Martina Robertazzi, de 24 años y estudiante de un profesorado de historia decidió “resetear” su cuenta de TikTok (@Martu_Robertazzi) para empezar a contar un acontecimiento muy importante en su vida: su nombre dejaría de ser -en esa misma plataforma- Guide Robertazzi para llamarse Martina. Martu, su flamante diminutivo.
El nombre que eligió fue solo la primera parte de sus videos, en los que antes hablaba abiertamente de sexualidad, solo que ahora quiso enfocarlo exclusivamente a su proceso de transición y a la terapia hormonal cruzada que inició a finales de 2022 en el Consultorio de Género, del Hospital Pirovano.
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Difusión por TikTok
Además de contar su historia, abiertamente, en primera persona, a Martu le interesa compartir esa información que a ella le costó mucho conseguir, porque asegura que no está al alcance. “Es muy difícil el acceso a la información. Porque vivo en Capital, me la pasé días llamando al 147, porque no se hace en todos los hospitales públicos y me derivaban con gente que tampoco tenía idea”, explica sobre una parte de un largo recorrido, tras la toma de una decisión muy fuerte en una terapia psicológica, que sintió que la haría feliz, verse como una mujer, además de sentirlo.
Uno de sus videos más vistos es en el que muestra en qué consiste su tratamiento y cómo se administra. “Cómo es el tratamiento hormonal de una chica trans”, dice con soltura, como si tuviera experiencia televisiva, aunque tuvo un breve paso por la tele. Participó del programa Los ocho escalones, de Guido Kaczca, en el que ganó dos veces y estuvo en tres programas. Por eso abrió su propio canal de TikTok donde ahora mostró su tratamiento en un video que va por las 617 mil reproducciones. Llevando ahora el pelo largo y rubio, exhibe una caja de acetato de ciproterona, de 50 mg, que explica que es básicamente un bloqueador de testosterona. Y estradiol en gel, “las hormonas femeninas” y mostró cómo se lo aplicaba en los brazos. Tratamiento que cuesta aproximadamente unos 30 mil pesos si tuviera que comprar todo en una farmacia, pero no tiene necesidad de hacerlo porque se lo cubre el hospital que la trata, en este caso, el Pirovano.
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El motivo por el cual realiza sus terapias hormonales en un hospital público lo explica en la publicación más vista. En este video Martina se defiende ante los ataques de haters, en lugar de bloquearlos o ignorarlos. Por una sencilla razón. Martina dice tener una premisa “que la discriminación nace desde el desconocimiento”. Y agrega: “me enfoqué en hablar a la gente que putea, por ahí hay gente que no sabe, y ante el miedo a lo desconocido les sale la agresión casi como un instinto primitivo”, responde.
La respuesta a los haters
El usuario RickiVillaGomez85 le había escrito: “La medicación, porque se le dio sentirse mujer, se la tenemos que pagar, que se la pague él”, refiriéndose al video donde mostró los tratamiento y usando el género masculino para ofenderla. A lo que Martina le respondió con un video: “Para todos los que hicieron comentarios como éste les voy a contar por qué, aunque quise, no pude pagar mi tratamiento. Como un montón de gente pago mi prepaga y que de por sí no me sale muy barata que digamos. Cuando tomé la decisión de ser una chica trans, lo primero que hice fue consultar con mi prepaga porque es con lo que siempre me atiendo. Consulté la cartilla, conseguí turno con una endocrinóloga”, relata en el video.
La joven trans que vive en Villa Devoto, había elegido por cercanía una endocrinóloga por Villa del Parque. “Quiero iniciar un tratamiento de hormonización porque quiero que mi cuerpo se asemeje a lo que mi mente cree que soy”. Al decir esas palabras, la especialista se quedó mirándola perpleja y le respondió: “Me parece perfecto. Pero yo trabajo sobre diabetes y tiroides”. Algo que descolocó a Martina. No sabía nada de endocrinología y menos de especializaciones.
La médica le recomendó que preguntara en su prepaga por un especialista con orientación para tratamientos de hormonización para cambios de género. Y así se ocupó de llamar a todos los que estaban en la cartilla y nadie lo hacía. Y después se dirigió a una sucursal de su prepaga para averiguar, ya que entiende que por ley ( Ley 26.743 de Identidad de Género) se lo tienen que cubrir como parte del Programa médico obligatorio. Y ahí se comprometieron a averiguar que profesionales lo hacían.
Ese pedido realizado en octubre de 2022, cuatro meses después no tuvo respuesta. Como no estaba dispuesta continuar por la vía judicial y solicitar un recurso de amparo, porque ya tenía demasiadas preocupaciones, tampoco se quedó a esperar los tiempos de la Justicia. “Con las consecuencias psicológicas que implican. Imaginate si tengo que esperar 10 años más… una depresión galopante tendría. Y terminé en el sistema público de salud, donde tampoco fue fácil porque la información cuesta conseguirla, pero lo logré y terminé en un hospital público. Yo deseaba pagar con todo mi corazón por mi tratamiento con mi prepaga que pago mensualmente y religiosamente, pero no me lo permitieron” y agrega “yo quise y no me dejaron”.
Martina acaba de cumplir seis semanas de su terapia hormonal. Fue por primera vez al hospital que la trata el 30 de diciembre de 2022.
Al Pirovano llegó gracias a una amiga, que andaba por Coghlan, y le pidió que averiguara. Esa era la alternativa, averiguar hospital por hospital, porque donde llamaba nunca nadie sabía. La amiga preguntó por ventanilla. Tampoco supieron decirle. “La ley está, se cumple pero la información es muy escasa. Al final, una enfermera que la había escuchado, y le dijo que creía que ahí lo hacían. Y le indicó los horarios de atención de endocrinología, lunes a viernes de 8 a 12″.
Así llegó al Consultorio de Género, donde empezó a hacer su tratamiento. Ya aliviada tras un largo y sinuoso camino, que realizó siempre apoyada por su familia y amigos. “De toda las personas que me rodean no me puedo ni quejar. Me bancan un montón. Soy muy afortunada porque sé que no es el caso de todo el mundo. Al haber iniciado un proceso de transición antes de darme cuenta de que estaba “transicionando” empezando a vestirme con ropa de mujer, un jeans y un top, tranqui, disimulado y un poco los fui preparando a ellos”.
Si alguno se olvida y lo llama Guido, Martina no se ofende. No considera que su pasado esté muerto, ni tenga un dead name.
Guido se convierte en Martina
“A veces me dicen Guido y al darse cuenta me dicen ‘no, perdoná, Martina’. A mí eso del renacimiento, una nueva vida, no creo en ese concepto que les gusta a otras chicas trans. Porque no creo que Guido sea una vida pasada. Pasó y construyó un montón de cosas que sin Guido no hubiese existido Martina nunca”, manifiesta agradecida.
Martina Robertazzi nació en Martín Coronado y vivió casi toda su vida en Villa Bosch. Es descendiente de italianos, y creció en una familia unida con esa tradición de juntarse los domingos a comer pastas. Tras terminar sus estudios en una escuela técnica, cursó un profesorado de historia, del que le quedan tres finales nada más para recibirse. Actualmente, trabaja en una empresa en Vicente López, en el sector administrativo de una empresa de telefonía.
Cuando Martina era Guido, sufrió violencia en la escuela. Sus compañeros no le perdonaban que fuera diferente. “Siempre me sentí distinta a los demás. Cuando tenía 7 u 8 años, me sentía diferente al resto. Fui a una escuela de los 4 hasta los 15 y tuve muchas situaciones de bullying. Lo que noté en la infancia trans, LGTB, es que tus compañeros se dan cuenta antes que vos”, afirma.
De chica no tiene muchos recuerdos. Solo que cuando salía de bañarse envuelta en un toallón a veces jugaba a que era un vestido. Es el único recuerdo conserva porque asegura haber negado todo tan fuerte como mecanismo de supervivencia que “se comió a sí misma”.
Cuenta que a los 15 decidió cambiarse de colegio porque la situación se le había ido de las manos. Tiempo antes, en reuniones con directivos y sus padres, había decidido quedarse porque sentía que podía resolver los problemas. Hasta que un día explotó todo porque circuló una foto donde llevaba una prenda femenina que se había sacado “medio jugando” con alguien que creía que era su amiga. “Al final, no era mi amiga porque divulgó la foto por todo el colegio”.
Al cambiarse de escuela, la información le llegó a sus nuevos compañeros y llegaron las preguntas, por el que el entonces Guido decidió negarlo todo, a negárselo a sí mismo y a salir con muchas chicas. “De pantalla salí con varias. Estaba un mes con una piba y después empezaba a buscar otra para demostrarme que eso era para mí. Mirá, soy re machito”, recuerda lo que se decía. Años después vi en terapia que era algo para revalidar algo que yo no era.
Después de asumirse como bisexual se dio cuenta de que no disfrutaba al estar con mujeres.”Después surgieron las dudas del género y fue empezar a vestirme de mujer por querer tener otro tipo de ‘outfit’ pero sin sentirme mujer. Y después lo empecé a sentir más. El punto de inflexión fue cuando salí del colegio y entré al profesorado, un lugar más chico, y empecé a tener clases de educación sexual, manejo de situaciones de bullying por la sexualidad en las aulas, por lo que el contenido entró en mi no solo para aplicar el día de mañana en un aula sino también a mí para cuestionarme cosas”, expresa y agrega: “Y ese camino concluyó ahora con reconocer que nunca me sentí un varón y empezar el proceso de la persona que realmente quiero ser”.
Dice Martina que el año 2022, cuando se le había plantado la duda de ser mujer, lo vivió con mucho miedo y angustia, emociones negativas. Todo eso hasta llegar a principios de noviembre. “Era un día normal en mi casa, después de haber comido y me voy a dormir y me surge otra vez este planteo. ‘Soy mujer’, me dije. Y esta vez no fue ni con angustia ni con llanto. Fue una felicidad como a quien le baja una iluminación. Vi que era claramente que ser mujer era lo que quería para mi vida. Llamé a mi psicóloga a las 11 y media de la noche para pedirle una sesión. ‘Es esto lo que quiero para mi vida. Es lo que me falta porque me siento incompleta’, le dijo. ‘Si es así vamos a avanzar en esto’, oyó en el teléfono. Y ahí arrancó todo”, precisó.
Ahora está ansiosa por ver los primeros resultados de la terapia hormonal que recién empieza. Sabe que lleva tiempo, pero está feliz.
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