapas de las alcantarillas son redondas?
Geometría de alcantarilla
Quizás estés pensando: “Yo vi tapas cuadradas, rectangulares, no todas son redondas”. Tenés razón. Pero acá, ahora, no voy a concentrarme en esas tapas, más chicas, que están en las veredas y se corresponden con servicios de telefonía, alumbrado o agua, sino en las circulares que cubren y protegen las bocas de acceso a conductos pluviales y cloacas. Esas tapas, así redondas y grandes, dice Héctor Vaccaro, director de mantenimiento de AySA, tienen un por qué.
Su voz llega por teléfono. Es el mediodía de un miércoles de febrero y habla desde un inmenso taller de la empresa en el barrio porteño de Flores. Ahí, hasta los 80, se hacían las tapas que hoy vemos distribuidas en la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Ahí, aún están los moldes de madera pero la fabricación se terceriza con proveedores locales, como Fundición API de Santa Fe, o proveedores extranjeros, como la multinacional Saint Gobain en su filial de Brasil.
Si bien hoy ahí ya no hay fundición de hierro —el proceso necesario para crear las tapas—, el lugar sigue siendo imponente: 14 hectáreas donde se reparan y replican piezas centenarias del sistema sanitario y donde se mantiene el equipamiento electromecánico que alimenta a grandes motores y bombas que dan servicio a decenas de miles de personas.
Entre ingenieros, técnicos y obreros, en medio de cañerías gigantes, turbinas e impresoras 3D del tamaño de una habitación, Vaccaro explica que las razones detrás de la forma circular de las tapas son varias y que la elección no es arbitraria sino una solución geométrica.
Al otro lado de la línea, enumera:
1. “Desde la mecánica de los materiales, que sea redonda es lo mejor que hay. Distribuye el peso radialmente, hacia todo el perímetro, en forma uniforme. Sobre la tapa redonda puede pasar un auto, un camión, lo que sea, y lo soporta. Si fuera cuadrada o triangular, la distribución del peso no sería uniforme. Y eso provocaría una carga mayor y quiebres”.
2. “La tapa desemboca en un caño que la mayoría de las veces es cilíndrico. Esa forma soporta mejor la construcción del conducto y la presión de la tierra que lo rodea. Un caño cuadrado es más débil en sus lados. En cambio, uno cilíndrico, no. No hay un punto más débil que otro. Distribuye la presión en forma uniforme”.
3. “Último punto, y muy importante, una tapa redonda no puede caer dentro del caño. El círculo es una figura geométrica que, al ser girado o volteado, sigue teniendo la misma longitud respecto a su centro [los matemáticos llaman a esto superficie de anchura constante]. Una tapa cuadrada al ponerla en forma vertical puede caer por la diagonal. Con la redonda no hay forma de que eso pase”.
Escucho a Vaccaro y me sorprenden todas las decisiones prácticas y funcionales que influyen en la decisión de hacer algo como una tapa de alcantarilla redonda y no cuadrada o triangular. Él podría hablar de esto por horas. De hecho, suma otros datos: “Las tapas completamente cerradas son las de cloaca, así se evita que los gases salgan al exterior. Las que tienen ventilación o pequeños agujeros o una rejilla son para conductos pluviales de lluvia”; “el tamaño estándar de las tapas son 60 centímetros, lo suficiente para que pueda bajar una persona o una manguera de desobstrucción”.
Las alcantarillas se remontan a mediados del siglo XIX, cuando en las ciudades del mundo empezaron a construirse sistemas de alcantarillado. Al principio, los puntos de acceso bajo tierra sólo eran lo suficientemente grandes como para iluminar la abertura y ver si las aguas residuales fluían en forma correcta. Con la expansión de las redes, los técnicos se dieron cuenta de que necesitaban un espacio mayor para que alguien bajara a inspeccionar. Así, se comenzaron a cavar pozos más profundos para dar acceso a hombres. De ese proceso derivó el nombre. En inglés a las alcantarillas las llaman sewer pero también man (hombre) hole (agujero).
A Vaccaro ningún dato que rodee a las tapas de alcantarillas le parece menor, al contrario, lo anima: “Es importante. Quienes estamos en estos temas tenemos otra visión de las cosas. No sé, yo por ejemplo voy a un parque de diversiones y me fijo cómo funcionan los juegos, la cabeza pasa por otro lado”, dice y pone un ejemplo todavía más cercano: “Otro quizás no está mirando el mecanismo de una puerta, le alcanza con saber que abre y cierra. Yo estoy mirando si tiene una bisagra, si tiene esto, lo otro. Está bueno explicar, acercar datos para que la gente se entere de cómo están funcionando las cosas”.
Te pido un favor: la próxima vez que salgas a la calle, fijate en las tapas de alcantarilla. Ahora, tenés varias razones para apreciar su forma. Pero si todavía dudás, sumo otra: “¿por qué las tapas de alcantarillas son redondas?” fue una pregunta utilizada por Microsoft en los 90 en entrevistas laborales. El relato dice que no buscaban una respuesta correcta, sino ver cómo la persona apelaba a su ingenio o creatividad para contestar.
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