No recuerda nada de lo que vivió, lo sabe por el relato de sus padres que tenían sobre un mueble alto una bolsa de soda cáustica esperando a ser usada para destapara una cañería, pero Julieta Poblete, niña traviesa, se trepó, la tomó y se la metió en la boca y cuando hizo contacto con la saliva comenzó a escupir la especie de espuma en la que se convirtió y a desparramarla en su carita.
Desesperados al tomar nota de lo que estaba pasando, sus papás la llevaron a urgencias y allí se inició la larga etapa de internaciones y cirugías, las que pudieron hacerle para salvar su piel e injertarle otra, 20 años atrás. La última fue sobre un ojo y en los labios, en 2019.
“Estuve muchos años sin querer hablar del tema, pero en TikTok la gente es curiosa y siempre me preguntaban y yo trataba de evadirlo o lo contaba muy por encima hasta que el año pasado, tras un proceso interno y de reflexión, de sanación, hice una publicación para mis seguidores de Instagram y conté qué fue lo que me pasó. Desde ahí me empecé a soltar más. Y gracias a ese proceso interior entendí que debía dejar de preguntar por qué me pasó eso a mi y preguntar el para qué; esa respuesta modificó todo en mi porque entendí que hay muchas personas que, por distintos motivos, se ocultan por algo de su aspecto físico y supe que al hablar y exponer lo mío las ayuda mucho, y ayudar a mi objetivo”, le dice desde Mendoza, ciudad de la que es oriunda, a Infobae, al referirse al video en el que explica lo que vivió por medio de un PDF y que se hizo viral en pocas horas, pero va mucho más allá.
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El humor como medio de aceptación
Nació el 11 de enero de 2001 en la capital mendocina. Tiene una hermana dos años mayor, de 24 años, está finalizando la licenciatura en Comunicación Social en la UnCuyo, dice que a la carrera le dedica a tiempo completo, excepto las horas que pasa grabando video y haciendo contenido para las redes sociales, especialmente para su perfil de Tiktok @julipoblete, donde tiene más de 172 mil seguidores.
Allí le saca punta a una afición: el humor. Pero su humor es algo sarcástico y desde allí a veces responde a las inquietudes de quienes le hacen esa pregunta que muchas veces no quiere responder.. “¿Qué te pasó en la cara?”. A modo de respuesta general, grabó el video que fue reproducido más de 674 mil veces.
“Empecé a subir videos en la cuarentena, pero a fines del 2021 subí uno que se viralizó y eso me impulso a seguir publicando más seguido. De alguna manera, empecé a hacer reír desde el humor, a veces negro, pero también lo hago para motivar a otras personas que por algún motivo se sienten diferentes”, resume la joven de 22 años su rol en las redes.
Fue esa exposición la que generó las preguntas que en su vida son recurrentes y optó por contarlo de una vez, pero alguien comentó que no se entendió lo que dijo porque había usado efectos en la voz. Volvió a publicar: “Es que no sé que pretenden, que se los explique con un Power Point... Bienvenidos a mi charla. Esto es: ‘¿Qué me pasó?’”, inicia el video acompañado por una foto suya, que usó para presentarse como la protagonista, seguida por la imagen de una botella de soda cáustica, el “personaje secundario”.
Se lo cuenta a Infobae. “Fue un accidente domestico, la soda entró en contacto con mi piel y me quemé, esa fue la reacción, y comencé a gritar, mis padres actuaron rápido, me llevaron al médico. El tiempo post accidente estuvo atravesado por internaciones, operaciones que me hicieron hasta donde se pudo porque era muy chica, hubo muchos médicos; aunque no me acuerdo de nada, sé que fue un momento muy duro para mi familia”, dice y reclama: “No quiero detenerme en el accidente sino en cómo fue crecer con esto. Mi familia nunca me hizo sentir diferente por lo que me pasó, y no puedo estar más agradecida por eso. En la infancia no me veía diferente, salvo por los comentarios de otros niños que yo, inocentemente, no los tomaba a mal”.
La etapa más dura comenzó a los 12 años cuando comenzó a notar que las personas se quedaban mirándola en la calle, que otros chicos la señalaban y, como acusándola vaya a saber de qué, le preguntaban a sus papás qué le pasó. “Noté que la persona que me devolvía la mirada en el espejo me generaba malestar y me dejaba pensando por qué me pasó esto a mi. Me di cuenta que me daba miedo conocer gente nueva (por lo que pudieran), escondía un lado de mi cara en las fotos y me generaba pánico que alguien me preguntara qué me pasó enfrente de una amiga. No podía parar de pensar cómo me vería si no tuviera esas cicatrices”, admite y reconoce que no quería hablarlo con nadie porque temía hacer sentir mal a sus padres por eso.
Pese a que lo intentaba ignorar, siempre se topaba con algún comentario que le generaba inseguridad. “A los 18 fui a la psicóloga para hablar de otras cosas que me tenían mal y salió este tema. Conté sobre lo que sentía por mi, la bronca de no tener los labios como los que veía todos los días en las redes sociales, la frustración de no poder tapar con maquillaje los relieves de las cicatrices y la desesperación de no callar las voces en mi cabeza que no paraban de repetirme que nunca le iba a gustar a nadie...”.
Como una epifanía llegó la reflexión de la profesional luego de su descargo emocional: “Vos no sos lo que te pasó, puede que sea algo que vemos a primera vista, pero vos sos más que tu cara. Tenés deseos, sentimientos y aspiraciones. Nadie es un rostro”, le dijo y esas palabras se convirtieron en una luz entre sus sombras.
Tiempo más tarde, llegó a su vida la persona especial que pensó jamás conocer. “Me dijo que le gustaba. Yo no podía creerlo porque yo no me gustaba y en ningún momento me hizo la pregunta que me atraviesa la vida así que le conté mi accidente. Me miró y me dijo: ‘Nunca te pregunté porque nunca me fijé en eso’. Hizo un click en mí y trajo de nuevo lo que me dijo mi psicóloga: ¡No soy mi accidente!”.
Volver a definirse
Hoy Julieta se dedica a estudiar. Desea recibirse y dedicarse a las redes, a producir contenido, cosa que hace desde que era pequeña. “Me gustaba grabar a mis amigas y editar los videos, eso me gusta mucho”, cuenta, pero también le gusta tejer a crochet, otra de las cosas que le dejó como enseñanza la cuarentena.
“Mi mamá teje y le pedí que me enseñara. Hasta tejí animalitos y comencé a venderlos”, dice y se ríe. Pero volviendo a esa etapa de autoconocimiento, se define.
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“Me gusta poner música mientras limpio, me gusta cocinar, esperar a que mi gata esté arriba de la cama antes de dormirme... Soy alguien para quien el mejor momento del día es llegar de cualquier lugar y ponerse el pijama... Soy alguien que cuando se pone nerviosa le duele la panza, alguien que se enoja fácilmente, alguien que ama pasar tiempo con los demás y escucharlos”, se describe.
Y es, sin dudas, alguien que se deja conocer y a quien otras personas le abren su corazón. “Hace unos días, un chico me contó que debido al acné no se anima a salir de la casa y que escuchar lo que digo, lo inspira. Eso es muy fuerte para mi porque me cuentan historias que a veces no tiene nada que ver con quemaduras, pero empatizan y a la vez se motivan y eso sí vale la pena. Si ayudo a los demás, me siento más que satisfecha”, finaliza.
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