Conocer al Indio Solari, ver a River y los autos de hoy: los sueños de Robledo Puch si sale en libertad

Su abogado, Jorge Alfonso, llegó más lejos que ningún otro colega que quiso defender a Robledo en su intención de lograr que lo liberen. Por qué no irá al asilo prometido y el “temor” de la Justicia al a la peligrosidad del recluso y el juicio de la sociedad, que no le daría la chance de volver a la calle

Robledo Puch, en un traslado. Lleva más de 50 años tras las rejas (Télam)

Carlos Eduardo Robledo Puch está convencido de que saldrá en libertad antes de fin de año. En su cabeza tiene una especie de lista de sueños que quiere cumplir. Desde ir a ver a River hasta tener todos los discos de los Redonditos de Ricota y del Indio Solari como solista.

Nunca se había mostrado tan ilusionado con salir a la calle.

Es más, por primera vez desde que está preso -lleva 50 años y 21 días tras las rejas- confía -hasta ahora- ciegamente en un abogado. A otros no los escuchaba, los despedía después de la primera visita o él quería llevar adelante la estrategia judicial.

Ese abogado es Jorge Alfonso, que pidió la libertad del llamado ángel negro que entre 1971 y 1972 mató a once personas por la espalda o mientras dormían. Logró que una persona se presentara como garantía para recibirlo en una casa y falta la decisión de la Justicia.

“Confío en vos”, le dijo Robledo y lo da libertad al penalista para la defensa judicial y la mediática.

Robledo Puch antes de ser un asesino. ¿Volverá a la calle?

“Cuando salga voy a cumplir mis sueños pendientes. Ni se cómo es la calle. Viví 20 años afuera y cambió todo. Quiero ver los autos. Ver el cielo y no desde el patio de un penal o de un ventiluz. Meterme en el río. Andar en bicicleta. Oler lo que huelen los que están en libertad, mi terror es morir en la cárcel”, le dijo Robledo a un compañero de pabellón. Después de sus años intensos en Sierra Chica (entre ellos el motín de Sierra Chica de la Semana Santa de 1996), Robledo está alojado en la Unidad Penal Número 26 de La Plata.

“Robledo está entusiasmado y sueña con la libertad. Hay obstáculos, él ya tendría que estar libre, pero no vamos a dejar de luchar para que se cumpla lo que tendría que haber pasado hace tiempo. Está mal de salud”, dijo Alfonso, de vasta experiencia.

Según supo Infobae, salvo que cambien de opinión, los jueces de la Sala 1 de Apelaciones de San Isidro, integrada por Oscar Roberto Quintana y Ernesto García Maañón no van a darle la libertad al asesino civil más famoso de la Argentina, que tiene 71 años.

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Robledo Puch y a la izquierda su cómplica, Jorge Ibañez

La información llegó a Infobae por fuentes judiciales. Y es va en sintonía con los argumentos que dio hace diez años el camarista Diulio Cámpora, que rechazó su libertad. “Mientras me toque firmar a mí, nunca le daré la libertad. Por su peligrosidad y porque la sociedad no lo aceptaría”, le dijo a un secretario.

Los camaristas que el 5 de junio de 2008 le negaron la libertad consideraron que Robledo Puch seguía siendo un peligro para la sociedad. Todavía recuerdan la frase que pronunció el asesino ante un perito judicial antes de oír, el 27 de noviembre de 1980, que lo condenaban a reclusión perpetua por tiempo indeterminado: “Algún día voy a salir y los voy a matar a todos”.

Cuando los miembros de la Sala I de la Cámara de Apelaciones de San Isidro le preguntaron si quería decir sus últimas palabras, Robledo fue menos agresivo: “Esto es una farsa. Es un circo romano”.

Tiempo después, Robledo le dijo al autor de esta nota que no había matado a nadie. “Yo robé, los que mataban eran mis cómplices Jorge Ibáñez y Héctor Somoza”.

Robledo Puch en el momento de ser detenido

Hace 14 años, dijo:

—Quiero confesar algo. En primer lugar, quien mató a Somoza fue el hermano de Jorge Ibáñez. Me lo contó él mismo.

—A la Policía le dijiste que vos lo habías matado.

—No me quedó otra. El comisario me preguntó qué era lo qué más quería. Le dije mis padres. Le respondí ingenuamente con el candor de un púber, sin ninguna maldad de nada. Ahí me dijo que si no me declaraba autor de los crímenes, iba a tirar a mis viejos al río Reconquista y me iba a seguir picaneando hasta reventar. “El juez te va a preguntar si fuiste vos el que mataste a Fulano y a Mengano y vos le vas a decir que sí, que vos los mataste”, me dijo.

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Por el incendio que destruyó el expediente, lo juzgaron ocho años después de sus crímenes

—¿Dónde estabas la noche del crimen?

—Había pasado la noche con mi madre, en nuestra casa. En la madrugada, me tocó el timbre el hermano de Ibáñez. Me puse un vaquero, las zapatillas Flecha de lona blanca y una camisa a cuadritos. Ahí vi el camión que había robado. Me pidió que le guardara un bolso con “mosca”. Lo llevamos a la casa de mi abuela. Bajé con el bolso y salté por encima de la verja. Allí, oculto, entre un frondoso plantío de hortensias, lo escondí bien y volví al camión. Quedamos en retirarlo cuando ella durmiera la siesta.

—¿Cuándo te enteraste de que habían matado a Somoza?

—Después de que abandonamos el camión en Villa Ballester, me dijo que había tenido que matar a Somoza porque lo había querido mejicanear. Pero en mi opinión fue él quien lo había mejicaneado. Para quedarse con todo. Pero él me contó que forcejearon por el dinero y que después, lo “madrugó”. Esa palabra usó. Y ahí me contó que había un sereno en el lugar y que Somoza lo encerró en una pieza y optó por matarlo. Jorge Ibáñez y su hermano se criaron tirando tiros. Vivían en un monoblock de Villa Celina. Les gustaba disparar una carabina 22 dentro de su pieza. Tiraba contra un tablón con un colchón adelante. La madre no les decía nada. La primera vez que Jorge me habló de matar a un sereno si lo hallábamos en un robo, me opuse.

Uno de los sueños de Robledo Puch si consigue la libertad es ir a ver a River (Rodolfo Palacios)

Alfonso le cree. Hace unos meses había conseguido que el asesino más famoso de la historia civil fuera alojado en un asilo de San Nicolás de los Arroyos, donde había sido aceptado el cura del lugar y una vecina le salió de garante.

Pero el cura, convencido por otros dos, dio marcha atrás. “Guardo bajo siete llaves el lugar donde quieren alojarlo”, anticipó su abogado.

Antes que la libertad, Robledo deberá sortear las pericias psicológicas y psiquiátricas y la firma de los camaristas, que muchas veces se basan en las respuestas del Angel para impedirle salir. En las dos últimas pericias que le hicieron, Robledo no salió airoso. Una vez le preguntaron qué iba a hacer cuando saliera a la calle: “Matar a Cristina”, respondió. En otro examen: “Suceder a Perón”.

Los camaristas se basan en esas respuestas para sostener su peligrosidad y que no podría adaptarse a la calle.

En la celda que ocupaba en Sierra Chica. En la actualidad está alojado en la Unidad Penal Número 26 de La Plata

Tanto ellos como los sacerdotes de San Nicolás, en off, dicen que más allá de que debería estar en libertad, la sociedad condenaría a los encargados de beneficiar a un asesino que mató sin piedad.

Robledo fue torturado para que declarara con detalles sus crímenes (Raffo le confió a este cronista esta grave situación) y su expediente fue quemado, por eso lo juzgaron ocho años después.

Alfonso lo sabe. Y como abogado se enfrenta a una especie de desafío hasta ahora imposible: ¿será el único en medio siglo que consiga la libertad del famoso asesino?

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