Ricardo Carral, de 49 años, se calza todas las mañanas el traje de neoprene y baja a la playa de Puerto Madryn a entrenar. Corre por la playa de su ciudad los 5.000 metros ida y vuelta. Después se mete a nadar en el mar en verano o invierno, sin distinción.
Pero eso no es todo, Ricardo, algunos días acompañado por su pareja Lorena, junta toda la basura que puede de la arena y del agua. Esta actividad está muy desarrollada en Europa y se llama “plogging”. Sin saberlo, Carral la practica a diario en las playas de Madryn.
El clic de Ricardo
En diálogo con Infobae, Carral explica que “hizo un clic cuando vio a una cría de ballena enredada en un soga de nylon de la construcción. Iba con un contingente de turistas y no pudimos hacer nada. No podíamos acercarnos al ballenato para ayudarlo”.
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A partir de ese momento, hace 14 años, arrancó con su trabajo diario de recolectar todo lo que puede de la arena y el mar. A muchos otros animales los pudo ayudar a desengancharse de plásticos o cabos de los barcos pesqueros. “Son sabios los lobitos o pingüinos y cuando te ven tratan de pedirte ayuda de todas maneras para zafar de la situación –relata Carral-. Ese momento en que lo liberás es mágico. Siento que te agradecen con la mirada”.
“Llego a juntar hasta unos 20 kilos en temporada alta de turistas –relata el experto nadador de aguas abiertas-. Voy corriendo con una bolsa y me agachó cada dos metros. No hubo ni un día, aún en invierno, en que no llene la bolsa. Se juntan muchas toallitas femeninas, pañales y botellas de plástico. Me da mucha bronca las colillas porque son infinitas y no puedo juntarlas una por una”.
Para Carral el mar es casi su hábitat natural. No puede faltar. “Si algún día no puedo ir por trabajo, siento que me falta algo”. Por eso, Ricardo tiene asistencia casi perfecta durante todo el año. “Me meto en pleno invierno, pero para eso hay que estar bien entrenado y acostumbrado a esas temperaturas. No es para cualquiera”.
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Su vida en el mar
El nadador experto asegura orgulloso que por ahora no necesito ir al médico. “Mi chequeo es el mar. Me dice cuando estoy bien para seguir nadando o cuando tengo que parar”, explica así si amor por el océano.
Los días más fríos el agua está más densa para nadar. “Como que se pone pesada cuando en julio baja a 6 grados centígrados. Me llegué a meter hasta de noche cuando no tenía tanto tiempo. Me guío por las luces de las boyas. Hay un silencio adentro del océano que es único”.
Entre las cosas más insólitas que Carral sacó del mar hay un colchón somier en perfecto estado, una notebook de las que el Estado les entregaba a los estudiantes secundarios y hasta el carburador de un auto. “Muchas veces me dan ganas de llorar por las cosas que encuentro en la playa. Es como que no nos damos cuenta que el mar es nuestra gran fuente de recursos – argumenta Ricardo-. Ya sea por brindar alimento y también por un tema de ingresos turísticos para Puerto Madryn”.
Desde octubre a marzo, cientos de miles de personas se acercan hasta esta playa de la Patagonia a ver llegar a los pingüinos, lobos marinos, elefantes marinos, orcas y ballenas que migran hasta esta zona en la mayoría de los casos para procrear. Junto con la pesca y la fábrica de aluminio de Aluar, son los motores económicos de la ciudad.
“Estamos envenenando el lugar que elige nuestra fauna para venir a procrear –resalta Carral- Sin ballenas o pingüinos, nos vamos a quedar sin turismo que fue la base del crecimiento de Madryn en los últimos años”.
Basura y reciclado
Algunas cosas que saca del mar, Carral trata de reciclarlas y darles un nuevo uso. Cuando recolecta ropa en buen estado la deja colgada del muelle para que la agarre quien la necesite. El colchón que había sacado de la profundidad del océano se lo regaló a un hombre que por casualidad le comentó que le faltaba. La notebook también la dejó secar y la regaló. En el caso de los juguetes de playa, se los da a los niños que encuentra jugando en la arena”.
En ese sentido, Carral ya empieza a sentir la repercusión de sus 14 años que recorre las arenas de Madryn. “Mucha gente ya me conoce y se quiere sacar una selfie conmigo. Yo les digo que yo no soy importante. Que le saquen la foto a la basura que junto para difundirlo”.
Con toda su experiencia cuesta, Ricardo es optimista cuando ve a los nenes que se le acercan para darle una botella de plástico o una bolsa que encuentran tirada en la arena. “Veo eso y digo ‘no fue en vano mi trabajo’. Y me da fuerzas para levantarme al otro día, calzarme el traje y salir otra vez a juntar basura. Porque si fuera por los adultos se acostumbraron a ver la mugre”.
La cuarentena que trajo los barbijos
La pandemia de coronavirus también trajo otros problemas relacionados. El nadador asegura que “se cansó” de juntar barbijos de la arena y el mar en Madryn. “Entiendo que era una necesidad de salud pública, pero las personas son muy descuidadas. Se piensan que lo que tiran al mar desaparece. Pero eso termina enganchado en algún animal o hasta se lo confunden con comida”, se preocupa Ricardo y levanta la voz.
El mar permite 7 de cada 10 respiraciones que hacen todos los seres vivos en la Tierra. “El océano es todo. Energía, sustento económico, alimento y regulación del clima”, explica Carral para intentar convencer de la importancia de recurso.
Un reciente informe del programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) da un panorama poco alentador sobre la basura que cubre los mares del mundo.
Según el organismo, el 85% de la contaminación de los océanos está dada por residuos plásticos. Hay hasta 199 millones de toneladas de plásticos en los océanos. Además, el problema está lejos de tener solución por parte de los gobiernos, ya que las tasas de reciclaje de plásticos son inferiores al 10%.
Los fragmentos plásticos menores a 5 milímetros son considerados microplásticos y representan el problema principal. También porque su diminuto tamaño hace que sea muy difícil poder detectarlos en el momento de la limpieza. De hecho la revista científica Environmental Pollution indicó que el Mar Argentino es de los más contaminados con este tipo de material a nivel mundial.
Así, Ricardo se levanta un día más, se calza el traje de neoprene y sale a recolectar basura en la Playa de Madryn. Sus pisadas quedan marcadas en la orilla y cada vez que se agacha y abre su bolsa recolectora siente que suma su pequeño granito de arena en una lucha que siente interminable. “Ojalá mi trabajo sirva para que todos nos demos cuenta la importancia de cuidar nuestros recursos naturales para las futuras generaciones. No hay Planeta Tierra viable con las condiciones en la está el mar”, resalta Carral, mientras se prepara para arrancar otra mañana de trabajo en las arenas patagónicas.
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