Dicen que para el amor no hay edad. Tampoco hay momento. Así lo confirman Karina Gismondi (48) y Eduardo Hafne (55), a quienes durante los meses de cuarentena de 2020, una solicitud de amistad los sorprendió. No recuerdan quién la envió a quién, pero la cantidad de conocidos en común hizo que la confirmación fuera inmediata y desde ese mismo momento comenzaron a chatear. Pasó un año de textos y audios, sin videollamadas, hasta que decidieron que era hora de conocerse verse personalmente.
“Por las restricciones de la cuarentena no podíamos vernos antes, y al vernos personalmente no fue amor a primera vista. Fue conocernos con el tiempo, pero como a los dos siempre nos gustó viajar, eso fue importante para nosotros; y esa idea loca no se la puede compartir con cualquiera, porque lo que yo quería era dejar todo e irme, sin saber tampoco a donde. Él anhelaba lo mismo y ya lo estaba proyectando”, cuenta ella.
La feliz coincidencia sobre esa idea individual de tomar una ruta e irse sin tiempo que los detenga fue una de las últimas cosas que hablaron durante la primera cita que se dio el 25 de febrero de 2021 en una estación de servicio. “¿Vamos?”, me preguntó Eduardo, yo comencé a caminar, y él no... Se hizo un silencio incómodo porque no sabía lo que quería decir. Y repitió: ‘¿Vamos de viaje por la ruta? ¿Te venís conmigo?’... ¡Y le dije que sí!”, detalla Karina. Pasó poco tiempo para que comenzaran a ultimar los detalles del viaje que realizaron en 2022 junto con Mona, la caniche de ella, y Panchito, el perrito de Eduardo.
Montados en una Renault Trafic modelo 87, el 12 de abril de 2022 emprendieron rumbo. Ya recorrieron gran parte del norte argentino, y las provincias del centro del país ayudándose económicamente con la venta de artesanías que confeccionan. Ahora planean estar en 2026 en el norte del continente para recorrer México, Estados Unidos y Canadá, y ver el próximo mundial de fútbol.
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El sueño
Para ellos, viajar es un estilo de vida. Aunque desde hace una semana están en la casa de Eduardo, en Vicente López, esa quietud ya los incomoda y esperan poder vender a Vicky, la camioneta con la que ya recorrieron seis provincias, comprar otra más grande y salir definitivamente de Buenos Aires, con destino al sueño que crearon.
Salieron desde Buenos Aires, pasaron por Olavarría, Azul, San Miguel del Monte y de allí tomaron la Ruta 34 desde la que recorrieron toda Santa Fe y Santiago Del Estero. De allí subieron hasta Salta y luego a Jujuy. En el camino conocieron “gente maravillosa” y también visitaron a sus familiares.
“Esto fue romper con la rutina y dejar todo de lado. Eduardo tiene tres hijos y seis nietos; trabajaba en una empresa de alimentos y durante la cuarentena fue esencial. Yo soy consultora psicológica y en ese tiempo me tocó trabajar mucho de manera virtual, lo sigo haciendo, pero mis dudas de hacer un viaje sin tiempo de retorno era mi mamá, porque la cuidaba a ella, pero me dejó en 2020. Entonces, sentí que era mi tiempo de partir de otra manera, hacer esos viajes que siempre había soñado”, cuenta Karina, que a los 46 años apostó al amor.
Entusiasmada, invita a viajar y hacer el recorrido, al menos mental que siguió: “El 4 de noviembre salimos de La Quiaca por la Ruta 40, que es hermosa, y logramos hacer el camino Abra del Acay, que es una de las partes más altas, a 4895 metros de altura. De ahí seguimos hasta Belén, en Catamarca, pasamos por La Rioja y emprendimos la vuelta porque necesitamos hacer trámites. Llegamos hace una semana”, cuenta y dice que el próximo recorrido (ya con nueva camioneta) será por Misiones, Chaco y Formosa.
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“Esperamos regresar a Belén, Catamarca, el lugar donde estuvimos antes de emprender el camino de regreso a Buenos Aires y así seguir desde allí el camino. El objetivo inicial era atravesar toda la Ruta 40 pero, por una cosa u otra, no se pudo. El plan era recorrer todo el sur y llegar hasta Ushuaia, pero ahora hace mucho frío y yo lo sufro mucho, así que luego buscaremos el camino para llegar a Chile y desde allí comenzar a subir para llegar a México”.
Los viajeros especiales
Cuando Eduardo le propuso a Karina emprender el viaje, ella le puso una condición: ir con Mona. “Ella era de mi mamá y ahora está conmigo. Es una caniche de tamaño grande y de 12 años, jamás iba a dejarla. Y me dijo que no había ningún problema porque ama a los perros. Tanto que cuando el proyecto comenzó a tomar forma adoptó a un cachorrón, Panchito, y me dijo que lo iba a llevar. Yo temía que no se llevara bien con mi perra, así que le dije que primero debían conocerse y enseguida se hicieron amigos... ¡Es increíble cómo disfrutan del viaje, cómo corren cada vez que paramos para que bajen”, dice feliz.
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Sus perros, asegura, son “las estrellas del viaje”. “La gente que nos ve con ellos se maravilla o sorprende al verlos tan bien y cómo disfrutan. Nos siguen en la cuenta de Instagram, (@ampliodesorden2022), donde mostramos este estilo de vida que llevamos y cuando saben que estamos por llegar con ellos, nos esperan. En Cafayate, Monita no estaba muy bien y se empezó a pelar, una chica la quiso ver, nos regaló un corte de pelo para ella y hasta nos esperó con el almuerzo”, agradece.
Además, admite que esta experiencia no es buena solo para ellos. “Recibimos mensajes de personas que nos dicen que gracias a nosotros se animaron a viajar, a salir más o a dejar la rutina. Todo es posible”, asegura.
La manera de solventarse es por medio del trabajo de artesanos: “Hacemos pulseritas de macramé, collares con piedras engarzadas y de otros con medallitas, de todo un poco”, explica. Pensando en el 2026 y la meta mundialista, finaliza: “Tendremos que aprender a hacer pulseras con las tres estrellas para alentar a la Selección en el próximo Mundial. Todavía hay tiempo y nadie, absolutamente nadie, nos apura. Nuestro tiempo nos pertenece”.
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