La vida de San Martín en La Tebaida, la casona mendocina que eligió para retirarse y convertirse en chacarero

Lugar ideal para su descanso, refugio elegido para vivir como chacarero y hombre de campo, pasó allí ocho meses en 1823, hace exactamente 200 años. La Villa Nueva de San Martín fue el primer sitio del país que rindió honor a su nombre

En Mendoza buscó un sosiego íntimo y atraído por el “buen carácter de sus habitantes” quería cultivar en su propio campo, vivir como un chacarero (Museo Las Bóvedas)

Un oasis de descanso y silencio en medio de los agitados frentes militares. “Sueño con regresar a mi refugio de La Tebaida”, solía decirles José Francisco de San Martín, ya conocido como Padre de la Patria, a sus seres queridos: lo escribió en varias cartas a sus amistades, lo comentó en la tranquilidad de su hogar francés a su familia, se lo contó a sus nietos. Dicen que, incluso, lo soñaba de forma recurrente: extrañaba la tierra mendocina y quería pasar sus últimos tiempos en el retiro de una vida rural.

Cuando se habla del General San Martín y sus aventuras épicas, suele ser una arista poco conocida; la de un prócer con pies de barro, alejado de los primeros planos de la acción política. A sus 45 años, en el ocaso de su carrera de armas luego de la famosa entrevista de Guayaquil con Simón Bolívar, ocurrida en 1822, allí donde le cedió su ejército y la meta de finalizar la liberación del Perú, Don José deseaba vivir en Mendoza. Más precisamente en la llamada estancia “Los Barriales”: habían sido tierras que recibió del gobierno de Mendoza antes de la partida del ejército libertador en 1816, tierras que luego se convertirían en la localidad de San Martín -la primera, en el país, en llevar su nombre-, hoy una de las más turísticas del este mendocino.

Lo cierto es que en “Los Barriales”, llamado de esa forma por ser un lugar bajo y anegado, Don José de San Martín vivió entre el 4 de febrero y el 4 de noviembre de 1823 -luego regresó a Buenos Aires- y proyectó la construcción de su chacra y de una vivienda, a la que cariñosamente llamaba su “Tebaida”. En efecto, le encargó al agrimensor chileno José Herrera la mensura de los terrenos y el trazado de una acequia para dotar de agua a la zona. Las tierras eran amplias: tenían una extensión de cincuenta cuadras y a su hija Mercedes le habían adjudicado otras doscientas.

"Lo que yo deseo separado de todo cargo público es irme a mi chacra, la Tebaida de Mendoza, donde me sepultaré", dijo José de San Martín

Poco después, sin dejar ningún detalle librado al azar, San Martín le regaló cincuenta cuadras de tierras de su propiedad a su amigo, el general Tomás Guido, “con todas sus entradas y salidas, aguas, usos, costumbres, derechos y servidumbres”. Lo que da cuenta del amor que tenía por el suelo cuyano, a quien había conocido en su etapa como Gobernador-Intendente de Cuyo, de 1814 a 1816, donde fue hombre orquesta: jefe del poder ejecutivo, legislador, juez, edil, jefe militar, diplomático y político. Y a la par, en una titánica vida, fue armando el Ejército de los Andes, maquinaria bélica destinada en sus propias palabras a “liberar medio continente”.

De la estadía en La Tebaida permanecieron diversos registros. Un viajero inglés llamado Robert Proctor pasó aquellos años por Mendoza y escribió que el prócer “llevaba una vida muy tranquila, residiendo habitualmente en una propiedad suya a ocho leguas de la ciudad, que estaba mejorando rápidamente. Parecía muy apegado a Mendoza como los habitantes lo eran a él y, sin duda como este lugar fue el punto donde comenzó su brillante carrera, érale el más querido”.

Después de aquel breve por su Tebaida en cada comunicación epistolar con sus amigos, tales como Bernardo O´Higgins, Gregorio Gómez y Tomás Guido, les comunicó sus intenciones de retirarse a la vida rural. En 1827, por caso, le escribió a O´Higgins: “Yo pienso permanecer en Europa dos años más, tiempo que creo necesario para concluir la educación de mi hija; si para este tiempo las Provincias Unidas se hallan tranquilas, regresaré a mi país, para retirarme a mi Tebaida de Mendoza”.

Mientras fue gobernador de Cuyo, ocupó una casa que el Cabildo local le alquiló en la calle Corrientes

Existen, además, referencias sobre el encanto con que se refería San Martín a las costumbres de campo: “Prefiero la vida que seguía en mi chacra a todas las ventajas que presenta la culta Europa”. Hoy La Tebaida forma parte del Museo Histórico Las Bóvedas de San Martín. Luego de pasar por varios propietarios, en 1871 la casa permanecía abandonada y en ruinas por haber sido seriamente dañada por el terremoto del 20 de marzo de 1861. Las actuales instalaciones son la réplica de una antigua casona que el propio San Martín mandó a construir para pasar allí sus últimos años, con el deseo de cultivar el oficio de chacarero.

“En 1905, uno de los tenedores de la finca llamado Ricardo Palencia hizo construir lo que hoy se mantiene en pie. Ubicada en un sitio a más o menos 200 metros del lugar del edificio primitivo, la actual construcción ha sido recientemente remodelada: posee dos amplias bóvedas hechas de madera, barro y cañas, unidas con tientos de cuero de vaca; es de estructura simétrica, rodeada de cuatro amplias galerías donde se exhiben objetos y máquinas agrícolas del siglo pasado y principios del siglo XX”, acota Jorge Corrales, director de Turismo de San Martín durante una visita veraniega al concurrido Museo, declarado lugar histórico a nivel nacional.

Fiel a su imagen de incasable visionario, San Martín tuvo muchos planes para la construcción de su chacra, y a la vivienda allí emplazada, a la que llamaba su “Tebaida”, propiedad que habitó desde febrero a noviembre de 1823 como un ciudadano común.

Nació en Corrientes pero eligió ser mendocino por adopción. “La que sigue siendo fiel y corajuda. La inmortal Mendoza, donde todo se hace", escribió (Facebook Museo Las Bóvedas - foto Javier Escudero)

No hubo nada librado al azar. En octubre de 1818, ante escribano, firmó un poder de administración de la chacra y otros bienes a favor de su capataz Pedro Moyano. Al año siguiente, ante el notario manifestó que, “debiendo ausentarse de esta capital, dejando en ella intereses, bienes muebles y raíces, le es indispensable dejarlo todo a cargo y administración de un sujeto de su confianza y teniendo en la de don Pedro Núñez, natural y vecino de ella, quiere Su Excelencia otorgar un documento que conste por él”.

No eran tiempos calmos para el General pese a su deseo de frenar un poco la marcha. Su permanencia en San Martín, en rigor, no fue extensa. Intentó hacer su propio vino en su propiedad de frutos y hortalizas. Y en su casa de amplio solar sufrió la muerte de Remedios, su compañera, de quien no pudo despedirse por no ser autorizado por el gobierno central de Buenos Aires a viajar, ante las absurdas sospechas que despertaba su figura.

Tal como lo explica el historiador Gustavo Capone en su libro El General San Martín en San Martín, un grupo unitario no toleró que San Martín desobedeciera la orden de reprimir a los federales que amenazaron Buenos Aires. Su inacción por priorizar el plan continental hizo que fuera considerado, prácticamente, como un sedicioso. De puño y letra de San Martín han quedado escritas las siguientes palabras que describían aquel momento. “Estuve confinado en mi hacienda de Mendoza, y sin más relaciones que con algunos de sus vecinos que venían a visitarme, nada de esto bastó para tranquilizar a la desconfiada administración de Buenos Aires; ella me cercó de espías; mi correspondencia era abierta con grosería; los papeles ministeriales hablaban de un plan para formar un gobierno militar; en fin, yo vi claramente que me era imposible vivir tranquilo en mi patria”.

Habitó la vivienda, a la que llamaba su “Tebaida”, desde febrero a noviembre de 1823 como un ciudadano común (Museo Las Bóvedas)

Poco tiempo después, en noviembre de 1823, partió sin escolta a Buenos Aires y de allí a emprender un viaje que ya no tendría un retorno concreto. Pensaba permanecer en Europa para la educación de su hija y luego, si “las Provincias Unidas se hayan tranquilas”, como le escribió a Bernardo O´Higgins en una carta del 20 de 0ctubre de 1827, “regresaré a mi país para retirarme a mi Tebaida de Mendoza”.

No habían sido más de ocho meses en Los Barriales, lugar que tras su paso se transformaría en la Villa Nueva de San Martín, por decreto de Pedro Molina: el primer pueblo que usaría su apellido en toda Argentina. Según los historiadores que investigaron su vida, era la primera vez que consideraba un hogar como propio. “Mi refugio, mi Tebaida”, solía ser su invocación, algo raro en su condición trashumante.

Lo cierto es que en Mendoza buscaba un sosiego íntimo, el anhelo de un “fundo rural”. Atraído por el “buen carácter de sus habitantes” quería cultivar en su propio campo, vivir como un chacarero, caminando por los surcos y “lavándose las patas donde topa la cuneta”. Los Barriales era una zona de médanos y ciénagas. Con una fauna silvestre a la vera del río, las tierras eran propicias para el pastoreo, la crianza de animales y las plantaciones de vides y frutales. Una de las obras pensadas por San Martín, entonces, consistió en la construcción de una red de canales y acequias para potenciar la agricultura y la ganadería. Algo que ya había hecho en sus tiempos como gobernador de Cuyo.

Este retrato fue hecho por Jean Baptiste Madou, en Bélgica, y San Martín vestía de civil. Luego se le agregó ropa militar. Es el que aparecería en billetes y estampillas

“No dejen de visitar la chacra de Los Barriales, y cuando regresen no olviden traerme el Estandarte de Pizarro, el tintero de La Inquisición y muy especialmente mi sable corvo”, le escribió tiempo después Don José desde el exilio a Merceditas, que estaba de paseo por Mendoza. A la vez, en otras palabras expresadas a su inseparable confidente Bernardo de O´Higgins, le repetiría: “Lo que yo deseo separado de todo cargo público es irme a mi chacra, la Tebaida de Mendoza, donde me sepultaré”.

¿A qué se refería San Martín con La Tebaida? En primer lugar, era el título de un poema épico compuesto por el poeta latino Estacio, basado en la expedición de guerra de Los Siete contra Tebas y en la lucha fratricida por la monarquía entre Etéocles y sus aliados, particulamente Tideo y Capaneo, contra su hermano Polinices, rey de la polis griega de Tebas. San Martín era un apasionado de los clásicos latinos y sus tramas, siempre vinculadas a pasiones, intrigas, estrategias y héroes en busca del poder.

Otra explicación posible es la relación directa con la ciudad egipcia de Tebas, una de las cunas de la civilización humanas sobre las orillas del río Nilo, en medio de un gran desierto. “¿Por qué no pensar, entonces, en el plano de nuestra imaginación, que un río Tunuyán le dará vida al desierto y a una chacra donde vivirá un gran hombre?”, se pregunta el historiador Gustavo Capone.

José de San Martín en un daguerrotipo de 1848, a los 70 años. Es la única fotografía del Libertador. Su hija fue quien lo convenció de posar

Pero, sin embargo, aquella Tebaida comprende otro antecedente. La Tebaida fue una región del Antiguo Egipto que abarcaba trece villas y que se llamó así por su proximidad a Tebas. Con el tiempo, al ser un espacio casi desértico, se convirtió en una zona de retiro de numerosos ermitaños cristianos. De ese modo, fue representada por los cristianos como un sitio donde se refugiaron numerosos monjes perseguidos por cuestiones religiosas o políticas, llevando una vida sencilla y austera como medio de subsistencia. Se cree que esa ha sido la significación más próxima a la realidad del porqué del nombre de Tebaida, terruño de remanso elegido por San Martín.

En su libro La voz del gran Jefe. Vida y pensamiento de José de San Martín, Felipe Pigna repasa una vida extraordinaria que inició en la carrera de las armas a los once años. A los quince era ya un oficial con mando de tropa. Pigna destaca particularmente su gobierno en Cuyo, donde construyó una política que trascendió por lejos la organización militar con miras a organizar el Ejército que se precipitaría sobre los españoles que acechaban tras la cordillera de los Andes. Su política integral iba desde medidas impositivas, para que pagaran más los que más tenían, el desarrollo de la industria, la educación, la salud pública y hasta el sistema carcelario. El San Martín militar y el San Martín político confluyeron en más de dos años de gobierno en las provincias cuyanas.

Nacido en Corrientes, San Martín eligió ser mendocino por adopción. “La que sigue siendo fiel y corajuda. La inmortal Mendoza, donde todo se hace”, escribió admirado por el compromiso de sus mujeres y sus hombres. Moriría en Boulogne-sur-Mer, Francia, el 17 de agosto de 1850, sin haber cumplido el sueño de volver a su Tebaida.

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