Las piezas de joyería contemporánea de Fabiana Gadano se exhiben en museos de varias partes del mundo, por un arte que domina como pocos: recicla botellas de plástico PET (tereftalato de polietileno) para transformarlas en broches, collares, aros de lujo.
Cuando exhibió su primera colección en el Museo de Arte de Diseño de Nueva York, llamada Natura, tuvo que cambiar un cartel que aclarara que era material que había reciclado provenía de botellas plásticas de agua mineral. Es que los visitantes tenían miedo de tocarlas y romperlas porque pensaban que eran de vidrio.
Según la joyera, que también se dedica a la docencia, no basta con reciclar nada más si no hay un hallazgo estético. “Me parece que tiene que haber un reciclado con una calidad agregada. Lo relaciono con una experiencia estética que me parece que tiene que haber ahí, una educación en la transformación material para que haya algún deleite en el encuentro con ese objeto”, explica la diseñadora.
Transformar y resignificar la materia fue siempre su obsesión y hoy viaja por el mundo, hacia los principales encuentros de joyeros contemporáneos, como una gran referente de nuestro país.
Fabiana Gadano nació en 1963 en Quilmes. Su escuela secundaria estuvo ligada a las artes plásticas y apenas terminó sus estudios ingresó a la Facultad de Artes de La Plata, donde se recibió de diseñadora industrial, a los 24 años.
Apenas obtuvo su título, salió a recorrer países de Europa y finalmente volvió a cruzar el Atlántico y se instaló en Nueva York. “Era un lugar que me atraía mucho conocer y tuve la posibilidad de estar como dos años y medio. De hecho, los primeros cursos de joyería o relacionados con metales los hice ahí. Estudié en la Escuela Visual Arts”, detalla.
Como no pudo regularizar su documentación en Estados Unidos y no le gustaba esa vida de estar entrando y saliendo de ese país, decidió volver a la Argentina. Ya tenía a la venta sus primeras piezas, una especie de bijouterie trash industrial. “Tenía piezas desarrolladas sobre piezas de máquinas, partes de motores. Yo compraba esos insumos y los aplicaba en piezas que yo le llamaba accesorios. Y fue muy lindo porque tuve aceptación, llegué a venderlas en algunas tiendas de Brooklyn y en un Soho incipiente, nada que ver con lo que es ahora”, precisa quien ese momento todavía no reciclaba. Compraba repuestos en ferreterías, piezas de máquinas más bien raras. En la Argentina también le iba bien con sus creaciones, sin embargo, sintió que ese recurso, de lo que se podía comprar hecho, le quedó chico. Tuvo la necesidad de generar sus propios recursos y procesar los metales con sus manos.
Corría el año 1992 cuando la diseñadora industrial, comenzó a estudiar joyería tradicional con un profesor armenio, llamado Sarquis, que tenía su estudio a pocos metros del Teatro General San Martín. Fueron cinco años de estudios intensivos. Continuó con sus propias investigaciones y en el año 2000 tomó clases en el taller La Nave, de Jorge Castañón, referente de la joyería contemporánea argentina. Ahí comenzó a trabajar de una forma más experimental, desde los materiales y también desde la expresión a partir de un concepto.
A su vuelta a la Argentina, también conoció al padre de sus hijos. En Nueva York había vivido con un diseñador industrial como ella, pero otra vez en Quilmes, se reencontró con un novio que había tenido en la época de la secundaria. Su madre, celestina, le había avisado que ella estaba de vuelta. Hoy sus hijos tienen 28, 24 y 22 y después de 25 años, volvió a separarse.
Además de haber empezado a investigar nuevas expresiones en el taller de Castañón, donde se sentía más a gusto por su propia formación en diseño, le ocurrió algo clave, que transformaría sus procesos creativos. En 2007 visité un acuario muy lindo en Ciudad de Cabo, en Sudáfrica, que era impresionante, y a la salida, como cierre, se mostraban las islas de basura.
Acumulaciones de plástico que flotan en los océanos. Hay como cinco y una de las más grandes está en la zona cerca de Hawaii en el Océano Pacífico. Y, yo me quedé muy impactada con la magnitud del desastre ambiental”.
A partir de ese momento, Gadano empezó a investigar qué se podía hacer con tanto material que desechamos. Y coincidió ese verano, que estaba con su familia en una casa de campo cuando vio la cantidad de botellas que se acumulaban, al no pasar los recolectores como en la ciudad. “Era muy impactante ver en una semana nada más -éramos cinco- la cantidad de botellas que juntábamos. Fue tomar conciencia de manera muy directa y a partir de ahí fue que empecé a trabajar con el material. Los avances fueron lentos porque al principio no tenía ni pistas”, explica.
Al mismo tiempo que tuvo un espacio independiente para su taller y dar clases, empezó a concentrarse en la investigación del reciclado de PET, el plástico de las botellas y algunos contenedores de alimentos. “No me atrevo a decir que tardan miles de años de degradarse porque tampoco está probado, pero cientos de años, como todos estos tipos de plásticos. El problema de casi todos los plásticos es que con el paso del tiempo y las condiciones climáticas se empiezan a resecar, se pulverizan, se hacen como pequeños cristalitos y ahí se torna como inmanejable, empiezan a estar en suspensión, en el agua, lo aspiramos, lo comemos a través de otros animales, eso es con respecto a esa larga vida”, explica.
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En cuanto a las condiciones mécanicas, a la joyera le gusta trabajar con el plástico PET porque puede lijarlo, puede recortarlo, es termocontraíble (le puede aplicar un calor muy suave, se deforma y no se derrite), también los puede plegar sin que se quiebre, como sucede con otros plásticos.
Y además, de que los puede teñir, le gusta esa condición de transparencia o translucencia, la magia del paso de la luz y los colores que genera.
Fabiana había encontrado muchas posibilidades expresivas y lo que más le llamó la atención era que siendo un material sintético se estaba volcando a las formas orgánicas. “Así que decidí explotar esta condición que el material me estaba brindando e iba aprendiendo a manejar”, recuerda. En 2007 organizó con sus alumnos y los de dos talleres amigos, los de Mabel Pena y Jorge Castañón, una exposición llamada Tema Pendiente, cuya consigna era trabajar con materiales reciclados. Y fue ahí donde expuso su primera pieza de plástico PET. Fue una muestra muy grande en el que se presentaron unos 350 trabajos.
A partir de ese momento, muchos continuaron trabajando con el reciclado. En 2012 Fabiana se presentó en Rosario, con sus trabajos, en el Salón diario La Capital y recibió el premio Adquisición. “Y no sé cómo llegó a oídos de una de las curadoras de Museo de Arte y Diseño de Nueva York, que se llama , que me escribió interesada en que presentara mi trabajo en un show”, cuenta.
La primera colección que llevó a ese evento, Loot Mad About Jewelry fue Natura, en 2015. “Llevé como 170 piezas, todas hechas a mano. Me llevó siete meses prepararme, primero haciendo las partes funcionales a las piezas, las partes metálicas porque además de procesar el plástico también construyo una base propia, ya sea para un broche, un tipo de aros. Hago los cierres de los colgantes. Fue un trabajo intenso y hermosísimo, porque cada pieza era un viaje”, describió.
El encuentro que reunió a unos 50 diseñadores de todo el mundo y del que volvió a participar en otras oportunidades, también tiene una parte de venta al público y descubrió que los gustos son bastante diferentes, que asocian el azul a la tristeza y que prefieren colores vivos, también que las mujeres usan muchos aros con clip, porque no tienen perforadas las orejas.
“Mi joyería tiene bastante presencia. Son piezas importantes. Les encantaba el material, pero no podían entender que era plástico porque el aspecto al opacarlo el material se pone como satinado y parece vidrio. Entonces les decía que era joyería reciclada de botellas de plástico. Esa exposición fue muy linda y tuve una súper buena aceptación, me hicieron buenas notas en muchos medios, y me nombraron en algunas publicaciones”, cuenta con alegría.
Después Gadano realizó su segunda colección más importante, llamada Ciudades, donde realizó una operación inversa, buscó geometrías y formas más puras, con la que volvió al museo neoyorquino en 2018.
De ahí en más, sus joyas comenzaron a exhibirse en diferentes lugares del mundo y no le sorprende recibir llamados de Singapur con preguntas de investigadores acerca de sus procesos de reciclado. Se presentó en Italia - país muy activo en la joyería- en la fundación Minelli, cerca del encantador Lago di Garda; también participó de Gioielli in Fermento, una asociación de bodegueros cerca de Milán, que tienen esta fundación dedicada a la joyería contemporánea que propone como inspiración la temática del vino. También, con fundación Alliages de Francia, que realiza muestras itinerantes por toda Europa.
En marzo estará subiendo a un avión con destino a Madrid, donde dará clases presenciales y estará presente en Múnich para una exposición de Alliages con sus joyas, ya conocidas por su singular belleza dentro del universo del reciclado y que al mismo tiempo, interpelan sobre la manera en que consumimos y destruimos el planeta.
En la Argentina también hay grandes muestras gracias al colectivo Joyeros argentinos, que ya lleva tres tres bienales. Se organizan exposiciones, de las que Gadano fue jurado en algunas oportunidades y también expuso. Más sobre los trabajos de Gadano en su IG @Fabiana_gadano, en el IG de @lajoyeriadeautor y del colectivo www.joyeros-argentinos.com.ar/.
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