Del 20 al 22 de febrero se realizó la 28 Asamblea General de la Pontificia Academia para la Vida en el Vaticano, bajo el tema: “Converger en la persona. Tecnologías emergentes para el bien común”. Allí se dieron cita más de 200 notables académicos de las más prestigiosas universidades del mundo, la Unesco y la OMS.
Entre los presentes, estuvo presente el reconocido bioeticista argentino Fishel Szlajen, doctor en filosofía y posdoctorado en bioética, quien conversó con Infobae respecto de la necesidad de una ética para el desarrollo y aplicación de las tecnologías convergentes, tema central de dicha convención.
“El concepto de Tecnologías Convergentes o Convergencia Tecnológica, define la combinación y sinergia en investigación, desarrollo y aplicación, integrando la inteligencia artificial, nanotecnología y robótica, a toda actividad relacionada con la vida humana. De ello resultan, por ejemplo, la computación ubicua, biotecnología, neurotecnología, bioinformática, edición genómica y biovigilancia. Esta convergencia si bien permite la transformación de herramientas, productos y servicios, resolviendo y satisfaciendo demandas y necesidades, también erosiona los límites entre lo biológico y ciberdigital, cambiando el ecosistema físico y remodelando las relaciones sociales. Fundamentalmente implicando la obsolescencia de algunos mecanismos y la necesaria regulación de los emergentes”, explicó Szlajen, primer rabino en haber sido designado miembro titular de la Pontificia Academia para la Vida.
Teniendo en cuenta esto, bioeticista argentino alertó sobre los inconvenientes que puede significar esta actividad. “Es crucial identificar y evaluar los riesgos que conlleva la Convergencia Tecnológica previniendo abusos que afecten derechos humanos fundamentales, generando nuevas normativas éticas y marcos jurídicos que respondan a los cambios y transformaciones, promoviendo el desarrollo y uso responsable resguardando la autonomía, privacidad, igualdad, libertad, integridad y dignidad humana. Algunos ejemplos actuales son la problemática del derecho a la propiedad de la información genética o clínica; el uso no terapéutico de tecnologías que provocan alteraciones de personalidad, así como el uso no terapéutico de la manipulación genética humana poniendo en riesgo la identidad y autonomía de los individuos modificados”, aseguró.
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Por su parte, en referencia a los Acuerdos Internacionales que intentan regular esta actividad, Fishel Szlajen aseguró: “El problema es que independientemente de las Convenciones, como la de Oviedo en 1999 sobre DDHH y Biomedicina, o la Declaración de la Unesco en 2005 sobre Bioética y DDHH, existe un debate sobre la posibilidad fáctica de controlar o regular las Tecnologías Convergentes. Hay quienes argumentan el determinismo tecnológico bajo la tesis de la inevitabilidad, mientras que otros lo hacen en favor de la dirección ética y legal. Una de las dificultades más importantes que emergen es con referencia a los mercados libres internacionales explicando que si no lo hace uno, lo hará otro, así que sucederá de todos modos más allá de organismos reguladores, los cuales acorde a las presiones y masividad en la demanda como servicio, sólo postergarán pero no direccionarán el uso discrecional tecnológico”.
Asimismo, el doctor en filosofía profundizó sobre los inconvenientes que se observan a futuro para poder desarrollar instrumentos preventivos. “Esto es la metaética, la forma en que los actores involucrados en las nuevas tecnologías se relacionan con el control de su desarrollo, la relación entre la tecnología y la sociedad y entre tecnología y axiología. Claramente la colonización tecnológica transforma todo ámbito, las orientaciones culturales, cognitivas y contextos sociopolíticos, y ello debatido tanto por el consecuencialismo como el deontologismo bajo la común preocupación de la tecnologías convergentes aplicadas a tres dominios: el ser humano aumentado, la tecnología de persuasión y la tecnología para alterar la personalidad mediante efectos psicoactivos”, explicó.
La privacidad, un problema ya existente
“Más allá de lo mencionado, unos de los problemas aquí es el tráfico y uso ilegal de bases de datos. Por ejemplo, las historias clínicas digitalizadas que son adquiridas y utilizadas por entidades bancarias y aseguradoras para determinar en función de la prognosis clínica por inteligencia artificial, el otorgamiento o no, el monto y la alícuota de préstamos o seguros. También ocurre en el ámbito judicial y policial, cuyas resoluciones y políticas de prevención criminal estén basadas en algoritmos predictivos y datos, con problemas de sesgo”, definió Szlajen.
Ya agregó: “Aquí la Convergencia Tecnológica en la Big Data, incrementando la interconectividad mediante redes, adquisición, procesamiento y transferencia de datos cada vez más personales de nuestras vidas, permite acceder con mayor precisión a cada biometría y perfil psicológico. Esta masa informativa pone en jaque, como ya ha ocurrido, la privacidad de los individuos. De hecho, siendo actualmente utilizada como un normalizado modelo de negocio mediante algoritmos que promocionan personalizadamente productos en función de las búsquedas realizadas o conversaciones por chats que deberían ser privados. Y aquí otro grave peligro radica en el panóptico gubernamental y político”.
No obstante, el bioeticista argentino hizo referencia entiende que “las violaciones sistemáticas de la privacidad provocan un estado donde las corporaciones o gobiernos utilizan su conocimiento de lo más íntimo de los consumidores o ciudadanos para manipularlos o sofocar disidencias. Y donde por medio del voto los ciudadanos expresan sus voluntades políticas, las tecnologías de vigilancia y extracción de datos podrían utilizarse para un sistema político donde las preferencias se infieran del comportamiento supervisado. Allí, no sólo la privacidad sino la libertad y la voluntad general dejarían de ser las bases del sistema socio político, suplidas por datos y control público. Y adicionándole las tecnologías de alteración de rasgos de personalidad, no es difícil imaginar un Leviatán tecnológico”.
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Por último, Szlajen habló de la nueva era que se inicia a partir de esta actividad. “La tecnologías convergentes inauguran una nueva fase de innovación socio-bio-técnica, en la cual los organismos y las máquinas pueden converger y co-evolucionar en cada vez más integrados sistemas ciberbiológicos. Si bien este cambio promete aumentar la capacidad humana y bienestar, también plantea desafíos éticos y jurídicos. Tenemos una nueva oportunidad para que los recursos, intereses y bienes individuales y colectivos dejen de ser un juego de suma cero, donde la ganancia de uno se equilibra con la pérdida de otro, posibilitando ahora que un mayor número de personas pueda encontrar soluciones de suma no nula, donde ganen todos”.
Y concluyó: “Para ello, deben evaluarse dos aspectos de los derechos humanos fundamentales. Su rol para garantizar que nuevos paradigmas sirvan para el bien común y la protección de la dignidad humana; o adoptar nuevos derechos para proteger aquella dignidad, desarrollando efectivos mecanismos internacionales de regulación y control para coordinar la gestión tecnológica ante la incertidumbre. Nuevamente, y tal como ocurrió en las revoluciones industriales, no depende de la tecnología sino de lo que hagamos con ella”.
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