MASH. La sigla significa Mobil Army Surgical Hospital. Los astericos vinieron después. Un hospital de campaña, en este caso el 4077, en medio de la Guerra de Corea. Los doctores tenían diferentes personalidades. El histriónico y repleto de sarcasmo y el hierático. Una comedia, una sitcom sobre la guerra que se animaba a hacer humor con la tragedia. Pero M*A*S*H hacía otra cosa. Detrás de los recursos de la mejor comedia se plantaba en medio de la Guerra de Vietnam con un mensaje antibélico claro y contundente. Hablaba de Corea pero todo el mundo entendía que lo estaba haciendo de Vietnam y en contra de cualquier guerra.
Hace 40 años, el 28 de febrero de 1983 se emitió el último capítulo. No sólo cerraba once años de éxito. El capítulo 251 fue histórico. Batió todos los récords de audiencia. Superó cualquier expectativa. M*A*S*H había entrado a la historia. Si la Guerra de Corea duró 3 años, la serie que la contó o que la utilizó de excusa para mostrar cuestiones más universales y sin fecha de vencimiento, duró once.
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Romper todos los ratings
Ese camino de gloria y récords pudo haberse frustrado muy temprano. La primera temporada los ratings fueron bajos. La serie merodeo el puesto 50 entre los más vistos. Los directivos decidieron cancelarla. A último momento le dieron una nueva chance. Pasó a los sábados, y fue programada después de una de las comedias más vistas del momento, All in The Family. Esa modificación hizo que la popularidad de M*A*S*H se disparara. A partir de ese momento escaló hasta estar entre los 10 programas más vistos. En la siguiente década nunca bajó de los primeros lugares.
La serie nació de un fracaso. El origen fue la intención de filmar la secuela de la película. Pero la producción se cayó. Cuando el proyecto estaba a punto de quedar archivado, alguien propuso reconvertirlo en una serie televisiva.
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En 1968 salió la novela de Richard Hooker: MASH: una novela sobre tres doctores del ejército. Tuvo éxito y de inmediato comenzaron a trabajar en su adaptación cinematográfica. M*A*S*H con Elliot Gould y Donald Sutherland se estrenó en 1970 y fue una de las grandes sorpresas del año. La ironía y el humor aplicado a un tema serio como la guerra sedujo al público y a la crítica. Fue la tercera película más taquillera del año y estuvo nominada a cinco Oscars, entre ellos mejor director y mejor película. El cambio de registro se ve al recordar otras dos películas bélicas del mismo estudio durante ese año: Tora Tora Tora y Patton (que terminó quedándose con el Oscar), exponentes del cine bélico más clásico.
En septiembre de 1972 CBS comenzó a emitirla. Los tropiezos del comienzo rápidamente quedaron atrás. La crítica reconocía su valor y que estaba escrita como ningún otro programa por esos días. El público se fue acercando de a poco.
La acción estaba situada durante la Guerra de Corea, a principios de la década del cincuenta. Así lo anunciaba un cartel al principio del episodio inaugural. Enseguida otra placa: Hace 100 años atrás. Los tiempos cambiaban a gran velocidad y parecía que Corea había ocurrido hacía un siglo. Sin embargo a nadie le quedaba ninguna duda de que estaba hablando de Vietnam. Y esa fue una de las claves de su éxito y de la capacidad de penetración en el público. Tratar un tema actual, sin solemnidad pero sin banalizar. Entre risas, gags y emociones el programa expresaba con sutileza, sin golpes bajos ni trazo grueso, una postura antibelicista.
Los médicos se rían, operaban de urgencia, veían morir algún paciente, tenían miedo, se excedían, jugaban al fútbol americano, se disfrazaban para obtener la baja, contrabandeaban algunas mercancías que escasean y todos deseaban, flirteaban con las secretarias.
Muchos creyeron que terminada la Guerra de Vietnam se agotaría el interés del público. Era una de las posibilidades. A los productores les sorprendió que los ratings durante 1976 no sólo no decayeron sino que aumentaron. M*A*S*H todavía tenía mucho para dar.
Muchas de las decisiones autorales fueron novedosas para su tiempo. El actor Maclean Stevenson que interpretaba al Coronel Henry Blake dejó la serie al finalizar la tercera temporada. En el último capítulo recibe la baja y parte hacia Estados Unidos. Cuando todos pensaron que su historia iba a quedar en su regreso a la vida civil, hubo un giro: antes de partir de Corea su avión fue derribado por el enemigo y Blake murió. El hecho produjo una gran conmoción. Los teléfonos del canal colapsaron y miles de cartas de protesta fueron enviados. Era la primera vez en la historia de la televisión norteamericana que un personaje de una comedia era asesinado por sus guionistas.
Entre otros gestos disruptivos, uno de los personajes solía travestirse para que creyeran que estaba loco y así conseguir ser dado de baja.
La serie sorteo varias dificultades. O al menos rompió con varios prejuicios que el medio tenía como verdades reveladas. El esquema de acción no se repetía de capítulo en capítulo, el tono era cambiante: a veces comedia (casi) desaforada, a veces drama. El elenco fue mutando a lo largo de las 11 temporadas; tanto es así que sólo Alan Alda estuvo en cada capítulo. Él fue el gran protagonista y mientras fue pasando el tiempo fue adquiriendo más poder dentro del esquema creativo y en la toma de decisiones. Además de convertirse en uno de los productores, escribió y dirigió varios capítulos. De los 14 Emmys que obtuvo la serie (de más de 100 nominaciones), 5 los ganó Alan Alda: 3 como actor, 1 por la dirección y otro por guión. Fue la primera persona en obtener galardones en esos tres rubros.
Cuando comenzaron a rotar los actores, muchos pensaron que eso debilitaría el interés del público. Sucedió lo contrario. El programa se oxigenó. Al similar ocurrió con la salida de algunos de los productores originales y de los guionistas principales. El cambio de tono, la variedad de estilos benefició a la historia que de esa manera no mostraba signos de agotamiento. El clima alrededor de M*A*S*H era tan mágico que cada dificultad, cada problema serio, sin importar la eficacia de su resolución, siempre mejoró el resultado final.
Los autores entrevistaban a médicos y soldados que habían estado en Corea y en Vietnam para rescatar sus historias y trasladarlas al formato de esa media hora semanal.
La mezcla de comedia con drama fue uno de los aportes más significativos a la narración televisiva. A partir de M*A*S*H los demás se animaron a hacerlo. Una sitcom absolutamente diferente que fue corriendo límites y que aprovechó su popularidad para experimentar. Muchas de las series que tuvieron éxito en las últimas décadas tomaron elementos de esas osadías formales de M*A*S*H. Aprovechó como nunca antes a sus personajes secundarios. Así además de centrarse en los dos protagonistas, podía en algún capítulo olvidarse de ellos y dedicarse a la historia de alguno de los personajes secundarios.
Fue también la serie que llevó el mockumentary (los documentales apócrifos) a la televisión. Utilizando la visita de algún reportero de televisión el capítulo se narraba como si se tratara de un informe periodístico. En otro episodio el punto de vista fue el de la garganta abierta de un herido. También se anticipó a 24 por más de 25 años: probó con narrar en tiempo real, aprovechando una urgencia médica. Un capítulo estuvo compuesto por los sueños de esos doctores y militares, otro por un monólogo alucinado de Alda a una familia coreana que no le entendía nada luego de haber sufrido un accidente.
Si la película fue la primera mainstream en que un personaje dijo la palabra Fuck, la serie fue la primera que tuvo algunos desnudos parciales (sobre todo las colas de algunos protagonistas).
La canción que aparecía en los títulos de apertura, un leit motiv que se hizo muy conocido, era una versión instrumental del tema que Johnny Mandel compuso para la película. A los directivos de la cadena televisiva les pareció oportuno sacarle la letra. Se llamaba Suicide is Painless (El suicidio no duele). Nació cuando el director de la película, Robert Altman, le pidió a Mandel que escribiera la canción más estúpida que había escuchado en su vida. Mandel se trabó con la letra y el director ofreció a su hijo de 15 años, que “es bastante estúpido y está todo el día con la guitarra”. La letra no resultó para nada tonta: el sarcasmo la destaca. Robert Altman tiempo después se quejó de que él por dirigir la película ganó 70.000 dólares. Mientras que su hijo adolescente por la letra del tema obtuvo más de un millón de dólares.
Los productores lucharon durante años con la cadena para eliminar la pista de audio que agregaba risas detrás de cada gag, subrayándolo. Decían que era lógico que se escucharan risas en las sitcom que se grababan frente al público pero que era ridículo que sucediera en medio de la Guerra de Corea. Consiguieron que no hubiera risas en las escenas de quirófano. Y, como triunfo final, las eliminaron por completo en el último capítulo.
Cómo fue el cierre de la serie
El capítulo final fue una rareza absoluta. Una película. Y de las largas. 2 horas y media con el cierre de las historias que fueron construyendo a lo largo de las 11 temporadas. Es decir, 5 capítulos juntos. Ese formato que hoy espantaría a muchos, logró generar una expectativa inusual. Además en lugar de buscar un final glorioso y radiante, hasta tranquilizador, eligió ceñirse al tema que trataron en esos once años, no traicionó la naturaleza del ciclo y M*A*S*H tuvo, como las historias bélicas reales, un final no tan festivo.
Se convirtió en un gran hito de la historia de la televisión. La emisión fue vista por 106 millones de espectadores. Se detuvo Estados Unidos para ver cómo terminaba la historia de esos médicos varados en la Guerra de Corea. No sólo fue el episodio final más visto de la historia, sino que se convirtió durante muchos años en el espectáculo emitido con más televidentes. Recién doce años después, fue desplazado por el Super Bowl jugado en el 2010.
Eso se vio reflejado en las ventas de los segundos de publicidad. El espacio publicitario fue el más caro del año, superando al de cualquier entrega de premios o espectáculo deportivo. Ni el famoso capítulo de Dallas sobre quién le disparó a JR, ni Raíces, ni el partido definitorio de una Serie Mundial lograron índices de audiencia similares.
A cuarenta años de su final, M*A*S*H, más allá del impresionante récord que sigue ostentado su último capítulo de ser el programa –que no incluya referís y pelotas- más visto de la historia (récord que con las nuevas maneras de consumir los productos audiovisuales, las plataformas y los dispositivos no parece correr peligro), innovó en cuanto a mensaje y a formato en el medio más popular y masivo. M*A*S*H se rió de lo que nadie se animaba y entre broma y broma desparramó verdades dolorosas en horario central por más de una década.
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