Pasaron un poco más de 3 años y Zárate no sale de su estupor por los 8 jóvenes rugbiers que mataron a Fernando Báez Sosa el 18 de enero del 2020 a la salida del boliche Le Brique en Villa Gesell.
Muy pocos quieren hablar ante este cronista de Infobae que se acerca para conocer las reacciones de la ciudad en el día en que Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Blas Cinalli, Ayrton Viollaz, y Luciano, Ciro y Lucas Pertossi conocieron el veredicto.
Máximo Thomsen, Ciro Pertossi, Enzo Comelli, Matías Benicelli y Luciano Pertossi fueron condenados a prisión perpetua por el delito de homicidio doblemente agravado por premeditación y alevosía en concurso real con lesiones leves. Blas Cinalli, Ayrton Viollaz y Lucas Pertossi recibieron penas de 15 años como partícipes secundarios del mismo delito.
La peatonal de esta ciudad portuaria de unos 100.000 habitantes, puerta de entrada a la hidrovía y paso previo al puerto de Rosario, se mantiene entre el silencio hermético y la negación. Es mediodía y el sol de verano cae fuerte sobre la peatonal. Apenas deja una pequeña sombra de un lado por donde caminan muy pocas personas.
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Los bares permanecen semivacíos. Parece que la mayoría de los zarateños decidió ver la condena por televisión desde el living de sus casas. En el centro, hasta algunos bares decidieron apagar la TV en el momento del veredicto. “No lo vamos a pasar para que no haya problemas o enfrentamientos en ese momento. Es una decisión de la dueña”, le aclara una moza a Infobae minutos antes del veredicto.
La previa y el veredicto
Un grupo de parroquianos en el bar Mimo, uno de los más tradicionales de la ciudad, están reunidos en la vereda. No esperan el veredicto. Los ocupa el debut de local de Defensores Unidos de Zárate en el Nacional B ante Patronato. Aún así, Roberto, que no quiere dar su apellido, afirma: “Quiero que se haga justicia para que se deje de hablar del tema. Zárate es más que los ocho rugbiers que atacaron a Fernando”.
Ya conocida la sentencia, los amigos sentados en el bar hacen una pausa en su reunión y dialogaron con Infobae. “Lo que dijo la Justicia está muy bien. Creo, por lo que vi, que pudieron determinar quiénes le dieron los golpes y quiénes no”, comienza uno que también prefiere no dar su nombre. Otro de los hombres sentados frente a un pocillo de café asiente y agrega: “Que los pibes entiendan, que sea un ejemplo para que no haya tanta violencia en las salidas de los boliches. Perder un hijo es lo más doloroso que te puede pasar. Pero hay que hacer justicia, no venganza. Y menos poner en la misma bolsa a todo Zárate”, argumenta el zarateño que tampoco quiere dar su nombre “para evitar problemas”.
Uno de los mozos de Mimo, de la misma edad de los rugbiers, afirma que los conocía de verlos en los boliches de la zona. “Alguna vez vi peleas de ese grupo, pero nunca nada raro. Algo común de algunas piñas que se cruzaban, pero no la ferocidad que se vieron en los videos de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell”.
Todo Zarate parece querer dejar atrás las imágenes de Fernando en el suelo recibiendo las patadas y golpes de los acusados. Pero cuando la charla avanza empiezan a saber de ellos. A hablar ante este cronista.
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Soledad es una chica de pelo rapado que habla con un mecánico a la vuelta de la casa de Máximo Thomsen. Primero se niega, pero luego se suelta y cuenta. “Alguno de ellos iban conmigo al colegio. Eran pibes buenos, no entiendo que pasó -resalta la joven-. Creo que las malas compañías de los Pertossi los pudrió a todos. Para que te des una idea estos chicos, yo los conozco, son del estilo de los que las mamás le ponían talcos en las zapatillas y le preparaban la ropita”.
La joven le cuenta a Infobae que se va a juntar con sus amigas para ver el veredicto. “Si estamos tan expectantes como si fuera la final del Mundial ante Francia. Esperemos dar vuelta esta página en Zárate”.
Roberto García tiene 85 años y una casa de repuestos de autos a la vuelta de la casa de Thomsen. El comerciante cuenta que lo veía pasar, pero nunca habló con él. “Este último tiempo vi pasar a la abuela del pibe que también vive acá. Era como una zombie, no miraba para los costados, ni saludaba. Mirá que a mí me conoce desde hace 50 años”.
Indiferencia en Zárate
Infobae recorrió los barrios en donde viven los condenados. Allí reina el silencio total. Los vecinos se alejan cuando ven llegar a los periodistas que preguntan cómo eran esos chicos que una noche decidieron pegarle hasta la muerte a otro joven como ellos de apenas 18 años.
Todas las casas de los rugbiers permanecen cerradas y con las persianas bajas. La mayoría de los padres de los hoy condenados están en Dolores para escuchar la sentencia a sus hijos.
Por lo bajo, alguna vecina no se apiada de los condenados, pero sí de sus familias. Del “calvario que sufren# desde aquella noche del 18 de enero del 2020, “de todo lo que tuvieron que pasar con sus hijos presos y condenados mediáticamente”. A pesar de esto, sentencia al final de la charla con Infobae: “Igual se lo merecen”.
El barrio de Thomsen
En tanto, hasta hace poco en el paredón al lado de la casa de Máximo Thomsen se leía un grafiti que decía “Zárate, ciudad de guapos”. Imaginen al joven salir de su casa todas las mañanas rumbo a su entrenamiento en San Isidro y leer esa pintada. ¿Qué se le habrá pasado por la cabeza?
Ahora como un signo de los tiempos, la frase quedó tapada por un mural de la Selección Argentina campeona en Qatar. Se los ve a Messi y Maradona con la mirada en el horizonte como los nuevos héroes.
Mauricio es el dueño de un corralón de materiales enfrente de la casa de Thomsen. El joven empresario se enoja con los medios. “Vienen a Zárate solo a mostrar los cosas malas, nunca las buenas”. Es otro de los locales que están entusiasmados con el debut de Defensores en la B Nacional. “De los rugbiers prefiero no hablar. Peleas en los boliches hay todos los fines de semana y no solo en Zárate. En este caso la ferocidad fue tremenda en los golpes... que les toquen las condenas más justas”.
Sonia vive a una cuadra de la casa de los Pertossi desde hace 40 años. Conoce desde la abuela de la familia, a los padres y a los chicos. “Siempre fueron difíciles en el barrio. Muchos fines de semana no se podía dormir por los ruidos que hacían con sus motos. Siempre andaban en algo raro”, cuenta la mujer.
La vecina recuerda que sus hijas adolescentes no podían ni pasar por la puerta de esa casa que ahora luce cerrada y sin timbre para tocar. “Tenían que cruzar de vereda porque eran gritos e insinuaciones. Siempre fueron los bravos del barrio”.
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