El buen corazón de Manuel Gil Ares hizo que luego de perder a Celta, su anterior compañero de cuatro patas también adoptado, no se negara a darse la oportunidad de incluir en su vida a otro perro. Buscaba uno bueno, adulto (que también necesitara una segunda chance), amigable con otros canes y la foto de Cirilo le llegó como el indicado para él.
Lo que no pensó era que sería ese animal quien le diera a él oportunidades impensadas: por sacarlo a pasear a la plaza, en los días de cuarentena, conoció a otras personas que también habían adoptado recientemente y, saludo va, saludo viene, se formó un grupo de conocidos que lo obligó a socializar.
No fue todo: conoció a Lorena, una paseadora y adiestradora canina, con la que desde entonces lo une un lazo laboral además de la amistad.
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El nuevo miembro de la familia
Celta, un Golden retriever macho, tenía 13 años cuando su corazón se detuvo. Había llegado a su casa luego de pasar una infancia difícil. “Se lo habían regalado a mi papá de cachorro, él se lo dejó a una persona que quería, pero no se adaptó bien y tuvo una infancia complicada y lo trajimos a casa”, cuenta sobre el perro anterior que “murió en julio de 2020 y, por el dolor de su perdida, pensé que nunca más íbamos a tener otro perro en casa; o que pasaría mucho tiempo para hacerlo”, admite.
En diciembre de 2020, la tía Emilia le preguntó a Thais, su hermana, si ella quería otro perrito y respondió que sí, pero necesitaba saber qué pensaba Manuel. “Así fue que, en secreto y para darles una sorpresa, me puse en campaña para adoptar otro perro. Pese al dolor que tenía, quienes amamos a los perros queremos perros en nuestras vidas”, resume el inicio de la historia.
Su pretensión era que no fuera un cachorro sino un perro adulto, ya que son quienes suelen tener menos posibilidades de adopción. “Mi única condición, sin importar si era macho o hembra, tamaño, no color de pelo, era que fuera bueno con las personas. Nada más”, agrega sobre el inicio de la búsqueda con la protectora Sarmiento, cerca de su casa.
“Como en ese momento no tenían perros tranquilos, le mandaron mi solicitud a la Asociación Protectora Aprani y allí decidieron que Cirilo, de 7 años, era el indicado. Así fue cómo llegó a casa, el 2 de enero de 2021. Las personas del refugio lo trajeron, primero miraron la casa, para ver que fuera adecuado para él, y lo bajaron”, recuerda y admite su primer susto: “Al principio, pensé que tal vez no iba a adaptarse porque se lo veía triste. Él había vivido casi toda su vida en el refugio y quizás no se adaptaba o extrañaba a sus amiguitos, pero con el tiempo se fue adaptando y hoy parece que vivió con nosotros toda su vida”.
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La segunda oportunidad
Para enero de 2021, las medidas sanitarias ante el coronavirus permitían ir a las plazas para sacar a pasear a los perros. Todas las personas usaban barbijos en las calles, había distancia social, pero nada impedía conocer gente nueva. Fue lo que pasó cuando Manuel llevaba a Cirilo a caminar, pero notó que como le gustaba estar con otros perros, era el momento de acercarlo a la plaza del barrio de Monserrat para que jugara con ellos.
“Comenzamos a ir a la plaza, y como mucha gente seguí en teletrabajo, había muchos perros recién adoptados también. Y en medio de ellos, estaba Cirilo que, para mi, ¡es un superdotado en socialización canina! Sabe y entiende todos los códigos de los perros, jugaba con todos y pronto se volvió el líder de la manada. Además, parece que es el que pone orden, frena las peleas y tranquiliza a los más jóvenes, pero nunca muerde. ¡Es literalmente un maestro!”, dice orgulloso el estudiante de gastronomía.
Mientras Cirilo hacía nuevos amigos, en paralelo, se conformó “una buena comunidad entre los vecinos”. “¡Eso fue muy loco! Empezaron a surgir amistades, redes de ayuda, había mucha solidaridad, nos hacíamos favores... Había mucho acompañamiento y todo eso se logró gracias a nuestros perros”, enfatiza el hombre de 33 años.
Personalmente, Manuel entabló amistad con una paseadora y adiestradora canina que solía ir a la misma plaza y Cirilo no tardó en hacer amistad con ella y en ayudarla durante su trabajo. “Después de un tiempo, como yo también me vinculé mucho con sus perros, Lorena me propuso trabajar juntos y formamos una sociedad hace un año, y seguimos hasta hoy. Esto, reitero, esto fue gracias a Cirilo, que fue la clave en toda esta historia y en mi vida”, agrega emocionado.
Hace menos de un año, Manuel estaba en la plaza con el grupo de vecinos cuando vieron cómo casi muere atropellado otro perro que andaba por la calle. “Paseaba perdido por ahí y una de las mujeres vio que estuvieron por atropellarlo, y lo trajeron con nosotros, el grupo que formamos en la plaza, para ver si lo conocíamos. Uno de los vecinos lo transitó para ver aparecía algún dueño, porque se lo veía cuidado y tenía collar sin identificación, pero no apareció nadie así que lo transité yo, y como pasó mucho tiempo se quedó en casa y también lo adopté”, resume sobre la llegada de Zuko.
Como buen tutor orgulloso, asegura que su perro es “tan inteligente socialmente que no se puede creer”. “A veces acompaña a mi socia en los adiestramientos para ayudar a otros perritos con problemas de conducta. Así que el legado de Cirilo es constante. Es un perro que no deja de sorprenderme. Sin lugar a dudas, pensé que yo cambiaría su vida, pero él cambió la mía. Yo recomiendo adoptar perros adultos, por muchas cosas que ellos traen son ideales para personas mayores o quienes nunca habían tenido perro. Adopten porque no se van a arrepentir”, finaliza.
Por qué adoptar un perrito adulto
La médica veterinaria y fundadora de APRANI, Alicia Barreto, asegura que adoptar a un adulto es una acción que hace mucho bien para el adoptado como para el adoptante.
“Dan muy poco trabajo, en especial si se los compara con un cachorro. Además, se conoce cuál es su personalidad, lo que logra una mejor adaptación, ya se conoce el carácter del perro y en la mayoría de los casos ya se cuenta con algún antecedente sobre su salud y carácter”, define.
Además, opina que “son ideales para personas mayores o con problemas de movilidad como así también para gente que no está tanto tiempo en la casa, o que antes no tuvieron un perro y esta es la primera vez”.
Respecto a la adaptación de los perros adultos adoptados, (de un año en adelante) sostiene: “Es rápida y fácil. Se adapta rápidamente a su nueva vida y adquiere en poco tiempo las costumbres de su nuevo hogar, aprender a hacer sus necesidades fuera de casa. Normalmente ya han superado la etapa de hacer destrozos en el hogar y han aprendido a controlarse y compartir con su familia una rutina tranquila. Con sacarlos a pasear diariamente y ejercitarlos apropiadamente bastará, no habrá necesidad de calmar ese exceso de energía que caracteriza a los cachorros”.
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