La joven que es ingeniera nuclear de día y artista de noche: del trabajo de Homero Simpson a regalar dragones

Desde que era chica le gustaba dibujar, pero también amaba su microscopio de plástico y leer revistas de divulgación científica. Mientras estudiaba Ingeniería mecánica entregó 200 dibujos en un año. En diálogo con Infobae reflexiona sobre la presión por tener una vocación, los prejuicios y la imperiosa necesidad de derribar la idea de que “es una carrera de hombres”

Cuando llegó el momento de elegir una carrera sintió dudas sobre qué elegir, y siempre esperó que esa pasión única de la que tanto le hablaron llegara, pero en cambio la invadió una dualidad que pudo combinar e incluso aplicar años más tarde en su trabajo

Julieta Romero es Ingeniera Nuclear desde hace más de una década y regresó de París en enero, después de vivir dos años en la capital francesa por trabajo. Nacida en Quilmes, su familia se mudó a Bariloche cuando tenía 9 y durante toda su infancia manifestó una doble pasión: el arte y la ciencia. A los 17 tuvo una crisis existencial cuando tuvo que elegir qué estudiar, y cuando tomó la decisión convivió con los estereotipos y los prejuicios de ser una mujer que apostaba por lo que otros consideraban una “carrera de hombres”. nunca abandonó sus dibujos de dragones, las ilustraciones en los márgenes de los apuntes, canciones para recordar fórmulas y los cómics de su autoría para explicar conceptos difíciles. Contó su experiencia en una charla TEDx que inspiró a muchos y brindó aliento a quienes sienten que tienen vocaciones múltiples.

En diálogo con Infobae recuerda que cuando era chica disfrutaba cantar canciones de María Elena Walsh, observar en su microscopio de plástico todo lo que pudiera analizar, leer revistas científicas, enciclopedias, pero también dibujar y armar sus propios outfits. “Tuve ejemplos como el de mi mamá, que fue maestra jardinera desde los 19 años, profesión que ama y se jubiló hace un tiempo, y yo me preguntaba cuándo me iba a tocar a mí la varita de la pasión”, manifiesta. En la secundaria la conquistaron las materias de biología, física, matemática y química, que parecían completamente opuestas a su costado creativo, y empezó a plantearse si existía una manera de combinar sus facetas.

Te puede interesar: El joven argentino que se graduó en Ingeniería Espacial y consiguió el trabajo de sus sueños

"Cuando me recibí a los 23 años pensé que iba a tener que relegar mi pasión de artista, pero no fue así; y la verdad es que sin la Ingeniería me sentiría incompleta, y sino dibujara también, necesito de ambas", cuenta Julieta Romero (Instagram: @jdragones)

“Una encuesta en 2010 realizada a 5000 chicos dio como resultado de que el 44% no podía decidirse entre dos carreras, no tenían idea de cuál elegir, y yo era una de ellos”, revela. Creyó que la Licenciatura en Física era la mejor opción según sus intereses, y mantendría el arte como hobbie, pero en el camino los planes cambiaron. “Para ingresar al Instituto Balseiro -que funciona en las instalaciones del Centro Atómico Bariloche- tenía que tener cursados dos años de algún tipo de ingeniería, y yo lo hice en la Universidad Nacional del Comahue”, detalla, y admite que la primera reacción fue el miedo, porque no conocía mucho de la temática y no faltaron las opiniones cruzadas y las miradas de desaprobación.

Te puede interesar: La joven que creó un producto que no había en Argentina y ahora lo exporta a más de 20 países

“Me decían que no era para mí, que eso era para hombres, pero seguí firme y estudié ingeniería mecánica esos dos años, hasta que fui a rendir el examen de ingreso del Balseiro, con mucho temor porque todos me decían: ‘Es re difícil, es normal que te vaya mal, tranquila, lo volvés a intentar porque no vas a poder a la primera’”, recuerda. Contra todo pronóstico, aprobó y se abrieron las puertas de un mundo nuevo, pero no sin que antes recibiera el primero de muchos comentarios similares: “Seguro entraste porque necesitaban que entre una mujer”, palabras que le dijo un exnovio que no logró pasar la prueba.

En la Central nuclear de Olkiluoto en Finlandia, como parte de su experiencia profesional

“Ahí confirmé que siendo mujer iba a tener que demostrar constantemente que merecía estar donde estaba, que no fue casualidad, ni por error, acomodo o una falla en la matrix, que no se equivocaron al elegirme, y que yo era tan digna como cualquiera para elegir esta carrera”, sentencia. En los recreos abría su carpeta de dibujos y dejaba fluir su imaginación. Cuando alguien veía sus obras volvían los cuestionamientos: “¿Qué hacés acá? ¡Lo tuyo es el arte!”. Ahora que ya trascendió aquella etapa llena de incertidumbre e inseguridades, se ríe y se da cuenta de que nadie mejor que ella misma para percibir qué la hace feliz, y que cada quien transita a su manera el proceso, según circunstancias personales y factores externos que muchas veces también juegan roles clave en las decisiones de vida.

Después de ese primer acercamiento a la ingeniería supo que ese era el camino, y dejó atrás la idea de la física. “Resulta que tal como dice la palabra, tiene mucho de creatividad, porque requiere de ingeniarse para buscar soluciones, y obviamente también de mucho conocimiento científico para amparar esas ideas, y así fue como descubrí que Ingeniería Nuclear tenia un poco de mis dos mundos”, describe. Los siguientes tres años se dedicó de lleno a la carrera, pero cada vez que tenía algún momento libre volvía a agarrar lápiz y papel para no perder lo que se había convertido en un hábito en su vida, y también para evolucionar y explorar otras técnicas de ilustración.

Fánatica de la serie de Game of Thrones, en sus redes sociales suelen comentarle que habría pertenecido a la casa Targaryen por su pasión por los dragones

“Necesitaba dibujar más, yo no podía esperar a llegar a mi casa, dibujaba en el colectivo, en donde fuese, y así se me ocurrió mientras estaba en una cafetería poner un cartel que dijera: ‘Regalo dragones’, y me propuse dibujar todos los que pudiera”, recuerda. En un año hizo 200 dragones, y así fue perfeccionándose cada vez más. Dotada de talento, curiosidad y un alma autodidacta, cuenta que hizo algunos cursos de dibujo y talleres de arte, pero sigue en constante formación. Entre risas recuerda que para tener un ingreso extra de dinero trabajó en un local de ropa y su primer sueldo lo destinó a comprar una caja de herramientas.

“Fue lo mejor que pude hacer porque desde chiquita me gustaba desarmar cosas, porque ese es mi costado de ingeniera, y todavía esa caja está en el Balseiro, porque la dejé ahí para los estudiantes”, cuenta. Hace más de 10 años trabaja en Nucleoeléctrica Argentina, y para ejemplificar sus responsabilidades pone como antítesis a Homero Simpson: “No se parece en nada a lo que vemos en los dibujitos, que duerme la siesta en la sala de control”. Los operadores nucleares requieren de una licencia que determine que están calificados para abordar una gran cantidad de casos técnicos, y una de las principales tareas de la empresa donde ella está actualmente se encarga de generar proyectos en las centrales nucleares de Argentina.

Durante un año se sentó en una cafetería en sus tiempos libres y puso un cartel que decía: 'Regalo dragones'. Entregó 200 y realizó otros 111 dibujos que guarda en su colección

“A su vez somos parte de una organización internacional, la Asociación Mundial de Operadores Nucleares, que eligen miembros de las diferentes centrales nucleares del mundo por una cantidad acotada de años para que vayan a otro país a intercambiar buenas prácticas, conocimientos y generar espíritu de cooperación”, indica. Y agrega: “Toman la misma cantidad de personas que el número de centrales nucleares que haya en el país, y como acá hay tres, Atucha I, Atucha II, y Embalse, fuimos seleccionadas tres personas para ir a París por dos años”.

En París, con uno de sus outfits favoritos, haciendo honor a su alma fashionista
A pura sonrisa cuando en Francia le propusieron que armara una galería con sus dibujos y estuvo expuesta en los pasillos de la oficina donde trabajó los últimos dos años

Julieta habla inglés, alemán y francés, y asegura que siente fascinación por otros idiomas y tiene facilidad para aprenderlos. En medio de la pandemia de coronavirus llegó a la ciudad donde la Torre Eiffel cautiva, y define la experiencia como “maravillosa”, porque además pudo saciar su pasión artística al codearse con muchos profesionales que también se definían como “bipasionales”. “En octubre de 2021 participé de Inktober, que es un challenge de Instagram, un desafío donde te dan palabras sueltas todo octubre y tenés que hacer un dibujo por cada día del mes. Fue muy divertido, y lo hice mientras estaba trabajando en París; me salieron nuevas ilustraciones y se las mostré algunas personas del trabajo y me ofrecieron hacer una exhibición de mis dibujos en la oficina, así que fue re lindo porque le puse un título a cada uno, los escaneé y la gente iba y los miraba”.

Los meses que su arte estuvo colgada en las paredes se generó un efecto en cadena que despertaba interés y empatía. “Venían y me contaban: ‘¿Sabés que yo además de ingeniero soy violinista?’, cosas que no me hubiera imaginado jamás de algunas personas, que tocaban en bandas de jazz, compañeros que hacen break dance, y al abrirse también incentivás a otros temas de conversación que rompen con el preconcepto de que los ingenieros son todos serios, usan camisas a cuadros y tienen mirada gris”, dice con humor.

Algunas de sus obras de arte: "Me gusta decir que soy Ingeniera de día y artista de noche"

Usó su habilidad también para ponerle su toque personal a las presentaciones audiovisuales, para hacer videos explicativos con dibujos, y presentar propuestas muy originales. “Esto de poder mezclar los dos mundos para mí siempre siempre suma más que las partes. Una cosa no quita la otra, podés hacer las dos, un proyecto no descarta lo otro”, remarca. Además de ingeniera y artista, también se reconoce como fashionista, y apasionada por las clases de salsa. “Trato de encontrar mi estilo en el dibujo, en la ropa, mi estilo cuando bailo, y también cuando me visto; por ejemplo siempre llevo moños, es como una marca personal para combinar cada outfit porque me divierte, me divierto mucho siendo yo misma”, confiesa.

Uno de sus sueños es hacer un libro de ilustraciones enfocado en la divulgación de conceptos de ciencia, energía y medioambiente. “Sé que lo voy a hacer porque tengo un montón de material, y me encantaría que esté destinado a un público infantil”, expresa con entusiasmo. Disfrutó mucho de la experiencia de ser columnista en el ciclo Queridos humanos -programa emitido en Vorterix que contó con la conducción de Lucas Fridman, Homero Pettinato y Tamara Kindermann en Vorterix-, donde explicaba tópicos científicos y luego compartía dibujos como soporte visual. Con honestidad, admite que aunque el segmento duraba media hora ella investigaba durante días y días para tener la mayor cantidad de información posible. “Soy perfeccionista, así que también hay que admitir las limitaciones y las formas de ser de cada uno”, sostiene.

Uno de los sellos de sus vestuarios es coronarlos con un moño que haga juego

Te puede interesar: Tiene 18 años, empezó con un horno de barro hecho por su hermano y es uno de los mejores pizzeros de Sudamérica

Aunque advierte algunos cambios en los estereotipos, y celebra que cuando una mujer plantea que quiere estudiar alguna carrera relacionada al ámbito científico “no la miren como un bicho raro”, cree que todavía falta mucho por mejorar. Tal como remarcó en la charla TEDx, visualiza una gran capacidad de crecimiento por delante en la inclusión de mujeres en el área STEM -acrónimo de los términos en inglés Science, Technology, Engineering and Mathematics (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas)-. “Nos estamos perdiendo de ideas por la falta de perspectiva, la falta de diversidad de género, a pesar de que hay una diferencia sustancial desde que yo empecé a estudiar comparado con el presente; hay que seguir trabajando para derribar esa brecha”, proyecta.

Si bien los factores que intervienen son varios, se detiene en dos: el recambio generacional y la transmisión de estereotipos que provienen del hogar familiar. “Hay muchas personas grandes que tienen mucho conocimiento, pero quizás no conciben todavía la brecha de género como tal y les cuesta un poco más, algo que las nuevas generaciones sí tienen más claro, y hay que seguir luchando para no perpetrar los estereotipos, que vienen muchas veces de casa, sobre todo esta área que a veces hay familias enteras de ingenieros, abuelo, padre e hijo, y hay valores que se transmiten”, indica.

Otro fragmento de la charla TEDx que brindó sobre su experiencia vocacional. En diálogo con Infobae, afirma: "Cuando le podés poner un nombre a lo que te gusta, ahí empieza la aventura, y es importantísimo tener acceso a la información sobre lo que cada uno quiera estudiar".

“Muchas cosas ya no van más. La mujer no puede seguir siendo vista como una secretaria ni la que hace la minuta. Ayuda muchísimo cuando hay mentores, gente grande que se pone la causa al hombro, jefes que banquen los trapos, que tengan un buen liderazgo, que te validen y te defiendan en momentos en los que vos ves que algo no corresponde”, argumenta con convicción. Cuando sucede lo contrario, lamenta que profesionales con más experiencia amedrentan el crecimiento y no estén abiertos a la evolución.

Sobre el final menciona que muchos de sus compañeros en el Instituto Balseiro son salteños, y revela el motivo: “Teníamos un profesor de Salta que cada vez que iba le decía a todo el mundo que tenían que conocer la central atómica de Bariloche que estudiaran ahí, y era un semillero de dar a conocer el programa de la carrera, y eso me parece fantástico”. En este sentido, valora las repercusiones que tuvo su testimonio, pero con humildad busca dar un paso al costado para focalizar en lo que considera más importante que su propia experiencia: “Me gustaría que haya acceso a información para niñas, adolescentes, jóvenes y minorías, que se animen a abrazar sus pasiones, y que conozcan los planes de estudio de cada lugar”.

"No hay por qué encasillarse en una sola cosa; yo dibujo reactores nucleares pero también criaturas ficticias y me encanta que cada vez haya más mujeres decididas a desafiar los estereotipos", celebra Julieta
Una de sus representaciones de los carpinchos con una referencia al Planetario de Buenos Aires (Instagram: @jdragones)

Tanto el Balseiro, como el Jorge A. Sabato y el Dan Beninson son institutos nacionales. Dan becas, y aunque primero tenés que hacer los dos años en otra universidad, puede ser en una pública, y después los restantes tres años de la carrera que elijas te dan un aporte económico porque la currícula es exigente, y no darían los tiempos para trabajar, así que estás enfocado en ese ese tiempo y vale muchísimo la pena”, detalla. Y concluye: “Se puede vivir con esa beca, y es una de las razones por las que elegí esta modalidad, porque mi educación no iba a ser una carga para mis padres, y además el primer acercamiento a la ingeniería está buenísimo para conocer mejor qué te gusta y qué no”. Feliz por la decisión que tomó, hoy se define orgullosamente como una mujer bipasional que sin proponerse más que su propia felicidad demostró que las carreras no tienen género y que la creatividad es universal.

Seguir leyendo: