El ruido del timbre parece eyectarlas de los mundos mágicos que las habitan mientras crean cada pieza. Ese proceso artístico que procura que cueros, plásticos, cordones, cartones pierdan sus formas originales para convertirse en borcegos, botas, zapatos únicos, diferentes a todos los de su especie. Especiales.
“Recibimos donaciones. Materiales que alguna marca descartó, por ejemplo, nosotras los transformamos. Pero también usamos elementos que encontramos en la basura, cirujeando. Vos le das cualquier cosa a las personas de la comunidad y enseguida te crean arte… por el hambre, por la falta de oportunidades”. La imaginación obligada a sobrevivir.
La que habla es Lariana, una de las integrantes fundadoras de la cooperativa Deseo Zapatos (en IG: @deseozapatos), que orienta sus diseños de calzado a las necesidades y esencias del colectivo travesti, trans y no binario. Un proyecto que surgió de ganas articuladas con el bachillerato Mocha Celis, la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Programa Producir del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación.
“Comenzamos como una capacitación sobre el oficio de zapatos, motivadas por la falta de oferta comercial en talles grandes y de diseños atractivos para las sexodisidencias y para mujeres cis que calzan mucho. Pero la voluntad principal en Deseo es poder abrir el diseño y la creación técnica a un sector de la población que la tiene vedada. No se trata solamente de la carencia de zapatos, sino que en realidad es un intento de emancipación colectiva a través del saber hacer, a través del desarrollo de oficios y de la creación. No le estamos pidiendo al Estado que nos dé zapatos, no queremos eso, queremos aprender a hacerlos. Y no solo zapatos. Tener la posibilidad de traer algo a este mundo, de materializar una imaginación, es reparador para gente muy maltratada constantemente”.
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Gus es la directora de Deseo Zapatos, además de docente en la Universidad Torcuato Di Tella y en la UBA. A las cinco de la tarde pide permiso para aprovechar el momento de la entrevista para almorzar al mismo tiempo. En un santiamén todo el staff se prende en la comilona.
“Es muy difícil lograr una constancia y una atención en un proceso creativo cuando tenés hambre o cuando no tenés un techo garantizado. Al emprender esta aventura no imaginé que tendríamos que ocuparnos de la comida, me parecía que era algo que cada quien resolvía por sus propios medios. Pero no. Y es a pulmón porque no contamos con ayuda para cubrir gastos alimentarios, aunque sea fundamental para trabajar bien. En Deseo, entonces, amparamos hasta las condiciones más básicas para que el aprendizaje y la creación se puedan dar”.
Durante el primer año, en los inicios de la post pandemia, se organizaron dos talleres: uno de moldería de carteras y otro de armado de borcegos. Se cursaba una vez por semana. Ya en 2022, la cursada se extendió a tres veces por semana y fueron tres las instancias de formación: un taller de moldería de borcegos, otro de armado de borcegos y un último taller de reparación de calzados.
“Llegué a Deseo por una amiga que me preguntó si quería aprender a hacer zapatos. Contesté `Ni idea, quizás sí´. Y mi vida cambió. Yo no tenía ninguna experiencia de diseño y ahora tengo mi propio emprendimiento de arneses gracias a haber aprendido la moldería de zapatos. Me di cuenta de que si lo visionas en un papel puede concretarse en la vida real. La propuesta de Deseo llama no solo a la creación de zapatería, sino a cumplir los deseos que puedan aparecer”.
Alicia relata su historia enfrascada en la puesta a punto de una pollera de tiras de cuero y tachas que forma parte del vestuario de la obra Mierda Triunfo, que el 25 de febrero se va a estrenar en PROA21 y que le encargó a Deseo Zapatos la producción de la escenografía y la vestimenta de los personajes.
“La obra es una reversión marica de Hamlet y la convocatoria nos permite recibir una remuneración. Como somos muchas decidimos no gastar en materiales nada del presupuesto que nos dieron para poder repartir y que nos quede algo razonable entre quienes estamos trabajando. Para inspirarnos participamos de los ensayos, leímos las fuentes de referencia… fue un trabajo muy colectivo”, cuenta Gus.
Para Cami, esta primera experiencia paga se acerca a uno de sus sueños: que la cooperativa Deseo Zapatos pueda ofrecer trabajos dignos para las personas travesti, trans y no binarias, donde se sientan libres de discriminación.
“Me sumé a partir del taller abierto para fabricar borcegos. Yo soy diseñadora de indumentaria y venía de una práctica muy solitaria y de haber trabajado bajo dinámicas bastante explotadoras con colegas cis. Este, en cambio, es un espacio re poderoso de contención. Fue una novedad sentirme a gusto con quienes desarrollaba los productos y sin dejar de lado cuestiones de mi identidad”.
Abigail también encontró en Deseo la chance de darle un giro a su trayectoria: “Hago calzados. Heredé y aprendí el oficio de mi padre y de mi abuelo. Pero siempre trabajé sola y no conocía a otros que se dedicaran a lo mismo por fuera de mi papá y sus socios; todos de la misma edad, del mismo estilo, con los mismos intereses, hasta las mismas zonas. En Deseo aprendí nuevas maneras de crear. Acá de pronto aparece un plástico y en un rato es una estructura re zarpada que te la ponés y funciona. Eso está buenísimo. Generar algo nuevo, transformar. Creí que mi saber artesanal iba a quedar en el momento familiar nada más, pero logré compartirlo con otras personas y a la vez llenarme de los saberes de las demás. Nos robustecemos”.
Se esconde el sol en el galpón del barrio porteño de Boedo que las Deseo se reparten entre diferentes artistas. Están en la búsqueda de un espacio mayor. Un nuevo territorio para expandir las ideas, las exploraciones, las búsquedas. Más lugar para más deseantes travestis, trans y no binaries.
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