El 17 de enero, Mario Castro, se preparaba para darse una ducha antes de salir a trabajar como remisero. Había olvidado desconectar el calefón eléctrico, que terminó colapsando por el agua, y fue a revisarlo sin notar que había quedado enchufado. Recibió una gravísima descarga eléctrica.
En ese momento no le prestó importancia y siguió con su rutina laboral, aunque algo molesto. Con el paso de los días, un dolor en el estómago se acrecentó hasta volverse insoportable, por lo que no le quedó más que hacerse ver en una guardia, donde le encontraron los intestinos reventados a causa del golpe de corriente. Quedó internado, con riesgo de muerte y pese a que fue sometido a cuatro cirugías falleció.
Apenas supo que su hermano estaba internado y que su vida corría peligro, Hugo Castro —que desde hace diez meses vive en Ushuaia, donde sus padres y otros dos hermanos residen desde 2016— regresó de urgencia a la ciudad de San Juan, de la que es oriundo. Llegó con su mamá y el resto de la familia se sumó a los pocos días.
“Nos llamó mi cuñada para avisarnos que Mario estaba internado, que tenía una infección muy grande y que los médicos no sabían si iba a pasar esa noche. ¡Imaginate lo que fue para mi mamá oír eso!”, le cuenta Hugo a Infobae. Pese a las dificultades económicas, pudo comprar los pasajes, pero solo de ida y ahora no pueden regresar a Tierra del Fuego por el elevado costo del traslado en avión, que hoy supera para ese trayecto los $65000 por tramo, por persona.
Buscando la manera para poder viajar, inició una rifa solidaria para costear su pasaje, el de sus padres y sus dos hermanos. “Buscando cosas para rifar, un amigo mío me ofreció su auto, un Renault 12″, dice agradecido.
La triste historia
Mario nació en 1987 y Hugo dos años después. De los siete hermanos, ellos dos eran los más compinches, los que pasaban tardes de juegos de infancia y en la adolescencia compartían sus secretos. Eran como uña y carne.
Recién se separaron en marzo de 2021, cuando Hugo (hoy de 33 años) decidió mudarse a Ushuaia y sumarse a sus padres y hermanos que habían dejado San Juan hacía siete años. “Él cumple los años el 15 de marzo, y ese día del año pasado fue la última vez que nos vimos, que nos abrazamos y nos dijimos cuántos nos queríamos porque a los pocos días me mudé para el sur y no nos volvimos a ver en persona”, detalla el afligido hermano.
Claro que hubo mensajes por chat, videollamadas, risas por medio de audios, pero no se repitió el abrazo de aquella última noche en la que una cena de cuatro personas fue el escenario para que Mario festejara sus 35 años. “Era muy perfil bajo, y siempre para sus cumpleaños los festejos eran una cena tranquila”, revive.
Fue el 19 de enero pasado que Hugo y su mamá supieron que Mario no estaba bien. “A la madrugada, después de hablar con mi cuñada supo lo que había pasado. Él lo contó antes restando importancia porque fue tal el golpe eléctrico que los días que sobrevivió fueron un milagro“, piensa.
Consternado, sigue: “Con mi mamá comenzamos a buscar pasajes el mismo 19 por la noche, madrugada del 20, para viajar ese mismo día, y nada. Eran carísimos y por internet no encontrábamos nada así que decidimos armar una valija y salir al aeropuerto para buscar directamente allá. Fuimos los dos, llevé todas las tarjetas, el poco efectivo que juntamos y solo conseguimos volar a las 9 de la mañana hasta Mendoza y desde allí a San Juan. Los pasajes salieron $70000 cada uno y solo de ida”.
“Es muy difícil costear vuelos de urgencia en este país. Pagamos esos y pensamos en que después veríamos cómo hacer para regresar, lo único que importaba era la salud de mi hermano”.
La internación de Mario
Hugo y la madre llegaron en la noche de ese viernes al Hospital Marcial Quiroga. “Nos comunicábamos con mi culada todo el tiempo y pensamos que lo peor había pasado porque pasó la noche crítica aunque no sabíamos bien cómo estaba comenzamos cadenas de oración pidiendo por él porque somos muy creyentes. Habían pasado unos días más, él tenía días mejores y otros no tanto, hubo días con fiebre y otros permanecía estable; era un paciente delicado que fue sometido a cuatro operaciones para el lavado de de sus órganos, para revisar que no hubieran nuevos gérmenes e ir combatiendo otros con distintos antibióticos”, detalla.
El sábado siguiente fue sometido a una nueva intervención y el domingo le colocaron un pulmón artificial porque también le había colapsado un pulmón. Lograron restaurarlo y expandirlo con respirador. Al otro día, le hacen otra operación y el miércoles, después de seis días de lo que le pasó, la cuarta operación en la que lograron cerrarle el abdomen. Al salir de ahí, los médicos nos dijeron que ya había pasado a lo peor y que se había salvado. Nos dieron esperanzas...”.
Los abrazos con su mamá, sus hermanos y padre que habían llegado fueron muchos. La esperanza reinaba en la familia Castro. Los mismo que en busca de nuevas oportunidades dejaron en 2016 San Juan para vivir a casi 3400 kilómetros.
Pasaron otros cinco días con altas y bajas en la salud de Mario. Y llegó la fatal madrugada del 30 de enero. “Nos dijeron que estaba fuera de peligro, pero seguía con respirador. A las 5 de la mañana hizo un pico, tuvo un paro cardiaco y se nos fue. Su cuerpo no aguantó más...”.
Sin encontrar explicaciones, regresa a lo que pasó aquel 17 de enero. “Fue un accidente tonto, que le puede pasar a cualquiera. Cuando rebalsó el calefón metió la mano por debajo y ahí le dio la descarga de corriente. Nos dijeron que por el impacto pudo morir en el acto por cómo le quedaron los órganos”.
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La rifa solidaria
Buscando la manera de regresar a la vida que inició en marzo pasado, Hugo —que al igual que sus hermanos Sebastián y Milagros dejó su trabajo para estar juntos los últimos días de Mario— decidió organizar una rifa solidaria para recaudar el dinero necesario. Al pedir donaciones a los conocidos (le ofrecieron tatuajes, depilación definitiva hasta comida), un amigo lo sorprendió con su aporte.
“Le pregunté a Leo, que también era amigo de Mario, si podía donar alguna comida porque se dedica a la cocina y me dijo que sí, pero además me ofreció su auto, un Renault 12 de 1979. ‘¡Si a vos te hace falta rífalo!’, me dijo. Mi cuñada que es gestora se encargará de todos los papeles del auto”.
Emocionado, continúa: “Para mi la familia es lo más importante que uno tiene en la vida y ahora estamos asimilando la perdida de Mario. Saber que nunca más lo vamos a ver es muy duro y mi mamá la lleva como puede. Vinimos a San Juan dejando todo de lado y, gracias a Dios, tenemos un trabajo que espera. Yo soy mozo en un hotel y allí expliqué la situación y la entendieron desde que conté que debía estar con mi hermano. Sé que al regresar, el puesto me espera, pero mis hermanos tienen que regresar a sus rutinas y mis papás también. Así que ellos tienen que irse lo antes posible. Yo me quedaré hasta el 15 de marzo, cuando Mario cumpliría 36 años y que es la fecha de la rifa, para hacer todo como corresponde porque hay gente que se solidarizó con nosotros y está comprando los números”.
Pese a la ayuda, aún no logra recolectar el dinero para que los pasajes de los cinco miembros de la familia. “Vinimos todos los que estábamos en el sur porque somos una familia muy unida, y queremos atravesar juntos este momento. No entiendo por qué Mario se tuvo que ir, pero somos personas de mucha Fe y creemos que todo tiene un motivo que hoy no comprendemos. Desde hacía siete que no podíamos estar todos juntos y, pese al tremendo dolor, mi mamá pudo estar con mis otros hermanos que siguen viviendo en San Juan”, finaliza.
*Quienes deseen colaborar con la rifa de Hugo, su valor es de $ 500 y pueden hacerlo con el alias mi,familia.es.amor o a los datos que figuran en el flyer junto a los premios
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