Para febrero de 1960, el gobierno del radical intransigente Arturo Frondizi llevaba menos de dos años pero ya había batido récords en el incumplimiento de sus promesas de campaña, bajo la continua presión de unas Fuerzas Armadas que lo tenían en la mira desde el primer día de gestión debido al acuerdo electoral con el peronismo que le había permitido llegar a la Casa Rosada.
El martes 9 de ese mes, los diarios argentinos informaban sobre la aparición de un misterioso submarino cerca del Golfo Nuevo y de un accidente ferroviario en Chile con un saldo de 33 muertos. También se anunciaba que no habría aumentos en las tarifas del transporte público.
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Los fusilamientos de José León Suárez
Ese martes también debía llegar a los kioscos el periódico Mayoría, dirigido por los hermanos Bruno y Tulio Jacovella, una publicación del nacionalismo de derecha, ligada al peronismo, que había causado impacto dos años y medio antes con la publicación de las crónicas de Rodolfo Walsh sobre los fusilamientos clandestinos de militantes peronistas en un basural de José León Suárez el 9 de junio de 1956, perpetrados por la dictadura del general Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas.
Uno de los hermanos, Tulio, era también el hombre que se había animado a publicar el libro con la investigación completa, “Operación Masacre”. Por esa razón fue perseguido, detenido dos veces por breve tiempo y debió hacer un viaje forzado al Uruguay para evitar un tercer alojamiento detrás de las rejas.
Dos años y medio después, Tulio volvía a estar en la mira, esta vez de un gobierno democrático condicionado por los militares que no había vacilado en reprimir las protestas populares con el siniestro Plan de Conmoción Interna del Estado (CONINTES).
La censura de Frondizi
El 9 de febrero de 1960, Arturo Frondizi aplicó por primera vez la censura de prensa. Clausuró “Mayoría” e hizo detener por la Policía Federal a Tulio Jacovella. El motivo era la publicación por entregas de una nueva investigación de Walsh, el “Caso Satanowsky”.
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El 13 de junio de 1957, el abogado Marcos Satanowsky había sido asesinado a tiros en su estudio de San Martín al 500 por razones que al principio fueron un misterio. Sería Walsh quien descubriría la vinculación del homicidio del letrado con su participación como representante de la familia Peralta Ramos, que reclamaba las acciones del diario “La Razón”, de las cuales, sostenía, había sido despojada y estaban en poder del Estado.
Un reclamo que afectaba al Ejército, que en la práctica manejaba el diario y definía su línea editorial.
La causa de la clausura de “Mayoría” y de la detención de Tulio Jacovella quedaba entonces clara: era una nueva concesión que el débil gobierno de Frondizi le hacía a un sector de las Fuerzas Armadas que quería silenciar el asunto.
Frondizi, Tulio y Walsh
Pocos sabían que los nombres de Arturo Frondizi, Tulio Jacovella y Rodolfo Walsh se habían entremezclado a mediados de 1957 en la trama de “Operación Masacre”. No la de la investigación de los fusilamientos sino la de la publicación del libro.
Por entonces, Frondizi no era presidente sino el hombre que se erigía como candidato de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) para las elecciones que la autodenominada Revolución Libertadora – responsable de los fusilamientos del 9 de junio de 1956 – había fijado para el 23 de febrero de 1958.
Frondizi y Rogelio Frigerio dirigían la revista “Qué sucedió en siete días”, de orientación desarrollista, y necesitaban la bendición, abierta o velada, de Juan Domingo Perón para ganar las elecciones sumando al voto peronista.
La investigación de Walsh sobre los fusilamientos de José León Suárez, repudiados por Perón, les venía como anillo al dedo en ese sentido, además de tener todos los elementos para transformarse en un éxito editorial, aunque con sus riesgos.
Walsh demostraba que, con ese crimen, la llamada Libertadora había violado incluso su propia legalidad anticonstitucional, la de la Ley Marcial dictada la madrugada del 10 de junio de 1956.
La ilegalidad de los fusilamientos del 56
La clave es la palabra “clandestinos” que utiliza Walsh en el prólogo para calificar a los fusilamientos de la madrugada del 10 de junio en el basural.
A su criterio de entonces esa ilegalidad los hace diferentes de otros fusilamientos de militares - como el general Juan José Valle, líder de del levantamiento para derrocar a Aramburu y traer de regreso a Perón - y civiles detenidos después de la promulgación del decreto de Ley Marcial a las 0.32 de la madrugada.
Los fusilados de José León Suárez – a diferencia del resto – habían sido detenidos la noche del 9 de junio, antes del anuncio por Radio del Estado de la Ley Marcial. Esa detención, previa al decreto, hace “ilegales” a esos fusilamientos y eso es lo que Walsh quiere demostrar y demuestra.
Eso es lo que interesó a los hombres de prensa de Arturo Frondizi y por eso le propusieron al hombre fuerte de la UCRI financiar la publicación del libro.
Tulio Jacovella, quien en definitiva lo publicaría luego de dar espacio a las crónicas de Walsh en “Mayoría” todavía no había entrado en escena.
El recule de Frondizi
La participación del expresidente Frondizi en todo el asunto se conoció públicamente recién en 2019, con la publicación de “Historia de una investigación”, los cuadernos hasta entonces inéditos de Enriqueta Muñiz, la colaboradora de Rodolfo Walsh en todo el proceso que llevó a la escritura de “Operación Masacre”.
La primera mención aparece en el apunte del 21 de marzo de 1957, donde Muñiz cuenta: “Walsh viene a Buenos Aires. Cuando me encuentro con él, puedo transmitirle las palabras que me ha dicho Troiani (el periodista Osiris Troiani, de la redacción de “Que…”) por teléfono, unos minutos antes: el doctor Frondizi favorece ampliamente el proyecto” de lo que sería “Operación Masacre”.
De ahí en más hay una serie de idas y venidas. El 5 de abril, cuenta Muñiz, ella y Walsh fueron a la redacción de “Qué…” para hablar sobre la publicación del libro y después participaron de una marcha de la UCRI hasta el Congreso.
Veinte días después, siguen las tratativas, aunque Muñiz las ve con desconfianza. No entiende por qué le vuelven a pedir los borradores. “Me han vuelto a pedir los originales. Me llego hasta Alem y Lavalle, los cuarteles de Frondizi, y se los alcanzo”, escribe.
Las dilaciones continúan. Los hombres de Frondizi aseguran que publicarán el libro, pero no dan ningún paso en concreto. Recién el 26 de mayo se sinceran. Muñiz lo cuenta así:
“Frondizi no encontró plata para editarnos el libro. Parece que la tiene para organizar actos y hacer carteles. Cosas de la vida. Después de algunos dimes y diretes, emplacé a Weinberg (otro de los periodistas de “Qué…”) y este me confesó la verdad. Yo misma pasé por Alem para retirarle el original a Noé Jitrik (que estaba a cargo de la edición). Éste, muy atento, me explicó la situación y me pidió el teléfono de Walsh, pues estima que es un extraordinario periodista y tal vez les sirva para el periódico que piensan editar”, escribe Enriqueta y agrega irónicamente: “¡No tienen plata!”.
A Walsh y Muñiz les queda claro que la negativa de Frondizi no se debe a la falta de dinero. Después de mucho pensarlo ha decidido que no le conviene irritar a los militares en el poder.
Tulio, el audaz
Tulio Jacovella es casi el último recurso que le queda a Walsh para publicar las notas sobre los fusilamientos y después el libro. No le gustan los nacionalistas de derecha – algo que él ha sido en su pasado – y tampoco quiere quedar pegado a un medio de clara filiación peronista, como es “Mayoría”
Por eso después se atajará en una introducción de “Operación Masacre” escrita en julio de 1957: “Investigué y relaté estos hechos tremendos para darlos a conocer en la forma más amplia, para que inspiren espanto, para que no puedan jamás volver a repetirse. Quienquiera me ayude a difundirlos y divulgarlos es para mí un aliado a quien no interrogo por su idea política. De este modo responde a timoratos y pobres de espíritu que me preguntan por qué yo – que me considero un hombre de izquierda – colaboro periodísticamente con hombres y publicaciones de derecha. Contesto: porque ellos se atreven, y en este momento no reconozco ni acepto jerarquía más alta que la del coraje civil”, explica.
Algo parecido dice Muñiz en su diario: (“Mayoría” es) “una revista con cuya ideología no estoy de acuerdo, pero que indudablemente está dirigida por periodistas auténticos. Y no es poco”, dice.
Cuando Enriqueta escribe esto corre mayo de 1957 y están desesperados. Si los hombres de Frondizi les dijeron que “no tenían plata”, a Walsh y Muñiz el dinero les falta realmente. Desde el principio de la investigación la vienen sosteniendo con sus propios recursos.
Por eso, los primeros mil pesos que les paga Tulio Jacovella por las notas para “Mayoría” son casi una salvación.
Antes, Tulio ha leído los originales. Y, al contrario que Frondizi, se atreve a publicar. Walsh lo cuenta así en el prólogo de “Operación Masacre”: “En el mes de mayo, tengo escrita la mitad de este libro. Otra vez en busca de alguien que lo publique. Por esa época los hermanos Jacovella han sacado una revista. Hablo con Bruno, después con tulio. Tulio Jacovella lee el manuscrito y se ríe, no del manuscrito, sino del lío en el que se va a meter, y se mete”.
Si el “fusilado que vive” fue el disparador de “Operación Masacre”, el hombre que se atreve y se mete, Tulio Jacovella, fue el responsable de que la historia fuera conocida por el público. Por ese “atrevimiento”, la dictadura de Aramburu y Rojas lo detuvo dos veces y debió exiliarse un tiempo en Uruguay.
Cuando dos años y medio después, el 9 de febrero de 1970, el presidente de la democracia condicionada Arturo Frondizi clausuró “Mayoría” y ordenó su detención, fue también por una investigación de Walsh que afectaba los intereses de un sector del Ejército.
Para entonces, el líder de la UCRI que habitaba la Casa Rosada se había pasado al otro lado: meses antes había aprobado el ascenso del teniente coronel Desiderio Fernández Suárez, el hombre que como jefe de la policía bonaerense dio la orden de fusilar a los civiles detenidos el 9 de junio de 1956 en un basural de José León Suárez.
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